martes, 22 de septiembre de 2009
Santo Niño de Praga
Fue en la España de la Contra-Reforma, durante el llamado “siglo de oro”, donde, a partir de la costumbre introducida por Santa Teresa en sus conventos, comenzó a difundirse la veneración por imágenes del Niño Jesús de pie, devoción que después alcanzaría a toda la Cristiandad.
Confidente del Divino Infante
En el siglo XVII, le cupo a una hija de Santa Teresa ser la confidente del Niño Jesús y la propagadora de su devoción. Se trata de la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento (1619?1648), carmelita del convento de Beaune, Francia.
“Yo te elegí para honrar y hacer visible en ti mi infancia y mi inocencia, cuando yo yacía en el pesebre”, le dijo el Niño Dios, mientras rezaba delante de una imagen suya existente en el convento, conocida como El Rey de la Gloria. La religiosa fundó la Familia del Niño Jesús, obra destinada a celebrar con fervor la Santa Navidad, recordándola los 25 de cada mes. 2
Dos siglos más tarde, otra carmelita, Santa Teresita del Niño Jesús ( + 1897) honró de un modo especial al Dios Niño, no solo al elegirlo para su nombre de religiosa, sino inaugurando la vía de la Infancia Espiritual. Una imagen del Niño Jesús de Praga existente en el claustro del convento fue objeto de su especial devoción.
La maravilla de Praga
Entre las innumerables edificaciones dignas de mención en la privilegiada ciudad de Praga figura la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, primer santuario barroco local, erigido en la primera mitad del siglo XVII.
En 1624 el Emperador Fernando II, en acción de gracias por la victoria alcanzada durante la Guerra de los Treinta Años contra el príncipe elector del Palatinado, el calvinista Federico, llamó a los Carmelitas Descalzos y les entregó la iglesia rebautizada con el nombre de Santa María de la Victoria. Allí está la encantadora imagen del Pequeño Rey, como es conocido el Niño Jesús de Praga.
Unos años más tarde, Fray Juan Luis de la Asunción, entonces Prior de los Carmelitas Descalzos de aquella ciudad, le comunicó a sus religiosos que había tenido una moción interior en el sentido de que venerasen de un modo particular al Niño Dios, para que protegiese a la comunidad y a fin de que los novicios aprendiesen como Él a hacerse pequeñitos para entrar en el reino de los Cielos.
Casi simultáneamente la Providencia inspiró a la princesa Polyxena de Lobkowicz a donar al convento carmelita una imagen de cera del Niño Jesús que poseía. Al entregársela al prior, le dijo: “Yo os ofrezco, querido padre, lo que más quiero en el mundo. Honrad a este Niño Jesús y estad seguro de que, mientras lo venerareis, nada os faltará”.
Fray Juan Luis agradeció el regalo, que venía tan milagrosamente al encuentro de su deseo, y ordenó que la imagen fuese colocada en el altar del oratorio del noviciado, donde los religiosos obtuvieron del Niño Jesús favores muy especiales en tiempos de miseria.
Fray Cirilo,
apóstol del Niño Jesús
Habitaba ese convento un joven sacerdote, Fray Cirilo de la Madre de Dios, que, habiendo dejado el ramo carmelita mitigado, abrazó la reforma de Santa Teresa. Sin embargo, en vez de encontrar la paz que tanto esperaba, se sentía como un réprobo, sufriendo las penas del infierno. Nada lo consolaba o apaciguaba.
El prior, notándolo triste y abatido, le preguntó qué estaba sucediendo. Fray Cirilo le abrió el corazón, contando todas sus penas. “Una vez que la Navidad se aproxima, le dijo el prior, ¿por qué no se pone a los pies del Santo Niño y le confía todas sus penas? Verá como Él lo ayudará”.
Obedeciendo, Fray Cirilo se dirigió a la imagen del Niño Jesús: “¡Querido Niño, mirad mis lágrimas! Estoy a vuestros pies, ¡ten piedad de mí!” Al instante, sintió que un rayo de luz penetraba su alma, haciendo desaparecer todas las angustias, dudas y sufrimientos.
Conmovido y sumamente agradecido, Fray Cirilo se volvió un verdadero apóstol del Divino Infante.
Ataque sacrílego de protestantes
Mientras tanto, los protestantes se reagruparon en noviembre de 1631, bajo el mando del príncipe elector de Sajonia, y asediaron nuevamente Praga. Hubo pánico entre los imperiales y la angustia dominó a los habitantes de la ciudad. Muchos huyeron.
