jueves, 2 de septiembre de 2010

Sacerdotes que “abandonan”, sacerdotes que “regresan”


por GianPaolo Salvini S.I.

Muy frecuentemente se escucha hablar en los medios de comunicación de los sacerdotes, sobre todo – lamentablemente – para divulgar casos que causan escándalo o para condenar las actitudes de la Iglesia que son juzgadas demasiado duras respecto a ellos. Mucho menos se habla del cuidado personal que la Iglesia ejerce constantemente hacia los sacerdotes. […]

´Cuál es hoy la situación de aquellos que, después de haber abandonado el sacerdocio – cosa que usualmente ocurre con mucho sufrimiento –, piden ser reintegrados en el ministerio sacerdotal? ´Quiénes son y cuántos son? Ya que en este campo se hace circular datos a veces inverosímiles, quisiéramos dar una correcta información sobre el fenómeno tanto de los abandonos, así como el menos conocido de las readmisiones al ejercicio del ministerio de los sacerdotes que lo habían anteriormente abandonado. En efecto, a nuestro parecer, es un campo en el que se manifiesta, en modos que hoy son más comprensibles, la benevolencia y el cuidado de las personas por parte de la Iglesia, más exactamente de la “maternidad” de la Iglesia, que raramente se pone en evidencia.


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No existe una estadística precisa que permita conocer el número actual de los sacerdotes que, habiendo abandonado el ministerio, se han casado. Sobre la base de las indicaciones llegadas al Vaticano de las diócesis, desde 1964 al 2004, han dejado el ministerio 69.063 sacerdotes. Desde 1970 al 2004, 11.213 sacerdotes han retomado el ministerio. Ello significa que los sacerdotes casados no pueden ser hoy más de 57.000. Probablemente son bastante menos, porque en 40 años un cierto número de ellos ha fallecido. Las cifras indicadas por la prensa y por las asociaciones de sacerdotes casados, que hablan de 80.000 a 100.000 ex sacerdotes, no tienen por tanto fundamento.

Hoy la proporción de las defecciones está en ligero aumento, pero no es comparable a la de los años sesenta. Desde el 2000 al 2004, cada año, en promedio han abandonado el sacerdocio el 0,26% de los sacerdotes, o sea, en cinco años 5.383 sacerdotes. Paralelamente está en aumento también el número de aquellos que piden ser nuevamente admitidos al ministerio sacerdotal. De los 1.076 sacerdotes que cada año dejan el ministerio, 554 piden la dispensa de las obligaciones derivadas del estado sacerdotal: celibato y rezo del breviario (1). De los otros 522 sacerdotes, 74 cada año regresan al ministerio. Se puede notar que el 40% de las solicitudes de dispensa provienen de sacerdotes pertenecientes a una orden o a una congregación religiosa. Desde el 1 de agosto del 2005 el 16% de las solicitudes de dispensa provienen de los diáconos. Pero en el periodo del 2000 al 2004, hay 2.240 sacerdotes cuya situación no se conoce.

Datos más precisos para cada año revelan que en el 2000, se registraron 930 abandonos de sacerdotes, mientras 89 fueron reintegrados. Fueron concedidas 571 dispensas, de las cuales 68 antes de los 40 años y 39 próximos a morir. Las dispensas concedidas a los diáconos fueron 112. En los cinco años siguientes las cifras aumentaron, pero no mucho. En el 2002 los abandonos fueron 1.219 y los reingresos 71; las dispensas concedidas 550, de las cuales 19 antes de los 40 y 31 próximos a morir; 98 las dispensas concedidas a los diáconos. En el 2004 hubo 1.081 abandonos y 56 reingresos; 476 las dispensas concedidas a sacerdotes, de las cuales 27 fueron antes de los 40 años y seis próximos a morir. Desde el 1 de agosto del 2005 a octubre del 2006 la congregación para el clero recibió 804 pedidos de dispensa, incluidas las de los diáconos. Considerando también los 100 trámites de la congregación para los sacramentos, las solicitudes provienen: 185 de los Estados Unidos, 119 de Italia, 60 de España, 59 de Brasil, 52 de Polonia, 48 de México, 32 de Alemania, 31 de Filipinas, 29 de Argentina, 27 de la India, 26 de Francia, 23 de Irlanda, 22 de Canadá, etc. Se habla de congregaciones vaticanas diferentes porque hasta el 1988 la competencia para las dispensas era de la congregación para la doctrina de la fe; después la competencia pasó a la congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos; desde el 2005 por voluntad del Santo Padre pasó a la congregación para el clero.

