Luego de habernos deleitado con su impresionante libro Jesús de Nazaret, Benedicto XVI presenta el II y prepara el III. Así lo informó, recientemente, el portavoz vaticano a las agencias de noticias católicas. Este segundo volumen está dedicado a la Pasión y a la Resurrección, y el tercero abordará los "Evangelios de la infancia".
Una muy buena noticia, por cierto, para aquellos lectores que, seducidos por la primera parte que releen cada tanto, no hacen más que esperar la segunda. En cuanto al valor espiritual para la Iglesia, seguro será de mucho provecho, como lo fue y sigue siendo la primera. “El padre Federico Lombardi S.I, director de la Oficina de Información de la Santa Sede, en el último editorial de Octava Dies, semanario del Centro Televisivo Vaticano, reveló que, después de haber entregado, en los meses pasados, el manuscrito del segundo volumen, dedicado a la Pasión y a la Resurrección, del que ahora se están preparando las traducciones y ediciones en los diferentes idiomas, y cuya aparición está prevista en la próxima primavera, Benedicto XVI ha comenzado la tercera y última parte."(1)
La Obra Jesús de Nazaret es una auténtica obra cristológica expresada con un lenguaje cercano, atrayente y de rápida lectura. Si bien se nota la impresionante cultura teológica y bíblica de Benedicto, no se necesita ser erudito para leerla, sólo atención y deseos de conocer a Jesús. Con una muy justificada confrontación bíblica, Joseph Ratzinger se dedica a enseñar y catequizar con una mirada integral al Jesús bíblico e histórico, traduciendo sus enseñanzas para nuestros días. La lectura e interpretación prolija de las Bienaventuranzas, la riquísima meditación del Padre Nuestro, las parábolas, los discípulos, las imágenes del Evangelio... Todos los ingredientes se conjugan en una sola obra que merecería, entre otros escritos de Benedicto, ser llamada capital y fuente de inspiración en la Iglesia. La inconfundible sabiduría de este Papa, impregnada de una escuela de espiritualidad y santidad milenaria, no se pierde en ideas intangibles, sino todo lo contrario, su docta escritura semeja agua fresca dispuesta a calmar la sed de toda buena persona que busque a Dios.
Benedicto XVI descarga, en Jesús de Nazaret, su profundo amor y respeto a Dios, su magnífica síntesis de años de estudio, su mirada humanista de pastor y catequista genuino. No se puede leer esta obra cristológica sin dejar de saborear la espiritualidad de un hombre que, como nosotros, pero entregado por entero a la inspiración de Dios, nos habla de su máxima pasión: Jesús. Es emocionante leer a Benedicto XVI sabiendo que es el “Pontífice” actual de la Iglesia y que ha encontrado, mediante la escritura, un medio catequístico excelente para compartir su sabiduría. El aburrimiento que, a veces, provocan grandes teólogos, enceguecidos por sus conocimientos y tirando tinta a palabras y oraciones trenzadas, contrasta con el lenguaje cercano, y hasta diría alegre, de la obra de Benedicto.
El teólogo alemán Thomas Söding calificó este libro de "revolucionario", en una entrevista de la agencia de noticias católica KNA. Söding justificó su excelsa expresión: "Jamás, en la historia, un Papa ha escrito un libro científico sobre Jesús (…). El representante de Cristo en la tierra no formula un dogma, sino que dice 'éstas son mis observaciones como teólogo, léanlo con espíritu crítico y discutan al respecto'. Eso es algo que considero revolucionario".
Es verdad, Benedicto XVI desiste, en este libro, efectivamente, a cualquier pretensión doctrinal. De hecho, en el prólogo, pide, con humildad, a sus lectores, "aquel adelanto de simpatía sin el cual no hay comprensión". Aunque la promesa doctrinaria se cumple, no por eso Benedicto renuncia a desatar, cada tanto, alguna aclaración o corrección, si fuera necesario de sus precursores en cristología. Su mirada atenta al único misterio que se completa sólo en Jesús no deja pasar por alto algún condimento con sabor a improvisación. No destituye a Jesús de la exigencia del Evangelio queriendo mostrarlo como un liberador-liberal. Si, en Jesús, convive un plan salvífico, seguramente, no debe haber renuncia al pasado judío y un futuro aun más concreto y desarrollado que el que vivimos. Las extensas búsquedas para conocer más a Jesús, ese misterioso camino interior a lo largo de su juventud y su vida adulta han llevado a Benedicto XVI a acercarnos casi como una herencia valiosa: Jesús de Nazaret. Siempre habrá escritos superadores de otros en el transcurso de la historia, pero la obra de Benedicto no quedará en el olvido, por mucho que corra el tiempo.
Casi como un testigo, un novelista o mejor un místico, el Papa describe a su personaje principal, el mismo Jesús, como si estuviera escuchándolo e interpretando sus pensamientos. En medio de una cultura difícil para la presencia de un mesías al estilo de “Jesús”, se encuentran la promesa, el mensaje y los planteos que parecen asegurar una pronta finalización de su misión. En tanto, la continuidad con el Antiguo Testamento confirma la realización de un plan salvífico ansiado por Dios desde los albores del hombre. El libro intenta acondicionar el contexto histórico de Jesús, la concatenación de hechos con la memoria de personajes envueltos en una sola historia que amerita contarse.
