CIUDAD DEL VATICANO, ago. 15, 2011.- El Papa Benedicto XVI presidió este lunes una misa por la solemnidad de la Asunción de la Virgen María en la parroquia de Santo Tomás de Villanova, ubicada en el poblado de Castel Gandolfo, al sur de Roma.
Como cada año la celebración comenzó a las 08:00 horas locales (06:00 GMT), luego que el Pontífice dejó la residencia estiva del Vaticano en esa misma localidad, atravesó la plaza del pueblo e ingresó a la parroquia, apenas restaurada.
Durante el sermón de la ceremonia, Joseph Ratzinger aseguró que el recuerdo de la Virgen María permite a los católicos analizar su propia vida.
"Nuestra existencia cotidiana, con sus problemas y sus esperanzas, recibe la luz de la madre de Dios, de su recorrido espiritual, de su destino de gloria: un camino y una meta que deben ser nuestro mismo camino y nuestra misma meta", aseguró.
"Hoy la Iglesia canta el amor inmenso de Dios por esta criatura suya: la eligió como verdadera arca de la alianza, como aquélla que continúa a generar y a donar a Cristo salvador de la humanidad, como aquélla que en el cielo comparte la plenitud de gloria de Dios", apuntó.
El obispo de Roma recordó también el pasaje bíblico en el cual María deja su casa en Nazaret y viaja en dirección a la montaña para alcanzar, apuradamente, una ciudad de Judá y entrar en la casa de Zacarías e Isabel.
"Me parece importante subrayar la expresión ?apurada-: las cosas de Dios merecen rapidez, es más las únicas cosas del mundo que merecen apuro son justamente las de Dios, que tienen una verdadera urgencia para nuestra vida", estableció.
Al término de la misa el Papa observó los trabajos de restauración del templo y después, en el exterior de la iglesia, admiró una lápida colocada en el Palacio Municipal con sus palabras del 7 de julio último dedicadas a la población de Castel Gandolfo.
"Aquí encuentro todo: la montaña, el lago, veo también el mar y gente buena', fue la frase inscrita en la placa.
Como cada año la celebración comenzó a las 08:00 horas locales (06:00 GMT), luego que el Pontífice dejó la residencia estiva del Vaticano en esa misma localidad, atravesó la plaza del pueblo e ingresó a la parroquia, apenas restaurada.
Durante el sermón de la ceremonia, Joseph Ratzinger aseguró que el recuerdo de la Virgen María permite a los católicos analizar su propia vida.
"Nuestra existencia cotidiana, con sus problemas y sus esperanzas, recibe la luz de la madre de Dios, de su recorrido espiritual, de su destino de gloria: un camino y una meta que deben ser nuestro mismo camino y nuestra misma meta", aseguró.
"Hoy la Iglesia canta el amor inmenso de Dios por esta criatura suya: la eligió como verdadera arca de la alianza, como aquélla que continúa a generar y a donar a Cristo salvador de la humanidad, como aquélla que en el cielo comparte la plenitud de gloria de Dios", apuntó.
El obispo de Roma recordó también el pasaje bíblico en el cual María deja su casa en Nazaret y viaja en dirección a la montaña para alcanzar, apuradamente, una ciudad de Judá y entrar en la casa de Zacarías e Isabel.
"Me parece importante subrayar la expresión ?apurada-: las cosas de Dios merecen rapidez, es más las únicas cosas del mundo que merecen apuro son justamente las de Dios, que tienen una verdadera urgencia para nuestra vida", estableció.
Al término de la misa el Papa observó los trabajos de restauración del templo y después, en el exterior de la iglesia, admiró una lápida colocada en el Palacio Municipal con sus palabras del 7 de julio último dedicadas a la población de Castel Gandolfo.
"Aquí encuentro todo: la montaña, el lago, veo también el mar y gente buena', fue la frase inscrita en la placa.
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