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Las causas de los abandonos, al menos la declaradas, son muy variadas. La mayor parte de las solicitudes de dispensa se debe a situaciones de inestabilidad afectiva, junto a otros factores que terminan por hacer la situación de muchos sacerdotes casi irreversible, pero no faltan casos de crisis de fe, de conflicto con los superiores o de dificultades con el magisterio, depresiones y graves límites de carácter. En promedio, con todas las oscilaciones que un promedio comporta, el abandono ocurre después de 13 años de ministerio. Se trata de personas ordenadas a los 28 años y que tienen 50 años al momento de la solicitud de la dispensa, porque en general esperan unos diez años antes de solicitarla. El 50,2% de aquellos que piden la dispensa por lo tanto ya están casados civilmente, el 14,5% están en situación de convivencia, mientras el 35,2% viven solos.

Generalmente, observando los casos de las solicitudes de dispensa enviadas a partir del año 2000, se puede decir que la mayor parte de los sacerdotes que han dejado el ministerio han encontrado un arreglo digno en los sectores más diversos. Casi todos tienen un empleo o una actividad profesional y no están necesitados de ayuda. Varios de ellos han sido acogidos por obispos para desarrollar encargos eclesiales y, una vez obtenida la dispensa, para enseñar religión o para trabajar en instituciones dependientes de la autoridad eclesiástica. No faltan algunos casos de ex sacerdotes que desarrollan tareas delicadas también en la formación de jóvenes o en la formación permanente del clero. Se han creado también asociaciones, que evidentemente no tienen ninguna relación con la jerarquía, ni gozan de alguna aprobación, u organizaciones que reúnen sacerdotes casados para ofrecer sus servicios sacerdotales a quien lo requiera, como fieles que a causa de su situación irregular o por comodidad no desean recurrir a los servicios de un sacerdote regular (2).

Finalmente, existe un discreto grupo de sacerdotes que después de haber abandonado el ministerio, trascurrido un cierto tiempo, manifiestan una evidente nostalgia y un fuerte deseo de retomar el ministerio sacerdotal, al que estaban llamados y para el cual se habían preparado. Muchos de ellos presionan para ser readmitidos al sacerdocio, pero sin abandonar la vida de sacerdotes casados, cosa que la Iglesia no puede conceder sin modificar la ley sobre el celibato. No pocos de ellos buscan ejercitar un ministerio sacerdotal en las confesiones de los protestantes o en las sectas.

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En la Iglesia católica han existido siempre hombres casados que lícitamente ordenados ejercitan el ministerio sacerdotal: son los del rito oriental católico. Esta es una práctica tradicional en las Iglesias orientales tanto ortodoxas como católicas, y que ha sido plenamente confirmada por el Concilio Vaticano II. Pero hay también en la Iglesia del rito latino, sacerdotes casados en el pleno y legítimo ejercicio de sus funciones sacerdotales. Se trata de ministros que provienen del anglicanismo protestante o de otras Iglesias y grupos cristianos y que se han pasado a la Iglesia católica. Pero está también la presencia de sacerdotes católicos casados de rito oriental, que, como hemos dicho, han existido siempre, pero hasta ahora estaban presentes sólo en las zonas de rito predominantemente oriental, donde ejercitaban el ministerio junto al clero ortodoxo o no católico, sin causar problemas en la comunidad. Cuando se encuentran fuera de sus territorios tradicionales, se les pide atenerse a la obligación del celibato. Pero hoy un cierto sector de sacerdotes católicos de rito oriental, casados, emigran a las ciudades de occidente, donde son aceptados por los obispos, que encontrándose en dificultad por la falta de clero, les confían a ellos parroquias. Fieles y sacerdotes miran con cierta sorpresa este fenómeno nuevo al cual no están acostumbrados. […]

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Cuando se habla de “recuperación” de sacerdotes casados, con una terminología quizá no del todo feliz, es necesario distinguir la variada casuística y aclarar de qué cosa se está hablando. Ante todo existe el caso de los ex ministros anglicanos o luteranos casados, que, convertidos a la Iglesia católica, piden ser sacerdotes y a los cuales desde los tiempos de Pío XII les fue concedido el poder continuar la propia vida conyugal en familia. De los casos individuales se pasó al de algunos cientos de pastores anglicanos, en su gran mayoría casados, que pidieron pasar a las filas del clero católico, por no estar de acuerdo con algunas decisiones de su Iglesia, especialmente en materia de admisión de mujeres a las sagradas órdenes. Pedidos de tal naturaleza siguen ocurriendo hoy y son por lo general acogidas con benevolencia. La media es de siete a ocho al año. Los pedidos que han llegado en los últimos años han sido respectivamente 12 en el 2004, 9 en el 2005, 13 en el 2006.

