Por Monseñor Richard Williamson
La posición que ha tomado la FSSPX en la actual crisis de la Iglesia, de nuevo está bajo ataque. Los argumentos de los sedevacantistas, quienes creen que la Sede de Roma está vacante, no son nuevos, pero no está de más explicar, una vez más, la razón por la que la Fraternidad reconoce la autoridad de los actuales líderes de la Iglesia, a pesar del daño que están haciendo o permitiendo que se dañe a la Iglesia católica.
Este daño es, por supuesto, la razón por la que los llamados sedevacantistas no pueden aceptar a los papas recientes, desde, ellos dicen, Pablo VI, no son realmente papas.
¿Cómo es que los propios Vicarios de Cristo pudieron traicionar Su Iglesia? Respuesta: ¡ellos no son verdaderos Vicarios!
El argumento es simple, y nótese que descansa sobre verdades de Fe.
Si los sedevacantistas no creyeran en Cristo, en sus Vicarios y en su Iglesia, la presente traición no sería un problema.
Los sedevacantistas creen en Nuestro Señor y en Su Iglesia, a este respecto, ellos difieren de los liberales y los superan. Sin embargo, sus argumentos son muy simples, echemos un vistazo a la última versión de los mismos.
El Sedevacantismo dice que, al enfrentar esta crisis de la Iglesia, sólo podemos tomar una de tres posiciones, la de “Ecclesia Dei”, la de los “Lefebvristas” (es decir, la de la FSSPX) o la de los sedevacantistas.
La posición “Ecclesia Dei” al menos es consistente, dicen los sedevacantistas, pero significa la sumisión hacia los liberales.
La posición Lefebvrista se niega a la sumisión hacia los liberales, pero “está llena de contradicciones”.
La única posición no-liberal y libre de contradicciones es la de los sedevacantistas [dicen ellos].
De la inutilidad del compromiso de “Ecclesia Dei” con la Iglesia oficial, la Fraternidad y los sedevacantistas está de acuerdo, ¡no quedará gallina con cabeza mientras busquen refugio en la madriguera del zorro!
Pero, ¿cómo es que los sedevacantistas argumentan que la Fraternidad está atascada en contradicciones? Por medio de un argumento triple encapsulado, o por medio de tres argumentos paralelos basados en la Iglesia, la Fe y el Papado:
En primer lugar, la Iglesia católica, instituida por Nuestro Señor, debe ser visible e indefectible. Pero la presente Iglesia visible, esto es, la Iglesia oficial, ha sido gravemente infectada por el liberalismo, por lo tanto, o el liberalismo es aceptable, lo cual es absurdo, o la Iglesia oficial no es la verdadera Iglesia, sin embargo, la Fraternidad insiste sobre tratarla parcialmente como la verdadera Iglesia, y parte tratarla como una Iglesia no-verdadera, así que la Fraternidad está en contradicción.
En segundo lugar, la Fe católica es integral, esto es, completa, con todos sus elementos, o de lo contrario, no lo está. Ahora, el sistema doctrinal del Novus Ordo, enseñanzas doctrinales, culto de adoración y la disciplina relacionados con la fe católica, o es integralmente católica y debe aceptarse por completo, o no es católica y debe ser rechazada por completo. Pero la Fraternidad insiste que, por ejemplo, la Misa del Novus Ordo no es automáticamente inválida, y aún así niega a las personas que la atiendan, por lo tanto, la Fraternidad, de nuevo, está en contradicción.
En tercer lugar, los verdaderos papas católicos, incluso fuera de su Magisterio, solemne o extraordinario, no pueden prescribir nada dañino para las almas, respecto a la disciplina o la adoración (Denzinger 1578). Pero el sistema liberal del Novus Ordo, fue prescrito con la plena autoridad de los papas recientes. Por lo tanto, o el sistema del Novus Ordo no es dañino para las almas, lo cual es absurdo, o estos papas visibles no son verdaderos papas. ¡Pero la Fraternidad insiste en reconocer su autoridad al mismo tiempo que se rehúsa a obedecerla!, así, una vez más, la Fraternidad se encuentra en una contradicción inviable.
Adicionalmente, existe una dificultad más para la Fraternidad en el momento en que estas contradicciones son expuestas, ya que cualquiera debe decidir lo que aceptará o negará. Pero el Arzobispo Lefebvre sólo tenía esta preeminencia dentro de la Fraternidad, para realizar esta labor de discernimiento, de tal manera que ahora que se ha ido, la Fraternidad deberá desintegrase.
Dejando a un lado este último argumento, se notará que cada uno de los tres principales argumentos plantea una disyuntiva, donde una posibilidad derivará en Liberalismo, y la otra posibilidad resultará en Sedevacantismo, ambas opciones rechazadas por la Fraternidad, entonces, obviamente la Fraternidad cree que existe una tercera posibilidad, la cual, en cada caso, es excluida por los sedevacantistas.
Consideremos cada uno de los argumentos:
Primero, la Iglesia católica considerada en su estado puro, como la Esposa de Cristo, es por supuesto indefectible. Pero del argumento sedevacantista se entendería que a ningún hombre de la iglesia ¡jamás podría vencérsele! Veamos ahora a los Apóstoles en el Jardín de Getsemaní, la indefectibilidad que la Iglesia requiere es que no todos los hombres de la Iglesia sean vencidos a un mismo tiempo, lo cual no ha sucedido, incluso hoy. De aquí que la Fraternidad, creyendo en la Iglesia, distinga entre los hombres de la Iglesia, como Nuestro Señor nos dijo: “Tengan cuidado de los lobos con piel de oveja”.
Segundo, la Fe católica debe, por supuesto, ser profesada de forma integral, con todas sus partes, y cualquier sistema que carezca de una de las partes no será católico, ni como un todo, ni visto en cada una de sus partes deficientes. Pero nadie puede decir que ninguna de sus partes católicas, como verdadera parte católica, no es católica. Por ejemplo, en el siglo III la Iglesia juzgó, después de una amarga disputa, que el bautismo administrado por los donatistas herejes era válido. Este bautismo fue incorporado, con culpa, dentro de un todo no-católico, el cual no invalidaba estas partes católicas. Así, la Fraternidad rechaza la Misa del Novus Ordo, tanto en su totalidad, como en sus partes no-católicas, pero no dirá que el todo, proclive a la herejía, necesariamente invalida todas las partes, incluyendo, por ejemplo, una Consagración correctamente efectuada, de la misma forma que la herejía donatista no invalida el bautismo donatista. De aquí la necesidad de discernir.
Tercero, es verdad que, si el papa utiliza todo el peso de su autoridad apostólica para imponer a las almas alguna medida de disciplina o adoración, esta medida no debe ser dañina. Pero, desde el principio de, por ejemplo, la Misa del Novus Ordo, un puñado de canonistas competentes apuntaron que Pablo VI nunca, al instituir la Nueva Misa, abrogó o prohibió la continuación de la Misa Tridentina. Por lo tanto, estrictamente, el Novus Ordo representaba una opción, más que una obligación. Así que, ni la Fraternidad, ni nadie, estuvo, ni está obligado a afirmar que Pablo VI sólo era un papa aparente. La Providencia, en cierto sentido, ¡lo dejó ser liberal, al mismo tiempo que él hizo cumplir sus leyes favoritas! Pero ni la Fraternidad, ni nadie más, está obligado a aceptar estas leyes anticatólicas, incluso considerando a Pablo VI como papa verdadero. De nuevo aquí, surge la necesidad de discernir.
Tampoco la Fraternidad, ni ningún católico, dependen esencialmente del Arzobispo Lefebvre para realizar este discernimiento, es decir, lo que debe aceptarse o rechazarse entre las partes de la religión del Novus Ordo, mientras que siempre se rechace como un todo. La norma es la Tradición, la cual es independiente de todos nosotros. Es verdad que el Arzobispo Lefebvre probó ser en sí mismo un extraordinario baluarte de la Tradición mientras vivió, y los verdaderos católicos lo echan de menos hoy, pero él hubiera sido el primero en decir que los documentos y monumentos de la Tradición son asequibles para nosotros como siempre lo fueron para él.
Contrario a lo que muchos sedevacantistas y liberales pudieran pensar, la Fraternidad no sigue ciegamente al Arzobispo, si él se hubiese desviado de la Tradición, la Fraternidad se habría separado de él. Y entonces ¿cómo pensar que él es indispensable y cómo es que la Fraternidad ha durado tanto sin él?
A los sedevacantistas no les gusta que les digan que se parecen a los liberales, pero cuando ellos, al modo liberal, exageran la importancia de la persona del Arzobispo Lefebvre en el movimiento Tradicional, seguramente es debido a que ellos, como los liberales, sobreestiman la autoridad y subestiman la Verdad objetiva, y que la Verdad es toda la fuerza del llamado movimiento Tradicional. Nuestro Señor dijo que si todas las voces humanas fueran silenciadas, impedidas para defenderse, las mismas piedras de las calles protestarían a gritos, y esto no puede ser más cierto, no sólo por Su autoridad, por la que sería posible esto, sino debido a la propia naturaleza de la verdad. “No temas, pequeño rebaño…”.
Sin embargo, el punto interesante es intentar discernir el patrón o el error predominante detrás de los tres argumentos principales del Sedevacantismo.
Seguramente existe un error habitual en el Sedevacantismo, y seguramente es el siguiente: ellos, en general, fallan en distinguir entre lo abstracto y lo concreto, entre los principios abstractos y la gente en concreto, entre los errores abstractos y las personas que yerran.
San Agustín dijo: “Aniquila los errores pero ama a aquellos que yerran”, frase que es más nítida en latín: “Interficite errores, diligite errantes”.
Por otra parte, los liberales aman a los errores junto con los que yerran, mientras que los sedevacantistas aborrecen a los que yerran junto con sus errores.
La pusilanimidad liberal sobre la gente se extiende a una pusilanimidad en los principios.
La intransigencia sedevacantista sobre los principios los hace ser intransigentes con las personas.
Sólo el católico que sigue las huellas de San Agustín mantiene un balance siendo firme en los principios mientras es indulgente, no blandengue, con las personas.
Así, es verdad que la Iglesia católica, las creencias católicas y el papado católico se encuentran en un estado abstracto, libre de corrupción. Pero para nuestra salvación, pecadores concretos, Nuestro Señor quiso que la Iglesia, la convicción y el papado, se personificaran respectivamente en los hombres de la Iglesia, los fieles y los Papas, en los cuales la condición humana de los tres está unida y mezclada, más o menos, con las fallas humanas y los elementos no-católicos.
Bajo la luna, ¿qué es más contradictorio y revuelto que los seres humanos?
Pero los sedevacantistas no comprenden las revolturas, para ellos todo debe ser inclusivo o exclusivo, así, los sedevacantistas no pueden entender cómo es que la “Iglesia conciliar” y la Iglesia católica se traslapan, y por supuesto, como sistemas abstractos, el conciliarismo y el catolicismo absolutamente se excluyen uno de otro. Pero en concreto o en la vida real, qué es más sencillo, ¿que un individuo conciliar aún tenga algo de católico en él, o que los católicos tengan aspectos flojos o conciliares en ellos?
Para muchos individuos conciliares seguramente se aplica la regla de Nuestro Señor: “No quebrará la caña cascada, ni extinguirá la mecha que aún humea” (Is XLII, 3; Mt XII, 20).
