Si este libro se hubiese escrito antes de "El Código Da Vinci", la razón de la obra de Dan Brown habría quedado al descubierto.
Es como la pescadilla que se muerde la cola: La última revelación presupone que El Código Da Vinci se ha escrito; pero, al mismo tiempo, deja claro por qué a Dan Brown no le habría valido la pena escribirlo si la obra de Joseph Thornborn hubiese estado en la calle entonces.
No, no estamos ante un juego de palabras, pero sí ante un texto no menos eficaz que la de Brown en cuanto a los recursos del thriller basado en el descubrimiento de documentos y en las intrigas vaticanas, pero de sentido opuesto: si en El Código Da Vinci la Iglesia es deformada para que encaje en las tesis contrarias al cristianismo que propugna, en La última revelación se trata justo de lo contrario, de explicar cómo se produce esa deformación para que podamos ver el verdadero rostro de la Iglesia sin ataques interesados.
Se trata, eso sí, de una novela, pero Thornborn, colaborador del New York Times y del New Yorker y antiguo profesor de literatura creativa en la Universidad de Columbia, es asesor en el Vaticano y las fuentes que maneja para la trama narrativa están tomadas de un profundo conocimiento de lo que se cuece en torno a la Curia Romana.
No vamos a desvelar mucho de lo que esconde La última revelación, porque la gracia está en no saberlo y en irlo descubriendo a través de los múltiples golpes de efecto que nos deja el autor para engancharnos. Pero sí diremos que el descubrimiento de un papiro que podría contener el testamento de la Virgen María, oculto durante dos mil años, sirve para que se descubran a la vez dos conspiraciones contra la Iglesia que utilizan los casos de pederastia y la misma obra de Dan Brown para una campaña anticristiana sin precedentes por su extensión, y con ribetes apocalípticos por sus objetivos.
El Papa, a quien Thornborn llama Gregorio XVII pero que es un clarísimo trasunto de Benedicto XVI, intentará parar esas dos conspiraciones, pero ignora hasta qué punto tiene a los enemigos cerca, entre los mismos muros del Vaticano, donde mientras él reza para que finalice la prueba, otros preparan el que creen golpe definitivo contra la Iglesia.
Los protagonistas de La última revelación son John Costa, un periodista que hurga en el negocio de las denuncias falsas por pedofilia, y Kate Duncan, una papiróloga que forma parte del equipo descubridor, en Jordania, del sorprendente texto de María. En dos extremos del mundo tan distantes como Estados Unidos y Tierra Santa, serán testigos de cómo hay quien está dispuesto a llegar al asesinato para lograr sus objetivos, y verán su propia vida en peligro al intentar descubrir la verdad.
Thornborn no nos deja respirar con la acción de su novela, que es la segunda de las suyas. La primera, El cuarto secreto, fue un bestseller mundial. Toda una apuesta: por la alta tensión, por el ritmo trepidante y porque nos deja la sensación de que lo que cuenta como ficción se parece bastante a la realidad...
Fuente: Carmelo López-Arias/El Semanal Digital
Es como la pescadilla que se muerde la cola: La última revelación presupone que El Código Da Vinci se ha escrito; pero, al mismo tiempo, deja claro por qué a Dan Brown no le habría valido la pena escribirlo si la obra de Joseph Thornborn hubiese estado en la calle entonces.
No, no estamos ante un juego de palabras, pero sí ante un texto no menos eficaz que la de Brown en cuanto a los recursos del thriller basado en el descubrimiento de documentos y en las intrigas vaticanas, pero de sentido opuesto: si en El Código Da Vinci la Iglesia es deformada para que encaje en las tesis contrarias al cristianismo que propugna, en La última revelación se trata justo de lo contrario, de explicar cómo se produce esa deformación para que podamos ver el verdadero rostro de la Iglesia sin ataques interesados.
Se trata, eso sí, de una novela, pero Thornborn, colaborador del New York Times y del New Yorker y antiguo profesor de literatura creativa en la Universidad de Columbia, es asesor en el Vaticano y las fuentes que maneja para la trama narrativa están tomadas de un profundo conocimiento de lo que se cuece en torno a la Curia Romana.
No vamos a desvelar mucho de lo que esconde La última revelación, porque la gracia está en no saberlo y en irlo descubriendo a través de los múltiples golpes de efecto que nos deja el autor para engancharnos. Pero sí diremos que el descubrimiento de un papiro que podría contener el testamento de la Virgen María, oculto durante dos mil años, sirve para que se descubran a la vez dos conspiraciones contra la Iglesia que utilizan los casos de pederastia y la misma obra de Dan Brown para una campaña anticristiana sin precedentes por su extensión, y con ribetes apocalípticos por sus objetivos.
El Papa, a quien Thornborn llama Gregorio XVII pero que es un clarísimo trasunto de Benedicto XVI, intentará parar esas dos conspiraciones, pero ignora hasta qué punto tiene a los enemigos cerca, entre los mismos muros del Vaticano, donde mientras él reza para que finalice la prueba, otros preparan el que creen golpe definitivo contra la Iglesia.
Los protagonistas de La última revelación son John Costa, un periodista que hurga en el negocio de las denuncias falsas por pedofilia, y Kate Duncan, una papiróloga que forma parte del equipo descubridor, en Jordania, del sorprendente texto de María. En dos extremos del mundo tan distantes como Estados Unidos y Tierra Santa, serán testigos de cómo hay quien está dispuesto a llegar al asesinato para lograr sus objetivos, y verán su propia vida en peligro al intentar descubrir la verdad.
Thornborn no nos deja respirar con la acción de su novela, que es la segunda de las suyas. La primera, El cuarto secreto, fue un bestseller mundial. Toda una apuesta: por la alta tensión, por el ritmo trepidante y porque nos deja la sensación de que lo que cuenta como ficción se parece bastante a la realidad...
Fuente: Carmelo López-Arias/El Semanal Digital
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