VATICANO, 01 Jun. 12 / 10:22 am (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Benedicto XVI alentó a los católicos a centrar la propia vida en Dios, fuente de toda alegría, a ejemplo de la Virgen María que en el canto del Magnificat expresa su adhesión plena al Señor.
Así lo indicó el Santo Padre al dirigirse a los fieles reunidos en la Gruta de la Virgen de Lourdes de los Jardines Vaticanos, con motivo de la conclusión del mes de mayo, dedicado a la Madre de Dios. Tras la procesión desde la iglesia de San Esteban de los Abisinios hasta ese lugar el Papa dirigió algunas palabras a los presentes.
"Esta tarde –dijo– queremos dirigirnos al Corazón Inmaculado de María con renovada confianza, para dejarnos contagiar por su alegría, que encuentra su manantial más profundo en el Señor".
La alegría, continuó el Santo Padre es "fruto del Espíritu Santo y un rasgo distintivo del cristiano. Se basa en la esperanza en Dios, saca fuerzas de la oración incesante, permite afrontar con serenidad las tribulaciones".
"San Pablo nos recuerda: 'Sed alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación, constantes en la oración'. Estas palabras del apóstol son como un eco del 'Magnificat' de María, y nos exhortan a reproducir en nosotros mismos, en la vida de todos los días, los sentimientos de alegría en la fe propios del cántico mariano".
El Magnificat es el canto de alabanza de la Virgen María luego de saludar a su prima Isabel, también encinta, en el Día de la Visitación que la Iglesia celebró ayer 31 de mayo.
"Este evento se caracteriza por la alegría que expresan las palabras, con las que la Virgen Santa glorifica al Todopoderoso, por las grandes cosas que Él ha cumplido mirando la humildad de su sierva".
Benedicto XVI explicó que "el Magníficat es el canto de alabanza de la humanidad redimida por la divina misericordia, que eleva todo el pueblo de Dios; Y, al mismo tiempo, es el himno que denuncia la ilusión de los que se creen señores de la historia y árbitros de su destino. Al contrario, María centró toda su vida en Dios, entregándose confiadamente a su voluntad y designio de amor".
"Todos –continuó– tenemos que aprender siempre de nuestra Madre celeste: su fe nos invita a mirar más allá de las apariencias y a creer firmemente que las dificultades cotidianas nos conducen a una primavera que ya ha comenzado con Cristo Resucitado".
Para concluir, el Papa expresó su deseo de que esta alegría espiritual, "que rebosa del corazón lleno de gratitud de la Madre de Cristo y Madre nuestra, (…) se consolide en nuestro ánimo, en nuestra vida personal y familiar, en todos los ambientes, especialmente en la vida de esta familia que aquí, en el Vaticano, sirve a la Iglesia universal".
Así lo indicó el Santo Padre al dirigirse a los fieles reunidos en la Gruta de la Virgen de Lourdes de los Jardines Vaticanos, con motivo de la conclusión del mes de mayo, dedicado a la Madre de Dios. Tras la procesión desde la iglesia de San Esteban de los Abisinios hasta ese lugar el Papa dirigió algunas palabras a los presentes.
"Esta tarde –dijo– queremos dirigirnos al Corazón Inmaculado de María con renovada confianza, para dejarnos contagiar por su alegría, que encuentra su manantial más profundo en el Señor".
La alegría, continuó el Santo Padre es "fruto del Espíritu Santo y un rasgo distintivo del cristiano. Se basa en la esperanza en Dios, saca fuerzas de la oración incesante, permite afrontar con serenidad las tribulaciones".
"San Pablo nos recuerda: 'Sed alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación, constantes en la oración'. Estas palabras del apóstol son como un eco del 'Magnificat' de María, y nos exhortan a reproducir en nosotros mismos, en la vida de todos los días, los sentimientos de alegría en la fe propios del cántico mariano".
El Magnificat es el canto de alabanza de la Virgen María luego de saludar a su prima Isabel, también encinta, en el Día de la Visitación que la Iglesia celebró ayer 31 de mayo.
"Este evento se caracteriza por la alegría que expresan las palabras, con las que la Virgen Santa glorifica al Todopoderoso, por las grandes cosas que Él ha cumplido mirando la humildad de su sierva".
Benedicto XVI explicó que "el Magníficat es el canto de alabanza de la humanidad redimida por la divina misericordia, que eleva todo el pueblo de Dios; Y, al mismo tiempo, es el himno que denuncia la ilusión de los que se creen señores de la historia y árbitros de su destino. Al contrario, María centró toda su vida en Dios, entregándose confiadamente a su voluntad y designio de amor".
"Todos –continuó– tenemos que aprender siempre de nuestra Madre celeste: su fe nos invita a mirar más allá de las apariencias y a creer firmemente que las dificultades cotidianas nos conducen a una primavera que ya ha comenzado con Cristo Resucitado".
Para concluir, el Papa expresó su deseo de que esta alegría espiritual, "que rebosa del corazón lleno de gratitud de la Madre de Cristo y Madre nuestra, (…) se consolide en nuestro ánimo, en nuestra vida personal y familiar, en todos los ambientes, especialmente en la vida de esta familia que aquí, en el Vaticano, sirve a la Iglesia universal".
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