I. CONVERSACIONES DOCTRINALES
1. Monseñor, Usted tomó la decisión de llevar adelante conversaciones doctrinales con Roma. ¿Podría recordarnos cuál es el objetivo?
— Es preciso distinguir el fin que persigue Roma del que tenemos nosotros. Roma indicó que existían problemas doctrinales con la Fraternidad y que los mismos debían aclararse antes de un reconocimiento canónico —problemas que, tratándose de la aceptación del Concilio, obviamente provendrían de nuestra parte. Para nosotros, en cambio, se trata de otra cosa: queremos exponer a Roma lo que la Iglesia siempre enseñó, y con eso, señalar las contradicciones existentes entre esta enseñanza multisecular y lo que sucede después del Concilio. De nuestra parte, ese es el único objetivo que perseguimos.
2. ¿Qué naturaleza tienen estas conversaciones: negociaciones, discusiones o exposición de la doctrina?
— No se puede hablar de negociaciones. En modo alguno se trata de eso. Se trata, por un lado, de una exposición de la doctrina, y por otro de una discusión, ya que estamos efectivamente ante un interlocutor romano, con el cual discutimos acerca de los textos y sobre la manera de interpretarlos. Pero no se puede hablar de negociaciones, ni de búsqueda de un compromiso, porque es una cuestión de fe.
3. ¿Puede Ud. recordarnos cuál es el método de trabajo que se utiliza? ¿Cuáles son los temas que ya se abordaron?
— El método es escrito: se redactan textos sobre los cuales después se basará el coloquio teológico ulterior. Ya se tocaron varios temas, pero por el momento dejo abierto este interrogante. Puedo decir simplemente que estamos llegando a término, porque ya hemos repasado los principales temas resultantes del Concilio.
4. ¿Podría describirnos a los interlocutores romanos?
— Son expertos, es decir, profesores de teología, que al mismo tiempo se desempeñan como consultores de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Se puede decir que son “profesionales” de la teología. Uno, suizo, el Padre Morerod, es Rector del Angelicum; otro, jesuita, mayor que el anterior, el Padre Becker; un miembro del Opus Dei, en la persona de su Vicario General, Mons. Ocariz Braña; después está Mons. Mons. Ladaria Ferrer, Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe; y por fin, el moderador, que es el Secretario de la Comisión Ecclesia Dei, Mons. Pozzo.
5. ¿Hay una evolución en el pensamiento de nuestros interlocutores después de nuestras exposiciones?
— No pienso que se pueda decir eso.
6. Mons. de Galarreta, en el sermón de ordenaciones en La Reja de diciembre de 2009, decía que Roma había aceptado que el magisterio anterior al Vaticano II sea tomado como “único criterio común y plausible” para estas conversaciones. ¿Existe esperanza de que nuestros interlocutores revisen el Vaticano II o es algo imposible para ellos? ¿Es el Vaticano II realmente un obstáculo insalvable?
— Pienso que el asunto debe ser planteado de otra manera. Considerando las distinciones hechas por el Papa Benedicto XVI en su discurso de diciembre de 2005, se observa claramente que está vedado hacer determinada interpretación del Concilio. Por ende, sin hablar abiertamente de una revisión del Concilio, se percibe —a pesar de todo— cierta intención de revisar la manera de presentar el Concilio. La distinción puede parecer un poco sutil, pero en ella se apoyan precisamente los que no quieren tocar el Concilio y, sin embargo, admiten que en razón de un cúmulo de ambigüedades, se han transpuesto límites prohibidos, siendo necesario volver a recordar que están prohibidos. ¿Si el Vaticano II es realmente un obstáculo insalvable? Para nosotros, en todo caso, sí lo es.
7. ¿Por qué les es tan difícil admitir una contradicción entre el Vaticano II y el magisterio anterior?
— La respuesta es bastante simple. A partir del momento en que se admite el principio conforme al cual la Iglesia no puede cambiar, si se quiere hacer aceptar el Vaticano II, es preciso afirmar que el Vaticano II no ha cambiado nada. He allí por qué no se avienen a admitir contradicciones entre el Vaticano II y el magisterio anterior. Sin embargo, entran en aprietos cuando deben explicar la naturaleza del cambio que efectivamente se produjo.
8. Además del testimonio de la fe, ¿es importante y ventajoso que la Fraternidad vaya a Roma? ¿Es peligroso? ¿Cree Ud. que esto puede prolongarse en el tiempo?
— Es muy importante que la Fraternidad brinde este testimonio; esa es incluso la razón de estas discusiones doctrinales. Se trata verdaderamente de que en Roma resuene la fe católica e incluso intentar —¿por qué no?— que resuene potentemente en toda la Iglesia.
Existe un peligro: el de alimentar ilusiones. Se ve que algunos fieles se hicieron ilusiones, pero los últimos acontecimientos se encargaron de disiparlos. Pienso en el anuncio de la beatificación de Juan Pablo II o el del nuevo Asís, en la línea de las reuniones interreligiosas de 1986 y 2002.
9. ¿Sigue de cerca el Papa estas discusiones? ¿Hizo algún comentario sobre ellas?
— Creo que sí, pero sin estar al corriente de los pormenores. ¿Si comentó algo sobre ellas? Con motivo de una reunión con sus colaboradores, este verano, en Castelgandolfo, dijo que estaba satisfecho con ellas. Es todo.
10. ¿Se puede decir que el Santo Padre, que desde hace más de 25 años tuvo que tratar con la Fraternidad, hoy en día está mejor dispuesto para con ella que en el pasado?
— No estoy seguro. Sí y no. Pienso que como Papa tiene a su cargo a toda la Iglesia, la preocupación por su unidad, teme que se produzca un cisma. Fue él mismo quien dijo que esos eran los motivos que lo movían a obrar. Ahora él es la cabeza visible de la Iglesia; he allí tal vez la explicación de por qué actúa así. ¿Significa eso que manifiesta mayor comprensión para con la Fraternidad? Pienso que hay cierta simpatía, pero con límites.
11. En síntesis, ¿qué diría hoy sobre estas discusiones?
— Que si hubiese que volverlas a hacer, las haríamos. Es muy importante, es capital. Si esperamos corregir un movimiento de ideas, estas discusiones no pueden evitarse.
12. Desde hace algún tiempo se escuchan algunas voces de eclesiásticos —Mons. Gherardini, Mons. Schneider— que, incluso en Roma, difunden verdaderas críticas a los textos del Vaticano II y no sólo a su interpretación. ¿Puede esperarse que este movimiento aumente y entre en el Vaticano?
— No digo que se pueda esperar sino que se debe esperar. Verdaderamente hay que esperar que estas críticas incipientes —llamémoslas objetivas, serenas— se amplíen. Hasta ahora siempre se ha considerado al Vaticano II como un tabú, lo que hace casi imposible curar esta enfermedad que es la crisis de la Iglesia. Se debe poder hablar de los problemas e ir al fondo de las cosas; de lo contrario nunca se podrá administrar el remedio.
13. ¿Puede la Fraternidad jugar un papel importante en esta toma de conciencia? ¿De qué manera? ¿Cuál es el papel de los fieles al respecto?
— De parte de la Fraternidad, sí, podemos jugar un papel, justamente presentando lo que la Iglesia siempre ha enseñado y planteando objeciones a las novedades conciliares. El papel de los fieles radica en dar la prueba en los hechos, ya que ellos son la prueba de que hoy la Tradición puede ser vivida. Lo que la Iglesia siempre ha enseñado —la disciplina tradicional— es no solamente actual: puede ser verdaderamente vivida aún hoy en día.
II. EL EFECTO DEL MOTU PROPRIO
14. Monseñor, ¿piensa Ud. que el Motu Proprio, a pesar de sus deficiencias, es un paso a favor de la restauración de la Tradición?
— Es un paso capital, es un paso esencial —se podría decir—, aún si hasta ahora prácticamente no ha tenido efecto, o poco, ya que existe una oposición cerrada de parte de los obispos. A nivel jurídico, el hecho de haber reconocido que la antigua ley —es decir, la ley de la misa tradicional— nunca había sido abrogada, es un paso capital para volver a conceder a la Tradición el lugar que le es debido.
15. Concretamente, ¿ha visto Ud. en el mundo cambios importantes de parte de los obispos en punto a la misa tradicional desde del Motu Proprio?
— No. Por aquí o por allá algunos obedecen al Papa, pero no abundan.
16. ¿Y los sacerdotes?
— Sí, veo gran interés de parte de ellos, pero muchos de ellos son perseguidos. Hay que tener una valentía extraordinaria para intentar simplemente aplicar el Motu Proprio, tal como ha sido publicado. Sí, hay sacerdotes, cada vez más, sobre todo en las generaciones jóvenes, que se interesan en la misa tradicional. ¡Es muy consolador!
17. ¿Existen comunidades que hayan resuelto adoptar la antigua liturgia?
— Tal vez haya varias, pero hay una que conocemos, en Italia, la de los Franciscanos de la Inmaculada, que decidió restaurar la antigua liturgia. La rama femenina ya lo ha hecho. En cuanto a la rama de los sacerdotes, que ejerce apostolado en las diócesis, no siempre es fácil.
18. ¿Qué aconseja a los fieles, que desde el Motu Proprio y gracias a él, tienen la misa tradicional más cerca de sus hogares, que yendo a una capilla de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X?
— Lo que yo aconsejo es pedir consejo primero a los sacerdotes de la Fraternidad, no ir a ciegas a cualquier misa tradicional que se celebre cerca de sus hogares. La misa es un tesoro, pero hay una manera de rezarla también, está todo lo que la acompaña, el sermón, el catecismo, la manera de administrar los sacramentos… No toda misa tradicional está necesariamente acompañada de las condiciones debidas para que produzca todos sus frutos y para que proteja las almas de los peligros de la crisis. Así, pues, háganse aconsejar antes por los sacerdotes de la Fraternidad.
19. La liturgia no es el meollo de la crisis de la Iglesia. ¿Cree Ud. que la restauración de la liturgia es siempre el principio de un regreso a la integridad de la fe?
— La misa tradicional tiene un poder de gracia absolutamente extraordinario. Se lo ve en la práctica apostólica, se lo ve sobre todo en los sacerdotes que vuelven a ella, ella es verdaderamente el antídoto para la crisis. Es realmente muy poderosa, a todo nivel, tanto a nivel de la gracia como a nivel de la fe. Pienso que si se concediese una verdadera libertad a la antigua misa, la Iglesia podría salir rápidamente de esta crisis, ¡aunque eso, sin embargo, llevaría varios años!
20. Desde hace mucho tiempo el Papa habla de “la reforma de la reforma”. ¿Cree Ud. que aspire a conciliar la liturgia antigua con la doctrina del Vaticano II en una reforma que sería un término medio?
— Vea, ¡por el momento no sabemos nada! Sabemos que él quiere esta reforma, pero ¿qué amplitud tendrá? ¿Al final se querrá refundirlo todo, la “forma ordinaria” y la “forma extraordinaria”? No es eso lo que resulta del Motu Propio, que pide que se distingan bien las dos “formas”, sin mezclarlas —lo cual es muy atinado. Habrá que esperar y ver lo que sucede. Por el momento quedémonos con lo que dicen las autoridades romanas.
III. ASÍS
21. El Santo Padre ha anunciado la próxima reunión de Asís. Ud ha respondido en el sermón dado en San Nicolás el 9 de enero pasado, haciendo suya la oposición que Mons. Lefebvre manifestó con motivo de la primera reunión, hace veinticinco años. ¿Piensa Ud. intervenir directamente ante el Santo Padre?
— Si esa ocasión se ofrece y si puede dar algún fruto, ¿por qué no?.
22. ¿Es tan grave convocar las otras religiones para trabajar por la paz?
— Bajo un aspecto —y sólo bajo este aspecto— no. Convocar las otras religiones a trabajar por la paz —una paz civil—, no hay problema; pero en ese caso no es a nivel de la religión sino a nivel civil. No se trata de un acto de religión sino simplemente de un acto de una entidad religiosa que obra civilmente a favor de la paz. Allí el objetivo no es siquiera la paz religiosa sino la paz civil entre los hombres.
En cambio, es un absurdo pedir que se realicen actos religiosos con ocasión de esta reunión, ya que entre las religiones existe una divergencia radical. En este contexto, es difícil entender lo que significa aspirar a la paz, cuando no se está de acuerdo sobre la naturaleza de Dios, sobre el significado que se le asigna a la divinidad. Uno se pregunta verdaderamente cómo podría llegarse a algún resultado serio.
23. ¿Se puede pensar que el Santo Padre no entiende el ecumenismo de la misma manera que Juan Pablo II? ¿No se trata de una diferencia de grado en el mismo error?
