martes, 5 de enero de 2010

San Carlos de San Andrea Houben - 5 de enero


Los auténticos santos son imitadores de Cristo y el beato Carlos Houben fue uno de estos. Así nos dice Pierluigi di Eugenio: “Pasó bendiciendo, sanando y perdonando. Siempre dispuesto y amable. Pobre entre los pobres, hizo de su vida un don para los que sufren. Todo de Dios, todo del prójimo. Los necesitados del alma y del cuerpo no lo dejaban reposar ni un momento. Profundamente dedicado a la familia y a la patria trabajó por muchísimos años lejos de la una y de la otra, encontrando en los que sufren a los propios hermanos y en la tierra de Irlanda su propia patria”.

Juan Andrés nace en Munstergeleene en Holanda el 11 de diciembre de 1829, cuarto de diez hijos en una familia adinerada.

Crece en inteligencia, edad y gracia. El hermano José dirá de él: “Conocía solo dos caminos, el de la Iglesia y el de la escuela”. Mientras se hace camino en el ánimo del joven el deseo de ser sacerdote. Conoce los Pasionistas, con poco tiempo en Holanda llevados por el P. Domingo Barberi y a los 24 años, el 5 de noviembre de 1845, entra en el noviciado en Ere, Bélgica y viste el hábito con el nombre de Carlos.

Durante el noviciado es irreprensible. Éste es el testimonio de uno de sus compañeros: “Me sentía muy edificado delante de su grande santidad. Era ejemplar, lleno de fe y de piedad, puntual, observante de las reglas, simple, amable y de carácter dulce. Su piedad y su natural alegría le ganaban el afecto de todos”. El 21 de diciembre de 1850 es ordenado sacerdote. En 1852 es enviado a Inglaterra donde estaban los pasionistas desde hacía 10 años. Carlos no regresará más a Holanda ni volverá a ver a los suyos. Su madre había muerto 8 años atrás y el padre cerca de dos.

Pasará más de cuarenta años de su vida en las islas británicas. Se establece primero en Aston may, en Inglaterra; donde se prodiga a favor de los inmigrantes irlandeses que llevan a cabo el duro trabajo de las minas. Esta experiencia será útil en su próxima permanencia en Irlanda. Se dona completamente a ellos, se interesa de sus problemas, de su salud. Conforta, ayuda, cura, mientras continúa trabajando a favor de la congregación y de la Iglesia.

En 1857 lo transfieren a Irlanda, en Dublín / Mount Argus, donde los Pasionistas llegaron hacía poco tiempo. Se debe construir el convento y la iglesia. El P. Carlos se revela providencial. El pueblo Irlandés que lo ha visto a su lado con tanta solicitud, se muestra generoso. Se construye el convento y una bella iglesia dedicada a san Pablo de la Cruz. El P. Carlos, sin saberlo, prepara su propio santuario.

Carlos no será nunca un gran predicador, sobretodo por la dificultad de la lengua, pero pasa horas y horas en el confesionario, asiste los moribundos, bendice los enfermos con la reliquia de san Pablo de la Cruz. Acompañando la bendición con estremecedoras oraciones compuestas por él mismo. Tiene la fama de taumaturgo. Cada día cerca de trescientas personas, provenientes de todas partes de Irlanda, de Inglaterra, de Escocia y hasta de América, acuden a él, atraídos de la fama de su santidad. Encontraban un corazón compasivo, disponible y tierno. Médicos y enfermeros de Dublín, frente a casos desesperados, aconsejaban llamar al P. Carlos y Carlos acudía a las casas y a los hospitales, llevando casi siempre el don de una curación inesperada y siempre un trago de serenidad. Con amor preparaba los moribundos al gran paso, arrodillado en oración, cercano de sus lechos. Para hacerlo descansar un poco, lo superiores varias veces lo cambian de convento, pero después deben regresarlo a Dublín.

En la comunidad era ejemplar, lleno de fe y de piedad, simple y afable, de una amabilidad angelical. No obstante las ocupaciones pasa largo tiempo en adoración delante del tabernáculo. Seguido lo encuentran en éxtasis, especialmente durante la misa. A veces el monaguillo se ve obligado a sacudirlo para que prosiga la celebración.

En los últimos años de su vida sufre mucho por una gangrena en una pierna y otros males. Soporta la enfermedad con paciencia continuando a desarrollar su apostolado. Cada día continua a subir y bajar una escalera de 59 gradas, y cientos de veces, para recibir las personas que vienen a él.

Muere serenamente el 5 de enero de 1893. por cinco días, antes de la sepultura, recibe honras fúnebres debido a un rey, con gente proveniente de toda Irlanda.

Juan Pablo II lo declara beato el 16 de octubre de 1988, haciendo oficial la santidad del padre Carlos, que ya en vida todos llamaban el santo de Mount Argus. Benedicto XVI lo declaró santo el 3 de Junio de 2007.

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