lunes, 27 de septiembre de 2010

Un plan para la vida del Cristiano


Unos buenos propósitos que te llevarán a tratar continuamente a Dios y a cumplir con tus obligaciones de familia, en el trabajo, con la sociedad y todo con una enorme alegría.

La práctica de algunos actos de piedad nos llevará, sin darnos cuenta, a tener una vida contemplativa en medio de los quehaceres ordinarios.

Lo primero que hemos de hacer para ser buenos cristianos es procurar vivir en gracia de Dios, evitando para ello todo pecado mortal; y como queremos amar a Dios sobre todas las cosas, trataremos incluso de evitar todo pecado venial.

La práctica de algunos actos de piedad nos llevará, sin darnos cuenta, a tener una vida contemplativa en medio de los quehaceres ordinarios. Un plan de vida cristiana vivido con seriedad e interés puede ser el medio para conseguir que nuestra vida no sea inútil ni estéril, de tal manera que viviremos como verdaderos hijos de Dios.

Cada día[1]

• Tener una hora fija para acostarse y para levantarse.

• Ofrecer a Dios el trabajo de la jornada bajo la intercesión de la Virgen María.

• Hacer un rato de oración mental (15 minutos). De preferencia antes de la Misa.

• Asistir a la Santa Misa y recibir la comunión siempre que sea posible. Es el mejor sacrificio que se puede ofrecer a Dios.

• Al mediodía: rezar el Angelus (durante el tiempo pascual el Regina Cœli).

• Rezar el Santo Rosario, si es posible en familia.

• Leer durante unos minutos, meditándolo, el Nuevo Testamento o un libro espiritual.

• Antes de retirarse a descansar, dedicar unos minutos a examinar brevemente cómo ha ido el día.

• Trabajar con intensidad. La santificación del trabajo ordinario es la meta primordial del cristiano.

• El domingo es el día del Señor. La Santa Misa debe ser el centro de la jornada. Es también un día dedicado especialmente a la familia, el descanso y el propio enriquecimiento espiritual.

• Si durante la semana no es posible recibir la comunión, será bueno hacerlo los domingos y días de precepto.

Cada mes

• Confesarse, con verdadero arrepentimiento, aunque no haya pecados mortales, para recibir la gracia sacramental.

• Recibir dirección espiritual con un sacerdote sabio, prudente y experimentado.[2]

• Día de retiro espiritual: dedicar unas horas a considerar nuestra relación con Dios. Delante del Santísimo Sacramento siempre que sea posible.

Cada año

• Curso de retiro o ejercicios espirituales: dos o tres días en silencio, conversando a solas con Dios, son una gran oportunidad para una nueva conversión. El alma, como el cuerpo, necesita vacaciones.

En todo momento

• Mantener la presencia de Dios con jaculatorias, comuniones espirituales y actos de amor y reparación.

• Considerar que somos hijos de Dios: tratar de agradarle en todo lo que hacemos, como un niño trata de agradar a su padre.

• Agradecer a Dios todo lo que nos da.

• Hacerlo todo por amor de Dios: purificar nuestra intención haciendo actos de contrición y desagravio por los pecados propios y ajenos.

• Tratar de vivir como nos hubiera gustado haberlo hecho a la hora de la muerte. Así no tendremos miedo a la muerte y moriremos de la misma manera que hayamos vivido.

Devociones durante la semana
- Domingo La Santísima Trinidad.
Asiste con fervor a la Santa Misa y recibe la Comunión si es posible.

- Lunes Las almas del Purgatorio.
Ruega por las almas de tus parientes, amigos y bienhechores.

- Martes Los Ángeles Custodios.
Acude a menudo los Ángeles Custodios pidiéndoles ayuda. Reza especialmente a tu Angel de la guarda.

- Miércoles San José.
Invócale como patrono de la buena muerte.

- Jueves La Santísima Eucaristía.
A lo largo del día, haz frecuentes comuniones espirituales y, si es posible, una visita al Santísimo.

- Viernes La pasión y muerte de Jesucristo.
Medita la Pasión y Muerte del Señor utilizando, por ejemplo, el Vía Crucis.

- Sábado La Santísima Virgen María.
Reza la Salve u otra devoción mariana.

[1] Cf. CEC, 2659-2660.

[2] Cf. CEC, 2690.

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