Lo que significa que mientras exista una pequeña chispa de catolicismo en ellos, los católicos de la Tradición deben hacer todo lo que razonablemente esté en sus posibilidades para que esta chispa se convierta en una flama resplandeciente. Lo cual, por supuesto, es la razón por la que la Fraternidad ha extendido la mano a los descarriados conciliaristas, fieles y Papas. Por otro lado, a todos los católicos seguramente se aplica el dicho de Hamlet: “Dad a cada uno el trato que se merece, ¿y quién escapará de una paliza?”.
Afortunadamente, Nuestro Señor mira primero, no sobre nuestros frágiles logros, sino sobre nuestras buenas intenciones.
Un hombre puede ser hundido hasta el cuello, y más allá, con sus errores y contradicciones, en su inmundicia, pero en tanto que él busque a Dios o desee la verdad, o quiera hacer lo mejor que él considere, el Buen Pastor lo alcanzará y no lo dejará ir.
Dejemos a los sedevacantistas ir y venir sobre las palabras y hechos del Arzobispo y la Fraternidad, los sedevacantistas están en su derecho de juzgar si tal o cual se desvió, por medio de la delicada labor de discernir entre el error y el que yerra, pero ellos no pueden blandir un báculo acusador, diciendo que es contradictoria la política de aniquilar el error y amar al que yerra.
Esta es la propia política del Sagrado Corazón, ¡afortunadamente, para todos!
Queridos lectores, que las penitencias de esta Cuaresma sirvan para disminuir poderosamente, dentro de nosotros, la parte del error y hagan posible que la Verdad brille, aún con más pureza, dentro de nosotros. La batalla sólo cesará cuando fenezcamos, o, como San Francisco de Sales dijo, un cuarto de hora después de que expiremos, pero es una batalla sagrada.
Dios los bendiga y los guarde.
Sinceramente suyo en los Sagrados e Inmaculados Corazones.
+Richard N. Williamson.
Tomado de Devoción Católica
La posición que ha tomado la FSSPX en la actual crisis de la Iglesia, de nuevo está bajo ataque. Los argumentos de los sedevacantistas, quienes creen que la Sede de Roma está vacante, no son nuevos, pero no está de más explicar, una vez más, la razón por la que la Fraternidad reconoce la autoridad de los actuales líderes de la Iglesia, a pesar del daño que están haciendo o permitiendo que se dañe a la Iglesia católica.
Este daño es, por supuesto, la razón por la que los llamados sedevacantistas no pueden aceptar a los papas recientes, desde, ellos dicen, Pablo VI, no son realmente papas.
¿Cómo es que los propios Vicarios de Cristo pudieron traicionar Su Iglesia? Respuesta: ¡ellos no son verdaderos Vicarios!
El argumento es simple, y nótese que descansa sobre verdades de Fe.
Si los sedevacantistas no creyeran en Cristo, en sus Vicarios y en su Iglesia, la presente traición no sería un problema.
Los sedevacantistas creen en Nuestro Señor y en Su Iglesia, a este respecto, ellos difieren de los liberales y los superan. Sin embargo, sus argumentos son muy simples, echemos un vistazo a la última versión de los mismos.
El Sedevacantismo dice que, al enfrentar esta crisis de la Iglesia, sólo podemos tomar una de tres posiciones, la de “Ecclesia Dei”, la de los “Lefebvristas” (es decir, la de la FSSPX) o la de los sedevacantistas.
La posición “Ecclesia Dei” al menos es consistente, dicen los sedevacantistas, pero significa la sumisión hacia los liberales.
La posición Lefebvrista se niega a la sumisión hacia los liberales, pero “está llena de contradicciones”.
La única posición no-liberal y libre de contradicciones es la de los sedevacantistas [dicen ellos].
De la inutilidad del compromiso de “Ecclesia Dei” con la Iglesia oficial, la Fraternidad y los sedevacantistas está de acuerdo, ¡no quedará gallina con cabeza mientras busquen refugio en la madriguera del zorro!
Pero, ¿cómo es que los sedevacantistas argumentan que la Fraternidad está atascada en contradicciones? Por medio de un argumento triple encapsulado, o por medio de tres argumentos paralelos basados en la Iglesia, la Fe y el Papado:
En primer lugar, la Iglesia católica, instituida por Nuestro Señor, debe ser visible e indefectible. Pero la presente Iglesia visible, esto es, la Iglesia oficial, ha sido gravemente infectada por el liberalismo, por lo tanto, o el liberalismo es aceptable, lo cual es absurdo, o la Iglesia oficial no es la verdadera Iglesia, sin embargo, la Fraternidad insiste sobre tratarla parcialmente como la verdadera Iglesia, y parte tratarla como una Iglesia no-verdadera, así que la Fraternidad está en contradicción.
En segundo lugar, la Fe católica es integral, esto es, completa, con todos sus elementos, o de lo contrario, no lo está. Ahora, el sistema doctrinal del Novus Ordo, enseñanzas doctrinales, culto de adoración y la disciplina relacionados con la fe católica, o es integralmente católica y debe aceptarse por completo, o no es católica y debe ser rechazada por completo. Pero la Fraternidad insiste que, por ejemplo, la Misa del Novus Ordo no es automáticamente inválida, y aún así niega a las personas que la atiendan, por lo tanto, la Fraternidad, de nuevo, está en contradicción.
En tercer lugar, los verdaderos papas católicos, incluso fuera de su Magisterio, solemne o extraordinario, no pueden prescribir nada dañino para las almas, respecto a la disciplina o la adoración (Denzinger 1578). Pero el sistema liberal del Novus Ordo, fue prescrito con la plena autoridad de los papas recientes. Por lo tanto, o el sistema del Novus Ordo no es dañino para las almas, lo cual es absurdo, o estos papas visibles no son verdaderos papas. ¡Pero la Fraternidad insiste en reconocer su autoridad al mismo tiempo que se rehúsa a obedecerla!, así, una vez más, la Fraternidad se encuentra en una contradicción inviable.
Adicionalmente, existe una dificultad más para la Fraternidad en el momento en que estas contradicciones son expuestas, ya que cualquiera debe decidir lo que aceptará o negará. Pero el Arzobispo Lefebvre sólo tenía esta preeminencia dentro de la Fraternidad, para realizar esta labor de discernimiento, de tal manera que ahora que se ha ido, la Fraternidad deberá desintegrase.
Dejando a un lado este último argumento, se notará que cada uno de los tres principales argumentos plantea una disyuntiva, donde una posibilidad derivará en Liberalismo, y la otra posibilidad resultará en Sedevacantismo, ambas opciones rechazadas por la Fraternidad, entonces, obviamente la Fraternidad cree que existe una tercera posibilidad, la cual, en cada caso, es excluida por los sedevacantistas.
Consideremos cada uno de los argumentos:
Primero, la Iglesia católica considerada en su estado puro, como la Esposa de Cristo, es por supuesto indefectible. Pero del argumento sedevacantista se entendería que a ningún hombre de la iglesia ¡jamás podría vencérsele! Veamos ahora a los Apóstoles en el Jardín de Getsemaní, la indefectibilidad que la Iglesia requiere es que no todos los hombres de la Iglesia sean vencidos a un mismo tiempo, lo cual no ha sucedido, incluso hoy. De aquí que la Fraternidad, creyendo en la Iglesia, distinga entre los hombres de la Iglesia, como Nuestro Señor nos dijo: “Tengan cuidado de los lobos con piel de oveja”.
