sábado, 1 de agosto de 2009
Doctrina Moral de San Alfonso María de Ligorio
El moralista del s. XXI no puede ignorarlo, ni puede tampoco contentarse con copiarle al pie de la letra
Visión general.
El estudio de las leyes le sirvió para su futura actuación como moralista. Su formación eclesiástica moral la adquirió, como él mismo declara, de la mano de la más rígida de las escuelas que existían en su tiempo, caracterizado precisamente por el desarrollo de sistemas o síntesis de Teología moral centrados en el tema de la formación de la conciencia. «El primer autor, que me pusieron en las manos, fue Genet, caudillo de los probabilioristas, por lo cual durante algún tiempo fui yo también acérrimo defensor del probabiliorismo» (Respuesta apologético, 1764, 14). Después, poco a poco la vida y la experiencia pastoral le llevaron a posiciones más matizadas y comprensivas. Adopta una forma corregida del probabilismo, que se ha designado con el nombre de equiprobabilismo en cuanto que sostiene que, en la situación de duda de si una ley obliga o no, es lícito seguir la opinión contraria a ley en el caso de que sea al menos igualmente probable de la opuesta. En realidad A. trasciende el marco estricto de los sistemas de moralidad en su sentido restringido (probabiliorismo, probabilismo, etc.), para proponer una actitud basada en una prudencia cristiana animada e informada por una honda aspiración ascética. Y desde esa perspectiva aborda las numerosas cuestiones morales que estudia en sus obras.
Formación cristiana y Teología moral.
Recordando acaso los problemas que tuvo a propósito de su formación moral, A. dio gran importancia al estudio de la Teología moral en relación con los jóvenes misioneros redentoristas. Pocos centros de estudios podían parangonarse en este orden a la casa redentorista de Pagani. Desde Nápoles, por indicación del card. Sersale, acudían alumnos a participar en sus cursos (Lettere I, 419) y lo mismo ellos que los jesuitas usaban el Homo Apostolicus como libro de texto (Lettere, III, 86.88.101). «El profesor de Moral, dice S. Alfonso, ha de ser el religioso más competente del Instituto, dad<) que para nosotros ésa es la ciencia más imprescindible» (Lettere, 1, 598).
Solidez doctrinal.
La doctrina moral de S. Alfonso se caracteriza, ante todo, por su solidez. No es el fruto de una improvisación, sino el resultado de un largo y difícil proceso de maduración teológico y pastoral. La Theologia Moralis, decía, «me ha costado años y años de fatigas; especialmente en los últimos cinco años le he dedicado ocho, nueve y diez horas diarias, de suerte que, cuando lo pienso, me espanto yo mismo». En efecto, en la Teología Moral encontramos la flor y nata de los escritores moralistas desde S. Tomás a Roncaglia, pasando por Lesio, Lacroix, Lugo, Laymann y Bonacina, y deteniéndose especialmente en la escuela carmelitana de Salamanca. Hay en la Teología Moral más de 80.000 citas de diferentes autores. A esto hay que añadir que la Moral de A. contiene, remansada, una larga y riquísima experiencia pastoral, que da a su doctrina un carácter profundamente vívido y realista. Supo unir armoniosamente en la Teología Moral erudición, experiencia y reflexión personal. De ahí el carácter de solidez y seriedad que encontramos siempre en su obra moral.
Síntesis teológica.
Siguiendo el uso de su tiempo, A. separa en sus escritos los diversos aspectos de la Teología, Dogmática, Moral y Espiritualidad, pero no de un modo absoluto. Así, p. ej., las Glorias de María y el Gran Medio de la Oración, que son dos obras fundamentalmente espirituales, tienen, sin embargo, una importantísima base dogmática, que constituye una verdadera aportación a la Mariología y a la Teología de la Gracia respectivamente. Pero, en general, A., como los demás teólogos de su tiempo, presentan por separado los diferentes aspectos del misterio cristiano. Por eso, si queremos quedarnos en última instancia con la visión integral de A. sobre la Moral, no podremos limitarnos al estudio de sus obras estrictamente morales, sino que hemos de tener también en cuenta las dogmáticas y las espirituales, especialmente la Práctica del Amor a Jesucristo, que constituye una verdadera moral cristiana de la Caridad.
Sentido pastoral.
Toda la producción teológico-moral de A. está impregnada de un profundo sentido pastoral. Como dijimos antes, A. recibe una primera formación académica de tendencia probabiliorista. Pero una vez lanzado al ministerio pastoral, sobre todo en el campo de las misiones populares, se orienta pronto hacia un probabilismo moderado, que se concreta en una serie de reglas originales, que él mismo llama equiprobabilismo, sabia solución, igualmente opuesta a la moral laxa y a la moral rígida. Por lo demás, en el conjunto de la moral alfonsiana, el estudio de las circunstancias concretas de la acción moral domina siempre sobre la aplicación mecánica de un sistema, todo lo justo que se quiera. Así, pues, A. es un casuista, pero en el mejor sentido de la palabra, un hombre dotado de una gran prudencia en el discernimiento de los casos.
Influencia moral.
Éxito de las obras morales de San Alfonso. La influencia de la Teología moral de A. ha sido verdaderamente importantísima, a pesar de la oposición que encontró desde un principio en ciertos ambientes rigoristas. El 15 jul. 1755 Benedicto XIV escribió a A. felicitándole por su Teología Moral y pronosticándole que «hallaría aceptación general» (Lettere, I, 243-287). Este éxito repercutió favorablemente en la ulterior actividad literaria de A. al relacionarle con una de las editoriales más fuertes de Venecia, la de Remondini, quien vio enseguida la posibilidad de colocar los escritos de moral de A. en «Alemania, España y otros países» (Lettere, III 31; cfr. R. BAYÓN, Cómo escribió San Alfonso, Madrid 1942). En Francia, gracias a la lustification de la morale de Saint Alphonse, escrita por el card. Gousset, la Teología Moral se extendió rápidamente.
Manuales de Teología Moral inspirados en San Alfonso. Nada tiene de particular, visto el éxito de la Teología Moral de A., que surgiera inmediatamente un grupo de discípulos y vulgarizadores, que compusieron manuales de Teología moral para los seminarios «ad mentem Sti. Alphonsi». La última de las obras inspiradas en A. es la de Aertnys, actualizada primero por Damen y, finalmente, por Visser (Turín 1967). Para defender la moral alfonsiana de la acusación de laxismo se publicaron las Vindicae Alphonsianae (París 1872).
Centros de estudios de Teología moral inspirados en San Alfonso. Fruto de la obra alfonsiana, y concretamente de la continuación (y en parte renovación y modificación) de la misma por parte de diversos redentoristas del s. XX, es la creación en Roma de la llamada Academia Alfonsiana. Es el primer Inst. Superior de Teología moral que existe en el mundo y ha sido erigido bajo el patrocinio de A. para promover los s estudios morales, según las necesidades de los tiempos. El 25 mar. 1957 fue erigido por decreto de la Sagrada Congr. de Religiosos como escuela interna pública de la CSSR, mientras que el 2 ag. 1960, en la fiesta de A., fue incorporado, por decreto de la Sagrada Congr. de Seminarios y Estudios Universitarios, a la Facultad teológico de la Univ. de Letrán, con derecho a conceder el doctorado en Teología moral. Órgano de la Acad. Alfonsiana es la col. Studia Moralia.
Aprobación pontificia de la moral de San Alfonso. Escogemos sólo una de las muchas declaraciones pontificias a favor de la moral alfonsiana. Pío XII, en el breve apostólico de 26 abr. 1950, en que constituye patrono de confesores y moralistas a A., dice: «Para formar y dirigir a los confesores nos dejó... una eximia doctrina recomendada a menudo con graves palabras por los Soberanos Pontífices, cual norma segura de los que administran el sacramento de la Penitencia y de los que se ocupan de la dirección de las almas» (AAS 32, 1950, 595-597).
San Alfonso en la actualidad.
Los citados anteriormente citados muestran el gran influjo ejercido por A. en la Teología moral a lo largo de las centurias que anteceden. ¿Conserva hoy la obra alfonsiana capacidad de influjo? No han faltado, en tiempos pasados y presentes, críticas a la obra teológica de A. (a algunas de ellas respondieron unas Vindiciae alfonsianae de 1873). Así, a partir de la ofensiva que contra él inició Dóllinger, varios protestantes, viejo-católicos y ortodoxos atacaron a principios de este siglo la moral de A. Después de la renovación tomista, consagrada por León XIII en la Aeterni Patris, que da lugar a una necesaria renovación de la Teología moral sistemática, se advierten diversos síntomas en campo católico de una evidente hostilidad contra la casuística y sus métodos, que alcanza de un modo indirecto a A., representante más calificado.
