domingo, 31 de julio de 2011

Evangelio del día 31 de julio de 2011


Evangelio según San Mateo 14,13-21. XVIII Domingo del Tiempo Ordinario A


Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie.
Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos".
Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos".
Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados".
"Tráiganmelos aquí", les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas.
Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


Comentario:


"Dadles vosotros de comer" - SS Benedicto XVI


"El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo" (Jn 6,51). Con estas palabras el Señor revela el verdadero significado del don de su propia vida por todos los hombres, mostrándonos así la profunda compasión que siente hacia toda persona. En efecto, de muchas maneras y en diversos pasajes, los evangelios nos narran los sentimientos de Jesús hacia los hombres, particularmente hacia las personas que sufren y hacia los pecadores. A través de un profundo sentimiento humano, expresa la intención salvífica de Dios para toda persona humana con el fin de que alcance la verdadera vida.

Toda celebración eucarística actualiza sacramentalmente el don que Jesús ha hecho de su propia vida en la cruz, por nosotros y por el mundo entero. Al mismo tiempo, en la eucaristía, Jesús hace de nosotros los testigos de la compasión de Dios por cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Es alrededor del misterio eucarístico que nace el servicio de la caridad hacia el prójimo, el cual "consiste precisamente en el hecho de que yo amo también, en Dios y con Dios, a la persona que no aprecio e incluso que ni tan sólo conozco." Esto no se puede dar si no es a partir del encuentro íntimo con Dios, encuentro que llega a ser comunión de voluntad hasta llegar a tocar al sentimiento. Es entonces que aprendo a mirar a esta otra persona no sólo con mis ojos y mis sentimientos, sino según la mirada de Jesucristo». De esta manera reconozco, en las personas a las que me acerco, unos hermanos y hermanas por quienes el Señor ha dado su vida amándolos "hasta el extremo" (Jn 13, 1).

Por consiguiente, cuando nuestras comunidades celebran la eucaristía, deben hacerse cada vez más conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos, y que la eucaristía urge a toda persona que cree en él a hacerse "pan partido" por los demás y, por tanto, a comprometerse por un mundo más justo y más fraterno. Reflexionando en la multiplicación de los panes y los peces, debemos reconocer que, todavía hoy, Cristo continua exhortando a sus discípulos a comprometerse personalmente: "Dadles vosotros de comer". La vocación de cada uno de nosotros consiste realmente en ser, con Jesús, pan partido para la vida del mundo.

Papa Benedicto XVI
Sacramentum caritatis, 88

San Ignacio de Loyola - 31 de Julio


Para conocer su hagiografía clickear sobre la imagen.

sábado, 30 de julio de 2011

Casi 6.400 jóvenes argentinos viajan a Madrid para ver al Papa


La cantidad sorprendió a los más optimistas en la Iglesia: 6.384 jóvenes argentinos viajarán a España para participar de la Jornada Mundial de la Juventud, del 16 al 21 de agosto, que presidirá en Madrid el Papa Benedicto XVI. Es que nunca antes tantos argentinos se anotaron pare este encuentro . De hecho, esta vez superan largamente a los dos millares que fueron al celebrado en Roma, en 2000, a los 700 que asistieron al efectuado en Alemania, en 2005, y a los 400 que concurrieron al realizado en Australia, en 2008.

Con semejante caudal, la Argentina pasa a ser la décima delegación más numerosa, acorde con su condición de décimo país católico del mundo por cantidad de fieles. Pero a mucha distancia de Italia, la más numerosa, que contará con 86.200 jóvenes, seguida por España, 82.000; Francia, 49.000; EE.UU., 26.000 y Alemania, 15.600. Brasil aportará 13.400; Polonia, 1.300; Portugal, 11.900 y México, 7.900. Los datos de Brasil y México permiten decir que la Iglesia argentina acompaña la tendencia regional .

¿A qué se debe el fuerte saltó en el número de inscriptos argentinos? Los organizadores creen que hubo una buena campaña motivadora , con encuentros preparatorios en diversos puntos del país. Entre los más importantes se destacan los realizados en las últimas semanas en Concepción de Tucumán, en Buenos Aires y en Corrientes, más el que se hará este fin de semana en Río Grande. Pero también creen que influye el hecho de que estas jornadas se van haciendo una tradición .

En el área de Pastoral Juventud de la Conferencia Episcopal, que a través de una secretaría para la jornada coordina la delegación argentina, destacan que los que irán no sólo son jóvenes de una buena situación económica, ya que además se hicieron rifas y festivales para recaudar fondos.

Para esta Jornada Mundial de la Juventud –cuya primera edición se realizó en la 9 de Julio en abril 1987, con ocasión de la segunda visita al país de Juan Pablo II– hay 414 mil inscriptos de 182 países.

Encíclica "Miserentissimus Redentor" - SS Pío XI


Carta encíclica sobre la expiación que todos deben al Sagrado Corazón de Jesús SS PÍO XI (8-V-1928) Aparición de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque

1. Nuestro Misericordiosísimo Redentor, después de conquistar la salvación del linaje humano en el madero de la Cruz y antes de su ascensión al Padre desde este mundo, dijo a sus apóstoles y discípulos, acongojados de su partida, para consolarles: «Mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Voz dulcísima, prenda de toda esperanza y seguridad; esta voz, venerables hermanos, viene a la memoria fácilmente cuantas veces contemplamos desde esta elevada cumbre la universal familia de los hombres, de tantos males y miserias trabajada, y aun la Iglesia, de tantas impugnaciones sin tregua y de tantas asechanzas oprimida.

Esta divina promesa, así como en un principio levantó los ánimos abatidos de los apóstoles, y levantados los encendió e inflamó para esparcir la semilla de la doctrina evangélica en todo el mundo, así después alentó a la Iglesia a la victoria sobre las puertas del infierno. Ciertamente en todo tiempo estuvo presente a su Iglesia nuestro Señor Jesucristo; pero lo estuvo con especial auxilio y protección cuantas veces se vio cercada de más graves peligros y molestias, para suministrarle los remedios convenientes a la condición de los tiempos y las cosas, con aquella divina Sabiduría que «toca de extremo a extremo con fortaleza y todo lo dispone con suavidad» (Sal 8,1). Pero «no se encogió la mano del Señor» (Is 59, 1) en los tiempos más cercanos; especialmente cuando se introdujo y se difundió ampliamente aquel error del cual era de temer que en cierto modo secara las fuentes de la vida cristiana para los hombres, alejándolos del amor y del trato con Dios.

Mas como algunos del pueblo tal vez desconocen todavía, y otros desdeñan, aquellas quejas del amantísimo Jesús al aparecerse a Santa Margarita María de Alacoque, y lo que manifestó esperar y querer a los hombres, en provecho de ellos, plácenos, venerables hermanos, deciros algo acerca de la honesta satisfacción a que estamos obligados respecto al Corazón Santísimo de Jesús; con el designio de que lo que os comuniquemos cada uno de vosotros lo enseñe a su grey y la excite a practicarlo.

2. Entre todos los testimonios de la infinita benignidad de nuestro Redentor resplandece singularmente el hecho de que, cuando la caridad de los fieles se entibiaba, la caridad de Dios se presentaba para ser honrada con culto especial, y los tesoros de su bondad se descubrieron por aquella forma de devoción con que damos culto al Corazón Sacratísimo de Jesús, «en quien están escondidos todos los tesoros de su sabiduría y de su ciencia» (Col 2, 3).

Pues, así como en otro tiempo quiso Dios que a los ojos del humano linaje que salía del arca de Noé resplandeciera como signo de pacto de amistad «el arco que aparece en las nubes» (Gén 2, 14), así en los turbulentísimos tiempos de la moderna edad, serpeando la herejía jansenista, la más astuta de todas, enemiga del amor de Dios y de la piedad, que predicaba que no tanto ha de amarse a Dios como padre cuanto temérsele como implacable juez, el benignísimo Jesús mostró su corazón como bandera de paz y caridad desplegada sobre las gentes, asegurando cierta la victoria en el combate. A este propósito, nuestro predecesor León XIII, de feliz memoria, en su encíclica Annum Sacrum, admirando la oportunidad del culto al Sacratísimo Corazón de Jesús, no vaciló en escribir: «Cuando la Iglesia, en los tiempos cercanos a su origen, sufría la opresión del yugo de los Césares, la Cruz, aparecida en la altura a un joven emperador, fue simultáneamente signo y causa de la amplísima victoria lograda inmediatamente. Otro signo se ofrece hoy a nuestros ojos, faustísimo y divinísimo: el Sacratísimo Corazón de Jesús con la Cruz superpuesta, resplandeciendo entre llamas, con espléndido candor. En El han de colocarse todas las esperanzas; en El han de buscar y esperar la salvación de los hombres».

