sábado, 22 de agosto de 2009
Oraciones al Inmaculado Corazón de María
Quiero dar gracias al Señor por tu Inmaculado Corazón y quiero pedirte, ¡Oh Virgen de las vírgenes!, que me obtengas la gracia de descubrir sus encantos y los necesarios auxilios para recorrer esta vida aprendiendo a amar a este tu Dulce Corazón y a ser educado en la gran lección que de su inmaculada pureza brota para bien de toda la humanidad. Amén. (Luis Fernán Figari)
Acuérdate, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, de las maravillas que el Señor hizo en ti: Te eligió por madre y te quiso junto a su cruz. Hoy te hace compartir su gloria y escucha tus súplicas. Ofrécele nuestras alabanzas y nuestra acción de gracias. Preséntale nuestras peticiones.
(aquí se pide la gracia que se desea obtener)
Haznos vivir, como tú, en el amor de tu Hijo, para que venga a nosotros su reino. Conduce a todos los hombres a la fuente de agua viva que brota de su Corazón, derramando sobre el mundo la esperanza y la salvación, la justicia y la paz.
Mira nuestra confianza, atiende nuestra súplica y muéstrate siempre Madre nuestra. Amén.
(rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria)
Acto de Consagración al Inmaculado Corazón de María
Oh, Virgen mía, Oh, Madre mía, yo me ofrezco enteramente a tu Inmaculado Corazón y te consagro mi cuerpo y mi alma, mis pensamientos y mis acciones.
Quiero ser como tu quieres que sea, hacer lo que tu quieres que haga. No temo, pues siempre estás conmigo. Ayúdame a amar a tu hijo Jesús, con todo mi corazón y sobre todas las cosas.
Pon mi mano en la tuya para que esté siempre contigo. Amén.
Al Corazón de Jesús, a través del Corazón de María
Oh, Santísima Virgen María, Madre y Reina mía, consagro y entrego a tu Corazón Inmaculado todo mi ser: mis pensamientos, palabras y obras.
Dispón de mí y de todo lo que me pertenece ahora y en la eternidad, para la alabanza y gloria de la Santísima Trinidad, para la santificación de la Iglesia y la salvación de todo el mundo.
Inmaculada Madre mía, ayúdame a vivir dignamente mi consagración bautismal, para que pertenezca irrevocablemente a mi Redentor.
¡Haz que escuche como Tú los impulsos del Espíritu Santo, para que en mí y por mí se cumpla siempre y en todo la voluntad Divina! ¡Amen!
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