— No, yo creo que lo entiende de la misma manera. De hecho él dice “no podemos rezar juntos”. Pero habrá que ver lo que quiere decir con eso. En 2003 dio una explicación en el libro “La fe, la verdad, la tolerancia, la Cristiandad y las religiones del mundo” (Friburgo, 2003). A mi modo de ver quiere “rizar el rizo”. (1) Intenta justificar Asís. Uno se pregunta qué sucederá en octubre próximo.
24. Algunos intelectuales italianos han manifestado públicamente su inquietud por las consecuencias de tal reunión. ¿Conoce Ud. alguna otra reacción en el seno de la Iglesia?
— Tienen razón. ¿Vemos alguna otra reacción en el seno de la Iglesia? En los medios oficiales, no. Entre nosotros sí, evidentemente.
25. ¿Hay alguna reacción de las congregaciones de Ecclesia Dei?
— Ninguna que yo sepa.
26. ¿Cómo explica Ud. que el Santo Padre, que denuncia el relativismo en materia religiosa y que incluso no quería ir a la reunión Asís en 1986, pueda querer conmemorarla reiterándola?
— Para mí es un misterio. Yo no sé. Creo que quizá sufra presiones o influencias. Probablemente esté conmovido por los atentados anticristianos, por la violencia anticatólica, las bombas Egipto, en Irak. No debería sorprender que, quizá ese sea el motivo que lo ha llevado a realizar este nuevo Asís, que no quiero decir que sea un acto de desesperación, pero un acto realizado en medio de la desesperación… Intenta hacer algo. No me sorprendería que fuese así, pero no sé nada más.
27. ¿Existe alguna posibilidad que el Santo Padre renuncie a este acto interreligioso?
— No se sabe muy bien cómo será organizado. Habrá que ver. Supongo que intentarán hacer el mínimo ya que —reitero— para el Papa actual es imposible que grupos diferentes puedan rezar juntos cuando no reconocen al mismo Dios; por eso uno se pregunta una y otra vez ¡qué podrán hacer, todos juntos!.
28. ¿Qué deben hacer los católicos ante este anuncio de un Asís III?
— Rezar a fin de que Dios intervenga de una manera o de otra para que no tenga lugar, y en todo caso, comenzar desde ya a reparar.
NOTA:
(1) Complicar innecesaria o superfluamente una cosa.
TOMADO DEL SITIO DE LA FRATERNIDAD EN ESTADOS UNIDOS
1. Monseñor, Usted tomó la decisión de llevar adelante conversaciones doctrinales con Roma. ¿Podría recordarnos cuál es el objetivo?
— Es preciso distinguir el fin que persigue Roma del que tenemos nosotros. Roma indicó que existían problemas doctrinales con la Fraternidad y que los mismos debían aclararse antes de un reconocimiento canónico —problemas que, tratándose de la aceptación del Concilio, obviamente provendrían de nuestra parte. Para nosotros, en cambio, se trata de otra cosa: queremos exponer a Roma lo que la Iglesia siempre enseñó, y con eso, señalar las contradicciones existentes entre esta enseñanza multisecular y lo que sucede después del Concilio. De nuestra parte, ese es el único objetivo que perseguimos.
2. ¿Qué naturaleza tienen estas conversaciones: negociaciones, discusiones o exposición de la doctrina?
— No se puede hablar de negociaciones. En modo alguno se trata de eso. Se trata, por un lado, de una exposición de la doctrina, y por otro de una discusión, ya que estamos efectivamente ante un interlocutor romano, con el cual discutimos acerca de los textos y sobre la manera de interpretarlos. Pero no se puede hablar de negociaciones, ni de búsqueda de un compromiso, porque es una cuestión de fe.
3. ¿Puede Ud. recordarnos cuál es el método de trabajo que se utiliza? ¿Cuáles son los temas que ya se abordaron?
— El método es escrito: se redactan textos sobre los cuales después se basará el coloquio teológico ulterior. Ya se tocaron varios temas, pero por el momento dejo abierto este interrogante. Puedo decir simplemente que estamos llegando a término, porque ya hemos repasado los principales temas resultantes del Concilio.
4. ¿Podría describirnos a los interlocutores romanos?
— Son expertos, es decir, profesores de teología, que al mismo tiempo se desempeñan como consultores de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Se puede decir que son “profesionales” de la teología. Uno, suizo, el Padre Morerod, es Rector del Angelicum; otro, jesuita, mayor que el anterior, el Padre Becker; un miembro del Opus Dei, en la persona de su Vicario General, Mons. Ocariz Braña; después está Mons. Mons. Ladaria Ferrer, Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe; y por fin, el moderador, que es el Secretario de la Comisión Ecclesia Dei, Mons. Pozzo.
