Evangelio según San Mateo 7,21.24-27. Jueves de la primera semana de Adviento
No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".
No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".
Comentario:
“Escuchad lo que os digo" - Beata Teresa de Calcuta
Ante todo hay que dedicar tiempo a la contemplación y al silencio, sobre todo si vivimos en las grandes ciudades como Londres y Nueva York, donde todo es agitación. Por esto he decidido abrir nuestra primera casa de hermanas contemplativas, cuya vocación es orar durante la mayor parte del día, en Nueva York y no en el Himalaya, porque sentía que en las grandes urbes hay más necesidad de silencio y de contemplación. Yo comienzo la oración siempre por el silencio. Pues es en el silencio del corazón donde habla Dios. Dios es amigo del silencio y debemos escucharle porque lo que cuenta no son nuestras palabras sino lo que él dice, y lo que dice a través de nosotros. La oración nutre el alma: lo que la sangre es para el cuerpo, es la oración para el alma. Nos acerca a Dios, purifica y limpia nuestro corazón. Una vez purificado el corazón podemos ver a Dios, hablarle y descubrir su amor en la persona de cada uno de nuestros hermanos humanos. Si vuestro corazón está puro, vosotros seréis transparentes en la presencia de Dios, no disimularéis nada, y entonces le ofreceréis libremente lo que él espera de vosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario