viernes, 10 de diciembre de 2010

Luz que esplende entre oquedades - Mons. Libardo Ramírez Gómez


En medio de sus múltiples y grandes tareas, el Papa Benedicto XVI, desde su familiar cercanía a Dios, ha sacado felizmente tiempo para ofrecer al mundo nueva antorcha esplendente: su novísima Exhortación Apostólica “LA PALABRA DEL SEÑOR”. En medio del interés, de muchos, por temas negativos, verdaderas “oquedades” o aspectos oscuros del convivir humano, aparece el sencillo, sabio y piadoso Papa Benedicto presentando a los humanos un faro luminoso, que poco llama la atención a personas frívolas, y es su nueva Exhortación Apostólica (30-09-16). Es ella el eco del Sínodo de Obispos, de todo el orbe, (2008) dedicado a destacar ante el mundo el Mensaje grande que se haya ofrecido en la tierra; a “La Palabra del Señor”.

Inicia el Papa esta Exhortación con cita de San Pedro: “La Palabra del Señor permanece siempre. Y esa Palabra es el Evangelio que os anunciamos” (Is. 40, 5; IP. 1, 25). De rodillas ante la Palabra, “Verbo de Dios hecho carne”, vemos a Benedicto XVI, recogiendo enseñanzas del tesoro de sabiduría divina vertido en las páginas de la Sagrada Escritura, y, con humilde atención, a lo expresado en el reciente Sínodo por sus hermanos Obispos.

Invita el Papa, a tener esos momentos de cielo que da el acercarse a la Palabra de Dios, asumiendo la actitud confidente de San Juan, para “oír , ver, tocar y contemplar” al Verbo Encarnado, Jesús (I Jn, 1,1). El acercarse a esa intimidad da poder de llegar a ser “hijos de Dios” (Jn. 1,12), “llenos de gracia y de verdad” (Jn. 1, 14). Hacer este regocijante ejercicio, no es exclusivo de grandes místicos, sino gozoso acercamiento a Dios.

La parábola de Jesús sobre la semilla que lanza el sembrador es y es aprovechada o no, según la acogida que se le dé (Lc. 8, 5-15), tendrá su aplicación, hoy por hoy, entre quienes ponganos o no atención a está siembra de la mejor de las semillas, como es la Palabra del Señor, que nos hace el Papa Benedicto en las tres grandes partes en que divide su Exhortación. Invita el Papa, en ella, a profundizar en tres fundamentales aspectos: es Dios el que habla; habla en la Iglesia, que es “su casa” (Jn. 1,11); es un mensaje dado para bien del mundo, que se puede y se debe asumir en todos los pueblos y naciones y en todos los ámbitos y profesiones de los humanos (n.93).

Es delicioso recorrer página tras página esta preciosa Exhortación, que concluye, con un amable llamado a familiarizarse en la Sagrada Escritura, “fundamento de toda espiritualidad auténtica y viva” (n.121), en primerísimo puesto antes que cualquier revelación privada que solo tendrá verdadero valor si va encaminada a ayudar a vivir concretamente esa divina Revelación (n.14).

Este proceso de asumir y vivir la Palabra del Señor culmina en alegre caminar y vivir, cumpliéndose así, su finalidad de que para la cual se han entregado a los humanos estas enseñanzas, “para que nuestra alegría sea completa” (I Jn. 1,4).

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