Gracias a Dios Santísimo por permitirnos estar juntos desde hace tres años y compartir este espacio en comunión con el Padre, el Hijo y El Espíritu Santo en compañía de María Siempre Virgen, Nuestra Madre Celestial y todos los Santos, Angeles y Arcángeles.
sábado, 31 de diciembre de 2011
Evangelio del día 31 de diciembre de 2011
Evangelio según San Juan 1,1-18. Día VII dentro de la Octava de Navidad
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
Comentario:
«A cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre» - San Clemente de Alejandría
Contempla los misterios del amor y verás «el seno del Padre» que sólo «el Hijo único nos lo ha contado» (Jn 1,18). Dios mismo es amor (1Jn 4,8) y por eso mismo se ha dejado ver por nosotros. En su ser indecible, es Padre; en su compasión para con nosotros, es Madre. Es amando que el Padre se nos presenta también femenino.
La prueba más asombrosa es Aquél que él engendra de sí mismo. Y este Hijo, fruto del amor, es amor. Es por causa de ese mismo amor que él mismo descendió. Por causa de este amor ha revestido nuestra humanidad. Por causa de este amor, libremente, sufrió todo lo que libera la condición humana. Así, haciéndose según la medida de nuestra debilidad, a nosotros, a los que amaba, nos ha dado, a cambio, la medida de su fuerza. Hasta el punto de ofrecerse a sí mismo como sacrificio y dándose él mismo como precio de nuestra redención, nos dejó un testamento nuevo: «Os doy mi amor» (cf Jn 13,24; 14,27). ¿Cuál es este amor? ¿Qué valor tiene? Por cada uno de nosotros «ha entregado su vida» (1Jn 3,16), una vida más preciosa que el universo entero.
San Clemente de Alejandría (150-hacia 215), teólogo
Homilía «¿Cuál es el rico que puede ser salvado?», 37
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
Comentario:
«A cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre» - San Clemente de Alejandría
Contempla los misterios del amor y verás «el seno del Padre» que sólo «el Hijo único nos lo ha contado» (Jn 1,18). Dios mismo es amor (1Jn 4,8) y por eso mismo se ha dejado ver por nosotros. En su ser indecible, es Padre; en su compasión para con nosotros, es Madre. Es amando que el Padre se nos presenta también femenino.
La prueba más asombrosa es Aquél que él engendra de sí mismo. Y este Hijo, fruto del amor, es amor. Es por causa de ese mismo amor que él mismo descendió. Por causa de este amor ha revestido nuestra humanidad. Por causa de este amor, libremente, sufrió todo lo que libera la condición humana. Así, haciéndose según la medida de nuestra debilidad, a nosotros, a los que amaba, nos ha dado, a cambio, la medida de su fuerza. Hasta el punto de ofrecerse a sí mismo como sacrificio y dándose él mismo como precio de nuestra redención, nos dejó un testamento nuevo: «Os doy mi amor» (cf Jn 13,24; 14,27). ¿Cuál es este amor? ¿Qué valor tiene? Por cada uno de nosotros «ha entregado su vida» (1Jn 3,16), una vida más preciosa que el universo entero.
San Clemente de Alejandría (150-hacia 215), teólogo
Homilía «¿Cuál es el rico que puede ser salvado?», 37
viernes, 30 de diciembre de 2011
Evangelio del día 30 de diciembre de 2011
Evangelio según San Lucas 2,22-40. La Sagrada Familia: Jesús, María y José - Fiesta
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Comentario:
«Se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret»
Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde, y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida...¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime escuela de Nazaret!; ¡cómo quisiéramos volver a empezar junto a María, nuestra iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad divina!
Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que renovará y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros; enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal que sólo Dios ve. (Mt. 6,6,)
Una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; aprendamos de Nazaret lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía; aprendamos lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social.
Una lección de trabajo, Nazaret la casa «del hijo del carpintero» (Mt.13,55): como quisiéramos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, de manera que fuera a todos patente; recordar aquí, bajo este techo, que el trabajo non puede ser un fin en sí mismo, y que su dignidad y libertad para ejercerlo no provienen tan solo de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encauzan hacia un fin más noble. Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles el gran modelo, al hermano divino, al defensor de todas las causas justas, es decir: a Cristo, nuestro Señor.
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Comentario:
«Se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret»
Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde, y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida...¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime escuela de Nazaret!; ¡cómo quisiéramos volver a empezar junto a María, nuestra iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad divina!
Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que renovará y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros; enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal que sólo Dios ve. (Mt. 6,6,)
Una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; aprendamos de Nazaret lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía; aprendamos lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social.
Una lección de trabajo, Nazaret la casa «del hijo del carpintero» (Mt.13,55): como quisiéramos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, de manera que fuera a todos patente; recordar aquí, bajo este techo, que el trabajo non puede ser un fin en sí mismo, y que su dignidad y libertad para ejercerlo no provienen tan solo de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encauzan hacia un fin más noble. Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles el gran modelo, al hermano divino, al defensor de todas las causas justas, es decir: a Cristo, nuestro Señor.
jueves, 29 de diciembre de 2011
Evangelio del día 29 de diciembre de 2011
Evangelio según San Lucas 2,22-35. Día V de la Octava de Navidad
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Comentario: "Ahora... puedes dejar a tu siervo irse en paz" - San Cipriano
«El Reino de Dios está cerca» (Lc 21,31). El Reino de Dios, muy queridos hermanos, ya desde ahora está cerca. Junto con el fin del mundo se anuncia ya la recompensa de la vida, el gozo de la salvación eterna, la seguridad sin fin y el gozo del paraíso que antiguamente habíamos perdido. Y las realidades del cielo suceden a las realidades humanas, las grandes a las pequeñas, las eternas a las temporales. ¿Hay de qué inquietarse, razones para temer el futuro?...
En efecto, está escrito "el justo vivirá por su fe". Si sois justos, si vivís de la fe, si creéis verdaderamente en Jesucristo, ¿por qué no os alegráis de estar llamados a ir al encuentro de Cristo..., puesto que creéis firmemente en la promesa de Dios y estáis destinados a estar con Cristo? Tomad como ejemplo a Simeón, el justo: ha sido verdaderamente justo y ha cumplido los mandamientos de Dios. Una inspiración divina le había enseñado que no moriría sin antes ver a Cristo, de tal manera que cuando Cristo niño fue al Templo con su madre, Simeón iluminado por el Espíritu Santo, vio claro que había nacido el Salvador, tal como se le había predicho; y en tal situación comprendió que su muerte era inminente.
Gozoso ante esta perspectiva y seguro desde entonces de ser llamado por Dios para estar con Él, tomó al niño en sus brazos y, bendiciendo al Señor, exclamó: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador". Entonces experimentó y dio testimonio de que la paz de Dios es para sus siervos, que éstos gozan de las dulzuras de la quietud y la libertad cuando, alejados de los tormentos mundanos, adquieren el refugio y la seguridad eternas... Es solamente entonces cuando el alma encuentra la verdadera paz, el descanso total, las seguridad duradera y perpetua.
San Cipriano (hacia 200-258), obispo de Cartago y mártir. Sobre la muerte, 2-3
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Comentario: "Ahora... puedes dejar a tu siervo irse en paz" - San Cipriano
«El Reino de Dios está cerca» (Lc 21,31). El Reino de Dios, muy queridos hermanos, ya desde ahora está cerca. Junto con el fin del mundo se anuncia ya la recompensa de la vida, el gozo de la salvación eterna, la seguridad sin fin y el gozo del paraíso que antiguamente habíamos perdido. Y las realidades del cielo suceden a las realidades humanas, las grandes a las pequeñas, las eternas a las temporales. ¿Hay de qué inquietarse, razones para temer el futuro?...
En efecto, está escrito "el justo vivirá por su fe". Si sois justos, si vivís de la fe, si creéis verdaderamente en Jesucristo, ¿por qué no os alegráis de estar llamados a ir al encuentro de Cristo..., puesto que creéis firmemente en la promesa de Dios y estáis destinados a estar con Cristo? Tomad como ejemplo a Simeón, el justo: ha sido verdaderamente justo y ha cumplido los mandamientos de Dios. Una inspiración divina le había enseñado que no moriría sin antes ver a Cristo, de tal manera que cuando Cristo niño fue al Templo con su madre, Simeón iluminado por el Espíritu Santo, vio claro que había nacido el Salvador, tal como se le había predicho; y en tal situación comprendió que su muerte era inminente.
Gozoso ante esta perspectiva y seguro desde entonces de ser llamado por Dios para estar con Él, tomó al niño en sus brazos y, bendiciendo al Señor, exclamó: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador". Entonces experimentó y dio testimonio de que la paz de Dios es para sus siervos, que éstos gozan de las dulzuras de la quietud y la libertad cuando, alejados de los tormentos mundanos, adquieren el refugio y la seguridad eternas... Es solamente entonces cuando el alma encuentra la verdadera paz, el descanso total, las seguridad duradera y perpetua.
San Cipriano (hacia 200-258), obispo de Cartago y mártir. Sobre la muerte, 2-3
miércoles, 28 de diciembre de 2011
SS Benedicto XVI: “La familia es la primera escuela de oración”
El papa Benedicto XVI dijo que “la familia es la primera escuela de oración” porque en ella “los niños desde la más tierna edad puedan aprender a percibir el sentido de Dios, gracias a las enseñanzas y al ejemplo de los padres”.
El papa pronunció su catequesis en la tradicional audiencia de los miércoles, la última de 2011 que reunió a unos 7.000 fieles y peregrinos en la Sala Nervi del Vaticano.
El Obispo de Roma recordó en sus catequesis algunos episodios de la vida de los Evangelios sobre la vida de Jesús como el de su presentación en el templo o el de Jesús con 12 años entre los doctores del templo de Jerusalén para subrayar cómo “el misterio cristológico, el misterio de la existencia cristiana está íntimamente fundado sobre la oración”.
El papa Ratzinger aseguró que la “Familia de Nazaret” fue “el primer modelo de la Iglesia en la cual, alrededor de la presencia de Jesús y gracias a su mediación, se viven todas las relaciones filiales con Dios, que transforma también las relaciones interpersonales”.
Para Benedicto XVI, la “Santa Familia es icono de la Iglesia doméstica llamada a rezar unida” porque aquella casa es una escuela de oración, donde se aprende a escuchar y a descubrir el significado profundo de la manifestación del Hijo de Dios, siguiendo el ejemplo de Jesús.
“Una educación auténticamente cristiana -dijo- no puede prescindir de la experiencia de la oración y si no se aprende a rezar en familia, será después difícil colmar este vacío”.
El Papa exhortó a los cristianos a “redescubrir la belleza de rezar unidos”, como una familia, en la escuela de la Santa Familia de Nazaret.
Después, Benedicto XVI saludó en varias lenguas y al hacerlo en castellano se dirigió, en particular, a los fieles procedentes de la diócesis de Girona (España), acompañados por su obispo, Monseñor
Francesc Pardo, así como a los demás grupos venidos de España, México y otros países latinoamericanos.
“Invito a todos -aseguró el papa en castellano- a descubrir la belleza de rezar en el seno del hogar, asiduamente y en espíritu de comunión, siguiendo así el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret”.
El papa pronunció su catequesis en la tradicional audiencia de los miércoles, la última de 2011 que reunió a unos 7.000 fieles y peregrinos en la Sala Nervi del Vaticano.
El Obispo de Roma recordó en sus catequesis algunos episodios de la vida de los Evangelios sobre la vida de Jesús como el de su presentación en el templo o el de Jesús con 12 años entre los doctores del templo de Jerusalén para subrayar cómo “el misterio cristológico, el misterio de la existencia cristiana está íntimamente fundado sobre la oración”.
El papa Ratzinger aseguró que la “Familia de Nazaret” fue “el primer modelo de la Iglesia en la cual, alrededor de la presencia de Jesús y gracias a su mediación, se viven todas las relaciones filiales con Dios, que transforma también las relaciones interpersonales”.
Para Benedicto XVI, la “Santa Familia es icono de la Iglesia doméstica llamada a rezar unida” porque aquella casa es una escuela de oración, donde se aprende a escuchar y a descubrir el significado profundo de la manifestación del Hijo de Dios, siguiendo el ejemplo de Jesús.
“Una educación auténticamente cristiana -dijo- no puede prescindir de la experiencia de la oración y si no se aprende a rezar en familia, será después difícil colmar este vacío”.
El Papa exhortó a los cristianos a “redescubrir la belleza de rezar unidos”, como una familia, en la escuela de la Santa Familia de Nazaret.
Después, Benedicto XVI saludó en varias lenguas y al hacerlo en castellano se dirigió, en particular, a los fieles procedentes de la diócesis de Girona (España), acompañados por su obispo, Monseñor
Francesc Pardo, así como a los demás grupos venidos de España, México y otros países latinoamericanos.