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús

3. Y con razón, venerables hermanos; pues en este faustísimo signo y en esta forma de devoción consiguiente, ¿no es verdad que se contiene la suma de toda la religión y aun la norma de vida más perfecta, como que más expeditamente conduce los ánimos a conocer íntimamente a Cristo Señor Nuestro, y los impulsa a amarlo más vehementemente, y a imitarlo con más eficacia? Nadie extrañe, pues, que nuestros predecesores incesantemente vindicaran esta probadísima devoción de las recriminaciones de los calumniadores y que la ensalzaran con sumos elogios y solícitamente la fomentaran, conforme a las circunstancias.

Así, con la gracia de Dios, la devoción de los fieles al Sacratísimo Corazón de Jesús ha ido de día en día creciendo; de aquí aquellas piadosas asociaciones, que por todas partes se multiplican, para promover el culto al Corazón divino; de aquí la costumbre, hoy ya extendida por todas partes, de comulgar el primer viernes de cada mes, conforme al deseo de Cristo Jesús.

La consagración

4. Mas, entre todo cuanto propiamente atañe al culto del Sacratísimo Corazón, descuella la piadosa y memorable consagración con que nos ofrecemos al Corazón divino de Jesús, con todas nuestras cosas, reconociéndolas como recibidas de la eterna bondad de Dios. Después que nuestro Salvador, movido más que por su propio derecho, por su inmensa caridad para nosotros, enseñó a la inocentísima discípula de su Corazón, Santa Margarita María, cuánto deseaba que los hombres le rindiesen este tributo de devoción, ella fue, con su maestro espiritual, el P. Claudio de la Colombière, la primera en rendirlo. Siguieron, andando el tiempo, los individuos particulares, después las familias privadas y las asociaciones y, finalmente, los magistrados, las ciudades y los reinos.

Mas, como en el siglo precedente y en el nuestro, por las maquinaciones de los impíos, se llegó a despreciar el imperio de Cristo nuestro Señor y a declarar públicamente la guerra a la Iglesia, con leyes y mociones populares contrarias al derecho divino y a la ley natural, y hasta hubo asambleas que gritaban: «No queremos que reine sobre nosotros» (Lc 19, 14), por esta consagración que decíamos, la voz de todos los amantes del Corazón de Jesús prorrumpía unánime oponiendo acérrimamente, para vindicar su gloria y asegurar sus derechos: «Es necesario que Cristo reine (1 Cor 15, 25). Venga su reino». De lo cual fue consecuencia feliz que todo el género humano, que por nativo derecho posee Jesucristo, único en quien todas las cosas se restauran (Ef 1, 10), al empezar este siglo, se consagra al Sacratísimo Corazón, por nuestro predecesor León XIII, de feliz memoria, aplaudiendo el orbe cristiano.

Comienzos tan faustos y agradables, Nos, como ya dijimos en nuestra encíclica Quas primas, accediendo a los deseos y a las preces reiteradas y numerosas de obispos y fieles, con el favor de Dios completamos y perfeccionamos, cuando, al término del año jubilar, instituimos la fiesta de Cristo Rey y su solemne celebración en todo el orbe cristiano.

Cuando eso hicimos, no sólo declaramos el sumo imperio de Jesucristo sobre todas las cosas, sobre la sociedad civil y la doméstica y sobre cada uno de los hombres, mas también presentimos el júbilo de aquel faustísimo día en que el mundo entero espontáneamente y de buen grado aceptará la dominación suavísima de Cristo Rey. Por esto ordenábamos también que en el día de esta fiesta se renovase todos los años aquella consagración para conseguir más cierta y abundantemente sus frutos y para unir a los pueblos todos con el vínculo de la caridad cristiana y la conciliación de la paz en el Corazón de Cristo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan.