5. ¿Hay una evolución en el pensamiento de nuestros interlocutores después de nuestras exposiciones?
— No pienso que se pueda decir eso.
6. Mons. de Galarreta, en el sermón de ordenaciones en La Reja de diciembre de 2009, decía que Roma había aceptado que el magisterio anterior al Vaticano II sea tomado como “único criterio común y plausible” para estas conversaciones. ¿Existe esperanza de que nuestros interlocutores revisen el Vaticano II o es algo imposible para ellos? ¿Es el Vaticano II realmente un obstáculo insalvable?
— Pienso que el asunto debe ser planteado de otra manera. Considerando las distinciones hechas por el Papa Benedicto XVI en su discurso de diciembre de 2005, se observa claramente que está vedado hacer determinada interpretación del Concilio. Por ende, sin hablar abiertamente de una revisión del Concilio, se percibe —a pesar de todo— cierta intención de revisar la manera de presentar el Concilio. La distinción puede parecer un poco sutil, pero en ella se apoyan precisamente los que no quieren tocar el Concilio y, sin embargo, admiten que en razón de un cúmulo de ambigüedades, se han transpuesto límites prohibidos, siendo necesario volver a recordar que están prohibidos. ¿Si el Vaticano II es realmente un obstáculo insalvable? Para nosotros, en todo caso, sí lo es.
7. ¿Por qué les es tan difícil admitir una contradicción entre el Vaticano II y el magisterio anterior?
— La respuesta es bastante simple. A partir del momento en que se admite el principio conforme al cual la Iglesia no puede cambiar, si se quiere hacer aceptar el Vaticano II, es preciso afirmar que el Vaticano II no ha cambiado nada. He allí por qué no se avienen a admitir contradicciones entre el Vaticano II y el magisterio anterior. Sin embargo, entran en aprietos cuando deben explicar la naturaleza del cambio que efectivamente se produjo.
8. Además del testimonio de la fe, ¿es importante y ventajoso que la Fraternidad vaya a Roma? ¿Es peligroso? ¿Cree Ud. que esto puede prolongarse en el tiempo?
— Es muy importante que la Fraternidad brinde este testimonio; esa es incluso la razón de estas discusiones doctrinales. Se trata verdaderamente de que en Roma resuene la fe católica e incluso intentar —¿por qué no?— que resuene potentemente en toda la Iglesia.
Existe un peligro: el de alimentar ilusiones. Se ve que algunos fieles se hicieron ilusiones, pero los últimos acontecimientos se encargaron de disiparlos. Pienso en el anuncio de la beatificación de Juan Pablo II o el del nuevo Asís, en la línea de las reuniones interreligiosas de 1986 y 2002.
9. ¿Sigue de cerca el Papa estas discusiones? ¿Hizo algún comentario sobre ellas?
— Creo que sí, pero sin estar al corriente de los pormenores. ¿Si comentó algo sobre ellas? Con motivo de una reunión con sus colaboradores, este verano, en Castelgandolfo, dijo que estaba satisfecho con ellas. Es todo.
10. ¿Se puede decir que el Santo Padre, que desde hace más de 25 años tuvo que tratar con la Fraternidad, hoy en día está mejor dispuesto para con ella que en el pasado?
— No estoy seguro. Sí y no. Pienso que como Papa tiene a su cargo a toda la Iglesia, la preocupación por su unidad, teme que se produzca un cisma. Fue él mismo quien dijo que esos eran los motivos que lo movían a obrar. Ahora él es la cabeza visible de la Iglesia; he allí tal vez la explicación de por qué actúa así. ¿Significa eso que manifiesta mayor comprensión para con la Fraternidad? Pienso que hay cierta simpatía, pero con límites.
11. En síntesis, ¿qué diría hoy sobre estas discusiones?
— Que si hubiese que volverlas a hacer, las haríamos. Es muy importante, es capital. Si esperamos corregir un movimiento de ideas, estas discusiones no pueden evitarse.
12. Desde hace algún tiempo se escuchan algunas voces de eclesiásticos —Mons. Gherardini, Mons. Schneider— que, incluso en Roma, difunden verdaderas críticas a los textos del Vaticano II y no sólo a su interpretación. ¿Puede esperarse que este movimiento aumente y entre en el Vaticano?