“Invito a todos -aseguró el papa en castellano- a descubrir la belleza de rezar en el seno del hogar, asiduamente y en espíritu de comunión, siguiendo así el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret”.
Evangelio del día 28 de diciembre de 2011
Evangelio según San Mateo 2,13-18. Los Santos Inocentes, mártires - Fiesta
Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.
Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado.
Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías:
En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen.
Comentario:
«Los mártires Inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor, no de palabra, sino con su muerte» (Oración del día)- San Pedro Crisólogo
¿Hasta dónde pueden llegar los celos?... El crimen de hoy nos lo demuestra: el miedo de un rival para su reino terrenal llena de angustia a Herodes; monta un complot para suprimir «al Rey que acaba de nacer» (Mt 2,2), el Rey eterno; lucha contra su Creador y hace matar a unos inocentes... ¿Qué mal habían cometido esos niños? Sus mantillas eran mudas, su ojos no habían visto nada, sus oídos nada habían escuchado, nada habían hecho sus manos. Sufrieron la muerte cuando todavía no habían conocido la vida... Cristo lee el porvenir y conoce los secretos de los corazones, juzga los pensamientos y escudriña las intenciones (Sl 138): ¿por qué les ha abandonado?... El Rey del cielo que acaba de nacer ¿por qué ha ignorado a sus compañeros tan inocentes como él, olvidado a los centinelas apostados alrededor de su cuna hasta el punto que el enemigo que ha querido herir al Rey ha devastado a todo su ejército?
Hermanos míos, Cristo no ha abandonado a sus soldados sino que les ha colmado de honor haciéndoles triunfar antes de vivir y llevarse la victoria sin haber luchado... Ha querido que posean el cielo y lo prefieran a la tierra..., les ha enviado delante de él como a sus heraldos. No les ha abandonado: ha salvado a los que eran su vanguardia, no se ha olvidado de ellos...
Bienaventurados los que han cambiado el trabajo por el descanso, los dolores por el bienestar, los sufrimientos por el gozo. Están vivos, están vivos, verdaderamente viven estos que han sufrido la muerte por Cristo... Dichosas las lágrimas que por estos niños derramaron sus madres: les han valido la gracia del bautismo... Que aquél que se dignado acostar en un establo nuestro quiera conducirnos también a nosotros a los pastos del cielo.
San Pedro Crisólogo (hacia 406-450), obispo de Rávena, doctor de la Iglesia. Sermón 152; PL 52, 604
Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.
Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado.
Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías:
En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen.
Comentario:
«Los mártires Inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor, no de palabra, sino con su muerte» (Oración del día)- San Pedro Crisólogo
¿Hasta dónde pueden llegar los celos?... El crimen de hoy nos lo demuestra: el miedo de un rival para su reino terrenal llena de angustia a Herodes; monta un complot para suprimir «al Rey que acaba de nacer» (Mt 2,2), el Rey eterno; lucha contra su Creador y hace matar a unos inocentes... ¿Qué mal habían cometido esos niños? Sus mantillas eran mudas, su ojos no habían visto nada, sus oídos nada habían escuchado, nada habían hecho sus manos. Sufrieron la muerte cuando todavía no habían conocido la vida... Cristo lee el porvenir y conoce los secretos de los corazones, juzga los pensamientos y escudriña las intenciones (Sl 138): ¿por qué les ha abandonado?... El Rey del cielo que acaba de nacer ¿por qué ha ignorado a sus compañeros tan inocentes como él, olvidado a los centinelas apostados alrededor de su cuna hasta el punto que el enemigo que ha querido herir al Rey ha devastado a todo su ejército?
Hermanos míos, Cristo no ha abandonado a sus soldados sino que les ha colmado de honor haciéndoles triunfar antes de vivir y llevarse la victoria sin haber luchado... Ha querido que posean el cielo y lo prefieran a la tierra..., les ha enviado delante de él como a sus heraldos. No les ha abandonado: ha salvado a los que eran su vanguardia, no se ha olvidado de ellos...
Bienaventurados los que han cambiado el trabajo por el descanso, los dolores por el bienestar, los sufrimientos por el gozo. Están vivos, están vivos, verdaderamente viven estos que han sufrido la muerte por Cristo... Dichosas las lágrimas que por estos niños derramaron sus madres: les han valido la gracia del bautismo... Que aquél que se dignado acostar en un establo nuestro quiera conducirnos también a nosotros a los pastos del cielo.
San Pedro Crisólogo (hacia 406-450), obispo de Rávena, doctor de la Iglesia. Sermón 152; PL 52, 604
Sierva de Dios Leonor de Santa María Ocampo - 28 de diciembre
Sor Leonor nació el 15 de Agosto de 1841, en una cueva del cerro Famatina, perteneciente a Sañogasta, un pueblo de la Provincia de la Rioja, en época de grandes luchas por la organización nacional.
El año 1843 fue un año de grandes convulsiones. Llega a Chilecito el Gral. Benavídez con un poderoso ejército, parte del cual se aloja en Sañogasta. Este batallón comete desmanes, atropellos, saqueos y secuestros de criaturas. Leonor también es secuestrada y solo las súplicas y muchas lágrimas de su mamá ante el general Benavídez, logran sacar a la niña de estas garras perversas.
Leonor cuenta: “La despensa de mi madre era rica y estaba siempre abierta a todos los pobres. Yo era la que distribuía todas las limosnas que se daban. Mi madre era toda caridad y nada se reservaba. Yo andaba por las casas de los pobres. Cuando no veía nada, ni fuego en sus cocinas, era porque no tenían que cocinar, me volvía calladita a casa y se lo contaba a mi madre y ella me despachaba con buenas provisiones, para que se las llevase. Dios premió esta caridad de mi madre, dándole a ella una preciosísima muerte y a su hija, la vocación religiosa”.
Estando en la ciudad de La Rioja, Leonor asiste con mucho fervor a una misión popular. A su término se dirige a la Virgen para agradecerle el bien que había recibido su alma y le consagra toda su persona y sus obras. Al hacerlo, goza de un arrebato especial.
El 2 de Julio de 1613, se funda en Córdoba el monasterio de Santa Catalina de Siena, donde Leonor, venida desde La Rioja, entra como postulante.
Inefables fueron las gracias místicas que el Señor regala a su sierva fiel. Así las describe la propia Leonor: “Puedo decir con toda verdad que el amor divino me enfermaba, y ésta era una enfermedad muy dulce y sobremanera deleitosa”.
En muchas otras visiones, sor Leonor habla de su intimidad con el Señor, por ejemplo: “En una ocasión, se me apareció nuestro Señor vestido con hábito dominicano. Yo me arrodillé delante de Él y Él me hablaba íntimamente.
Además de entenderlo, yo me iba encendiendo tanto en el divino amor, que Él me llamó. Yo me acerqué a Él y Él con su brazo derecho me estrechó contra su costado. El regalo de mi alma fue tan grande, que sobrepasaba a todos los anteriores. Permanecí mucho tiempo abrazada a Él y, con el alma llena de luz divina, comprendí, conocí y admiré el poder infinito de Dios, su grandeza y su amor sin límites por sus criaturas”.
Entre los varios servicios que sor Leonor brindó a la comunidad, uno de entre los más importantes y delicados fue el de enfermera. Parece que ella supo mezclar muy bien la vida contemplativa con la vida activa de buena samaritana.
Una de las visiones más impactantes de sor Leonor, es la que ella misma cuenta: “En una oportunidad, vi un alma en sueños, un alma bellísima, como quien se mira en un gran espejo. Esta alma estaba dotada de todas las gracias que Dios puede hacer a una criatura; pero sobre todas las virtudes que la adornaban, una virtud sobresalí y la ponía muy resplandeciente: La humildad. Al ver esta alma tan linda, dije llena de envidia: ¡Dichosa criatura que así te ha adornado tu creador! Tiempo después el Señor me hizo conocer que esa alma era mía y me dijo así: “Es verdad hija que tienes muchos defectos, pero tienes una virtud que excede a las demás, y es la humildad. Ella borra todos tus defectos y adorna tu alma, de suerte que no te queda defecto alguno”.
El Señor se lleva al cielo a sor Leonor de Santa María Ocampo, el 28 de diciembre de 1900, día de los Santos inocentes.
martes, 27 de diciembre de 2011
¿Podemos demostrar históricamente la Resurección de Cristo o simplemente debemos creerla por fe?
La Resurrección de Cristo es un hecho de fe y también un acontecimiento histórico comprobable, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC #647). La Resurrección de Cristo “fue un acontecimiento histórico desmostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los Apóstoles con Cristo resucitado”. Sin embargo, la Resurrección también es “centro que trasciende y sobrepasa a la historia”.
La Resurrección de Cristo es un hecho demasiado importante como para quedar referido sólo como un acontecimiento histórico. En la Resurrección de Cristo está el centro de nuestra fe, porque “si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe” (1 Co. 15, 14), nos advierte San Pablo.
La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más difíciles de comprender por el ser humano, encuentran su comprobación porque Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad como Dios. (cf. CIC #651)
Pero además, la Resurrección de Cristo, es comprobable históricamente. Los discípulos han atestiguado que verdaderamente se encontraron y estuvieron con Cristo resucitado. El sepulcro vacío y los lienzos en el suelo (cf. Jn. 20, 6) significan por sí mismas que el cuerpo de Cristo ha escapado de la muerte y de la corrupción del cuerpo, consecuencia de la muerte. (cf. CIC #657)
El primer elemento que se encuentra sobre la Resurrección de Cristo es el sepulcro vacío, lo cual no es realmente una prueba directa.
De hecho la ausencia del cuerpo podría explicarse de otro modo. María Magdalena creyó que “se habían llevado a su Señor” (Jn. 20, 13). Las autoridades, al ser informados por los soldados de lo sucedido los sobornaron para que dijeran que “mientras dormían, vinieron de noche los discípulos y robaron el cuerpo de Jesús” (Mt. 28, 11-15).
Sin embargo, el hecho es que las mujeres, luego Pedro y Juan, encontraron el sepulcro vacío y los lienzos en el suelo.
Y estos lienzos son ¡nada menos! que la Sábana Santa que cubrió el cuerpo de Jesús y el Sudario que cubrió su cara en el traslado de la cruz al sepulcro. Y San Juan nos dice en su Evangelio que él “vio y creyó” (Jn. 20, 8). Esto supone que, al constatar el sepulcro vacío, supo que eso no podía ser obra humana y creyó lo que Jesús les había anunciado. Además, intuyó que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn. 11, 44).
Las apariciones de Jesús Resucitado a tantos, comenzaron por las mujeres que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc. 16, 1; Lc. 24, 1) y que, por instrucciones del Resucitado fueron las mensajeras de la noticia a los Apóstoles (cf. Lc. 24, 9-10). Esta noticia fue confirmada por la aparición de Cristo, primero a Pedro, después a los demás Apóstoles. Y es por el testimonio de Pedro que la comunidad de seguidores de Cristo exclama: “¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón” (Lc. 24, 34).
Ante éstos y muchos otros testimonios de apariciones del Resucitado, es imposible no reconocer la Resurrección de Cristo como un hecho histórico.
Pero, además, sabemos por los hechos narrados que la fe de los discípulos fue sometida a la durísima prueba de la pasión y de la muerte en cruz de Jesús. Fue tal la impresión de esa muerte tan vergonzosa que -por lo menos algunos de ellos- no creyeron tan pronto en la noticia de la Resurrección.
Tengamos en cuenta que los Evangelios no nos muestran a un grupo de cristianos entusiasmados porque Cristo iba a resucitar o siquiera porque había resucitado. Muy por el contrario, nos presentan a unos discípulos abatidos, confundidos y asustados. Por eso no le creyeron a las mujeres y “las palabras de ellas les parecieron puros cuentos” (Lc. 24, 11).
Tan imposible les parece el más grande milagro de Cristo, su propia Resurrección, que incluso al verlo resucitado, todavía dudan (cf. Lc. 24, 38), creen ver un espíritu (Lc. 24, 39). Tomás ni siquiera acepta el testimonio de los otros diez (cf. Jn. 20, 24-27).
El escepticismo era tal, que en su última aparición en Galilea, en su despedida, algunos seguían dudando, según nos dice el mismo Mateo, uno de los doce. (cf. Mt. 28, 27)
Por lo tanto, la hipótesis según la cual la Resurrección de Cristo habría sido producto de la fe o de la credulidad de los Apóstoles no tiene asidero.
Toda esta argumentación es basada en el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC # 639 a #647 y #656 y 657).
La Resurrección de Cristo es un hecho demasiado importante como para quedar referido sólo como un acontecimiento histórico. En la Resurrección de Cristo está el centro de nuestra fe, porque “si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe” (1 Co. 15, 14), nos advierte San Pablo.