La expiación o reparación

5. A estos deberes, especialmente a la consagración, tan fructífera y confirmada en la fiesta de Cristo Rey, necesario es añadir otro deber, del que un poco más por extenso queremos, venerables hermanos, hablaros en las presentes letras; nos referimos al deber de tributar al Sacratísimo Corazón de Jesús aquella satisfacción honesta que llaman reparación.

Si lo primero y principal de la consagración es que al amor del Creador responda el amor de la criatura, síguese espontáneamente otro deber: el de compensar las injurias de algún modo inferidas al Amor increado, si fue desdeñado con el olvido o ultrajado con la ofensa. A este deber llamamos vulgarmente reparación.

Y si unas mismas razones nos obligan a lo uno y a lo otro, con más apremiante título de justicia y amor estamos obligados al deber de reparar y expiar: de justicia, en cuanto a la expiación de la ofensa hecha a Dios por nuestras culpas y en cuanto a la reintegración del orden violado; de amor, en cuanto a padecer con Cristo paciente y «saturado de oprobio» y, según nuestra pobreza, ofrecerle algún consuelo.

Pecadores como somos todos, abrumados de muchas culpas, no hemos de limitarnos a honrar a nuestro Dios con sólo aquel culto con que adoramos y damos los obsequios debidos a su Majestad suprema, o reconocemos suplicantes su absoluto dominio, o alabamos con acciones de gracias su largueza infinita; sino que, además de esto, es necesario satisfacer a Dios, juez justísimo, «por nuestros innumerables pecados, ofensas y negligencias». A la consagración, pues, con que nos ofrecemos a Dios, con aquella santidad y firmeza que, como dice el Angélico, son propias de la consagración, ha de añadirse la expiación con que totalmente se extingan los pecados, no sea que la santidad de la divina justicia rechace nuestra indignidad impudente, y repulse nuestra ofrenda, siéndole ingrata, en vez de aceptarla como agradable.

Este deber de expiación a todo el género humano incumbe, pues, como sabemos por la fe cristiana, después de la caída miserable de Adán el género humano, inficionado de la culpa hereditaria, sujeto a las concupiscencias y míseramente depravado, había merecido ser arrojado a la ruina sempiterna. Soberbios filósofos de nuestros tiempos, siguiendo el antiguo error de Pelagio, esto niegan blasonando de cierta virtud innata en la naturaleza humana, que por sus propias fuerzas continuamente progresa a perfecciones cada vez más altas; pero estas inyecciones del orgullo rechaza el Apóstol cuando nos advierte que «éramos por naturaleza hijos de ira» (Ef 2, 3).

En efecto, ya desde el principio los hombres en cierto modo reconocieron el deber de aquella común expiación y comenzaron a practicarlo guiados por cierto natural sentido, ofreciendo a Dios sacrificios, aun públicos, para aplacar su justicia.

Expiación de Cristo

6. Pero ninguna fuerza creada era suficiente para expiar los crímenes de los hombres si el Hijo de Dios no hubiese tomado la humana naturaleza para repararla. Así lo anunció el mismo Salvador de los hombres por los labios del sagrado Salmista: «Hostia y oblación no quisiste; mas me apropiaste cuerpo. Holocaustos por el pecado no te agradaron; entonces dije: heme aquí» (Heb 10, 5. 7). Y «ciertamente El llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores; herido fue por nuestras iniquidades» (Is 53, 4-5); y «llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero» (1 Pe 2, 24); «borrando la cédula del decreto que nos era contrario, quitándole de en medio y enclavándole en la cruz» (Col 2, 14) «para que muertos al pecado, vivamos a la justicia» (1 Pe 2, 24).

Expiación nuestra, sacerdotes en Cristo

7. Mas, aunque la copiosa redención de Cristo sobreabundantemente «perdonó nuestros pecados» (Col 2, 13); pero, por aquella admirable disposición de la divina Sabiduría, según la cual ha de completarse en nuestra carne lo que falta en la pasión de Cristo por su cuerpo que es la Iglesia (Col 1, 24), aun a las oraciones y satisfacciones «que Cristo ofreció a Dios en nombre de los pecadores» podemos y debemos añadir también las nuestras.

