viernes, 2 de julio de 2010

La Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel - 2 de julio


Cuando el ángel del Señor anunció a María el divino Mensaje, le había dicho: "Isabel, tu parienta, también ha concebido un hijo"... E inmediatamente María había decidido ir a visitarla, la madre del rey a la madre del heraldo, la madre del Redentor a la madre del Precursor. Que no hay problemas de precedencias, cuando anda por medio el amor.

Pero María no marcha sola. María, divina Cristófora, grávida de Dios, camina llevando en sus entrañas al divino Infante, que es el Visitante principal. Un Visitante de riguroso incógnito. Aunque esto sólo al principio, porque luego, los efectos del encuentro serán tan manifiestos que las campanas del gozo y la alegría repicarán en todos los corazones.

"María se puso en camino y con prontitud fue a la montaña, a una ciudad de Judá, y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel". La tradición señala a Ein Karem como esa ciudad de Judá. María marcha deprisa. Está desbordante de gozo, y desea compartirlo con su prima. Marcha deprisa, porque siente en sus entrañas -Primera Procesión del Corpus- la presencia del Huésped, y ese dulce peso pone alas en sus pies.

"Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz". Efectivamente, imaginarse a María por aquellos áridos caminos, en la primavera florida de sus quince años, llevando en sus entrañas el divino Secreto, saltando y volando en alas del gozo y del amor ágil gacela, ligero cervatillo- es una estampa lírica sin par.

Toda la naturaleza, hasta las piedras, se sienten transformadas a su paso, y participan de su gracia y hermosura. "Las piedras no sabían qué sentían cuando las pisaba. Si la brisa, si el fuego, si el agua. Relucían como piedras preciosas. Se hacían mullidas como la lana. Contra la inmensa suavidad de sus pasos, su proverbial dureza no podía nada. Se conmovieron. Se pusieron a gritar: "¡Hosanna, Hosanna!" (Francisco Pino).

"Así que oyó Isabel el saludo de María, saltó el niño en su seno e Isabel se llenó del Espíritu Santo y clamó con voz fuerte: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque así que sonó la voz de tu salutación en mis oídos, saltó de gozo el niño en mi seno"...

Todo son maravillas. Presencia del Espíritu Santo. Un niño que salta en el seno... Mientras las madres dialogan, los niños entablan también misteriosos coloquios sobre el futuro, y Juan, el futuro atleta, se ejercitaba ya para su misión. "Juan en Dios, y Dios en Juan, que, aunque-cerrados están, Juan y Dios se están mirando" (Lope de Vega).

"Dichosa tú que has creído". Y nace el Magníficat, canto de humildad y de agradecimiento, que introduce un sistema nuevo de valores. "Este cántico es un resumen de la Biblia, síntesis de la historia de la salvación. Anuncia la verdadera revolución, no la de los hombres, sino la de Dios" (F. M. a López Melús).

La Virgen de la Visitación, caminando deprisa, es una imagen fascinante. Primero ha dicho sí a Dios. Luego ese Sí, convertido en mensaje, lo participa con los demás. "Nuestra Señora del Riesgo" se ha puesto en camino. La Anunciación es lo que le ha sucedido a María. La Visitación es lo que María hace que suceda en los demás, por su prontitud, generosidad y confianza.

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