La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más difíciles de comprender por el ser humano, encuentran su comprobación porque Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad como Dios. (cf. CIC #651)
Pero además, la Resurrección de Cristo, es comprobable históricamente. Los discípulos han atestiguado que verdaderamente se encontraron y estuvieron con Cristo resucitado. El sepulcro vacío y los lienzos en el suelo (cf. Jn. 20, 6) significan por sí mismas que el cuerpo de Cristo ha escapado de la muerte y de la corrupción del cuerpo, consecuencia de la muerte. (cf. CIC #657)
El primer elemento que se encuentra sobre la Resurrección de Cristo es el sepulcro vacío, lo cual no es realmente una prueba directa.
De hecho la ausencia del cuerpo podría explicarse de otro modo. María Magdalena creyó que “se habían llevado a su Señor” (Jn. 20, 13). Las autoridades, al ser informados por los soldados de lo sucedido los sobornaron para que dijeran que “mientras dormían, vinieron de noche los discípulos y robaron el cuerpo de Jesús” (Mt. 28, 11-15).
Sin embargo, el hecho es que las mujeres, luego Pedro y Juan, encontraron el sepulcro vacío y los lienzos en el suelo.
Y estos lienzos son ¡nada menos! que la Sábana Santa que cubrió el cuerpo de Jesús y el Sudario que cubrió su cara en el traslado de la cruz al sepulcro. Y San Juan nos dice en su Evangelio que él “vio y creyó” (Jn. 20, 8). Esto supone que, al constatar el sepulcro vacío, supo que eso no podía ser obra humana y creyó lo que Jesús les había anunciado. Además, intuyó que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn. 11, 44).
Las apariciones de Jesús Resucitado a tantos, comenzaron por las mujeres que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc. 16, 1; Lc. 24, 1) y que, por instrucciones del Resucitado fueron las mensajeras de la noticia a los Apóstoles (cf. Lc. 24, 9-10). Esta noticia fue confirmada por la aparición de Cristo, primero a Pedro, después a los demás Apóstoles. Y es por el testimonio de Pedro que la comunidad de seguidores de Cristo exclama: “¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón” (Lc. 24, 34).
Ante éstos y muchos otros testimonios de apariciones del Resucitado, es imposible no reconocer la Resurrección de Cristo como un hecho histórico.
Pero, además, sabemos por los hechos narrados que la fe de los discípulos fue sometida a la durísima prueba de la pasión y de la muerte en cruz de Jesús. Fue tal la impresión de esa muerte tan vergonzosa que -por lo menos algunos de ellos- no creyeron tan pronto en la noticia de la Resurrección.
Tengamos en cuenta que los Evangelios no nos muestran a un grupo de cristianos entusiasmados porque Cristo iba a resucitar o siquiera porque había resucitado. Muy por el contrario, nos presentan a unos discípulos abatidos, confundidos y asustados. Por eso no le creyeron a las mujeres y “las palabras de ellas les parecieron puros cuentos” (Lc. 24, 11).
Tan imposible les parece el más grande milagro de Cristo, su propia Resurrección, que incluso al verlo resucitado, todavía dudan (cf. Lc. 24, 38), creen ver un espíritu (Lc. 24, 39). Tomás ni siquiera acepta el testimonio de los otros diez (cf. Jn. 20, 24-27).
El escepticismo era tal, que en su última aparición en Galilea, en su despedida, algunos seguían dudando, según nos dice el mismo Mateo, uno de los doce. (cf. Mt. 28, 27)
Por lo tanto, la hipótesis según la cual la Resurrección de Cristo habría sido producto de la fe o de la credulidad de los Apóstoles no tiene asidero.
Toda esta argumentación es basada en el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC # 639 a #647 y #656 y 657).
Evangelio del día 27 de diciembre de 2011
Evangelio según San Juan 20,2-8. San Juan, apóstol y evangelista - Fiesta
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Comentario:
«El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria..., lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14)- Orígenes
Pienso que los cuatro evangelios son los elementos esenciales de la fe de la Iglesia, y pienso que las primicias de los evangelios se encuentran... en el evangelio de Juan que, para hablar de aquello donde otros hicieron la genealogía, comienza por el que no la tiene. En efecto, Mateo, escribiendo para los judíos que esperan al hijo de Abraham y de David, dice: " Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham " (1,1); y Marcos, sabiendo bien lo que escribe, pone: " Principio del Evangelio " (1,1). El fin del Evangelio la encontramos en Juan: este es " el Verbo que estaba al principio ", la Palabra de Dios (1,1).
Pero Lucas, también reserva para el que reposó en el pecho de Jesús (Jn 13,25) los discursos más grandes y más perfectos sobre Jesús. Ninguno de ellos mostró su divinidad de manera tan absoluto como Juan, que le hace decir: "Yo soy la luz del mundo ", "Yo soy el camino, la verdad y la vida ", "Yo soy la resurrección ", " Yo soy la puerta", "Yo soy el buen pastor " (8,12; 14,6; 11,25; 10,9.11) y, en el Apocalipsis, " Yo soy el alfa y el omega, el principio y el fin, el primero y el último " (22,13).
Hay que atreverse a decir que, de todas las Escrituras, los Evangelios son las primicias y que, entre los evangelios, las primicias son las de Juan, y nadie lo puede entender si no estuvo recostado en el pecho de Jesús y si no recibió de Jesús a María, como madre (Jn 19,27)... Cuando Jesús le dice a su madre: " he aquí a tu hijo " y no: " he aquí, que este hombre es también tu hijo ", es como si le dijera: " he aquí, a tu hijo a quien diste a luz". En efecto, quien llega a la perfección "no vive en él, sino que es Cristo quien vive en él " (Ga 2,20)... ¿Todavía es necesario decir, qué inteligencia nos hace falta tener, para interpretar dignamente la palabra depositada en las vasijas de arcilla (2 Co 4,7 )de un lenguaje ordinario? ¿En esta carta que puede ser leída por cualquiera, esta palabra se vuelve audible para los que prestan sus oídos? Porque, para interpretar con exactitud el evangelio de Juan, hay que poder decir en toda verdad: " Nosotros, tenemos el pensamiento del Cristo, para conocer las gracias que Dios nos ha concedido " (1 Co 2,16.12).
Orígenes (v. 185-253), sacerdote y teólogo. Comentario sobre el evangelio de san Juan, I, 21-25; SC 120
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Comentario:
«El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria..., lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14)- Orígenes
Pienso que los cuatro evangelios son los elementos esenciales de la fe de la Iglesia, y pienso que las primicias de los evangelios se encuentran... en el evangelio de Juan que, para hablar de aquello donde otros hicieron la genealogía, comienza por el que no la tiene. En efecto, Mateo, escribiendo para los judíos que esperan al hijo de Abraham y de David, dice: " Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham " (1,1); y Marcos, sabiendo bien lo que escribe, pone: " Principio del Evangelio " (1,1). El fin del Evangelio la encontramos en Juan: este es " el Verbo que estaba al principio ", la Palabra de Dios (1,1).
Pero Lucas, también reserva para el que reposó en el pecho de Jesús (Jn 13,25) los discursos más grandes y más perfectos sobre Jesús. Ninguno de ellos mostró su divinidad de manera tan absoluto como Juan, que le hace decir: "Yo soy la luz del mundo ", "Yo soy el camino, la verdad y la vida ", "Yo soy la resurrección ", " Yo soy la puerta", "Yo soy el buen pastor " (8,12; 14,6; 11,25; 10,9.11) y, en el Apocalipsis, " Yo soy el alfa y el omega, el principio y el fin, el primero y el último " (22,13).
Hay que atreverse a decir que, de todas las Escrituras, los Evangelios son las primicias y que, entre los evangelios, las primicias son las de Juan, y nadie lo puede entender si no estuvo recostado en el pecho de Jesús y si no recibió de Jesús a María, como madre (Jn 19,27)... Cuando Jesús le dice a su madre: " he aquí a tu hijo " y no: " he aquí, que este hombre es también tu hijo ", es como si le dijera: " he aquí, a tu hijo a quien diste a luz". En efecto, quien llega a la perfección "no vive en él, sino que es Cristo quien vive en él " (Ga 2,20)... ¿Todavía es necesario decir, qué inteligencia nos hace falta tener, para interpretar dignamente la palabra depositada en las vasijas de arcilla (2 Co 4,7 )de un lenguaje ordinario? ¿En esta carta que puede ser leída por cualquiera, esta palabra se vuelve audible para los que prestan sus oídos? Porque, para interpretar con exactitud el evangelio de Juan, hay que poder decir en toda verdad: " Nosotros, tenemos el pensamiento del Cristo, para conocer las gracias que Dios nos ha concedido " (1 Co 2,16.12).
Orígenes (v. 185-253), sacerdote y teólogo. Comentario sobre el evangelio de san Juan, I, 21-25; SC 120
lunes, 26 de diciembre de 2011
Evangelio del día 26 de diciembre de 2011
Evangelio según San Mateo 10,17-22. San Esteban, protomártir - Fiesta
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,
porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Comentario: «Señor, no les tengas en cuenta su pecado» - San Juan Crisóstomo
Imitemos al Señor y roguemos por los enemigos... Imita al Señor: ¡fue crucificado y rogó al Padre por los que lo crucificaban! Preguntarás ¿cómo puedo yo imitar al Señor? ¡Si quieres, puedes! Porque si no lo pudieras imitar ¿para qué habría dicho El, «aprended de mí que soy manso y humilde de corazón?" Si no lo pudieras imitar no habría dicho Pablo: ¡Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo!
Por lo demás, si no puedes imitar al Señor, imita a tu consiervo; es decir, al apóstol Esteban. Porque él imitó al Señor. Y, a la manera de Cristo, puesto en medio de los que lo crucificaban, rogaba al Padre por los que lo crucificaban; así el siervo, puesto entre los que lo apedreaban, cuando todos lo acometían, mientras recibía las heridas de las piedras, olvidado del dolor que de eso le provenía, exclamaba: ¡Señor! ¡no les tengas en cuenta este pecado! ¿Observas cómo ora el Señor? ¿observas cómo ora el siervo? Aquél dice: ¡Padre! ¡Perdónales este pecado, porque no saben lo que hacen! Este dice: ¡No les imputes este pecado! Y para que conozcas cómo éste suplica empeñosamente, no ora simplemente cuando es lapidado, y de pie, sino puestas las rodillas en tierra y hablando con dolor y con grande conmiseración.
Cristo dijo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». En otro lugar dice: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Pablo dijo: «Ofrezco este sacrificio por mis hermanos, más cercanos según la carne» (cf Rm 9,3). Moisés dijo: «Si quieres puedes perdonar sus pecados, sino bórrame del Libro de la vida que has escrito» (Ex 32,32). David dijo: «Que tu mano caiga sobre mi y mi familia» (2S 24,17)... ¿Qué perdón pensamos poder obtener, si hacemos lo contrario de lo que se nos ha pedido hacer contra nuestros enemigos, cuando el mismo Señor y los servidores del Antiguo y Nuevo Testamento nos han exhortado a pedir en su favor?
San Juan Crisóstomo (v. 345-407), sacerdote en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia. Homilía para el Viernes santo «La Cruz y el ladrón»
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,
porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Comentario: «Señor, no les tengas en cuenta su pecado» - San Juan Crisóstomo
Imitemos al Señor y roguemos por los enemigos... Imita al Señor: ¡fue crucificado y rogó al Padre por los que lo crucificaban! Preguntarás ¿cómo puedo yo imitar al Señor? ¡Si quieres, puedes! Porque si no lo pudieras imitar ¿para qué habría dicho El, «aprended de mí que soy manso y humilde de corazón?" Si no lo pudieras imitar no habría dicho Pablo: ¡Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo!
Por lo demás, si no puedes imitar al Señor, imita a tu consiervo; es decir, al apóstol Esteban. Porque él imitó al Señor. Y, a la manera de Cristo, puesto en medio de los que lo crucificaban, rogaba al Padre por los que lo crucificaban; así el siervo, puesto entre los que lo apedreaban, cuando todos lo acometían, mientras recibía las heridas de las piedras, olvidado del dolor que de eso le provenía, exclamaba: ¡Señor! ¡no les tengas en cuenta este pecado! ¿Observas cómo ora el Señor? ¿observas cómo ora el siervo? Aquél dice: ¡Padre! ¡Perdónales este pecado, porque no saben lo que hacen! Este dice: ¡No les imputes este pecado! Y para que conozcas cómo éste suplica empeñosamente, no ora simplemente cuando es lapidado, y de pie, sino puestas las rodillas en tierra y hablando con dolor y con grande conmiseración.