8. Necesario es no olvidar nunca que toda la fuerza de la expiación pende únicamente del cruento sacrificio de Cristo, que por modo incruento se renueva sin interrupción en nuestros altares; pues, ciertamente, «una y la misma es la Hostia, el mismo es el que ahora se ofrece mediante el ministerio de los sacerdotes que el que antes se ofreció en la cruz; sólo es diverso el modo de ofrecerse»; por lo cual debe unirse con este augustísimo sacrificio eucarístico la inmolación de los ministros y de los otros fieles para que también se ofrezcan como «hostias vivas, santas, agradables a Dios» (Rom 12, 1). Así, no duda afirmar San Cipriano «que el sacrificio del Señor no se celebra con la santificación debida si no corresponde a la pasión nuestra oblación y sacrificio».

Por ello nos amonesta el Apóstol que, «llevando en nuestro cuerpo la mortificación de Jesús» (2 Cor 4, 10), y con Cristo sepultados y plantados, no sólo a semejanza de su muerte crucifiquemos nuestra carne con sus vicios y concupiscencias (Cf. Gál 5, 24), «huyendo de lo que en el mundo es corrupción de concupiscencia» (2 Pe 1, 4), sino que «en nuestros cuerpos se manifieste la vida de Jesús» (2 Cor 4, 10), y, hechos partícipes de su eterno sacerdocio, «ofrezcamos dones y sacrificios por los pecados» (Heb 5, 1).

Ni solamente gozan de la participación de este misterioso sacerdocio y de este deber de satisfacer y sacrificar aquellos de quienes nuestro Señor Jesucristo se sirve para ofrecer a Dios la oblación inmaculada desde el oriente hasta el ocaso en todo lugar (Mal 1-2), sino que toda la grey cristiana, llamada con razón por el Príncipe de los Apóstoles «linaje escogido, real sacerdocio» (1 Pe 2, 9), debe ofrecer por sí y por todo el género humano sacrificios por los pecados, casi de la propia manera que todo sacerdote y pontífice «tomado entre los hombres, a favor de los hombres es constituido en lo que toca a Dios» (Heb 5, 1).

Y cuanto más perfectamente respondan al sacrificio del Señor nuestra oblación y sacrificio, que es inmolar nuestro amor propio y nuestras concupiscencias y crucificar nuestra carne con aquella crucifixión mística de que habla el Apóstol, tantos más abundantes frutos de propiciación y de expiación para nosotros y para los demás percibiremos. Hay una relación maravillosa de los fieles con Cristo, semejante a la que hay entre la cabeza y los demás miembros del cuerpo, y asimismo una misteriosa comunión de los santos, que por la fe católica profesamos, por donde los individuos y los pueblos no sólo se unen entre sí, mas también con Jesucristo, que es la cabeza;.«del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado por todas las junturas, según la operación proporcionada de cada miembro, recibe aumento propio, edificándose en amor» (Ef 4, 15-16). Lo cual el mismo Mediador de Dios y de los hombres, Jesucristo, próximo a la muerte, lo pidió al Padre: «Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en la unidad»(Jn 17, 23).

Así, pues, como la consagración profesa y afirma la unión con Cristo, así la expiación da principio a esta unión borrando las culpas, la perfecciona participando de sus padecimientos y la consuma ofreciendo sacrificios por los hermanos. Tal fue, ciertamente, el designio del misericordioso Jesús cuando quiso descubrirnos su Corazón con los emblemas de su pasión y echando de sí llamas de caridad: que mirando de una parte la malicia infinita del pecado, y, admirando de otra la infinita caridad del Redentor, más vehementemente detestásemos el pecado y más ardientemente correspondiésemos a su caridad.

Comunión Reparadora y Hora Santa

9. Y ciertamente en el culto al Sacratísimo Corazón de Jesús tiene la primacía y la parte principal el espíritu de expiación y reparación; ni hay nada más conforme con el origen, índole, virtud y prácticas propias de esta devoción, como la historia y la tradición, la sagrada liturgia y las actas de los Santos Pontífices confirman.

Cuando Jesucristo se aparece a Santa Margarita María, predicándole la infinitud de su caridad, juntamente, como apenado, se queja de tantas injurias como recibe de los hombres por estas palabras que habían de grabarse en las almas piadosas de manera que jamás se olvidarán: «He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres y de tantos beneficios los ha colmado, y que en pago a su amor infinito no halla gratitud alguna, sino ultrajes, a veces aun de aquellos que están obligados a amarle con especial amor». Para reparar estas y otras culpas recomendó entre otras cosas que los hombres comulgaran con ánimo de expiar, que es lo que llaman Comunión Reparadora, y las súplicas y preces durante una hora, que propiamente se llama la Hora Santa; ejercicios de piedad que la Iglesia no sólo aprobó, sino que enriqueció con copiosos favores espirituales.