Están también los sacerdotes que han dejado el ministerio sacerdotal y se han casado, pero una vez libres del vínculo matrimonial, piden ser reintegrados al ejercicio del ministerio. Si una vez se trataba de casos individuales, hoy estos se han multiplicado, y la Iglesia ha modificado la propia legislación para acompañar mejor el camino de las personas que habían consagrado su vida al servicio de ella y que después optaron por otros caminos. Han sido establecidos nuevos procedimientos, que ofrecen a los obispos “benévolos” (como se dice en el lenguaje canónico) una guía, y en la mayoría de los casos se concluye con la concesión de la gracia pontificia.

Las solicitudes de reintegración en los años 1967 – 2006, por lo tanto tratadas todavía por la congregación para la doctrina de la fe, han sido 438. Fueron concedidas 220, no concedidas 104, mientras otras 114 estaban a la espera de documentación suplementaria. Para poder solicitar la reintegración al ejercicio del ministerio, aparte de la petición del interesado, es necesaria la declaración de un obispo “benévolo”, o de un superior mayor religioso que manifieste su disponibilidad para incardinar a la persona en su diócesis (o en su Instituto religioso con la profesión de votos temporales), ofreciendo garantías sobre la ausencia de peligro de escándalo si la solicitud fuera acogida. El solicitante debe estar libre del vínculo matrimonial sacramental y no debe tener obligaciones civiles hacia la mujer o hacia los hijos menores. Esto supone normalmente que los hijos sean mayores, autosuficientes económicamente y no vivan con el padre. Si ha estado casado, es necesario el certificado de la muerte del cónyuge si quedó viudo, o el decreto relativo en el caso de nulidad del matrimonio del solicitante. Además se requiere que la edad sea “razonablemente no muy avanzada” y que se pueda tener el testimonio de laicos y eclesiásticos sobre la idoneidad para reasumir el ministerio. En fin, si se trata de un ex religioso que ahora desea ser incardinado en una diócesis, se requiere también el nulla osta de parte del superior religioso correspondiente.

Como se ve, la praxis de la Iglesia, aunque no modifica la legislación vigente en materia de celibato, ha cambiado ampliamente, en el sentido de salir al encuentro del deseo de hombres que habían abandonado el ministerio por diferentes motivos y que ahora desean retomar una misión para la cual se habían preparado por años y cuyos valor y significado siguen percibiendo. La rigidez de antaño, que juzgaba y condenaba duramente cada abandono del sacerdocio, ha sido moderada por una praxis pastoral ciertamente más comprensiva y más “maternal”. […]

En este sentido es bastante significativo el hecho de que en cerca de 30 años hayan sido readmitidos al ejercicio del ministerio sacerdotal 11.213 sacerdotes que por diferentes motivos lo habían abandonado. […] Aunque en pleno respeto por cuantos deciden servir mejor al Señor en un estado de vida diferente abrazado después de haber percibido el no ser adecuados para la vida sacerdotal, cada retorno al ministerio sacerdotal no puede no alegrar a la Iglesia entera, que reencuentra una persona disponible a servir con todo su ser a la comunidad eclesial y a la causa del Evangelio.


NOTAS

(1) En el pasado la situación era muy diferente, incluso a causa de las normas muy rígidas en vigor hasta el 1964, que a continuación se hicieron más benévolas y posteriormente, después del 14 de octubre de 1980, nuevamente un poco rígidas. La normativa se reflejó claramente en el número de las dispensas solicitadas y concedidas en los diferentes periodos. Antes de 1980 el porcentaje de las dispensas concedidas era del 95%; desde entonces se ha descendido a un tercio de las solicitudes. Desde 1914 al 1963 llegaron 810 solicitudes de dispensa, de las cuales 315 fueron acogidas y 495 no fueron concedidas. Del 1964 al 1988 las solicitudes recibidas fueron 44.890, de las cuales 39.149 se concedieron y 5.741 se rechazaron, para un total de de 39.464 dispensas concedidas y 6.236 rechazadas, de 45.700 solicitudes que llegaron a la congregación para la doctrina de la fe.

(2) Entre estas asociaciones un tanto paradójicas, podemos citar “Rent a priest” (alquila un sacerdote), muy activa en los Estados Unidos. Incluye 167 sacerdotes organizados en “decanatos” que cubren todo el territorio estadounidense. Cuenta con unos quince miembros en Alemania, cinco en Canadá y algunos otros esparcidos por el mundo.
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2007.IX.25
El sitio web de la revista: www.laciviltacattolica.it

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