Cristo dijo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». En otro lugar dice: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Pablo dijo: «Ofrezco este sacrificio por mis hermanos, más cercanos según la carne» (cf Rm 9,3). Moisés dijo: «Si quieres puedes perdonar sus pecados, sino bórrame del Libro de la vida que has escrito» (Ex 32,32). David dijo: «Que tu mano caiga sobre mi y mi familia» (2S 24,17)... ¿Qué perdón pensamos poder obtener, si hacemos lo contrario de lo que se nos ha pedido hacer contra nuestros enemigos, cuando el mismo Señor y los servidores del Antiguo y Nuevo Testamento nos han exhortado a pedir en su favor?
San Juan Crisóstomo (v. 345-407), sacerdote en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia. Homilía para el Viernes santo «La Cruz y el ladrón»
domingo, 25 de diciembre de 2011
SS Benedicto XVI pide que se oiga la “voz de los que no tienen voz” en Navidad
CIUDAD DEL VATICANO.- El papa Benedicto XVI lanzó un vibrante llamado para que se escuche la “voz de los que no tienen voz” en su mensaje de Navidad “urbi et orbi” en el Vaticano este domingo, un día marcado por atentados mortales contra iglesias cristianas en Nigeria.
El Papa pidió además el fin de la violencia en Siria, “donde ya se ha derramado tanta sangre” y lanzó un nuevo llamado a la “solidaridad” con los pueblos del Cuerno de África.
Benedicto XVI
El pontífice no se refirió a Nigeria, pero, poco después de terminar su mensaje, el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, estimó que el más mortífero de estos atentados — que dejó 27 muertos– , reivindicado por los islamistas de Boko Haram, “precisamente el día de Navidad (…) busca suscitar y alimentar más aún el odio y la confusión”.
El Vaticano afirma estar muy preocupado por posibles actos de violencia de islamistas contra cristianos que viven en países del mundo donde son minoritarios, como Egipto o Irak. También afirma que la minoría cristiana de Siria teme por su futuro.
Algunos católicos de estos países indicaron haber evitado celebrar Navidad en iglesias por la noche, ya que temían posibles atentados, recalca la Santa Sede.
Durante el mensaje del Papa, decenas de miles de personas de numerosos países lo aclamaron, al grito de “¡Viva el Papa!” o “¡Benedetto!” (Benedicto en italiano). El pontífice, de 84 años de edad, pronunció su mensaje sentado en un balcón que da a la plaza San Pedro del Vaticano.
“Dirijámonos en esta Navidad 2011 al Niño de Belén, al Hijo de la Virgen María, y digamos: ‘Ven a salvarnos’. Lo reiteramos, unidos espiritualmente con tantas personas que viven situaciones difíciles, y haciéndonos voz de los que no tienen voz”, aseguró.
“Invoquemos juntos el auxilio divino para los pueblos del Cuerno de África, que sufren a causa del hambre y la carestía, a veces agravada por un persistente estado de inseguridad. Que la comunidad internacional no haga faltar su ayuda a los muchos prófugos de esta región, duramente probados en su dignidad”, afirmó.
El pontífice también imploró a Dios “que dé un renovado vigor a la construcción del bien común en todos los sectores de la sociedad en los países del norte de África y Oriente Medio”.
“Que el nacimiento del Redentor asegure estabilidad política en los países de la región africana de los Grandes Lagos y fortalezca el compromiso de los habitantes de Sudán del Sur para proteger los derechos de todos los ciudadanos”, afirmó el Papa.
El pontífice instó a “todos los sectores de la sociedad en los países” árabes, sacudidos por cambios sociales y políticos, a participar en la “construcción del bien común”.
Que “él, que es el Príncipe de la Paz, conceda la paz y la estabilidad a la Tierra en la que ha decidido entrar en el mundo, alentando a la reanudación del diálogo entre israelíes y palestinos. Que haga cesar la violencia en Siria, donde ya se ha derramado tanta sangre. Que favorezca la plena reconciliación y la estabilidad en Irak y Afganistán”, dijo Benedicto XVI.
El Papa no habló de América Latina, región del mundo que cuenta con el mayor número de católicos. Sí se refirió a Asia. “Que el nacimiento del Salvador afiance las perspectivas de diálogo y la colaboración” en Birmania, dijo.
“Que el Señor conceda consuelo a la población del sureste asiático, especialmente de Tailandia y Filipinas, que se encuentran aún en grave situación de dificultad a causa de las recientes inundaciones”, agregó.
El Papa pidió además el fin de la violencia en Siria, “donde ya se ha derramado tanta sangre” y lanzó un nuevo llamado a la “solidaridad” con los pueblos del Cuerno de África.
Benedicto XVI
El pontífice no se refirió a Nigeria, pero, poco después de terminar su mensaje, el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, estimó que el más mortífero de estos atentados — que dejó 27 muertos– , reivindicado por los islamistas de Boko Haram, “precisamente el día de Navidad (…) busca suscitar y alimentar más aún el odio y la confusión”.
El Vaticano afirma estar muy preocupado por posibles actos de violencia de islamistas contra cristianos que viven en países del mundo donde son minoritarios, como Egipto o Irak. También afirma que la minoría cristiana de Siria teme por su futuro.
Algunos católicos de estos países indicaron haber evitado celebrar Navidad en iglesias por la noche, ya que temían posibles atentados, recalca la Santa Sede.
Durante el mensaje del Papa, decenas de miles de personas de numerosos países lo aclamaron, al grito de “¡Viva el Papa!” o “¡Benedetto!” (Benedicto en italiano). El pontífice, de 84 años de edad, pronunció su mensaje sentado en un balcón que da a la plaza San Pedro del Vaticano.
“Dirijámonos en esta Navidad 2011 al Niño de Belén, al Hijo de la Virgen María, y digamos: ‘Ven a salvarnos’. Lo reiteramos, unidos espiritualmente con tantas personas que viven situaciones difíciles, y haciéndonos voz de los que no tienen voz”, aseguró.
“Invoquemos juntos el auxilio divino para los pueblos del Cuerno de África, que sufren a causa del hambre y la carestía, a veces agravada por un persistente estado de inseguridad. Que la comunidad internacional no haga faltar su ayuda a los muchos prófugos de esta región, duramente probados en su dignidad”, afirmó.
El pontífice también imploró a Dios “que dé un renovado vigor a la construcción del bien común en todos los sectores de la sociedad en los países del norte de África y Oriente Medio”.
“Que el nacimiento del Redentor asegure estabilidad política en los países de la región africana de los Grandes Lagos y fortalezca el compromiso de los habitantes de Sudán del Sur para proteger los derechos de todos los ciudadanos”, afirmó el Papa.
El pontífice instó a “todos los sectores de la sociedad en los países” árabes, sacudidos por cambios sociales y políticos, a participar en la “construcción del bien común”.
Que “él, que es el Príncipe de la Paz, conceda la paz y la estabilidad a la Tierra en la que ha decidido entrar en el mundo, alentando a la reanudación del diálogo entre israelíes y palestinos. Que haga cesar la violencia en Siria, donde ya se ha derramado tanta sangre. Que favorezca la plena reconciliación y la estabilidad en Irak y Afganistán”, dijo Benedicto XVI.
El Papa no habló de América Latina, región del mundo que cuenta con el mayor número de católicos. Sí se refirió a Asia. “Que el nacimiento del Salvador afiance las perspectivas de diálogo y la colaboración” en Birmania, dijo.
“Que el Señor conceda consuelo a la población del sureste asiático, especialmente de Tailandia y Filipinas, que se encuentran aún en grave situación de dificultad a causa de las recientes inundaciones”, agregó.
La Navidad secuestrada
La Navidad permanece secuestrada por esa alianza existente entre consumismo y cultura secularizada e intrascendente.
No se trata de ninguna exageración. El verdadero significado de la Navidad es ya desconocido para un sector muy importante de nuestra población. La Navidad permanece secuestrada por esa alianza existente entre consumismo y cultura secularizada e intrascendente. En la audiencia papal del 21 de Diciembre del año pasado, Benedicto XVI, hacía el siguiente llamamiento: “mientras una cierta cultura moderna y consumista intenta hacer desaparecer los símbolos cristianos de la celebración de la Navidad, asumamos todos el compromiso de comprender el valor de las tradiciones navideñas, que forman parte del patrimonio de nuestra fe y de nuestra cultura, para transmitirlas a las nuevas generaciones”
Uno de los principales símbolos religiosos navideños es la luz. Las velas de las iglesias, las luces del Nacimiento, del árbol de Navidad y de las calles, evocan otra Luz, que solo la fe puede contemplar. El Papa aprovechó la referida catequesis para ahondar en el significado de la luz: “La fiesta de Navidad coincide, en nuestro hemisferio, con la época del año en que el sol termina su parábola descendente y empieza la fase en la que se amplía gradualmente el tiempo de luz diurna, según el recorrido sucesivo de las estaciones.
Esto nos ayuda a comprender mejor el tema de la luz que prevalece sobre las tinieblas. Es un símbolo que evoca una realidad que afecta a lo íntimo del hombre: me refiero a la luz del bien que vence al mal, del amor que supera al odio, de la vida que vence a la muerte. Navidad hace pensar en esta luz interior, en la luz divina, que nos vuelve a presentar el anuncio de la victoria definitiva del amor de Dios sobre el pecado y la muerte....”
La secularización de la Navidad tiene también un importante aliado en el olvido del sentido religioso del tiempo y en la consecuente paganización de la celebración del inicio del año. Sin embargo, por mucho que nos empeñemos en negar las raíces cristianas de nuestra cultura, cada vez que fechamos una carta, cada vez que comemos las uvas al son de las campanadas, estamos reconociendo implícita -ojalá explícitamente-, que el nacimiento de Jesucristo es el acontecimiento central de la humanidad, a partir del cual dividimos la historia en un “antes de” y un “después de”.
La cuestión clave es que el calendario asume el "concepto" de que el tiempo se cuenta en referencia al nacimiento de Cristo. El tiempo no se mide en base a un criterio convencional numérico, ni astrológico, sino histórico teológico. En el fondo, hay dos concepciones irreconciliables de la historia. La primera la entiende como una dialéctica en la que al hombre sólo le cabe buscar en sí mismo su propia realización. La segunda percibe en la construcción de la ciudad terrena la antesala de un destino eterno; hasta el punto de que sólo desde éste, a la luz de Dios, cabe descubrir el sentido definitivo de la historia humana.
La afirmación cristiana de que Dios ha asumido nuestra naturaleza humana, adentrándose en nuestras coordenadas de espacio y tiempo, supone que en adelante la historia del hombre es también historia de Dios, y que la historia de Dios comienza a ser historia del hombre. Todo lo auténticamente humano interesa a Dios, y, a su vez, todo lo divino concierne también al hombre. Antes de Cristo, aún sin conocerle, la historia le estaba esperando. El hombre buscaba una plenitud que era incapaz de darse a sí mismo. El inicio de un nuevo año, (...), será una manifestación, una vez más, de la continua presencia viva y salvífica de Jesús en el tiempo y el espacio. El es el centro del universo y de la historia.
Y aún tenemos que dar un paso más, para extraer las consecuencias debidas de las “formas” y “maneras” en las que tuvo lugar la encarnación y nacimiento del Hijo de Dios en Nazaret y Belén. La imagen del niño débil, no es un mero signo de ternura, es también una invitación a poner en práctica la doctrina de Cristo: “si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3) “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer? Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu.” (Jn 3, 4-6).
Dicho de otra forma, los signos de la Navidad, no esconden sólo hermosas evocaciones místicas, sino que son una llamada muy concreta a la conversión personal, al arrepentimiento de nuestros pecados, al abajamiento del orgullo para acceder a la fe, al cultivo de la “pobreza de espíritu”, al desprendimiento generoso de nuestras riquezas para poder así reconocer los signos pobres con los que los ángeles anuncian al recién nacido: “...y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 12)
¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!... os desea vuestro pastor.
escrito de: www.enticonfio.org
No se trata de ninguna exageración. El verdadero significado de la Navidad es ya desconocido para un sector muy importante de nuestra población. La Navidad permanece secuestrada por esa alianza existente entre consumismo y cultura secularizada e intrascendente. En la audiencia papal del 21 de Diciembre del año pasado, Benedicto XVI, hacía el siguiente llamamiento: “mientras una cierta cultura moderna y consumista intenta hacer desaparecer los símbolos cristianos de la celebración de la Navidad, asumamos todos el compromiso de comprender el valor de las tradiciones navideñas, que forman parte del patrimonio de nuestra fe y de nuestra cultura, para transmitirlas a las nuevas generaciones”
Uno de los principales símbolos religiosos navideños es la luz. Las velas de las iglesias, las luces del Nacimiento, del árbol de Navidad y de las calles, evocan otra Luz, que solo la fe puede contemplar. El Papa aprovechó la referida catequesis para ahondar en el significado de la luz: “La fiesta de Navidad coincide, en nuestro hemisferio, con la época del año en que el sol termina su parábola descendente y empieza la fase en la que se amplía gradualmente el tiempo de luz diurna, según el recorrido sucesivo de las estaciones.