— No digo que se pueda esperar sino que se debe esperar. Verdaderamente hay que esperar que estas críticas incipientes —llamémoslas objetivas, serenas— se amplíen. Hasta ahora siempre se ha considerado al Vaticano II como un tabú, lo que hace casi imposible curar esta enfermedad que es la crisis de la Iglesia. Se debe poder hablar de los problemas e ir al fondo de las cosas; de lo contrario nunca se podrá administrar el remedio.
13. ¿Puede la Fraternidad jugar un papel importante en esta toma de conciencia? ¿De qué manera? ¿Cuál es el papel de los fieles al respecto?
— De parte de la Fraternidad, sí, podemos jugar un papel, justamente presentando lo que la Iglesia siempre ha enseñado y planteando objeciones a las novedades conciliares. El papel de los fieles radica en dar la prueba en los hechos, ya que ellos son la prueba de que hoy la Tradición puede ser vivida. Lo que la Iglesia siempre ha enseñado —la disciplina tradicional— es no solamente actual: puede ser verdaderamente vivida aún hoy en día.
II. EL EFECTO DEL MOTU PROPRIO
14. Monseñor, ¿piensa Ud. que el Motu Proprio, a pesar de sus deficiencias, es un paso a favor de la restauración de la Tradición?
— Es un paso capital, es un paso esencial —se podría decir—, aún si hasta ahora prácticamente no ha tenido efecto, o poco, ya que existe una oposición cerrada de parte de los obispos. A nivel jurídico, el hecho de haber reconocido que la antigua ley —es decir, la ley de la misa tradicional— nunca había sido abrogada, es un paso capital para volver a conceder a la Tradición el lugar que le es debido.
15. Concretamente, ¿ha visto Ud. en el mundo cambios importantes de parte de los obispos en punto a la misa tradicional desde del Motu Proprio?
— No. Por aquí o por allá algunos obedecen al Papa, pero no abundan.
16. ¿Y los sacerdotes?
— Sí, veo gran interés de parte de ellos, pero muchos de ellos son perseguidos. Hay que tener una valentía extraordinaria para intentar simplemente aplicar el Motu Proprio, tal como ha sido publicado. Sí, hay sacerdotes, cada vez más, sobre todo en las generaciones jóvenes, que se interesan en la misa tradicional. ¡Es muy consolador!
17. ¿Existen comunidades que hayan resuelto adoptar la antigua liturgia?
— Tal vez haya varias, pero hay una que conocemos, en Italia, la de los Franciscanos de la Inmaculada, que decidió restaurar la antigua liturgia. La rama femenina ya lo ha hecho. En cuanto a la rama de los sacerdotes, que ejerce apostolado en las diócesis, no siempre es fácil.
18. ¿Qué aconseja a los fieles, que desde el Motu Proprio y gracias a él, tienen la misa tradicional más cerca de sus hogares, que yendo a una capilla de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X?
— Lo que yo aconsejo es pedir consejo primero a los sacerdotes de la Fraternidad, no ir a ciegas a cualquier misa tradicional que se celebre cerca de sus hogares. La misa es un tesoro, pero hay una manera de rezarla también, está todo lo que la acompaña, el sermón, el catecismo, la manera de administrar los sacramentos… No toda misa tradicional está necesariamente acompañada de las condiciones debidas para que produzca todos sus frutos y para que proteja las almas de los peligros de la crisis. Así, pues, háganse aconsejar antes por los sacerdotes de la Fraternidad.
19. La liturgia no es el meollo de la crisis de la Iglesia. ¿Cree Ud. que la restauración de la liturgia es siempre el principio de un regreso a la integridad de la fe?
— La misa tradicional tiene un poder de gracia absolutamente extraordinario. Se lo ve en la práctica apostólica, se lo ve sobre todo en los sacerdotes que vuelven a ella, ella es verdaderamente el antídoto para la crisis. Es realmente muy poderosa, a todo nivel, tanto a nivel de la gracia como a nivel de la fe. Pienso que si se concediese una verdadera libertad a la antigua misa, la Iglesia podría salir rápidamente de esta crisis, ¡aunque eso, sin embargo, llevaría varios años!
20. Desde hace mucho tiempo el Papa habla de “la reforma de la reforma”. ¿Cree Ud. que aspire a conciliar la liturgia antigua con la doctrina del Vaticano II en una reforma que sería un término medio?