Los soldados protestantes invadieron las iglesias, profanando y destruyendo objetos del culto católico. Pusieron en prisión a los frailes Carmelitas y saquearon el convento. Al ver la imagen del Niño Jesús, comenzaron a reír y burlarse de ella. Uno de los soldados seccionó con la espada las manitos de la imagen y la arrojó entre los escombros a que había quedado reducido el altar.
Allí quedó olvidada la imagen y cuando tres años después, firmada la paz, los carmelitas volvieron a su convento, no pudo ser encontrada pese a la minuciosa búsqueda de Fray Cirilo.
Pronto sin embargo volvió la guerra y los suecos, rompiendo los acuerdos, sitiaron nuevamente Praga. El prior recomendó a sus frailes que rezasen, pues esta vez sólo la oración podía salvarlos. Entonces Fray Cirilo sugirió que se encomendasen al Pequeño Rey y se puso a buscar nuevamente la imagen. Después de mucho trabajo, la encontró detrás del altar, cubierta de polvo y suciedad. Con alegría, la llevó al prior. Delante de la imagen con las manos seccionadas, los frailes oraron fervorosamente por la salvación de la ciudad, lo que realmente se dio: los suecos levantaron el cerco.
Milagrosa restauración
Cierto día Fray Cirilo estaba en oración delante del Niño Dios, pidiendo por la comunidad, cuando Éste le dijo con tristeza: “Ten piedad de mí, y yo tendré piedad de ti. Restitúyeme las manos que me cortaron los herejes. Cuanto más me honrareis, más os favoreceré”.
Profundamente afligido, el fraile pidió a Dios le diese los medios para cumplir esa misión. La ayuda llegó de manera inesperada cuando un noble extranjero le pidió confesarse y le dejó una limosna de cien florines. Fray Cirilo buscó al prior y le pidió por lo menos un florín para restaurar la imagen. Pero el prior, se lo negó y le ordenó llevar a su celda al Pequeño Rey hasta que pudiera ser restaurado.
Se le apareció entonces la Santísima Virgen y le hizo comprender que el Niño Jesús debería ser restaurado cuanto antes y expuesto a la veneración de los fieles en una capilla a Él dedicada. ¡Siempre es Nuestra Señora quien conduce a Jesús!
Elegido un nuevo prior y después de algunos contratiempos y nuevos pequeños milagros, la imagencita fue restaurada y colocada dentro de una urna de cristal próxima a la sacristía.
Cuando Fray Cirilo murió en 1675, a la edad de 85 años, la imagen había sido entronizada en un magnífico altar de la iglesia de Santa María de la Victoria y la devoción al Niño Jesús de Praga se había difundido en todas las clases sociales.
En 1784, el impío Emperador José II suprimió el convento de los Carmelitas y confió la iglesia a la Orden de Malta. Sin la asistencia de los Carmelitas, el culto al Niño Jesús decayó. Ello no impidió que, desde Praga, esa devoción se fuera difundiendo por toda Europa, América y la India.
Durante las tiranías nazi y comunista
Durante la Segunda Guerra Mundial, Praga fue ocupada por los nazis y después el flagelo comunista se abatió sobre el país durante casi 50 años. Pero ni uno ni otro enemigo de la Fe católica osaron atentar contra la milagrosa imagen.
Los comunistas transformaron a Praga en capital de la entonces Checoslovaquia, Estado ateo donde no había libre ejercicio del culto. La devoción al Niño Jesús quedó restringida a quienes frecuentaban la iglesia y al apostolado. de las monjas carmelitas que pintaban estampas con el Santo Niño y las enviaban clandestinamente a conventos europeos.
Finalmente, a fines de la década de los ochenta, al caer la dictadura comunista, surgió la nueva República Checa, independiente y soberana. Fue restablecida la libertad civil y religiosa. El nuevo Arzobispo de Praga, él mismo víctima de la represión comunista, se empeñó en el reflorecimiento de la devoción al Niño Jesús. A su invitación, dos frailes carmelitas, fueron a Praga para reabrir el convento y estimular esa sublime devoción.
Notas
1. Este articulo fue basado en la obra El Pequeño Rey, de la Hna. Giovanna della Croce, C.S.C., traducción al español por el P. Juan Montero Aparicio, AGAM, Madonna dell’Olmo, Cuneo, ltalia.
2. Cfr. Les Petits Bollandistes, Vies des Saints, Bloud et Barral, Libraires?Éditeurs, París, 1882, tomo 15, p. 379.
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