martes, 6 de abril de 2010

Ángeles y Santos

Durante el pontificado de San Gregorio, Papa de la iglesia Católica, una peste terrible estaba devastando a Roma. El Pontífice organizó a su pueblo en torno de una gran procesión de la Santísima Virgen. Durante la procesión 80 personas murieron, pero el pontífice continuaba sus oraciones. Estando la procesión en marcha, una densa nube de aire nauseabundo se detuvo ante la imagen y los presentes escucharon, entonces, a un coro angélico cantar con alegría, elCastillo Sant'Angelo ‘Regina Caeli, laetare, alleluja’.

El Santo Padre Gregorio relató luego la visión que tuvo, de un enorme ángel parado sobre el castillo, en su mano derecha llevaba una espada que metió en su vaina. En ese mismo momento ceso la peste. Desde ese día los romanos se refieren al Castillo como Sant’Angelo en conmemoración de la rauda purgación de la peste de Roma.



Santa Cristina

Santa Cristina, mártir del siglo IV, murió, y fue escoltada por ángeles al infierno, en donde pudo reconocer a muchos amigos, después fue al purgatorio, donde vio todavía más amigos y conocidos. Al final llegó al Cielo y se le dijo que podía quedarse, o volver a la tierra para que, a través de la oración y las humillaciones, pudiese liberar a los amigos que había visto en el purgatorio. Ella decidió regresar, y cuando despertó sana otra vez, descubrió que no podía tolerar el olor de los cuerpos de los pecadores y por eso debía tener las ventanas permanentemente abiertas para evitar el hedor .



Nuestra Señora de Citeux y los fundadores de la Orden Cistercience

En el año 1109, en una de las apariciones más magnificentes de la Santísima Virgen, ocurrida en este caso en un monasterio de la orden Cisterciense, bajo la orden de uno de sus fundadores, San Alberico de Citeaux, vino nuestra Madre Celestial rodeada de innumerables ángeles en la Capilla, llenándola de luz y gracia, y cambió desde entonces el color de las túnicas de los Cistercienses milagrosamente del negro o gris, al blanco. La aparición es recordada aún hoy como El descenso de la Santísima Virgen en Citeaux.


San Juan de Mata

San Juan de Mata (1.160-1,213), fundador de la orden de los trinitarios tuvo un día la visión de un Ángel de Dios que relató de la siguiente forma: "Vi al ángel del Señor sentado en una nube de gloria. Su cara era más luminosa que el sol, sus túnicas eran blancas como la nieve y llevaba en su pecho una cruz de dos colores, rojo y azul. A sus pies vi a dos esclavos abrumados con cadenas. Uno era un moro y el otro un cristiano. Se cruzaron las manos del ángel, la mano derecha hacia el cristiano, la izquierda hacia el moro. Eso, padre, es lo que vi". Esta visión llevó al santo a fundar una organización destinada a liberar a los esclavos cristianos de los moros durante las cruzadas.


Santo Tomás de Aquino

Santo Tomás de Aquino, (1225 o 1227-1274) doctor de la Iglesia Católica (Angelicus Doctor), patrono de las universidades y escuelas Católicas. Siendo novicio, sus hermanos tendieron trampas a su virtud, para disuadirlo de la vida religiosa pero con toda su pureza echó de la habitación a la tentadora con un tizón que sacó del fuego. Hacia el fin de su vida, Santo Tomás le confió a su fiel amigoSanto Tomás de Aquino y compañero, Reinaldo de Piperno, el secreto de un favor especial que recibió en ese entonces. Cuando echó a la tentadora de la habitación, se arrodilló y ardientemente imploró a Dios que le concediera la integridad de mente y cuerpo. Cayó en un sueño ligero, y mientras dormía, dos ángeles se le aparecieron para asegurarle que su oración había sido escuchada. Le ciñeron un cinturón, diciendo: "Te ceñimos con el cinturón de la virginidad perpetua." Y desde ese día en adelante jamás experimentó el más leve movimiento de la concupiscencia. Aunque Santo Tomás vivió menos de cincuenta años, escribió más de sesenta obras, algunas cortas, otras muy largas. Esto no significa que toda la producción auténtica haya sido escrita directamente a mano; le ayudaron secretarios, y sus biógrafos aseguran que podía dictar a varios escribientes a la vez. Testimonios de quienes le conocieron en vida o escribieron en el momento de su canonización, demuestran que recibió ayuda celestial. Los mismos autores cuentan sobre ciertos misteriosos visitantes que le animaban e iluminaban. Él le declaró al P. Reinaldo que había aprendido más en oración y contemplación, que de hombres y libros.

San Pedro Celestino

San Pedro Celestino (1221-1296) tuvo que ir en una ocasión a Roma a pedirle al Papa que le permitiera fundar la Orden de los Celestinos. Al llegar, el Papa le pidió que hiciera Misa y él obedeció, pero no quiso vestir los ornamentos que se le entregaban para esta honorable ocasión, diciendo que sólo tenía permitido vestir una simple túnica de ermitaño. En esta ocasión el Cielo quiso permitirle este uso, dado que aparecieron varios ángeles cargando ornamentos celestiales, que se apresuraron a colocar encima de su túnica de ermitaño.

Santa Francisca Romana (1.384 -1.440) desde muy niña, quería hacerse religiosa pero fue obligada por sus padres a casarse, habiendo procurado santificarse en el estado matrimonial. De ese casamiento nacieron 3 hijos. Uno de ellos, Juan Evangelista, de extrema piedad, dotado con el don de la profecía, falleció angélicamente a los nueve años. Un año después de su muerte, seSanta Francisca Romana apareció a Francisca, resplandeciente de luz, acompañado por un joven aún más brillante si es posible. Hizo conocer a la madre la gloria que gozaba en el Cielo; y le comunicó que venía a buscar a su hermanita Inés, de cinco años, para colocarla entre los Ángeles. Y que, por orden de Dios, dejaría aquel Ángel para - junto con su propio Ángel de la Guarda - asistirla en los que le restaba de vida terrena. Era un Ángel de categoría superior, un Arcángel. A partir de entonces, Santa Francisca veía constantemente ese Arcángel que, según ella, brillaba más que el sol, de manera que no conseguía mirarlo. Francisca pasó a tener la presencia radiante de ese Arcángel noche y día, de tal modo que no necesitaba de la luz material para sus quehaceres, pues la del espíritu celeste le bastaba Si Francisca dejaba escapar alguna palabra poco necesaria, o acaso se preocupaba un poco de más con los problemas domésticos, el Ángel desaparecía, quedando oculto hasta que ella se recogiese de nuevo. Él, con sus luces, la auxiliaba muchas veces, defendiéndola contra los ataques del demonio, que constantemente la asaltaba. Cuando falleció su marido, Francisca encauzó el futuro del hijo que le quedaba, dejándole toda su herencia, y pidió ser admitida en la congregación de religiosas que ella había fundado. Por obediencia a su confesor, aceptó el cargo de superiora. Y Dios bendijo su sacrificio dándole por compañero un Ángel más, del coro de las Potestades, cuya gloria era mucho más esplendorosa aún que la del Arcángel. Era también mucho mayor su poder contra los demonios, pues con una sola mirada los ahuyentaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario