Evangelio según San Juan 1,35-42. Feria de tiempo de Navidad
Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios". Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué quieren?". Ellos le respondieron: "Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?". "Vengan y lo verán", les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido significa Cristo. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas", que traducido significa Pedro.
Comentario:
«Vio a Jesús que pasaba...» (Jn 1,36)- Rupert de Deutz
«Juan estaba allí, de pie, con dos de sus discípulos cuando Jesús pasaba.» Se trata de una postura corporal que traduce algo de la misión de Juan, de su vehemencia de palabra y de acción. Pero, según el evangelista, se trata también, más profundamente, de esta viva tensión, siempre presente entre los profetas. Juan no se contentaba de desempeñar exteriormente su papel de precursor. El guardaba en su corazón el vivo deseo de ver a su Señor a quien había reconocido en el bautismo... Sin duda alguna, Juan tendía hacia el Señor con todo su ser. Deseaba verlo de nuevo, porque ver a Jesús era la salvación para quien le confesaba, la gloria para quien lo anunciaba, la alegría para quien lo mostraba. Juan se tenía de pie, alerta por el deseo profundo de su corazón. Se mantenía de pie, esperaba a Cristo todavía disimulado en la sombra de su humildad...
Con Juan estaban dos de sus discípulos, de pie como su maestro, primicias de aquel pueblo preparado por el precursor, no por él mismo, sino por el Señor. Viendo a Jesús que pasaba, Juan dice. «Este es el Cordero de Dios!» Prestad atención a las palabras de esta narración. A primera vista, todo parece claro, pero para quien penetra en el sentido profundo, todo se manifiesta cargado de significado y misterio. «Jesús pasaba...» Qué significa sino que Jesús vino a participar en nuestra naturaleza humana que pasa, que cambia. El, a quien los hombres no conocían, se da a conocer y amar pasando por en medio de nosotros. Vino en el seno de la Virgen. Luego, pasó del seno de su madre al pesebre y del pesebre a la cruz, de la cruz al sepulcro, del sepulcro se levantó al cielo... Nuestro corazón también, si aprende a desear a Cristo como Juan, reconocerá a Jesús cuando pase. Si le sigue, llegará como los discípulos al sitio donde mora Jesús: en el misterio de su divinidad.
Rupert de Deutz (c 1075-1130), monje benedictino. Homilía sobre San Juan
Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios". Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué quieren?". Ellos le respondieron: "Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?". "Vengan y lo verán", les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido significa Cristo. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas", que traducido significa Pedro.
Comentario:
«Vio a Jesús que pasaba...» (Jn 1,36)- Rupert de Deutz
«Juan estaba allí, de pie, con dos de sus discípulos cuando Jesús pasaba.» Se trata de una postura corporal que traduce algo de la misión de Juan, de su vehemencia de palabra y de acción. Pero, según el evangelista, se trata también, más profundamente, de esta viva tensión, siempre presente entre los profetas. Juan no se contentaba de desempeñar exteriormente su papel de precursor. El guardaba en su corazón el vivo deseo de ver a su Señor a quien había reconocido en el bautismo... Sin duda alguna, Juan tendía hacia el Señor con todo su ser. Deseaba verlo de nuevo, porque ver a Jesús era la salvación para quien le confesaba, la gloria para quien lo anunciaba, la alegría para quien lo mostraba. Juan se tenía de pie, alerta por el deseo profundo de su corazón. Se mantenía de pie, esperaba a Cristo todavía disimulado en la sombra de su humildad...
Con Juan estaban dos de sus discípulos, de pie como su maestro, primicias de aquel pueblo preparado por el precursor, no por él mismo, sino por el Señor. Viendo a Jesús que pasaba, Juan dice. «Este es el Cordero de Dios!» Prestad atención a las palabras de esta narración. A primera vista, todo parece claro, pero para quien penetra en el sentido profundo, todo se manifiesta cargado de significado y misterio. «Jesús pasaba...» Qué significa sino que Jesús vino a participar en nuestra naturaleza humana que pasa, que cambia. El, a quien los hombres no conocían, se da a conocer y amar pasando por en medio de nosotros. Vino en el seno de la Virgen. Luego, pasó del seno de su madre al pesebre y del pesebre a la cruz, de la cruz al sepulcro, del sepulcro se levantó al cielo... Nuestro corazón también, si aprende a desear a Cristo como Juan, reconocerá a Jesús cuando pase. Si le sigue, llegará como los discípulos al sitio donde mora Jesús: en el misterio de su divinidad.
Rupert de Deutz (c 1075-1130), monje benedictino. Homilía sobre San Juan
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