Evangelio según San Marcos 12,1-12. Lunes de la IX Semana del Tiempo Ordinario
Jesús se puso a hablarles en parábolas: "Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le correspondía.
Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías.
De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo maltrataron y lo llenaron de ultrajes.
Envió a un tercero, y a este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros.
Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último término, pensando: 'Respetarán a mi hijo'.
Pero los viñadores se dijeron: 'Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será nuestra'.
Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros.
¿No han leído este pasaje de la Escritura: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular:
esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?".
Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la multitud. Y dejándolo, se fueron.
Comentario:
Yo soy la verdadera vid (Jn 15,1)- San Buenaventura
¡Dulce Jesús, en qué estado te veo! Manso y cariñoso, único Salvador de nuestras viejas heridas, ¿quién te condenó a una muerte tan amarga? ¿quién te condujo a sufrir estas heridas, no sólo crueles sino también ignominiosas? Dulce viña, buen Jesús, he aquí el fruto que da tu viña...
Hasta el día de tus bodas, has esperado pacientemente a que produzca uvas, y ella no ha dado más que agrazones (Is 5,6). Ella te ha coronado de espinas, te ha envuelto en las espinas de sus pecados. ¡Esta viña, que no ha dejado de ser tuya, se ha convertido en una viña extranjera, se ha convertido en una viña amarga! Ella te ha renegado y ha gritado: « nosotros no tenemos otro rey más que el César» (Jn 19,15). Después de haber expulsado el viñedo de tu ciudad y tu heredad, estos viñedos te han llevado a la muerte: no de un golpe, sino después de haberte abatido por el largo tormento de la Cruz y haberte torturado por las heridas de látigos y clavos... Señor Jesús.... Tu mismo entregas tu vida a la muerte – nadie te puede reemplazar, eres Tú mismo el que la das (Jn 10,18)... ¡Qué trueque más admirable! El Rey se da por el esclavo, Dios por el hombre, el Creador por la criatura, el Inocente por los culpables.
San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia. La Viña mística, ch. 5, 4-5 (atribuido por error a San Bernardo)
Jesús se puso a hablarles en parábolas: "Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le correspondía.
Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías.
De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo maltrataron y lo llenaron de ultrajes.
Envió a un tercero, y a este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros.
Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último término, pensando: 'Respetarán a mi hijo'.
Pero los viñadores se dijeron: 'Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será nuestra'.
Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros.
¿No han leído este pasaje de la Escritura: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular:
esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?".
Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la multitud. Y dejándolo, se fueron.
Comentario:
Yo soy la verdadera vid (Jn 15,1)- San Buenaventura
¡Dulce Jesús, en qué estado te veo! Manso y cariñoso, único Salvador de nuestras viejas heridas, ¿quién te condenó a una muerte tan amarga? ¿quién te condujo a sufrir estas heridas, no sólo crueles sino también ignominiosas? Dulce viña, buen Jesús, he aquí el fruto que da tu viña...
Hasta el día de tus bodas, has esperado pacientemente a que produzca uvas, y ella no ha dado más que agrazones (Is 5,6). Ella te ha coronado de espinas, te ha envuelto en las espinas de sus pecados. ¡Esta viña, que no ha dejado de ser tuya, se ha convertido en una viña extranjera, se ha convertido en una viña amarga! Ella te ha renegado y ha gritado: « nosotros no tenemos otro rey más que el César» (Jn 19,15). Después de haber expulsado el viñedo de tu ciudad y tu heredad, estos viñedos te han llevado a la muerte: no de un golpe, sino después de haberte abatido por el largo tormento de la Cruz y haberte torturado por las heridas de látigos y clavos... Señor Jesús.... Tu mismo entregas tu vida a la muerte – nadie te puede reemplazar, eres Tú mismo el que la das (Jn 10,18)... ¡Qué trueque más admirable! El Rey se da por el esclavo, Dios por el hombre, el Creador por la criatura, el Inocente por los culpables.
San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia. La Viña mística, ch. 5, 4-5 (atribuido por error a San Bernardo)
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