miércoles, 7 de octubre de 2009

San Sergio y San Baco - 7 de octubre


“Tus mártires Sergio y Baco, Señor, por su lucha, recibieron de Ti las coronas incorruptibles, Oh Dios nuestro. Porque obteniendo Tu Poder, destruyeron a los tiranos y aniquilaron el poderío de los demonios impotentes. Salva, pues, Cristo Dios, por sus intercesiones, a nuestras almas”.


Sus vidas

San Sergio y San Baco fueron importantes militares del emperador Maximiano a principios del siglo IV, Maximiano les tenía en gran estima por la valentía militar desempeñada en sus cargos: Sergio como primicerius (jefe-comandante de la escuela de los gentiles) y Baco como secundarius.
Probablemente debido al alto cargo desempeñado y a la confianza personal con el emperador, se desató una fuerte envidia entre sus subalternos, quienes informaron al Emperador de la fe en Jesucristo de los dos militares.

Maximiano se negó a creerlo y los llamó para preguntárselo personalmente, puesto que el cristianismo era condenado a la tortura y la muerte. Entonces les ordenó a Sergio y a Baco que ofrecieran ofrendas a los ídolos. Ante la declaración de fe cristiana de Sergio y de Baco, el emperador les dio una última oportunidad: si hacían una ofrenda a los ídolos, no sólo serían perdonados sino además serían restituidos en sus cargos otorgándoles más privilegios. Sergio y Baco se negaron respondiéndole que la honra es solo para Dios y a Él únicamente rendirían culto. Maximiano ordenó que los mártires fueran despojados de las insignias de rango militar (sus cinturones, colgantes de oro, y anillos) y, a continuación, fueran disfrazados con ropa femenina. Fueron también exhibidos a través de la ciudad con una cadenas de hierro alrededor de sus cuellos, para que el pueblo se burlara de ellos.

Cuando llegaron nuevamente al palacio, Maximiano les recriminó afablemente su decisión de permanecer firmes en su fe, tratando de disuadirlos. Pero los santos una vez más refutaron las palabras de Emperador y las creencias en los dioses paganos.

El Emperador ordenó entonces que se los lleven al gobernador de la parte oriental de Siria, Antíoco, quien odiaba implacablemente a los cristianos. Antíoco había recibido su posición con ayuda de Sergio y Baco. Cuando los vio les dijo: "Mis padres y benefactores, tengan piedad de vosotros y también de mí. No quiero condenarlos a tratos penosos y a crueles torturas." Los santos mártires respondieron: "Para nosotros la vida es Cristo y el morir es ganancia." Eso enfureció al gobernador y ordenó que golpearan a Baco sin piedad hasta la muerte, y que Sergio corriera 18 millas con calzado de hierro que tenía clavos en su interior, los que atravesaron los pies al santo, fue enviado a otra ciudad donde fue decapitado con la espada (año 303).
Posteriormente fueron construidas iglesias en conmemoración a sus memorias en Constantinopla, Acre y Roma.

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