sábado, 7 de mayo de 2011

“Estado, Subsidiariedad y Solidaridad” - Monseñor Héctor Aguer


En su reflexión televisiva semanal, en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, comentó que “en las últimas semanas se ha venido discutiendo, en la Argentina, acerca de cual es el papel del Estado y su intervención en la vida económica” y explicó que al respecto “la Doctrina Social de la Iglesia tiene una enseñanza muy clara y muy ponderada también. Ni un intervencionismo excesivo que sofoque la libertad de iniciativa y el desarrollo normal de la economía, ni tampoco una ausencia que deje librado el campo de las relaciones económicas al poder del más fuerte”.

Destacó que ante nuestra realidad “el camino correcto requiere equilibrar en la práctica el juego de estos dos principios (Subsidiariedad y Solidaridad) para que sean efectivamente aplicados. Subsidiariedad para que el Estado no invada los ámbitos de legítima iniciativa de personas e instituciones y solidaridad para que el Estado asista a las partes más débiles del todo social, especialmente en las circunstancias más difíciles”.

Indicó que la Doctrina Social de la Iglesia señala que “la acción del Estado y de los otros poderes públicos debe conformarse al principio de subsidiariedad y crear situaciones favorables al libre ejercicio de la actividad económica. Tal acción debe también inspirarse en el principio de solidaridad y establecer los límites de la autonomía de las partes para defender a la parte más débil”.

El prelado recordó que “la solidaridad sin subsidiariedad, de hecho, puede degenerar fácilmente en asistencialismo. Pero la subsidiariedad sin solidaridad corre el riesgo de alimentar formas de localismo egoísta. Para respetar estos dos principios fundamentales la intervención del Estado en el ámbito económico no debe ser ni invasiva ni ausente sino conmensurada a las reales exigencias de la sociedad”.

También afirmó que “el problema que podemos observar en la Argentina y en algunos otros países también, es que de hecho parece que no existiera el Estado. Existen los gobiernos, los sucesivos gobiernos. En un momento determinado el Estado es el gobierno. Entonces, ni siquiera se puede hablar de políticas de Estado. Más aún, el gobierno es el ámbito de conquista de un partido, de un sector determinado. Falta, en todo caso, esa perspectiva siempre clara y necesaria del bien común como finalidad propia de la acción del estado”.

“Entonces, el problema es un problema delicadamente político, de concepción de la vida política y de la sociedad en su conjunto. Por eso esta referencia a la Doctrina Social de la Iglesia me parece capital”.

Adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:

“En las últimas semanas se ha venido discutiendo, en la Argentina, acerca de cual es el papel del Estado y su intervención en la vida económica”.

“Referido a este tema, la Doctrina Social de la Iglesia tiene una enseñanza muy clara y muy ponderada también. Ni un intervencionismo excesivo que sofoque la libertad de iniciativa y el desarrollo normal de la economía ni tampoco una ausencia que deje librado el campo de las relaciones económicas al poder del más fuerte”.

“A propósito, quiero recordarles esta enseñanza en un texto magnífico de la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II, recogido en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”.

“Dice así: “La acción del Estado y de los otros poderes públicos debe conformarse al principio de subsidiariedad y crear situaciones favorables al libre ejercicio de la actividad económica. Tal acción debe también inspirarse en el principio de solidaridad y establecer los límites de la autonomía de las partes para defender a la parte más débil”.

“Y sigue explicando entonces: “La solidaridad sin subsidiariedad, de hecho, puede degenerar fácilmente en asistencialismo. Pero la subsidiariedad sin solidaridad corre el riesgo de alimentar formas de localismo egoísta. Para respetar estos dos principios fundamentales la intervención del Estado en el ámbito económico no debe ser ni invasiva ni ausente sino conmensurada a las reales exigencias de la sociedad”.

“Pues ven, como decía se trata de una visión ponderada de las cosas. Ni un intervencionismo excesivo que en nombre de la solidaridad crea asistencialismo o hace de los ciudadanos clientes, ni una ausencia, una retirada del Estado que deja que el campo de la vida económica y social quede librado al poder más fuerte”.

“Esto supone la aplicación de los dos principios, solidaridad y subsidiariedad, requiere que exista el Estado y que el Estado esté organizado razonablemente”.

“El problema que podemos observar, en la Argentina y en algunos otros países también, es que de hecho parece que no existiera el Estado. Existen los gobiernos, los sucesivos gobiernos. En un momento determinado el Estado es el gobierno. Entonces, ni siquiera se puede hablar de políticas de Estado. Más aún, el gobierno es el ámbito de conquista de un partido, de un sector determinado. Falta, en todo caso, esa perspectiva siempre clara y necesaria del bien común como finalidad propia de la acción del estado”.

“Entonces, el problema es un problema delicadamente político, de concepción de la vida política y de la sociedad en su conjunto. Por eso esta referencia a la Doctrina Social de la Iglesia me parece capital”.

“El camino correcto requiere equilibrar en la práctica el juego de estos dos principios para que sean efectivamente aplicados. Subsidiariedad para que el Estado no invada los ámbitos de legítima iniciativa de personas e instituciones y solidaridad para que el Estado asista a las partes más débiles del todo social, especialmente en las circunstancias más difíciles”.

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