viernes, 31 de julio de 2009
San Ignacio de Loyola - 31 de Julio
San Ignacio, Iñigo López de Loyola, nació el 1491 en Loyola, y fue en su familia el último de trece hermanos. Estuvo doce años como gentilhombre del señor de Arévalo, y cuatro años a las órdenes del duque de Nájera, virrey de Navarra.
Fueron años de vida frívola cortesana, metido "en cosas de mujeres, en galas, en revueltas y juegos de armas". Estuvo a punto de ser procesado.
En el año 1521, a sus treinta años, cambió radicalmente su vida, como cuenta en su Autobiografía, redactada por el Padr Cámara. Luchó bravamente en Pamplona. Quedó mal herido de la pierna derecha, motivo por la cual esta quedó más corta que la otra.
Fue trasladado a Loyola. Para entretenerse, pidió libros de caballería. En cambio le dieron la Vida de Cristo, del Cartujano, y Vidas de Santos. Ahí le esperaba la gracia de Dios. Aún se distraía "pensando en una alta señora", seguramente Margarita de Austria, hermana de Carlos V e hija de Juana la Loca, a la que vio en Tordesillas. Esta sería su Dulcinea.
Pero pronto se embebía en la buena lectura. Y se decía: "Santo Domingo hizo esto, pues yo lo tengo de hacer. San Francisco hizo esto, pues yo lo tengo de hacer". Así se decidía a "señalarse" su verbo preferido- en grandes empresas para la mayor gloria de Dios, el lema de su vida y de su obra. En Loyola, en su cámara, hay esta inscripción: Aquí se entregó a Dios Iñigo de Loyola.
La Virgen lo confirmó con una visitación. Su primer deseo fue entrar, en la Cartuja de Sevilla, después de hacer un viaje a Jerusalén. Sale de su casa, se postra ante la Virgen de Aránzazu, visitaría la Virgen del Pilar en Zaragoza, discute con un moro sobre la virginidad de María y llega a Montserrat. Allí pasó la noche velando las armas ante la Virgen.
Se dirige a Manresa, a orillas del Cardoner. Un año de oración y penitencia, tentaciones y consolaciones "la eximia ilustración del Cardoner". En la Santa Cueva nacen los Ejercicios Espirituales "que recibió del Señor".
Marcha a Tierra Santa. Se emociona en el Monte Olivete. Vuelve a Barcelona, donde pasa dos años estudiando "para poder ayudar a las ánimas".
Parte para París "solo y a pie", con nieve y hielo, en enero del 1528. Pasa siete años estudiando, preparándose para el sacerdocio. Gana para la milicia de Cristo a Javier, Fabro, Rodríguez, Laínez, Salmerón y Bobadilla. Suben a Montmartre en 1534. Allí nace la Compañía de Jesús.
Marcha Ignacio a Loyola por enfermo. Vuelve a Venecia, donde le espera el grupo, aumentado con Codure, Broët y Jayo. Son ordenados sacerdotes en Venecia. Ignacio, para prepararse mejor, tarda año y medio en decir su Primera Misa en Roma, en Santa María la Mayor, después de la visión de la Storta.
En 1534, a los 43 años de edad, San Ignacio obtuvo el título de maestro en artes de la Universidad de París. Por aquella época se unieron a Ignacio otros tres estudiantes de teología: Pedro Fabro, Francisco Javier, Laínez y Salmerón, que brillaban mucho en los estudios, Simón Rodriguez y Nicolás Bobadilla. Estos hicieron votos de castidad, pobreza y de predicar el Evangelio a Palestina, y si esto último resultaba imposible, de ofrecerse al Papa para que los emplease en el servicio de Dios cómo y dónde mejor lo juzgase. La ceremonia tuvo lugar en una capilla de Montmartre, donde todos recibieron la comunión de manos de Pedro Fabro, quien acababa de ordenarse sacerdote. Era el día de la Asunción de la Virgen de 1534. También resolvieron que si alguien les preguntaba el nombre de su asociación, responderían que pertenecían a la Compañía de Jesús, porque estaban dispuestos a luchar contra el error y el vicio bajo el estandarte de Cristo. Así, pusieron de manifiesto su espiritualidad militante.
