Evangelio según San Lucas 12,35-38. Martes de la vigésima novena semana del tiempo ordinario
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Comentario:
Velar en el Espíritu Santo - San Bernardo
En otro tiempo, cuando el profeta Eliseo supo que su maestro Elías iba a morir, le pidió la gracia de obtener dos partes de su espíritu; pero esto solo era posible si alcanzaba a ver el momento en que Elías era arrebatado (2R 2,9-10)... Esta historia ha sido escrita también para nosotros. Debemos estar vigilantes y atentos a la obra de la salvación que se cumple en nosotros, porque el Espíritu Santo realiza continuamente su obra en lo más hondo de nosotros, con una sutileza admirable y sublime delicadeza.
Si no queremos perder esta doble parte de espíritu que solicitaba Eliseo, que esta unción, que nos lo enseña todo, jamás nos sea quitada sin que seamos conscientes de ello, y que jamás su llegada nos coja de improviso. Se trata tener la mirada siempre al acecho y un gran corazón abierto para recibir esta generosa bendición del Señor.
¿En qué disposición nos quiere encontrar el Espíritu? "Seamos semejantes a aquellos empleados que esperaban a su señor al regreso de las bodas". Jamás quedan las manos vacías de la mesa del cielo y de todas las alegrías que prodiga. Debemos pues velar, y velar a todas horas, porque nunca sabemos a qué hora el Espíritu va a venir, ni a qué hora se irá de nuevo. El Espíritu va y viene(Jn 3,8); si gracias a él permanecemos en pie, cuando se retira, inevitablemente caemos, pero sin estrellarnos, porque el Señor nos sostiene de la mano. Y el Espíritu no deja de hacer vivir esta alternancia de presencia y de ausencia a los que son espirituales, o más bien a aquellos a los que tiene la intención de hacer espirituales. Por eso que los visita al amanecer y después de repente los pone a prueba.
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia. Sermón sobre el cántico nº 17, 2
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
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Velar en el Espíritu Santo - San Bernardo
En otro tiempo, cuando el profeta Eliseo supo que su maestro Elías iba a morir, le pidió la gracia de obtener dos partes de su espíritu; pero esto solo era posible si alcanzaba a ver el momento en que Elías era arrebatado (2R 2,9-10)... Esta historia ha sido escrita también para nosotros. Debemos estar vigilantes y atentos a la obra de la salvación que se cumple en nosotros, porque el Espíritu Santo realiza continuamente su obra en lo más hondo de nosotros, con una sutileza admirable y sublime delicadeza.
Si no queremos perder esta doble parte de espíritu que solicitaba Eliseo, que esta unción, que nos lo enseña todo, jamás nos sea quitada sin que seamos conscientes de ello, y que jamás su llegada nos coja de improviso. Se trata tener la mirada siempre al acecho y un gran corazón abierto para recibir esta generosa bendición del Señor.
¿En qué disposición nos quiere encontrar el Espíritu? "Seamos semejantes a aquellos empleados que esperaban a su señor al regreso de las bodas". Jamás quedan las manos vacías de la mesa del cielo y de todas las alegrías que prodiga. Debemos pues velar, y velar a todas horas, porque nunca sabemos a qué hora el Espíritu va a venir, ni a qué hora se irá de nuevo. El Espíritu va y viene(Jn 3,8); si gracias a él permanecemos en pie, cuando se retira, inevitablemente caemos, pero sin estrellarnos, porque el Señor nos sostiene de la mano. Y el Espíritu no deja de hacer vivir esta alternancia de presencia y de ausencia a los que son espirituales, o más bien a aquellos a los que tiene la intención de hacer espirituales. Por eso que los visita al amanecer y después de repente los pone a prueba.
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia. Sermón sobre el cántico nº 17, 2
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