lunes, 19 de octubre de 2009

Existencia de Dios - San Anselmo de Canterbury


San Anselmo de Canterbury (Aosta, 1033 - Canterbury, 1109; también conocido como Anselmo de Aosta -por el lugar donde nació- o Anselmo de Bec -por el lugar donde estudió) fue un monje benedictino, y arzobispo de Canterbury durante el periodo 1093-1109. Destacó como teólogo escolástico.

De gran personalidad, fue un gran defensor de la Inmaculada Concepción de María. Fue canonizado en 1494 y proclamado doctor de la Iglesia en 1720.


Argumento de San Anselmo

Sometió todas las verdades agustinianas a un examen racional e intentó demostrar la existencia de Dios. Para esto, en su obra Monologion (1076) expuso diversos argumentos a posteriori que pueden clasificarse en tres grandes grupos: por la participación en el bien supremo, por la participación en el ser soberano y por grados de perfección. Posteriormente, en el capítulo II de Proslogion (1078) formuló otro argumento (esta vez a priori y siguiendo el método escolástico), el cual es conocido como Argumento ontológico y dice aproximadamente lo siguiente:

1. Todo ser humano tiene la idea de un ser superior tal que no existe ningún otro mayor que él que pueda ser pensado (aliquid quo nihil majus cogitari possit).
2. Un cuadro pintado es superior a un cuadro que un pintor concibió y nunca pintó.
3. "Si ese ente tal que nada mayor puede concebirse está en la sola inteligencia, esto mismo que nada mayor puede ser concebido es tal que algo mayor que él puede ser concebido, pero ello es imposible." (textual)
4. Ergo, dicho ser existe.

El supuesto implícito que está funcionando en este argumento es que la existencia es un atributo de perfección. Es decir, cualquier cosa que exista es más perfecta que aquellas cosas que sólo existen en el pensamiento pero no en la realidad. Este supuesto y la definición de Dios del primer punto han sido el aspecto más criticado por filósofos posteriores.


CAPITULO II

Que Dios existe verdaderamente.


Luego, Señor, tú que das el entendimiento a la fe, dame de entender, tanto como consideres bueno, que tú eres como creemos y lo que creemos. Y bien, creemos que tú eres algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna. Ahora, ¿acaso no existe esta naturaleza, porque dijo el necio en su corazón: no hay Dios? (Salmos XIII, 1). Pero por cierto ese mismo necio, cuando oye lo que estoy diciendo, es decir algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna, entiende lo que oye y lo que entiende está en su entendimiento, aún cuando no entienda que ese algo existe. En efecto una cosa es la presencia de algo en el entendimiento, otra cosa es entender que ese algo existe. Así, cuando el pintor piensa con anticipación el objeto que está por hacer, ya lo tiene en su entendimiento, pero no entiende todavía como existente algo que no ha sido hecho aún. En cambio, cuando ya lo ha pintado, primero lo tiene en su entendimiento y, además, entiende como existente la cosa que hizo. Luego el mismo necio ha de convencerse de que existe en el entendimiento algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna, porque oyéndolo lo entiende, y todo lo entendido está en el entendimiento. Y por cierto, aquello mayor que lo cual es imposible pensar nada no puede estar en el entendimiento sólo. En efecto, si estuviera en el entendimiento sólo, podría pensarse que existe además en realidad, lo que seria algo, mayor. Luego si aquello mayor, que lo cual no puede pensarse cosa alguna está en el entendimiento sólo, aquello mismo mayor que lo cual nada puede ser pensado viene a ser algo mayor que lo cual es posible pensar algo: y esto, evidentemente, no puede ser. Luego, a todas luces, existe algo mayor que lo cual no se puede pensar cosa alguna, tanto en el entendimiento como en la realidad.

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