martes, 9 de junio de 2009
La esperanza de la vida nueva en Cristo - San Efrén de Nisibe
"Ahuyenta, Señor, con la luz diurna de tu sabiduría, las tinieblas nocturnas de nuestra mente, para que, iluminados por ti, te sirvamos con espíritu renovado y puro. La salida del sol representa para los mortales el comienzo de su trabajo; adereza, Señor, en nuestras almas una mansión en que pueda continuar aquel día que no conoce el ocaso. Haz que sepamos contemplar en nosotros mismos la vida de la resurrección, y que nada pueda apartar nuestras mentes de tus deleites. Imprime en nosotros, Señor, por nuestra constante adhesión a ti, el sello de aquel día que no depende del movimiento solar.
Cada día te estrechamos en nuestros brazos y te recibimos en nuestro cuerpo por medio de tus sacramentos; haz que seamos dignos de experimentar en nuestra persona la resurrección que esperamos. Por la gracia del bautismo llevamos escondido en nuestro cuerpo el tesoro que tú nos has dado; que este mismo tesoro vaya creciendo en la mesa de tus sacramentos; haz que nos alegremos de tus dones. Tenemos en nosotros, Señor, el memorial tuyo, recibido de tu mesa espiritual; haz que alcance su realidad plena en la renovación futura.
Te pedimos que aquella belleza espiritual que tu voluntad inmortal hace brotar en la misma mortalidad nos haga comprender nuestra propia belleza. Tu crucifixión, oh Salvador nuestro, fue el término de tu vida mortal; haz que nosotros crucifiquemos nuestra mente para obtener la vida espiritual. Que tu resurrección, oh Jesús, haga crecer nuestro hombre espiritual; que la visión de tus signos sacramentales nos ayude a conocerla. Tus disposiciones divinas, oh Salvador nuestro, son figura del mundo espiritual; haz que nos movamos en él como hombres espirituales.
No prives, Señor, a nuestra mente de tu manifestación espiritual, y no apartes de nosotros el calor de tu suavidad. La mortalidad latente en nuestro cuerpo derrama en nosotros la corrupción; que la aspersión de tu amor espiritual borre de nuestros corazones los efectos de la mortalidad. Concédenos, Señor, que caminemos con presteza hacia nuestra patria definitiva y que, como Moisés desde la cumbre del monte, podamos ya desde ahora contemplarla por la fe."
De los Sermones de San Efrén, diácono (Sermo 3, De fine et admonitione 2. 4-5: Opera, edición Lamy 3, 216-222)
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