Esto nos ayuda a comprender mejor el tema de la luz que prevalece sobre las tinieblas. Es un símbolo que evoca una realidad que afecta a lo íntimo del hombre: me refiero a la luz del bien que vence al mal, del amor que supera al odio, de la vida que vence a la muerte. Navidad hace pensar en esta luz interior, en la luz divina, que nos vuelve a presentar el anuncio de la victoria definitiva del amor de Dios sobre el pecado y la muerte....”
La secularización de la Navidad tiene también un importante aliado en el olvido del sentido religioso del tiempo y en la consecuente paganización de la celebración del inicio del año. Sin embargo, por mucho que nos empeñemos en negar las raíces cristianas de nuestra cultura, cada vez que fechamos una carta, cada vez que comemos las uvas al son de las campanadas, estamos reconociendo implícita -ojalá explícitamente-, que el nacimiento de Jesucristo es el acontecimiento central de la humanidad, a partir del cual dividimos la historia en un “antes de” y un “después de”.
La cuestión clave es que el calendario asume el "concepto" de que el tiempo se cuenta en referencia al nacimiento de Cristo. El tiempo no se mide en base a un criterio convencional numérico, ni astrológico, sino histórico teológico. En el fondo, hay dos concepciones irreconciliables de la historia. La primera la entiende como una dialéctica en la que al hombre sólo le cabe buscar en sí mismo su propia realización. La segunda percibe en la construcción de la ciudad terrena la antesala de un destino eterno; hasta el punto de que sólo desde éste, a la luz de Dios, cabe descubrir el sentido definitivo de la historia humana.
La afirmación cristiana de que Dios ha asumido nuestra naturaleza humana, adentrándose en nuestras coordenadas de espacio y tiempo, supone que en adelante la historia del hombre es también historia de Dios, y que la historia de Dios comienza a ser historia del hombre. Todo lo auténticamente humano interesa a Dios, y, a su vez, todo lo divino concierne también al hombre. Antes de Cristo, aún sin conocerle, la historia le estaba esperando. El hombre buscaba una plenitud que era incapaz de darse a sí mismo. El inicio de un nuevo año, (...), será una manifestación, una vez más, de la continua presencia viva y salvífica de Jesús en el tiempo y el espacio. El es el centro del universo y de la historia.
Y aún tenemos que dar un paso más, para extraer las consecuencias debidas de las “formas” y “maneras” en las que tuvo lugar la encarnación y nacimiento del Hijo de Dios en Nazaret y Belén. La imagen del niño débil, no es un mero signo de ternura, es también una invitación a poner en práctica la doctrina de Cristo: “si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3) “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer? Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu.” (Jn 3, 4-6).
Dicho de otra forma, los signos de la Navidad, no esconden sólo hermosas evocaciones místicas, sino que son una llamada muy concreta a la conversión personal, al arrepentimiento de nuestros pecados, al abajamiento del orgullo para acceder a la fe, al cultivo de la “pobreza de espíritu”, al desprendimiento generoso de nuestras riquezas para poder así reconocer los signos pobres con los que los ángeles anuncian al recién nacido: “...y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 12)
¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!... os desea vuestro pastor.
escrito de: www.enticonfio.org
Evangelio del día 25 de diciembre de 2011
Evangelio según San Juan 1,1-18. Solemnidad de la Natividad del Señor
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
Comentario: «Yo te he engendrado hoy» - SS Benedicto XVI
"El Señor me ha dicho: Tu eres mi hijo, yo te he engendrado hoy". Con estas palabras del Salmo segundo, la Iglesia inicia la Santa Misa de la vigilia de Navidad, en la cual celebramos el nacimiento de nuestro Redentor Jesucristo en el establo de Belén. En otro tiempo, este Salmo pertenecía al ritual de la coronación del rey de Judá. El pueblo de Israel, a causa de su elección, se sentía de modo particular hijo de Dios, adoptado por Dios. Como el rey era la personificación de aquel pueblo, su entronización se vivía como un acto solemne de adopción por parte de Dios, en el cual el rey estaba en cierto modo implicado en el misterio mismo de Dios.
En la noche de Belén, estas palabras que de hecho eran más la expresión de una esperanza que de una realidad presente, han adquirido un significado nuevo e inesperado. El Niño en el pesebre es verdaderamente el Hijo de Dios. Dios no es soledad eterna, sino un círculo de amor en el recíproco entregarse y volverse a entregar. Él es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Más aún, en Jesucristo, el Hijo de Dios, Dios mismo se ha hecho hombre. El Padre le dice: "Tu eres mi hijo". El eterno hoy de Dios ha descendido en el hoy efímero del mundo, arrastrando nuestro hoy pasajero al hoy perenne de Dios. Dios es tan grande que puede hacerse pequeño. Dios es tan potente que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso, a fin de que podamos amarlo. Es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que podamos encontrarlo y, de este modo, su bondad nos toque, nos sea comunicada y continúe actuando a través de nosotros. Esto es la Navidad: "Tu eres mi hijo, hoy yo te he engendrado". Dios se ha hecho uno de nosotros, para que podamos estar con Él, llegar a ser semejantes a Él. Ha elegido como signo suyo al Niño en el pesebre: Él es así. De este modo aprendemos a conocerlo. Y sobre todo niño resplandece algún destello de aquel hoy, de la cercanía de Dios que debemos amar y a la cual hemos de someternos; sobre todo niño, también sobre el que aún no ha nacido.
Benedicto XVI Homilía del 25/12/05 (© Libreria Editrice Vaticana)
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
Comentario: «Yo te he engendrado hoy» - SS Benedicto XVI
"El Señor me ha dicho: Tu eres mi hijo, yo te he engendrado hoy". Con estas palabras del Salmo segundo, la Iglesia inicia la Santa Misa de la vigilia de Navidad, en la cual celebramos el nacimiento de nuestro Redentor Jesucristo en el establo de Belén. En otro tiempo, este Salmo pertenecía al ritual de la coronación del rey de Judá. El pueblo de Israel, a causa de su elección, se sentía de modo particular hijo de Dios, adoptado por Dios. Como el rey era la personificación de aquel pueblo, su entronización se vivía como un acto solemne de adopción por parte de Dios, en el cual el rey estaba en cierto modo implicado en el misterio mismo de Dios.
En la noche de Belén, estas palabras que de hecho eran más la expresión de una esperanza que de una realidad presente, han adquirido un significado nuevo e inesperado. El Niño en el pesebre es verdaderamente el Hijo de Dios. Dios no es soledad eterna, sino un círculo de amor en el recíproco entregarse y volverse a entregar. Él es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Más aún, en Jesucristo, el Hijo de Dios, Dios mismo se ha hecho hombre. El Padre le dice: "Tu eres mi hijo". El eterno hoy de Dios ha descendido en el hoy efímero del mundo, arrastrando nuestro hoy pasajero al hoy perenne de Dios. Dios es tan grande que puede hacerse pequeño. Dios es tan potente que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso, a fin de que podamos amarlo. Es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que podamos encontrarlo y, de este modo, su bondad nos toque, nos sea comunicada y continúe actuando a través de nosotros. Esto es la Navidad: "Tu eres mi hijo, hoy yo te he engendrado". Dios se ha hecho uno de nosotros, para que podamos estar con Él, llegar a ser semejantes a Él. Ha elegido como signo suyo al Niño en el pesebre: Él es así. De este modo aprendemos a conocerlo. Y sobre todo niño resplandece algún destello de aquel hoy, de la cercanía de Dios que debemos amar y a la cual hemos de someternos; sobre todo niño, también sobre el que aún no ha nacido.
Benedicto XVI Homilía del 25/12/05 (© Libreria Editrice Vaticana)
sábado, 24 de diciembre de 2011
Textos de san Josemaría Escrivá de Balaguer sobre la Navidad
"Hoy brillará la luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor". Es el gran anuncio que conmueve en este día a los cristianos y que, a través de ellos, se dirige a la Humanidad entera"
Cuando llegan las Navidades, me gusta contemplar las imágenes del Niño Jesús. Esas figuras que nos muestran al Señor que se anonada, me recuerdan que Dios nos llama, que el Omnipotente ha querido presentarse desvalido, que ha querido necesitar de los hombres. Desde la cuna de Belén, Cristo me dice y te dice que nos necesita, nos urge a una vida cristiana sin componendas, a una vida de entrega, de trabajo, de alegría.
No alcanzaremos jamás el verdadero buen humor, si no imitamos de verdad a Jesús; si no somos, como El, humildes. Insistiré de nuevo: ¿habéis visto dónde se esconde la grandeza de Dios? En un pesebre, en unos pañales, en una gruta. La eficacia redentora de nuestras vidas sólo puede actuarse con la humildad, dejando de pensar en nosotros mismos y sintiendo la responsabilidad de ayudar a los demás.
Es a veces corriente, incluso entre almas buenas, provocarse conflictos personales, que llegan a producir serias preocupaciones, pero que carecen de base objetiva alguna. Su origen radica en la falta de propio conocimiento, que conduce a la soberbia: el desear convertirse en el centro de la atención y de la estimación de todos, la inclinación a no quedar mal, el no resignarse a hacer el bien y desaparecer, el afán de seguridad personal. Y así muchas almas que podrían gozar de una paz maravillosa, que podrían gustar de un júbilo inmenso, por orgullo y presunción se trasforman en desgraciadas e infecundas.
Cristo fue humilde de corazón (Cfr. Mt 11, 29). A lo largo de su vida no quiso para El ninguna cosa especial, ningún privilegio. Comienza estando en el seno de su Madre nueve meses, como todo hombre, con una naturalidad extrema. De sobra sabía el Señor que la humanidad padecía una apremiante necesidad de El. Tenía, por eso, hambre de venir a la tierra para salvar a todas las almas: y no precipita el tiempo. Vino a su hora, como llegan al mundo los demás hombres. Desde la concepción hasta el nacimiento, nadie -salvo San José y Santa Isabel- advierte esa maravilla: Dios que viene a habitar entre los hombres.
Opus Dei -"José y María camino a Belén", de William Hole.
La Navidad está rodeada también de sencillez admirable: el Señor viene sin aparato, desconocido de todos. En la tierra sólo María y José participan en la aventura divina. Y luego aquellos pastores, a los que avisan los ángeles. Y más tarde aquellos sabios de Oriente. Así se verifica el hecho trascendental, con el que se unen el cielo y la tierra, Dios y el hombre.
¿Cómo es posible tanta dureza de corazón, que hace que nos acostumbremos a estas escenas? Dios se humilla para que podamos acercarnos a El, para que podamos corresponder a su amor con nuestro amor, para que nuestra libertad se rinda no sólo ante el espectáculo de su poder, sino ante la maravilla de su humildad.
Grandeza de un Niño que es Dios: su Padre es el Dios que ha hecho los cielos y la tierra, y El está ahí, en un pesebre, quia non erat eis locus in diversorio (Lc 2, 7), porque no había otro sitio en la tierra para el dueño de todo lo creado.
Es Cristo que Pasa, 18
Nuestro Señor se dirige a todos los hombres, para que vengan a su encuentro, para que sean santos. No llama sólo a los Reyes Magos, que eran sabios y poderosos; antes había enviado a los pastores de Belén, no ya una estrella, sino uno de sus ángeles (Lc 2, 9). Pero, pobres o ricos, sabios o menos sabios, han de fomentar en su alma la disposición humilde que permite escuchar la voz de Dios.
Es Cristo que pasa, 33
"Hoy brillará la luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor". Es el gran anuncio que conmueve en este día a los cristianos y que, a través de ellos, se dirige a la Humanidad entera. Dios está aquí. Esa verdad debe llenar nuestras vidas: cada navidad ha de ser para nosotros un nuevo especial encuentro con Dios, dejando que su luz y su gracia entren hasta el fondo de nuestra alma.
Es Cristo que pasa, 12
Cuando llegan las Navidades, me gusta contemplar las imágenes del Niño Jesús. Esas figuras que nos muestran al Señor que se anonada, me recuerdan que Dios nos llama, que el Omnipotente ha querido presentarse desvalido, que ha querido necesitar de los hombres. Desde la cuna de Belén, Cristo me dice y te dice que nos necesita, nos urge a una vida cristiana sin componendas, a una vida de entrega, de trabajo, de alegría.
No alcanzaremos jamás el verdadero buen humor, si no imitamos de verdad a Jesús; si no somos, como El, humildes. Insistiré de nuevo: ¿habéis visto dónde se esconde la grandeza de Dios? En un pesebre, en unos pañales, en una gruta. La eficacia redentora de nuestras vidas sólo puede actuarse con la humildad, dejando de pensar en nosotros mismos y sintiendo la responsabilidad de ayudar a los demás.
Es a veces corriente, incluso entre almas buenas, provocarse conflictos personales, que llegan a producir serias preocupaciones, pero que carecen de base objetiva alguna. Su origen radica en la falta de propio conocimiento, que conduce a la soberbia: el desear convertirse en el centro de la atención y de la estimación de todos, la inclinación a no quedar mal, el no resignarse a hacer el bien y desaparecer, el afán de seguridad personal. Y así muchas almas que podrían gozar de una paz maravillosa, que podrían gustar de un júbilo inmenso, por orgullo y presunción se trasforman en desgraciadas e infecundas.
Cristo fue humilde de corazón (Cfr. Mt 11, 29). A lo largo de su vida no quiso para El ninguna cosa especial, ningún privilegio. Comienza estando en el seno de su Madre nueve meses, como todo hombre, con una naturalidad extrema. De sobra sabía el Señor que la humanidad padecía una apremiante necesidad de El. Tenía, por eso, hambre de venir a la tierra para salvar a todas las almas: y no precipita el tiempo. Vino a su hora, como llegan al mundo los demás hombres. Desde la concepción hasta el nacimiento, nadie -salvo San José y Santa Isabel- advierte esa maravilla: Dios que viene a habitar entre los hombres.
Opus Dei -"José y María camino a Belén", de William Hole.
La Navidad está rodeada también de sencillez admirable: el Señor viene sin aparato, desconocido de todos. En la tierra sólo María y José participan en la aventura divina. Y luego aquellos pastores, a los que avisan los ángeles. Y más tarde aquellos sabios de Oriente. Así se verifica el hecho trascendental, con el que se unen el cielo y la tierra, Dios y el hombre.
¿Cómo es posible tanta dureza de corazón, que hace que nos acostumbremos a estas escenas? Dios se humilla para que podamos acercarnos a El, para que podamos corresponder a su amor con nuestro amor, para que nuestra libertad se rinda no sólo ante el espectáculo de su poder, sino ante la maravilla de su humildad.
Grandeza de un Niño que es Dios: su Padre es el Dios que ha hecho los cielos y la tierra, y El está ahí, en un pesebre, quia non erat eis locus in diversorio (Lc 2, 7), porque no había otro sitio en la tierra para el dueño de todo lo creado.
Es Cristo que Pasa, 18
Nuestro Señor se dirige a todos los hombres, para que vengan a su encuentro, para que sean santos. No llama sólo a los Reyes Magos, que eran sabios y poderosos; antes había enviado a los pastores de Belén, no ya una estrella, sino uno de sus ángeles (Lc 2, 9). Pero, pobres o ricos, sabios o menos sabios, han de fomentar en su alma la disposición humilde que permite escuchar la voz de Dios.
Es Cristo que pasa, 33
"Hoy brillará la luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor". Es el gran anuncio que conmueve en este día a los cristianos y que, a través de ellos, se dirige a la Humanidad entera. Dios está aquí. Esa verdad debe llenar nuestras vidas: cada navidad ha de ser para nosotros un nuevo especial encuentro con Dios, dejando que su luz y su gracia entren hasta el fondo de nuestra alma.
Es Cristo que pasa, 12
Evangelio del día 24 de diciembre de 2011
Evangelio según San Lucas 2,1-14.
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".
Comentario:
«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor» - San Bernardo
Un grito de júbilo resuena en nuestra tierra; un grito de alegría y de salvación en las riendas de los pecadores. Hemos oído una palabra buena, una palabra de consuelo, una frase rezumante de gozo, digna de todo nuestro aprecio.
Exultad, montañas; aplaudid, árboles silvestres, delante del Señor porque llega. Oíd cielos; escucha, tierra; enmudece y alaba, coro de las criaturas; pero más que nadie, tú, hombre. Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. ¿Quién tendrá corazón tan de piedra que, al oír este grito, no se le derrita el alma? ¿Se podría anunciar mensaje más consolador? ¿Se podría confiar noticia más agradable? ¿Cuándo se ha oído algo semejante? ¿Cuándo ha sentido el mundo cosa parecida? Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá...
¡Oh nacimiento esclarecido en santidad, glorioso para el mundo, querido por la humanidad a causa de incomparable beneficio que le confiere, insondable incluso para los ángeles en la profundidad de su misterio sagrado! Y bajo cualquier aspecto, admirable por la grandezaexclusiva de su novedad; jamás se ha visto cosa parecida, ni antes ni después. ¡Oh alumbramiento único, sin dolor, cándido, incorruptible; que consagra el templo del seno virginal sin profanarlo! ¡Oh nacimiento que rebasa las leyes de la naturaleza, si bien la transforma; inimaginable en el ámbito de lo milagroso, pero sanador por la energía de su misterio!
Reanimaos los que os sentís desahuciados: Jesús viene a buscar lo que estaba perdido. Reconfortaos los que os sentís enfermos: Cristo viene para sanar a los oprimidos con el ungüento de su misericordia. Alborozaos todos los que soñáis con altos ideales: el Hijo de Dios baja hasta vosotros para haceros partícipes de su reino. Por eso imploro: Sáname, Señor, y quedaré sano; sálvame, y quedaré a salvo; dame tu gloria, y seré glorificado. Y mi alma bendecirá al Señor, y todo mi interior a su santo nombre, cuando perdones todas mis culpas, cures todas mis enfermedades y sacies de bienes mis anhelos.
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia. Primer Sermón para la Vigilia de Navidad
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".
Comentario:
«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor» - San Bernardo
Un grito de júbilo resuena en nuestra tierra; un grito de alegría y de salvación en las riendas de los pecadores. Hemos oído una palabra buena, una palabra de consuelo, una frase rezumante de gozo, digna de todo nuestro aprecio.
Exultad, montañas; aplaudid, árboles silvestres, delante del Señor porque llega. Oíd cielos; escucha, tierra; enmudece y alaba, coro de las criaturas; pero más que nadie, tú, hombre. Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. ¿Quién tendrá corazón tan de piedra que, al oír este grito, no se le derrita el alma? ¿Se podría anunciar mensaje más consolador? ¿Se podría confiar noticia más agradable? ¿Cuándo se ha oído algo semejante? ¿Cuándo ha sentido el mundo cosa parecida? Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá...
¡Oh nacimiento esclarecido en santidad, glorioso para el mundo, querido por la humanidad a causa de incomparable beneficio que le confiere, insondable incluso para los ángeles en la profundidad de su misterio sagrado! Y bajo cualquier aspecto, admirable por la grandezaexclusiva de su novedad; jamás se ha visto cosa parecida, ni antes ni después. ¡Oh alumbramiento único, sin dolor, cándido, incorruptible; que consagra el templo del seno virginal sin profanarlo! ¡Oh nacimiento que rebasa las leyes de la naturaleza, si bien la transforma; inimaginable en el ámbito de lo milagroso, pero sanador por la energía de su misterio!
Reanimaos los que os sentís desahuciados: Jesús viene a buscar lo que estaba perdido. Reconfortaos los que os sentís enfermos: Cristo viene para sanar a los oprimidos con el ungüento de su misericordia. Alborozaos todos los que soñáis con altos ideales: el Hijo de Dios baja hasta vosotros para haceros partícipes de su reino. Por eso imploro: Sáname, Señor, y quedaré sano; sálvame, y quedaré a salvo; dame tu gloria, y seré glorificado. Y mi alma bendecirá al Señor, y todo mi interior a su santo nombre, cuando perdones todas mis culpas, cures todas mis enfermedades y sacies de bienes mis anhelos.
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia. Primer Sermón para la Vigilia de Navidad
viernes, 23 de diciembre de 2011
Evangelio del día 23 de diciembre de 2011
Evangelio según San Lucas 1,57-66.
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.
Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;
pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan".
Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre".
Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.
Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.
Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.
Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.
Comentario:
«Tu mujer te dará un hijo...muchos se alegrarán de su nacimiento (Lc 1,13-14)» - San Máximo de Turín
Por anticipado, Dios había destinado a Juan Bautista, a que viene para proclamar la alegría de los hombres y la alegría de los cielos. De su boca, la gente entendió las palabras admirables que anunciaban la presencia de nuestro Redentor, el Cordero de Dios (Jn 1,29). Miéntras que sus padres, habían perdido toda esperanza de obtener una descendencia, el ángel, el mensajero de un gran misterio, lo envió para servir de precursor al Señor, incluso antes de nacer (Lc 1,41)...
Llenó de alegría eterna el seno de su madre, cuando lo llevaba en su interior... En efecto, en el Evangelio, leemos estas palabras que Isabel le dice a María: "Cuando oí tu saludo, el niño se estremeció de alegría en mi vientre. ¿De dónde a mí, que la madre de mi Señor me visite? «(Lc 1,43-44)... Mientras que, en su vejez, se afligía por no haber dado un niño a su marido, de repente, dio a luz a un hijo, que era también el mensajero de la salvación eterna para el mundo entero. Y un mensajero tal, que antes de su nacimiento, ejerció el privilegio de su futuro ministerio, cuando difundió su espíritu profético por las palabras de su madre.
Luego, por la fuerza del nombre, que el ángel le había dado por anticipado, abrió la boca de su padre cerrada por la incredulidad (Lc 1,13.20). Cuando Zacarías se quedó mudo, no fue para siempre, sino para recobrar divinamente el uso de la palabra y confirmar por un signo venido del cielo, que su hijo era un profeta. El Evangelio dice sobre Juan: " Este hombre no era la Luz, pero estaba allí para dar testimonio y que todos crean por él " (Jn 1,7-8). Ciertamente, no era la Luz, pero permanecía por entero en la luz, el que mereció dar testimonio de la Luz verdadera.
San Máximo de Turín (?-v. 420), obispo. Sermón 57, sobre el nacimiento de Juan Bautista, 1 ; PL 57, 647
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.
Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;
pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan".
Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre".
Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.
Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.
Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.
Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.
Comentario:
«Tu mujer te dará un hijo...muchos se alegrarán de su nacimiento (Lc 1,13-14)» - San Máximo de Turín
Por anticipado, Dios había destinado a Juan Bautista, a que viene para proclamar la alegría de los hombres y la alegría de los cielos. De su boca, la gente entendió las palabras admirables que anunciaban la presencia de nuestro Redentor, el Cordero de Dios (Jn 1,29). Miéntras que sus padres, habían perdido toda esperanza de obtener una descendencia, el ángel, el mensajero de un gran misterio, lo envió para servir de precursor al Señor, incluso antes de nacer (Lc 1,41)...
Llenó de alegría eterna el seno de su madre, cuando lo llevaba en su interior... En efecto, en el Evangelio, leemos estas palabras que Isabel le dice a María: "Cuando oí tu saludo, el niño se estremeció de alegría en mi vientre. ¿De dónde a mí, que la madre de mi Señor me visite? «(Lc 1,43-44)... Mientras que, en su vejez, se afligía por no haber dado un niño a su marido, de repente, dio a luz a un hijo, que era también el mensajero de la salvación eterna para el mundo entero. Y un mensajero tal, que antes de su nacimiento, ejerció el privilegio de su futuro ministerio, cuando difundió su espíritu profético por las palabras de su madre.
Luego, por la fuerza del nombre, que el ángel le había dado por anticipado, abrió la boca de su padre cerrada por la incredulidad (Lc 1,13.20). Cuando Zacarías se quedó mudo, no fue para siempre, sino para recobrar divinamente el uso de la palabra y confirmar por un signo venido del cielo, que su hijo era un profeta. El Evangelio dice sobre Juan: " Este hombre no era la Luz, pero estaba allí para dar testimonio y que todos crean por él " (Jn 1,7-8). Ciertamente, no era la Luz, pero permanecía por entero en la luz, el que mereció dar testimonio de la Luz verdadera.
San Máximo de Turín (?-v. 420), obispo. Sermón 57, sobre el nacimiento de Juan Bautista, 1 ; PL 57, 647
jueves, 22 de diciembre de 2011
Evangelio del día 22 de diciembre de 2011
Evangelio según San Lucas 1,46-56. Jueves de la IV Semana de Adviento
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Comentario:
La promesa hecha a nuestros padres - Homilía griega del siglo IV
María dijo: «Mi alma glorifica al Señor, mi Dios; mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador... Ha librado a Israel su humilde siervo (Lc 1,54 griego), acordándose de su misericordia, como había prometido a nuestros padres, Abraham y descendencia para siempre».
Ved como la Virgen sobrepasa la perfección del patriarca y confirma la alianza que Dios estableció con Abraham, cuando le dijo: «¿Tal será la alianza entre tú y yo»? (Gn 17,11)... Es el canto de la profecía que la santa Madre de Dios, envía a Dios cuando dice: "Mi alma glorifica al Señor... porque el Todopoderoso hizo en mí obras grandes, santo es su nombre. Haciéndome la Madre de Dios, preserva mi virginidad. En mi seno se recapitula, para ser santificada allí, la plenitud de todas las generaciones. Bendijo a todas las edades, los hombres, las mujeres, los jóvenes, los niños, los viejos "...
«Derribó a los poderosos de su trono y ensalzó a los humildes"... Los humildes, los pueblos paganos, que estaban hambrientos de justicia (Mt 5,6), han sido exaltados. Dejando ver su humildad y su hambre de Dios, y solicitando la palabra de Dios, como la Cananea, pide las migajas (Mt 15,27), se han saciado de las riquezas que ocultan los misterios divinos. Porque todos los favores divinos, Cristo Jesús, nuestro Dios, el Hijo de la Virgen, los distribuyó a los paganos. "Acogió a Israel su siervo", no cualquier Israel, sino a su hijo, a quien honra tan alto nacimiento».
Por eso, la Madre de Dios, llama a este pueblo su hijo y su heredero. Dios que encuentra este pueblo agotado y extenuado por la Ley, lo llama a su gracia. Dándole este nombre a Israel, lo levanta, " acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia para siempre". Estas palabras resumen todo el misterio de nuestra salvación. Al querer salvar a la humanidad y sellar la alianza establecida con nuestros padres, Jesús " inclinó los cielos y descendió" (Sal. 17,10). Y así se nos manifiesta, entrando por nuestra puerta, con el fin de que pudiéramos verlo, tocarlo y entenderlo.
Homilía griega del siglo IV. Atribuida a San Gregorio Taumaturgo no. 2 ; PG 10, 1156
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Comentario:
La promesa hecha a nuestros padres - Homilía griega del siglo IV
María dijo: «Mi alma glorifica al Señor, mi Dios; mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador... Ha librado a Israel su humilde siervo (Lc 1,54 griego), acordándose de su misericordia, como había prometido a nuestros padres, Abraham y descendencia para siempre».
Ved como la Virgen sobrepasa la perfección del patriarca y confirma la alianza que Dios estableció con Abraham, cuando le dijo: «¿Tal será la alianza entre tú y yo»? (Gn 17,11)... Es el canto de la profecía que la santa Madre de Dios, envía a Dios cuando dice: "Mi alma glorifica al Señor... porque el Todopoderoso hizo en mí obras grandes, santo es su nombre. Haciéndome la Madre de Dios, preserva mi virginidad. En mi seno se recapitula, para ser santificada allí, la plenitud de todas las generaciones. Bendijo a todas las edades, los hombres, las mujeres, los jóvenes, los niños, los viejos "...
«Derribó a los poderosos de su trono y ensalzó a los humildes"... Los humildes, los pueblos paganos, que estaban hambrientos de justicia (Mt 5,6), han sido exaltados. Dejando ver su humildad y su hambre de Dios, y solicitando la palabra de Dios, como la Cananea, pide las migajas (Mt 15,27), se han saciado de las riquezas que ocultan los misterios divinos. Porque todos los favores divinos, Cristo Jesús, nuestro Dios, el Hijo de la Virgen, los distribuyó a los paganos. "Acogió a Israel su siervo", no cualquier Israel, sino a su hijo, a quien honra tan alto nacimiento».
Por eso, la Madre de Dios, llama a este pueblo su hijo y su heredero. Dios que encuentra este pueblo agotado y extenuado por la Ley, lo llama a su gracia. Dándole este nombre a Israel, lo levanta, " acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia para siempre". Estas palabras resumen todo el misterio de nuestra salvación. Al querer salvar a la humanidad y sellar la alianza establecida con nuestros padres, Jesús " inclinó los cielos y descendió" (Sal. 17,10). Y así se nos manifiesta, entrando por nuestra puerta, con el fin de que pudiéramos verlo, tocarlo y entenderlo.
Homilía griega del siglo IV. Atribuida a San Gregorio Taumaturgo no. 2 ; PG 10, 1156
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Evangelio del día 21 de diciembre de 2011
Evangelio según San Lucas 1,39-45. Miércoles de la IV Semana de Adviento
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
Comentario:
El niño salto de alegría en mi vientre» - La liturgia bizantina
Concibiendo la Virgen a Dios en su seno,
corriendo subió hasta Isabel.
Y su niño, reconociendo al punto el saludo de
María, se alegró, y con saltos a guisa de cantos,
a la Madre de Dios aclamaba:
Salve, sarmiento del inmortal brote.
Salve, heredad de fruto sin defecto.
Salve, cultivas al labrador amigo de los hombres.
Salve, engendras a quien nuestra vida engendra.
Salve, terreno que produce abundancia de misericordias.
Salve, altar que sostiene propiciaciones abundantes
Salve, pues haces brotar un prado de delicia.
Salve, pues preparas un puerto a las almas.
Salve, incienso agradable del sacerdocio.
Salve, reconciliación del universo entero.
Salve, beneplácito de Dios para los mortales.
Salve, ante Dios audacia de los mortales.
¡Salve, virginal Esposa!
En interna galerna de contrarias mociones
el prudente José era agitado.
Amoríos sospecha, sabiéndote casta, oh Intachable.
Más tras saber que tu concepción
viene del Espíritu Santo, dice:
¡Aleluya!
Escucharon los pastores angélicos himnos, en
honor a la venida de Cristo encarnado,
y corriendo como hacia el Pastor
lo contemplan cual cordero sin tacha, apacentado
en el regazo de María,
a quien dijeron cantando himnos:
Salve, Madre del cordero y del pastor.
Salve, aprisco de espirituales ovejas.
Salve, baluarte contra invisibles enemigos.
Salve, entrada de las puertas del Paraíso.
Salve, pues los Cielos con la tierra se alegran.
Salve, pues la tierra con los Cielos danza.
Salve, de los Apóstoles boca que no calla.
Salve, osadía invencible de los Vencedores.
Salve, de la fe firme base.
Salve, esplendorosa señal de la gracia.
Salve, por tí el infierno fue expoliado.
Salve, por tí fuimos revestidos de gloria.
¡Salve, virginal Esposa!
Tras contemplar el singular nacimiento
nos hicimos extraños al mundo, trasportando la
mente hasta el cielo. Pues por este [nacimiento] el
Dios altísimo sobre la tierra fue manifestado como
humilde hombre, queriendo atraer a lo alto a los
que le aclaman:
¡Aleluya!
La liturgia bizantina
Himno Akatistos a la Madre de Dios (siglo VII)
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
Comentario:
El niño salto de alegría en mi vientre» - La liturgia bizantina
Concibiendo la Virgen a Dios en su seno,
corriendo subió hasta Isabel.
Y su niño, reconociendo al punto el saludo de
María, se alegró, y con saltos a guisa de cantos,
a la Madre de Dios aclamaba:
Salve, sarmiento del inmortal brote.
Salve, heredad de fruto sin defecto.
Salve, cultivas al labrador amigo de los hombres.
Salve, engendras a quien nuestra vida engendra.
Salve, terreno que produce abundancia de misericordias.
Salve, altar que sostiene propiciaciones abundantes
Salve, pues haces brotar un prado de delicia.
Salve, pues preparas un puerto a las almas.
Salve, incienso agradable del sacerdocio.
Salve, reconciliación del universo entero.
Salve, beneplácito de Dios para los mortales.
Salve, ante Dios audacia de los mortales.
¡Salve, virginal Esposa!
En interna galerna de contrarias mociones
el prudente José era agitado.
Amoríos sospecha, sabiéndote casta, oh Intachable.
Más tras saber que tu concepción
viene del Espíritu Santo, dice:
¡Aleluya!
Escucharon los pastores angélicos himnos, en
honor a la venida de Cristo encarnado,
y corriendo como hacia el Pastor
lo contemplan cual cordero sin tacha, apacentado
en el regazo de María,
a quien dijeron cantando himnos:
Salve, Madre del cordero y del pastor.
Salve, aprisco de espirituales ovejas.
Salve, baluarte contra invisibles enemigos.
Salve, entrada de las puertas del Paraíso.
Salve, pues los Cielos con la tierra se alegran.
Salve, pues la tierra con los Cielos danza.
Salve, de los Apóstoles boca que no calla.
Salve, osadía invencible de los Vencedores.
Salve, de la fe firme base.
Salve, esplendorosa señal de la gracia.
Salve, por tí el infierno fue expoliado.
Salve, por tí fuimos revestidos de gloria.
¡Salve, virginal Esposa!
Tras contemplar el singular nacimiento
nos hicimos extraños al mundo, trasportando la
mente hasta el cielo. Pues por este [nacimiento] el
Dios altísimo sobre la tierra fue manifestado como
humilde hombre, queriendo atraer a lo alto a los
que le aclaman:
¡Aleluya!
La liturgia bizantina
Himno Akatistos a la Madre de Dios (siglo VII)
martes, 20 de diciembre de 2011
El Papa autorizó la beatificación de la religiosa argentina Crescencia Pérez
El papa Benedicto XVI autorizó ayer la beatificación de la argentina María Angélica Pérez, conocida como sor Crescencia, a quien se atribuye la milagrosa curación de María Sara Pane, ocurrida en 1995 en el Hospital Italiano de Buenos Aires.
La disposición papal permitirá proclamar beata a sor Crescencia el año próximo en una ceremonia que se hará en la ciudad bonaerense de Pergamino, donde la religiosa vivió su infancia y adolescencia, y desde 1986 descansan sus restos.
En audiencia privada con el prefecto de la congregación de las Causas de los Santos, cardenal Angelo Amato, el Papa autorizó la promulgación del decreto junto con los correspondientes a siete beatos de diferentes países que ahora podrán ser santificados. Reconoció, además, el martirio de 47 religiosos y laicos españoles asesinados en la persecución religiosa de 1936 y 1937.
Entre los nuevos santos que tendrá la Iglesia, figura una indígena norteamericana que vivió en el siglo XVII, Caterina Tekakwitha, conocida como Madre Mariana de Hawai y protectora del medio ambiente y de la ecología. Tekakwitha, la primera santa "piel roja", es hija de una pareja mestiza de la primera etapa del colonialismo occidental en América del Norte. Había nacido en 1656 en Auriesville (por entonces llamada Osserneo), en el estado de Nueva York, y falleció a los 24 años en Canadá.
La beatificación de sor Crescencia fue recibida con alegría en la Argentina. "Estamos más que contentas con esta noticia, después de tanto trabajo porque quizá sea más fácil ser santo que hacer un santo", dijo ayer a La Nacion la hermana Josefina Nugedu, vicepostuladora de la causa para la canonización de la hermana Crescencia, quien integró su misma congregación, las Hijas de María Santísima del Huerto.
En diálogo telefónico desde Pergamino, la hermana Josefina contó que junto con la municipalidad de esa ciudad se ha avanzado en los preparativos para la ceremonia de beatificación.
"Sabemos que se hará acá, pero no se fijó la fecha, quizá sea para la segunda mitad del año próximo", anheló la religiosa, que, en 1983, vio el cuerpo incorrupto de sor Crescencia. "Yo estaba en Chile, desde donde se trasladó el cuerpo a nuestro país, y la vi totalmente íntegra, como si recién hubiese fallecido", recordó.
Los restos de la nueva beata argentina están desde 1986 en la capilla del colegio de las hermanas del Huerto de Pergamino, en la calle que lleva su nombre, Hermana María Crescencia Pérez 646, y puede visitarse todos los días de 8 a 12 y de 16 a 19. "Por día viene más de un centenar de personas de todo el país y del extranjero, de algunos de los 13 países donde hay hermanas de nuestra congregación", contó Nugedu.
El milagro aprobado por el Papa es la curación de María Sara Pane, en 1995, cuando tenía 23 años y estaba muy delicada de salud por un cuadro de hepatitis complicado por una diabetes que aún padece.
A los 39 años, Sara es técnica de laboratorio, trabaja en el ámbito de la salud, y recordó aquellos días a La Nacion: "Cada uno que me visitaba me traía la estampita de un santo diferente. Pero yo me aferré a la que me dio una de las hermanitas que visitaban a los enfermos del Hospital Aeronáutico y que después supe que era de la Congregación del Huerto". Y admitió que hasta ese momento nunca había escuchado hablar de sor Crescencia. Luego fue trasladada al Hospital Italiano.
Argentinos en el altar
Santo : Héctor Valdivieso Sáez es el único santo argentino.
Beatos : Sor Crescencia (foto) se convirtió en la séptima beata del país, luego de Ceferino Namuncurá, María Ludovico de Angelis, Tránsito Cabanillas, Artémides Zatti, Nazaria Ignacia March Mesa y Laura Vicuña.
Venerables : Fray Mamerto Esquiú, José Gabriel "el Cura" Brochero, Camila Rolón, José León Rolón, María Benita Arias, María de la Paz y Figueroa, Catalina Rodríguez y Eleonora L. de Maturana..
La disposición papal permitirá proclamar beata a sor Crescencia el año próximo en una ceremonia que se hará en la ciudad bonaerense de Pergamino, donde la religiosa vivió su infancia y adolescencia, y desde 1986 descansan sus restos.
En audiencia privada con el prefecto de la congregación de las Causas de los Santos, cardenal Angelo Amato, el Papa autorizó la promulgación del decreto junto con los correspondientes a siete beatos de diferentes países que ahora podrán ser santificados. Reconoció, además, el martirio de 47 religiosos y laicos españoles asesinados en la persecución religiosa de 1936 y 1937.
Entre los nuevos santos que tendrá la Iglesia, figura una indígena norteamericana que vivió en el siglo XVII, Caterina Tekakwitha, conocida como Madre Mariana de Hawai y protectora del medio ambiente y de la ecología. Tekakwitha, la primera santa "piel roja", es hija de una pareja mestiza de la primera etapa del colonialismo occidental en América del Norte. Había nacido en 1656 en Auriesville (por entonces llamada Osserneo), en el estado de Nueva York, y falleció a los 24 años en Canadá.
La beatificación de sor Crescencia fue recibida con alegría en la Argentina. "Estamos más que contentas con esta noticia, después de tanto trabajo porque quizá sea más fácil ser santo que hacer un santo", dijo ayer a La Nacion la hermana Josefina Nugedu, vicepostuladora de la causa para la canonización de la hermana Crescencia, quien integró su misma congregación, las Hijas de María Santísima del Huerto.
En diálogo telefónico desde Pergamino, la hermana Josefina contó que junto con la municipalidad de esa ciudad se ha avanzado en los preparativos para la ceremonia de beatificación.
"Sabemos que se hará acá, pero no se fijó la fecha, quizá sea para la segunda mitad del año próximo", anheló la religiosa, que, en 1983, vio el cuerpo incorrupto de sor Crescencia. "Yo estaba en Chile, desde donde se trasladó el cuerpo a nuestro país, y la vi totalmente íntegra, como si recién hubiese fallecido", recordó.
Los restos de la nueva beata argentina están desde 1986 en la capilla del colegio de las hermanas del Huerto de Pergamino, en la calle que lleva su nombre, Hermana María Crescencia Pérez 646, y puede visitarse todos los días de 8 a 12 y de 16 a 19. "Por día viene más de un centenar de personas de todo el país y del extranjero, de algunos de los 13 países donde hay hermanas de nuestra congregación", contó Nugedu.
El milagro aprobado por el Papa es la curación de María Sara Pane, en 1995, cuando tenía 23 años y estaba muy delicada de salud por un cuadro de hepatitis complicado por una diabetes que aún padece.
A los 39 años, Sara es técnica de laboratorio, trabaja en el ámbito de la salud, y recordó aquellos días a La Nacion: "Cada uno que me visitaba me traía la estampita de un santo diferente. Pero yo me aferré a la que me dio una de las hermanitas que visitaban a los enfermos del Hospital Aeronáutico y que después supe que era de la Congregación del Huerto". Y admitió que hasta ese momento nunca había escuchado hablar de sor Crescencia. Luego fue trasladada al Hospital Italiano.
Argentinos en el altar
Santo : Héctor Valdivieso Sáez es el único santo argentino.
Beatos : Sor Crescencia (foto) se convirtió en la séptima beata del país, luego de Ceferino Namuncurá, María Ludovico de Angelis, Tránsito Cabanillas, Artémides Zatti, Nazaria Ignacia March Mesa y Laura Vicuña.
Venerables : Fray Mamerto Esquiú, José Gabriel "el Cura" Brochero, Camila Rolón, José León Rolón, María Benita Arias, María de la Paz y Figueroa, Catalina Rodríguez y Eleonora L. de Maturana..
Evangelio del día 20 de diciembre de 2011
Evangelio según San Lucas 1,26-38. Martes de la IV Semana de Adviento
En el sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Angel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;
él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".
María dijo al Angel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".
El Angel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,
porque no hay nada imposible para Dios".
María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Angel se alejó.
Comentario: «Se llamará Hijo del Altísimo...; reinará para siempre» - Prudencio
Muéstrate, dulce infante
Traído al mundo por una casta madre,
Cual niño sin saber de hombre;
Muéstrate, Mediador, en tus dos naturalezas.
Aunque nacido en el tiempo, de la boca del Padre,
Engendrado por su palabra (Lc 1,38),
ya vivías en el seno del Padre (Jn 1,2)
Tú, la eterna sabiduría (1Co 1,24).
Eres la Sabiduría que lo ha creado todo (Pr 8.27),
Cielo, luz y cualquier cosa.
Tú eres la palabra poderosa que ha hecho el universo (Heb. 1,3)
Porque el Verbo es Dios (Jn 1,2).
Habiendo ordenado el curso de los siglos
y fijado las leyes del universo,
Artesano del mundo, el creador,
permaneció en el seno del Padre.
Pero cuando llegó el tiempo
pasados miles de años,
bajaste para visitar
este mundo largo tiempo pecador...
Cristo no pudo soportar la idea
de que los pueblos se perdieran ;
No podía aceptar que la obra de su Padre
se quedara en nada
Se revistió de un cuerpo mortal
con el fin de que la resurrección de nuestra carne
alejara las cadenas de la muerte
y nos condujera hacia el Padre...
¿No sientes, Oh Virgen noble
a pesar de dolorosos presentimientos,
cómo este glorioso nacimiento
acrecienta el brillo de tu virginidad ?
Tu seno purísimo contiene el fruto bendito
Que va ha llenar de alegría a toda criatura.
Por ti nacerá un mundo nuevo.
Aurora de un día reluciente como el oro
Prudencio (348- después 405), Poeta en España. «Emerge, dulcis pusio», Extracto del Himno de Navidad «Quid est quod artum circulum»
En el sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Angel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;
él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".
María dijo al Angel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".
El Angel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,
porque no hay nada imposible para Dios".
María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Angel se alejó.
Comentario: «Se llamará Hijo del Altísimo...; reinará para siempre» - Prudencio
Muéstrate, dulce infante
Traído al mundo por una casta madre,
Cual niño sin saber de hombre;
Muéstrate, Mediador, en tus dos naturalezas.
Aunque nacido en el tiempo, de la boca del Padre,
Engendrado por su palabra (Lc 1,38),
ya vivías en el seno del Padre (Jn 1,2)
Tú, la eterna sabiduría (1Co 1,24).
Eres la Sabiduría que lo ha creado todo (Pr 8.27),
Cielo, luz y cualquier cosa.
Tú eres la palabra poderosa que ha hecho el universo (Heb. 1,3)
Porque el Verbo es Dios (Jn 1,2).
Habiendo ordenado el curso de los siglos
y fijado las leyes del universo,
Artesano del mundo, el creador,
permaneció en el seno del Padre.
Pero cuando llegó el tiempo
pasados miles de años,
bajaste para visitar
este mundo largo tiempo pecador...
Cristo no pudo soportar la idea
de que los pueblos se perdieran ;
No podía aceptar que la obra de su Padre
se quedara en nada
Se revistió de un cuerpo mortal
con el fin de que la resurrección de nuestra carne
alejara las cadenas de la muerte
y nos condujera hacia el Padre...
¿No sientes, Oh Virgen noble
a pesar de dolorosos presentimientos,
cómo este glorioso nacimiento
acrecienta el brillo de tu virginidad ?
Tu seno purísimo contiene el fruto bendito
Que va ha llenar de alegría a toda criatura.
Por ti nacerá un mundo nuevo.
Aurora de un día reluciente como el oro
Prudencio (348- después 405), Poeta en España. «Emerge, dulcis pusio», Extracto del Himno de Navidad «Quid est quod artum circulum»
lunes, 19 de diciembre de 2011
Evangelio del día 19 de diciembre de 2011
Evangelio según San Lucas 1,5-25. Lunes de la IV Semana de Adviento
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón.
Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor.
Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada.
Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios,
le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso.
Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso.
Entonces se le apareció el Angel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso.
Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo.
Pero el Angel le dijo: "No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan.
El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento,
porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre,
y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios.
Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto".
Pero Zacarías dijo al Angel: "¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada".
El Angel le respondió: "Yo soy Gabriel , el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia.
Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo".
Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario.
Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. El se expresaba por señas, porque se había quedado mudo.
Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa.
Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante cinco meses.
Ella pensaba: "Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres".
Comentario: «No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada» - San Máximo de Turín
Es la oración y no el deseo sexual, lo que concibió a Juan Bautista. A Isabel le había pasado la edad de dar vida, su cuerpo había perdido la esperanza de concebir; A pesar de estas condiciones de desesperación, la oración de Zacarías permitió a este cuerpo envejecido, engendrar: la gracia y no la naturaleza ha concebido a Juan. No podía ser más que santo, este hijo cuyo nacimiento proviene menos del abrazo, que de la oración.
Sin embargo, no debemos asombrarnos de que Juan hubiera merecido un nacimiento tan glorioso. El nacimiento del precursor de Cristo, del que le abre el camino, debía presentar una semejanza con la del Señor, nuestro Salvador. Si el Señor nació de una virgen, Juan ha sido concebido por una mujer anciana y estéril... No admiremos menos a Isabel, que concibió en su vejez, al igual que María, dio a luz virginalmente.
Existe ahí, pienso, un símbolo: Juan representaba el Antiguo Testamento, nació de la sangre de una mujer anciana, mientras que el Señor, que anuncia la Buena Noticia del Reino de los cielos, es el fruto de una juventud plena de savia. María, consciente de su virginidad, admira al niño concebido en sus entrañas. Isabel, consciente de su vejez, se ruboriza del vientre pesado por su embarazo; el evangelista dijo, en efecto: "estuvo escondida durante cinco meses". Debemos admirar también, que el mismo arcángel Gabriel anunció ambos nacimientos: le aporta un consuelo a Zacarías, que permanece incrédulo; viene para animar a María, a la que encuentra confiada (Lc 1, 26s). El primero, por haber dudado, perdió su voz; el segundo, por haber creído enseguida, concibió al Verbo Salvador.
San Máximo de Turín (?-v. 420),obispo. CC Sermon 5 ; PL 57, 863
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón.
Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor.
Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada.
Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios,
le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso.
Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso.
Entonces se le apareció el Angel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso.
Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo.
Pero el Angel le dijo: "No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan.
El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento,
porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre,
y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios.
Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto".
Pero Zacarías dijo al Angel: "¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada".
El Angel le respondió: "Yo soy Gabriel , el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia.
Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo".
Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario.
Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. El se expresaba por señas, porque se había quedado mudo.
Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa.
Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante cinco meses.
Ella pensaba: "Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres".
Comentario: «No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada» - San Máximo de Turín
Es la oración y no el deseo sexual, lo que concibió a Juan Bautista. A Isabel le había pasado la edad de dar vida, su cuerpo había perdido la esperanza de concebir; A pesar de estas condiciones de desesperación, la oración de Zacarías permitió a este cuerpo envejecido, engendrar: la gracia y no la naturaleza ha concebido a Juan. No podía ser más que santo, este hijo cuyo nacimiento proviene menos del abrazo, que de la oración.
Sin embargo, no debemos asombrarnos de que Juan hubiera merecido un nacimiento tan glorioso. El nacimiento del precursor de Cristo, del que le abre el camino, debía presentar una semejanza con la del Señor, nuestro Salvador. Si el Señor nació de una virgen, Juan ha sido concebido por una mujer anciana y estéril... No admiremos menos a Isabel, que concibió en su vejez, al igual que María, dio a luz virginalmente.
Existe ahí, pienso, un símbolo: Juan representaba el Antiguo Testamento, nació de la sangre de una mujer anciana, mientras que el Señor, que anuncia la Buena Noticia del Reino de los cielos, es el fruto de una juventud plena de savia. María, consciente de su virginidad, admira al niño concebido en sus entrañas. Isabel, consciente de su vejez, se ruboriza del vientre pesado por su embarazo; el evangelista dijo, en efecto: "estuvo escondida durante cinco meses". Debemos admirar también, que el mismo arcángel Gabriel anunció ambos nacimientos: le aporta un consuelo a Zacarías, que permanece incrédulo; viene para animar a María, a la que encuentra confiada (Lc 1, 26s). El primero, por haber dudado, perdió su voz; el segundo, por haber creído enseguida, concibió al Verbo Salvador.
San Máximo de Turín (?-v. 420),obispo. CC Sermon 5 ; PL 57, 863