jueves, 15 de abril de 2010

Antigua Oración del Divino y Justo Juez


¡Oh! Divino y Justo Juez, nacedor del cielo y tierra. Rey de Reyes sin igual, Juez de suprema virtud que a las almas dáis salud, con tu poder paternal.

¡Oh! Señor Redentor mío, Salvador del Universo, por vuestro infinito amor defiéndeme del adverso, vos me guiaréis, sois mi luz, mi protector y mi gloria, por vuestro infinito amor defiéndeme en toda hora.

¡Oh! Señor Ominipotente Clementísimo Jesús, mándame una buena muerte por la que tú padeciste y tormentos que sufriste clavado en la santa cruz, prepárame un santo padre, igual al que convirtió a tus amados apóstoles Santo Tomás y San Pablo, líbranos como libraste a Santa María Magdalena y a otras vírgenes varias, haz que mi vida sea buena sin ser de obras temerarias, favoréceme de cuestas de caminos peligrosos, de las muy crueles prisiones y de los ríos caudalosos, de todos mis enemigos, de perturbación de demonios, de ladrones, malas lenguas y de falsos testimonios, líbrame oh Supremo Ser de caer en pecado mortal, pues este es el mayor mal que en el mundo puede haber, haz que en mí mis enemigos no tengan ningún poder, sean visibles o invisibles, nunca me puedan vencer, no me hayan de ver sus ojos ni de alcanzarme sus pies, no me toquen con sus manos y puesto que eres mi Juez, haz que no me hablen blasfemias y si quieren herirme se hagan pedazos las lanzas, que se les rompan los sables, que se doblen los cuchillos, armas de fuego no disparen. A vos Señor os suplico que ningún enemigo mío tenga que dañarme a mí, solamente Tú Señor, porque tu eres mi Juez, mi Padre, mi Redentor. Tenedme vos escondido en esa llaga sagrada de tu Divino Costado, y en aquel velo Sagrado del Santísimo Sacramento os suplico Padre amado que sea mi cuerpo cubierto, que no sea herido, ni muerto, ni preso, ni cautivo, ni puesto en las manos de ningún enemigo, sean mis enemigos vencidos.


El Padre me libre,

el Hijo me guarde,

el Espíritu Santo me acompañe

y por mi hable.

Amén Jesús.


Esta Sagrada oración es del Arco Iris de Paz. Es tomada y aprobada por la Santa Inquisición, y dada a reconocer por S. Santidad León XII que la mandó extender en años del siglo V.

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