martes, 27 de octubre de 2009
La devoción mariana de SS Pio XII
Congreso de estudio a los 70 años de la “Summi Pontificatus”
ROMA, martes 27 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- De la mariología de Pío XII, así como de otros temas del pontificado y las enseñanzas magisteriales de este Papa, se habla este martes en un Congreso de estudio con motivo del 70 aniversario de la “Summi Pontificatus”.
El encuentro, promovido por el Comité Papa Pacelli y la revista “Cultura & Libri” tiene lugar en la Basílica de San Lorenzo Extramuros, en Roma.
El profesor Stefano De Fiores pronunciará la ponencia “Pío XII y la mariología” y diversos expertos hablarán de otros temas, como la encíclica “Mediator Dei” sobre liturgia sacra, Pío XII y la segunda guerra mundial, la cuestión de los judíos, la eclesiología y la bioética en este Papa, etcétera.
Los textos completos de los ponentes se publicarán en un número especial de la revista “Cultura & Libri”.
Al finalizar la jornada, se proyectará la película “Pastor Angelicus”, realizada en 1942 por la Produzione Cinematografica Cattolica, de Romolo Marcellini.
Sobre la mariología de Pío XII, el padre Stefano De Fiores, de la Compañía de María (montfortiano), explica que con el pontificado de Pío XII (1939-1958), la Iglesia católica vive la época de oro del movimiento mariano post-tridentino, abocado a la promoción del culto a María y de la doctrina mariológica.
La especial veneración por la Madre de Jesús logra la máxima incidencia en la primera mitad del siglo XX, hasta el punto de que el beato Juan XXIII se refirió a ella como a la era de María.
La devoción de Pío XII a María era ferviente, y su mariología, riquísima. El 13 de diciembre de 1894, a los 18 años de edad, Eugenio Pacelli se inscribió en la Congregación mariana de los jesuitas en Roma.
Cinco años después, el 3 de abril de 1899, escogió para celebrar su primera Misa la Capilla Borghese de Santa María la Mayor.
Consagrado obispo el mismo día en el que la Virgen se aparecía a los tres pastorcillos en Fátima (el 13 de mayo de 1917), le confió a Ella su pontificado.
El profesor De Fiores ha confirmado que, “gratificado por la visión de la danza del sol, Pío XII expiró en Castelgandolfo el 9 de octubre de 1958 con el rosario en la mano”.
La devoción del pontífice también se expresó a través de una serie de hechos oficiales (Roschini enumera 400 documentos) que buscaban promover la presencia de María en la vida y en el pensamiento de la Iglesia.
Los eventos relevantes del magisterio mariano de Pío XII son muy numerosos. Primero de todo, en la famosa encíclica “Mystici Corporis Chirsti” (del 29 de junio de 1943), el Papa precisa el lugar de la Virgen en el Cuerpo místico de Cristo, presentándola como “alma socia Christi”, es decir, Madre asociada al Hijo en toda la obra redentora.
Poco conocida, pero de gran importancia es la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María (el 31 de octubre de 1942), que Pío XII realizó a petición del episcopado portugués en el 25 aniversario de las apariciones de la Virgen en Fátima.
En plena guerra, el Papa invocó a María como “refugio del género humano” y confió a su protección materna al mundo entero.
Pío XII reiteró este acto de confianza en la Madre de Jesús consagrándole a Rusia (en 1952) y a España (en 1954).
Como continuación de esos gestos, Pío XII estableció en la Iglesia universal la fiesta del Corazón Inmaculado de María (el 4 de marzo de 1944).
A Pío XII se le debe la promulgación del primer Año mariano de la historia (en 1954), con motivo del centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción.
Fue solemnemente inaugurado por el Papa el 8 de diciembre de 1953 en Santa María la Mayor y celebrado con fervor religioso por todas las diócesis del mundo.
Es memorable la oración compuesta por él mismo: “Sobrecogido por el fulgor de vuestra celeste belleza...”.
El Año mariano, rico en iniciativas espirituales, culturales, sociales y caritativas, fue clausurado solemnemente por el pontífice en San Pedro el 1 de noviembre de 1954 con la coronación del icono de Maria Salus populi romani [salud del pueblo romano] y con la institución de la fiesta de María Reina.
Esta fiesta estaba justificada teológicamente en la encíclica “Ad caeli Reginam” (del 11 de octubre de 1954), teniendo en cuenta los fundamentos bíblicos y eclesiales que establecían la legitimidad para ello.
Pío XII amó la oración popular del rosario, que describió como el “compendio de todo el Evangelio”, expresión que retomó Pablo VI en la “Marialis cultus” (n. 42), pero también como meditación de los misterios del Señor, sacrificio vespertino, corona de rosas, himno de alabanza, oración de la familia, promesa segura del favor celestial, prenda de la esperada salvación y esperanza para sanar los males que afligen a nuestro tiempo.
El padre De Fiores explica a ZENIT que “Pío XII permanecerá en la historia de la fe católica sobre todo por la definición dogmática de la asunción de María en cuerpo y alma al cielo”.
Siguiendo el ejemplo de Pío IX para el dogma de la Inmaculada Concepción, con la encíclica “Deiparae Virginis” (del 1 de mayo del 1946) consultó a todos los obispos católicos si consideraban oportuna la definición de la Asunción (existían ya 8.036.393 firmas a favor).
Recibida la respuesta afirmativa, el Papa, el 1 de noviembre de 1950, en presencia y en comunión con el colegio cardenalicio, con 700 obispos y con la muchedumbre de las grandes circunstancias, profirió la fórmula definitoria: “Por tanto, después de haber alzado a Dios todavía más instancias de súplica y de haber invocado la luz del Espíritu de Verdad, a gloria de Dios Omnipotente, que ha vertido en María su especial benevolencia, para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para mayor gloria de su augusta Madre y gozo y júbilo de toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los santos apóstoles Pedro y Pablo y Nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma revelado por Dios: que la Inmaculada Madre de Dios siempre Virgen María, acabado el transcurso de la vida terrena, fue asunta a la gloria celeste en alma y cuerpo”.
Fue un evento memorable en la historia de la Iglesia, que el mismo Pío XII interpretó con estas palabras: “Como sacudido por los latidos de vuestros corazones y por la conmoción de vuestros labios, vibran las piedras mismas de esta patriarcal Basílica y junto a ellas parece que gritan con arcanos temblores los innumerables y vetustos templos, alzados por todas partes en honor a la Asunción”.
Para información sobre el congreso: www.comitatopapapacelli.org
[Por Antonio Gaspari, traducción del original italiano por Patricia Navas]
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