No es poco el halago o si se quiere el anticipo de lo que está y lo que se viene. Antes que se traduzca la segunda parte del escrito papal, no será tarde leer la primera, incluso si uno prefiere leer ambas correlativamente. Jesús de Nazaret, como un árbol frutal, nos entrega delicias más allá de las temporadas.
Una muy buena noticia, por cierto, para aquellos lectores que, seducidos por la primera parte que releen cada tanto, no hacen más que esperar la segunda. En cuanto al valor espiritual para la Iglesia, seguro será de mucho provecho, como lo fue y sigue siendo la primera. “El padre Federico Lombardi S.I, director de la Oficina de Información de la Santa Sede, en el último editorial de Octava Dies, semanario del Centro Televisivo Vaticano, reveló que, después de haber entregado, en los meses pasados, el manuscrito del segundo volumen, dedicado a la Pasión y a la Resurrección, del que ahora se están preparando las traducciones y ediciones en los diferentes idiomas, y cuya aparición está prevista en la próxima primavera, Benedicto XVI ha comenzado la tercera y última parte."(1)
La Obra Jesús de Nazaret es una auténtica obra cristológica expresada con un lenguaje cercano, atrayente y de rápida lectura. Si bien se nota la impresionante cultura teológica y bíblica de Benedicto, no se necesita ser erudito para leerla, sólo atención y deseos de conocer a Jesús. Con una muy justificada confrontación bíblica, Joseph Ratzinger se dedica a enseñar y catequizar con una mirada integral al Jesús bíblico e histórico, traduciendo sus enseñanzas para nuestros días. La lectura e interpretación prolija de las Bienaventuranzas, la riquísima meditación del Padre Nuestro, las parábolas, los discípulos, las imágenes del Evangelio... Todos los ingredientes se conjugan en una sola obra que merecería, entre otros escritos de Benedicto, ser llamada capital y fuente de inspiración en la Iglesia. La inconfundible sabiduría de este Papa, impregnada de una escuela de espiritualidad y santidad milenaria, no se pierde en ideas intangibles, sino todo lo contrario, su docta escritura semeja agua fresca dispuesta a calmar la sed de toda buena persona que busque a Dios.
Benedicto XVI descarga, en Jesús de Nazaret, su profundo amor y respeto a Dios, su magnífica síntesis de años de estudio, su mirada humanista de pastor y catequista genuino. No se puede leer esta obra cristológica sin dejar de saborear la espiritualidad de un hombre que, como nosotros, pero entregado por entero a la inspiración de Dios, nos habla de su máxima pasión: Jesús. Es emocionante leer a Benedicto XVI sabiendo que es el “Pontífice” actual de la Iglesia y que ha encontrado, mediante la escritura, un medio catequístico excelente para compartir su sabiduría. El aburrimiento que, a veces, provocan grandes teólogos, enceguecidos por sus conocimientos y tirando tinta a palabras y oraciones trenzadas, contrasta con el lenguaje cercano, y hasta diría alegre, de la obra de Benedicto.
El teólogo alemán Thomas Söding calificó este libro de "revolucionario", en una entrevista de la agencia de noticias católica KNA. Söding justificó su excelsa expresión: "Jamás, en la historia, un Papa ha escrito un libro científico sobre Jesús (…). El representante de Cristo en la tierra no formula un dogma, sino que dice 'éstas son mis observaciones como teólogo, léanlo con espíritu crítico y discutan al respecto'. Eso es algo que considero revolucionario".
Es verdad, Benedicto XVI desiste, en este libro, efectivamente, a cualquier pretensión doctrinal. De hecho, en el prólogo, pide, con humildad, a sus lectores, "aquel adelanto de simpatía sin el cual no hay comprensión". Aunque la promesa doctrinaria se cumple, no por eso Benedicto renuncia a desatar, cada tanto, alguna aclaración o corrección, si fuera necesario de sus precursores en cristología. Su mirada atenta al único misterio que se completa sólo en Jesús no deja pasar por alto algún condimento con sabor a improvisación. No destituye a Jesús de la exigencia del Evangelio queriendo mostrarlo como un liberador-liberal. Si, en Jesús, convive un plan salvífico, seguramente, no debe haber renuncia al pasado judío y un futuro aun más concreto y desarrollado que el que vivimos. Las extensas búsquedas para conocer más a Jesús, ese misterioso camino interior a lo largo de su juventud y su vida adulta han llevado a Benedicto XVI a acercarnos casi como una herencia valiosa: Jesús de Nazaret. Siempre habrá escritos superadores de otros en el transcurso de la historia, pero la obra de Benedicto no quedará en el olvido, por mucho que corra el tiempo.
Casi como un testigo, un novelista o mejor un místico, el Papa describe a su personaje principal, el mismo Jesús, como si estuviera escuchándolo e interpretando sus pensamientos. En medio de una cultura difícil para la presencia de un mesías al estilo de “Jesús”, se encuentran la promesa, el mensaje y los planteos que parecen asegurar una pronta finalización de su misión. En tanto, la continuidad con el Antiguo Testamento confirma la realización de un plan salvífico ansiado por Dios desde los albores del hombre. El libro intenta acondicionar el contexto histórico de Jesús, la concatenación de hechos con la memoria de personajes envueltos en una sola historia que amerita contarse.
No es poco el halago o si se quiere el anticipo de lo que está y lo que se viene. Antes que se traduzca la segunda parte del escrito papal, no será tarde leer la primera, incluso si uno prefiere leer ambas correlativamente. Jesús de Nazaret, como un árbol frutal, nos entrega delicias más allá de las temporadas.
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