domingo, 10 de enero de 2010
Transito del Venerable Fray Mamerto Esquiú
A fines del año 1.882 surgió en La Rioja, la cuestión del cementerio. El 28 de diciembre partió Esquiú desde Córdoba, en tren de segunda clase, a pesar del ofrecimiento de un coche especial. Rezó varias veces junto al pasaje y luego repartió él mismo a los pobres, comida que le habían regalado.
El día siguiente, era viernes, y partió Esquiú desde la Estación El Recreo, en la mensajería. En todas las casas, a su paso, repartió catecismos, rosarios y medallas... todos se quejaban que no llovía, Mamerto, se internaba en el monte, y de rodillas con los brazos en cruz, pedió al Señor la lluvia, que no se hizo esperar.
Ya en La Rioja, cumplió su misión y emprendió regreso el día 8 de enero de 1.883, celebrando antes Misa en el altar de la celda de San Francisco Solano.
Esquiú venía enfermo, los dos primeros días del viaje apenas comió y casi no pudo dormir, aún así atendía a la gente a su paso y prodigaba saludables consejos.
El miércoles 10 de enero de 1.883, amaneció bien, comentó que cuando llegue a Recreo “si Dios me da vida hasta allá, me ganaré una cama y tomaré manzanilla...”; a las dos y media de la tarde, llegaba la mensajería a la Posta de el Pozo del Suncho, donde lo esperaba mucha gente. Allí su secretario ayudado por los lugareños lo bajó y acostó en un humilde catre de tientos de un pobre rancho, luego le administró los últimos sacramentos. A las tres de la tarde “el Padre Esquiú” entregaba su alma al Señor.
Cundió la noticia y vecinos de todos lados vinieron a rezar ante su cadáver, y besar sus manos, sus pies, su hábito, su cuerda.
A las nueve de la noche, después de rezar varias veces el Rosario, colocaron su cadáver en la mensajería, y entre rezos y llantos, lo acompañó el pueblo varias leguas. Lo llevaban a la Estación El Recreo. A larga distancia antes de llegar los recibió una multitud, a pie y a caballo, con faroles encendidos... habían salido al encuentro de los restos del santo Obispo, a quien conocieron en su paso a La Rioja; y lo acompañaron rezando y llorando, en lenta caravana. Fue un espectáculo lleno de emoción e inolvidable para todos, en aquella soledad, en una noche tibia de verano.
Desde Recreo el telégrafo llevó la noticia a todo el país. En la Estación esperaba un tren especial, para conducir tan preciosos restos, que la muchedumbre despidió emocionada. Así dejaba tierra catamarqueña, el “siervo de Dios”, rumbo a la Ciudad de Córdoba.
El Padre Esquiú, si bien vivió en otro siglo, se levanta hoy como modelo de vida para enseñarnos a enfrentar el mundo contemporáneo.
Elevemos una oración al altísimo para su pronta beatificación.
Prof. Roque R. Morales
Comisión Pro-beatificación Esquiú
Filial 2- Recreo.
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