Segundo, la Fe católica debe, por supuesto, ser profesada de forma integral, con todas sus partes, y cualquier sistema que carezca de una de las partes no será católico, ni como un todo, ni visto en cada una de sus partes deficientes. Pero nadie puede decir que ninguna de sus partes católicas, como verdadera parte católica, no es católica. Por ejemplo, en el siglo III la Iglesia juzgó, después de una amarga disputa, que el bautismo administrado por los donatistas herejes era válido. Este bautismo fue incorporado, con culpa, dentro de un todo no-católico, el cual no invalidaba estas partes católicas. Así, la Fraternidad rechaza la Misa del Novus Ordo, tanto en su totalidad, como en sus partes no-católicas, pero no dirá que el todo, proclive a la herejía, necesariamente invalida todas las partes, incluyendo, por ejemplo, una Consagración correctamente efectuada, de la misma forma que la herejía donatista no invalida el bautismo donatista. De aquí la necesidad de discernir.
Tercero, es verdad que, si el papa utiliza todo el peso de su autoridad apostólica para imponer a las almas alguna medida de disciplina o adoración, esta medida no debe ser dañina. Pero, desde el principio de, por ejemplo, la Misa del Novus Ordo, un puñado de canonistas competentes apuntaron que Pablo VI nunca, al instituir la Nueva Misa, abrogó o prohibió la continuación de la Misa Tridentina. Por lo tanto, estrictamente, el Novus Ordo representaba una opción, más que una obligación. Así que, ni la Fraternidad, ni nadie, estuvo, ni está obligado a afirmar que Pablo VI sólo era un papa aparente. La Providencia, en cierto sentido, ¡lo dejó ser liberal, al mismo tiempo que él hizo cumplir sus leyes favoritas! Pero ni la Fraternidad, ni nadie más, está obligado a aceptar estas leyes anticatólicas, incluso considerando a Pablo VI como papa verdadero. De nuevo aquí, surge la necesidad de discernir.
Tampoco la Fraternidad, ni ningún católico, dependen esencialmente del Arzobispo Lefebvre para realizar este discernimiento, es decir, lo que debe aceptarse o rechazarse entre las partes de la religión del Novus Ordo, mientras que siempre se rechace como un todo. La norma es la Tradición, la cual es independiente de todos nosotros. Es verdad que el Arzobispo Lefebvre probó ser en sí mismo un extraordinario baluarte de la Tradición mientras vivió, y los verdaderos católicos lo echan de menos hoy, pero él hubiera sido el primero en decir que los documentos y monumentos de la Tradición son asequibles para nosotros como siempre lo fueron para él.
Contrario a lo que muchos sedevacantistas y liberales pudieran pensar, la Fraternidad no sigue ciegamente al Arzobispo, si él se hubiese desviado de la Tradición, la Fraternidad se habría separado de él. Y entonces ¿cómo pensar que él es indispensable y cómo es que la Fraternidad ha durado tanto sin él?
A los sedevacantistas no les gusta que les digan que se parecen a los liberales, pero cuando ellos, al modo liberal, exageran la importancia de la persona del Arzobispo Lefebvre en el movimiento Tradicional, seguramente es debido a que ellos, como los liberales, sobreestiman la autoridad y subestiman la Verdad objetiva, y que la Verdad es toda la fuerza del llamado movimiento Tradicional. Nuestro Señor dijo que si todas las voces humanas fueran silenciadas, impedidas para defenderse, las mismas piedras de las calles protestarían a gritos, y esto no puede ser más cierto, no sólo por Su autoridad, por la que sería posible esto, sino debido a la propia naturaleza de la verdad. “No temas, pequeño rebaño…”.
Sin embargo, el punto interesante es intentar discernir el patrón o el error predominante detrás de los tres argumentos principales del Sedevacantismo.
Seguramente existe un error habitual en el Sedevacantismo, y seguramente es el siguiente: ellos, en general, fallan en distinguir entre lo abstracto y lo concreto, entre los principios abstractos y la gente en concreto, entre los errores abstractos y las personas que yerran.