La actividad de la Compañía de Jesús en Inglaterra es un buen ejemplo del importantísimo papel que desempeñó en la contrarreforma. Ese movimiento tenía el doble fin de dar nuevo vigor a la vida de la Iglesia y de oponerse al protestantismo. "La Compañía de Jesús era exactamente lo que se necesitaba en el siglo XVI para contrarrestar la Reforma. La revolución y el desorden eran las características de la Reforma. La Compañía tenía como características la obediencia y la más sólida cohesión. Se puede afirmar, sin pecar contra la verdad histórica, que los jesuitas atacaron, rechazaron y derrotaron la revolución de Lutero y, con su predicación y dirección espiritual, reconquistaron a las almas, porque predicaban sólo a Cristo, a Cristo crucificado.
Una de las obras más fecundas de San Ignacio fue el libro de los "Ejercicios Espirituales". Empezó a escribirlo en Manresa y, lo publicó en Roma, en 1548, con la aprobación del Papa. Los Ejercicios cuadran con la tradición de santidad de la Iglesia. Lo nuevo en el libro de San Ignacio es el orden y el sistema de las meditaciones. Si bien, las reglas y consejos que da el santo en su obra se hallan diseminados en las obras de los Padres de la Iglesia, San Ignacio tuvo el mérito de ordenarlos metódicamente y formularlos con perfecta claridad. El fin específico de los Ejercicios es llevar al hombre a un estado de serenidad y despego terrenal para que pueda elegir "sin dejarse llevar por el placer o la repugnancia. Así, el principio que guía la elección es únicamente la consideración de lo que más conduce a la gloria de Dios y a la perfección del alma". Como lo dijo Pío XI, el método ignaciano de oración "guía al hombre por el camino de la propia abnegación y del dominio de los malos hábitos a las más altas cumbres de la contemplación y el amor divino".
Durante los 15 años que duró el gobierno de San Ignacio, la orden aumentó de diez a mil miembros y se extendió en nueve países europeos, en la India y en Brasil.Estudia año y medio en Alcalá y un mes en Salamanca. A la vez daba Ejercicios. Sospechan de él. Tuvo cinco procesos con la Inquisición y estuvo dos veces preso. Le ofrecen ayuda, pero confía sólo en Dios.
SS Pablo III aprueba la Compañía. Realizan en Roma gran labor pastoral. Ignacio envía a Javier a la India, a otros a Brasil y Etiopía y luego a todo el mundo, siempre a las órdenes del Papa, en favor de la Reforma Católica.
San Ignacio, dice Papini, es el más católico de los santos. Era un gran asceta y a la vez gran místico, como San Juan de la Cruz. ¡Qué vil me parece la tierra cuando contemplo el cielo!, exclamaba San Ignacio. Tuvo como nadie el don de lágrimas en la celebración de la Misa, como se veen su Diario. Es amoroso, no sentimental. Vive la mística del servicio. Su virtud preferida es la obediencia. En su mesa sólo tenía el Nuevo Testamento y el Gersoncito "la perdiz de los libros espirituales" (el Kempis). San Ignacio, Caballero Andante a lo Divino, murió el 31 de julio de
1556. Fue canonizado por Gregorio XV el 1622.
Frutos de Santidad de los Ejercicios Espirituales en el Venerable José Gabriel del Rosario Brochero
Entre muchos ejemplos de santidad que han seguido las huellas de San Ignacio de Loyola, en la Córdoba argentina, el Venerable Jose Gabriel del Rosario Brochero fue uno de los más fervorosos propulsores de los Ejercicios Espirituales que en 1875, con la ayuda de sus feligreses, comenzó la construcción de la Casa de Ejercicios de la entonces Villa del Transito (localidad que hoy lleva su nombre). Fue inaugurada en 1877 con tandas que superaron las 700 personas, pasando por la misma, durante el ministerio parroquial del Venerable, más 40.000 personas. Para complemento construyó la casa para las religiosas, el Colegio de niñas y la residencia para los sacerdotes.
Pero no se limitó a los más cercanos, los que vivían en las poblaciones, buscó a todos - incluso haciendo caminos donde no había más que senderos - para que nadie se quedara sin recibir esos "baños del alma" como gustaba denominar a los Ejercicios.
Como diría el mismo San Ignacio: “Los Ejercicios Espirituales son todo lo mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y entender, así para el hombre poderse aprovechar a sí mismo como para fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos.”
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