No es, sin embargo, de ahí de donde vienen las mayores críticas al magisterio moral de A., sino de aquellas corrientes que, auspiciando una reforma radical de la Teología, se revuelven a la vez contra la moral escolástica y contra la moral casuística, en nombre de una vuelta a las fuentes entendida como ruptura con la entera tradición teológico posterior a la Patrística (y a veces incluso con esta misma) y de una adaptación a las que consideran exigencias o rasgos de la mentalidad o del pensamiento moderno, tanto de orden filosófico (personalismo, existencialismo, sociologismo...) como científico (biología, psicología, sociología, etc.).
Ese abandono de A. es un error: su obra puede y debe seguir ejerciendo un magisterio fecundo en el campo de la Teología moral. Esto no quiere decir, obviamente, que esa Teología haya de reducirse a una repetición de la moral alfonsiana, aumentada simplemente de una manera cuantitativa con la aplicación de los principios, tal como se exponían en el s. XVIII, a los nuevos problemas de nuestra época. Esta concepción es en extremo simplista. La renovación de la moral puede ser cosa mucho más profunda y afectar no sólo a la aplicación de los principios, sino también a los métodos propios de la Teología moral e incluso a la estructuración de la misma. Tratar de estudiar y exponer la Teología moral como si no hubiera ocurrido nada a partir del s. XVIII, como si los estudios sobre la Patrística y la Escolástica y las nuevas ciencias humanas no hubieran aportado al acervo científico cosas de valor, es una ilusión y un error. El mismo A. es contrario a este inmovilismo en Teología moral. Durante su vida, en las sucesivas ediciones de la Teología Moralis tuvo siempre muy en cuenta la evolución del pensamiento contemporáneo y el influjo de los acontecimientos históricos más importantes.
El moralista del s. XX no puede ignorar a A., ni puede tampoco contentarse con copiarle al pie de la letra. Los moralistas han de hacer ahora lo que haría A. si viviera en nuestro tiempo. Hemos de distinguir entre lo que hay en A. de permanente y lo que hay en él de dependiente de su época y del país en que vivió. Hecha esta distinción, dejemos de un lado los valores contingentes y quedémonos con lo que podríamos llamar la moral eterna de A. y según ella juzguemos de la renovación de la Teología moral. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que A. aceptaría muchas cosas de la Teología contemporánea, p. ej., una adecuada vuelta a las fuentes de la Revelación, el empleo criteriado de la Filosofía, Psicología, etc., la orientación de la moral al kerigma , etc. Otras cosas, en cambio, las rechazaría de plano, p. ej., la moral de situación, el relativismo moral, el desprecio hacia el Magisterio eclesiástico o la tradición, etc.
Bibliografía.
A. M. DE LIGORIO, Opera Dogmatica, Roma 1903, ÍD, Theologia Moralis, Roma 1905-12; ÍD, Obras ascéticas, Madrid 1952-54; Lettere, Roma 1887.-Estudios: L. GAUDE, De Morali systemate S, Alphonsi M. de Ligorio, Roma 1894; J. HERMANN, Tractatus de divina gratia secundum S. Alphonsi M. de Ligorio doctrinam et mentem, Roma 1904; J. KANNENGIESER, Alphonse de Liguori (Saint), en DTC, I, 901-921; A. PALMIERI, Alphonse de Liguori (Saint), en DHGE, II, 715-735; P. PÉREZ DE GAMARRA, El discípulo más ilustre de la Escuela Ascética Española, San Alfonso de Ligorio, Madrid 1924; F. DELERUE, Le systéme moral de Saint Alphonse, Saint-Etienne 1929; C. DILLENSCHNEIDER, La Mariologie de S. Alphonse de Liguori, Friburgo 1931; B. HXRING y L. VEREECKE, La Théologie Morale de S. Thomas d´Aquin d S. Alphonse de Liguori, «Nouvelle Rev, Théologique» 77 (1955) 673-692; G. LTEVIN, Alphonse de Liguori (Saint), en DSAM, I, 357-389.
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