— Vea, ¡por el momento no sabemos nada! Sabemos que él quiere esta reforma, pero ¿qué amplitud tendrá? ¿Al final se querrá refundirlo todo, la “forma ordinaria” y la “forma extraordinaria”? No es eso lo que resulta del Motu Propio, que pide que se distingan bien las dos “formas”, sin mezclarlas —lo cual es muy atinado. Habrá que esperar y ver lo que sucede. Por el momento quedémonos con lo que dicen las autoridades romanas.
III. ASÍS
21. El Santo Padre ha anunciado la próxima reunión de Asís. Ud ha respondido en el sermón dado en San Nicolás el 9 de enero pasado, haciendo suya la oposición que Mons. Lefebvre manifestó con motivo de la primera reunión, hace veinticinco años. ¿Piensa Ud. intervenir directamente ante el Santo Padre?
— Si esa ocasión se ofrece y si puede dar algún fruto, ¿por qué no?.
22. ¿Es tan grave convocar las otras religiones para trabajar por la paz?
— Bajo un aspecto —y sólo bajo este aspecto— no. Convocar las otras religiones a trabajar por la paz —una paz civil—, no hay problema; pero en ese caso no es a nivel de la religión sino a nivel civil. No se trata de un acto de religión sino simplemente de un acto de una entidad religiosa que obra civilmente a favor de la paz. Allí el objetivo no es siquiera la paz religiosa sino la paz civil entre los hombres.
En cambio, es un absurdo pedir que se realicen actos religiosos con ocasión de esta reunión, ya que entre las religiones existe una divergencia radical. En este contexto, es difícil entender lo que significa aspirar a la paz, cuando no se está de acuerdo sobre la naturaleza de Dios, sobre el significado que se le asigna a la divinidad. Uno se pregunta verdaderamente cómo podría llegarse a algún resultado serio.
23. ¿Se puede pensar que el Santo Padre no entiende el ecumenismo de la misma manera que Juan Pablo II? ¿No se trata de una diferencia de grado en el mismo error?
— No, yo creo que lo entiende de la misma manera. De hecho él dice “no podemos rezar juntos”. Pero habrá que ver lo que quiere decir con eso. En 2003 dio una explicación en el libro “La fe, la verdad, la tolerancia, la Cristiandad y las religiones del mundo” (Friburgo, 2003). A mi modo de ver quiere “rizar el rizo”. (1) Intenta justificar Asís. Uno se pregunta qué sucederá en octubre próximo.
24. Algunos intelectuales italianos han manifestado públicamente su inquietud por las consecuencias de tal reunión. ¿Conoce Ud. alguna otra reacción en el seno de la Iglesia?
— Tienen razón. ¿Vemos alguna otra reacción en el seno de la Iglesia? En los medios oficiales, no. Entre nosotros sí, evidentemente.
25. ¿Hay alguna reacción de las congregaciones de Ecclesia Dei?
— Ninguna que yo sepa.
26. ¿Cómo explica Ud. que el Santo Padre, que denuncia el relativismo en materia religiosa y que incluso no quería ir a la reunión Asís en 1986, pueda querer conmemorarla reiterándola?
— Para mí es un misterio. Yo no sé. Creo que quizá sufra presiones o influencias. Probablemente esté conmovido por los atentados anticristianos, por la violencia anticatólica, las bombas Egipto, en Irak. No debería sorprender que, quizá ese sea el motivo que lo ha llevado a realizar este nuevo Asís, que no quiero decir que sea un acto de desesperación, pero un acto realizado en medio de la desesperación… Intenta hacer algo. No me sorprendería que fuese así, pero no sé nada más.
27. ¿Existe alguna posibilidad que el Santo Padre renuncie a este acto interreligioso?
— No se sabe muy bien cómo será organizado. Habrá que ver. Supongo que intentarán hacer el mínimo ya que —reitero— para el Papa actual es imposible que grupos diferentes puedan rezar juntos cuando no reconocen al mismo Dios; por eso uno se pregunta una y otra vez ¡qué podrán hacer, todos juntos!.
28. ¿Qué deben hacer los católicos ante este anuncio de un Asís III?
— Rezar a fin de que Dios intervenga de una manera o de otra para que no tenga lugar, y en todo caso, comenzar desde ya a reparar.
NOTA:
(1) Complicar innecesaria o superfluamente una cosa.
TOMADO DEL SITIO DE LA FRATERNIDAD EN ESTADOS UNIDOS
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