San Agustín dijo: “Aniquila los errores pero ama a aquellos que yerran”, frase que es más nítida en latín: “Interficite errores, diligite errantes”.
Por otra parte, los liberales aman a los errores junto con los que yerran, mientras que los sedevacantistas aborrecen a los que yerran junto con sus errores.
La pusilanimidad liberal sobre la gente se extiende a una pusilanimidad en los principios.
La intransigencia sedevacantista sobre los principios los hace ser intransigentes con las personas.
Sólo el católico que sigue las huellas de San Agustín mantiene un balance siendo firme en los principios mientras es indulgente, no blandengue, con las personas.
Así, es verdad que la Iglesia católica, las creencias católicas y el papado católico se encuentran en un estado abstracto, libre de corrupción. Pero para nuestra salvación, pecadores concretos, Nuestro Señor quiso que la Iglesia, la convicción y el papado, se personificaran respectivamente en los hombres de la Iglesia, los fieles y los Papas, en los cuales la condición humana de los tres está unida y mezclada, más o menos, con las fallas humanas y los elementos no-católicos.
Bajo la luna, ¿qué es más contradictorio y revuelto que los seres humanos?
Pero los sedevacantistas no comprenden las revolturas, para ellos todo debe ser inclusivo o exclusivo, así, los sedevacantistas no pueden entender cómo es que la “Iglesia conciliar” y la Iglesia católica se traslapan, y por supuesto, como sistemas abstractos, el conciliarismo y el catolicismo absolutamente se excluyen uno de otro. Pero en concreto o en la vida real, qué es más sencillo, ¿que un individuo conciliar aún tenga algo de católico en él, o que los católicos tengan aspectos flojos o conciliares en ellos?
Para muchos individuos conciliares seguramente se aplica la regla de Nuestro Señor: “No quebrará la caña cascada, ni extinguirá la mecha que aún humea” (Is XLII, 3; Mt XII, 20).
Lo que significa que mientras exista una pequeña chispa de catolicismo en ellos, los católicos de la Tradición deben hacer todo lo que razonablemente esté en sus posibilidades para que esta chispa se convierta en una flama resplandeciente. Lo cual, por supuesto, es la razón por la que la Fraternidad ha extendido la mano a los descarriados conciliaristas, fieles y Papas. Por otro lado, a todos los católicos seguramente se aplica el dicho de Hamlet: “Dad a cada uno el trato que se merece, ¿y quién escapará de una paliza?”.
Afortunadamente, Nuestro Señor mira primero, no sobre nuestros frágiles logros, sino sobre nuestras buenas intenciones.
Un hombre puede ser hundido hasta el cuello, y más allá, con sus errores y contradicciones, en su inmundicia, pero en tanto que él busque a Dios o desee la verdad, o quiera hacer lo mejor que él considere, el Buen Pastor lo alcanzará y no lo dejará ir.
Dejemos a los sedevacantistas ir y venir sobre las palabras y hechos del Arzobispo y la Fraternidad, los sedevacantistas están en su derecho de juzgar si tal o cual se desvió, por medio de la delicada labor de discernir entre el error y el que yerra, pero ellos no pueden blandir un báculo acusador, diciendo que es contradictoria la política de aniquilar el error y amar al que yerra.
Esta es la propia política del Sagrado Corazón, ¡afortunadamente, para todos!
Queridos lectores, que las penitencias de esta Cuaresma sirvan para disminuir poderosamente, dentro de nosotros, la parte del error y hagan posible que la Verdad brille, aún con más pureza, dentro de nosotros. La batalla sólo cesará cuando fenezcamos, o, como San Francisco de Sales dijo, un cuarto de hora después de que expiremos, pero es una batalla sagrada.
Dios los bendiga y los guarde.
Sinceramente suyo en los Sagrados e Inmaculados Corazones.
+Richard N. Williamson.
Tomado de Devoción Católica
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