Pedro Calungsod era un adolescente cuando salió de la Filipinas para las islas Ladrones en el Pacífico del oeste en 1668.
El jóven catequista era parte de un grupo de misioneros jesuitas que habían ido a traer a Cristo al pueblo Chamarro.
La vida era dura en las islas. Los víveres frequentemente tardaban en llegarles y eran sujetos a tifones.
A pesar de las privaciones, Pedro y los misioneros tuvieron éxito evangelizando a la gente. Las islas cambiaron de nombre a Las Marianas en honor a la Virgen María. No tardaron en circular rumores acerca del agua que usaban los misioneros para bautizar a los conversos. Decían que era venenosa, y como algunos bebes morían después de su bautismo, muchos creyeron en los rumores.
El 2 de Abril de 1672, Pedro y un sacerdote jesuita, el Padre Diego, bautizaron a un bebe sin el consentimiento del Padre. El Padre se enfureció y empezó a aventarle lanzas a Pedro.
El Padre Diego no le permitía a sus compañeros cargar armas así es que no pudieron defenderse. Pedro fue herido en el pecho y en la cabeza. El Padre Diego le dió una absolución sacramental y después a él mismo le dieron muerte. Los asesinos echaron los cadaveres al mar y los restos de estos mártires nunca se recobraron.
Al recibir las noticias, los compañeros de Pedro dijeron: "¡Jóven afortunado! ¡Qué bién recompensados fueron sus cuatro años de servicio constante a Dios en esta misión tan dificil: ha ganado la primera entrada al cielo a nuestro superior, Padre Diego!" Sus recuerdos de Pedro eran de un buen jóven, un catequista virtuoso, un asistente constante y un buen Católico cuya perseverancia en la fe hasta el martirio comprobó que era un buen soldado de Cristo.
El Padre Diego Luis de San Vitores fue beatificado en 1985. Quince años después, el 5 de marzo de 2000, su compañero Pedro Callungsod fue beatificado.
Beato Pedro Calungsod, joven imigrante, estudiante, catequista, misionero, amigo fiel, mártir, nos inspiras con tu fidelidad en tiempos de adversidad, con la valentía con la que enseñaste en medio de hostilidades y con tu amor al dar tu vida por el evangelio. Haz tuyos nuestros problemas, e intercede por nosotros ante el trono de gracia y misericordia para que al recibir la ayuda del cielo seamos alentados a proclamar y vivir el evangelio aqui en la tierra. Amen.
Fuente: Página oficial de Toronto
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