Consolar a Cristo

10. Mas ¿cómo podrán estos actos de reparación consolar a Cristo, que dichosamente reina en los cielos? Respondemos con palabras de San Agustín: «Dame un corazón que ame y sentirá lo que digo».

Un alma de veras amante de Dios, si mira al tiempo pasado, ve a Jesucristo trabajando, doliente, sufriendo durísimas penas «por nosotros los hombres y por nuestra salvación», tristeza, angustias, oprobios, «quebrantado por nuestras culpas» (Is 53, 5) y sanándonos con sus llagas. De todo lo cual tanto más hondamente se penetran las almas piadosas cuanto más claro ven que los pecados de los hombres en cualquier tiempo cometidos fueron causa de que el Hijo de Dios se entregase a la muerte; y aun ahora esta misma muerte, con sus mismos dolores y tristezas, de nuevo le infieren, ya que cada pecado renueva a su modo la pasión del Señor, conforme a lo del Apóstol: «Nuevamente crucifican al Hijo de Dios y le exponen a vituperio» (Is 5). Que si a causa también de nuestros pecados futuros, pero previstos, el alma de Cristo Jesús estuvo triste hasta la muerte, sin duda algún consuelo recibiría de nuestra reparación también futura, pero prevista, cuando el ángel del cielo (Lc 22, 43) se le apareció para consolar su Corazón oprimido de tristeza y angustias. Así, aún podemos y debemos consolar aquel Corazón sacratísimo, incesantemente ofendido por los pecados y la ingratitud de los hombres, por este modo admirable, pero verdadero; pues alguna vez, como se lee en la sagrada liturgia, el mismo Cristo se queja a sus amigos del desamparo, diciendo por los labios del Salmista: «Improperio y miseria esperó mi corazón; y busqué quien compartiera mi tristeza y no lo hubo; busqué quien me consolara y no lo hallé» (Sal 68, 21).

La pasión de Cristo en su Cuerpo, la Iglesia

11. Añádase que la pasión expiadora de Cristo se renueva y en cierto modo se continúa y se completa en el Cuerpo místico, que es la Iglesia. Pues sirviéndonos de otras palabras de San Agustín: «Cristo padeció cuanto debió padecer; nada falta a la medida de su pasión. Completa está la pasión, pero en la cabeza; faltaban todavía las pasiones de Cristo en el cuerpo». Nuestro Señor se dignó declarar esto mismo cuando, apareciéndose a Saulo, «que respiraba amenazas y muerte contra los discípulos» (Hch 9, 11), le dijo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (Hch 5); significando claramente que en las persecuciones contra la Iglesia es a la Cabeza divina de la Iglesia a quien se veja e impugna. Con razón, pues, Jesucristo, que todavía en su Cuerpo místico padece, desea tenernos por socios en la expiación, y esto pide con El nuestra propia necesidad; porque siendo como somos «cuerpo de Cristo, y cada uno por su parte miembro» (1 Cor 12, 27), necesario es que lo que padezca la cabeza lo padezcan con ella los miembros (1 Cor 12, 27).

Necesidad actual de expiación por tantos pecados

12. Cuánta sea, especialmente en nuestros tiempos, la necesidad de esta expiación y reparación, no se le ocultará a quien vea y contemple este mundo, como dijimos, «en poder del malo» (Jn 5, 19). De todas partes sube a Nos clamor de pueblos que gimen, cuyos príncipes o rectores se congregaron y confabularon a una contra el Señor y su Iglesia (2 Pe 2, 2). Por esas regiones vemos atropellados todos los derechos divinos y humanos; derribados y destruidos los templos, los religiosos y religiosas expulsados de sus casas, afligidos con ultrajes, tormentos, cárceles y hambre; multitudes de niños y niñas arrancados del seno de la Madre Iglesia, e inducidos a renegar y blasfemar de Jesucristo y a los más horrendos crímenes de la lujuria; todo el pueblo cristiano duramente amenazado y oprimido, puesto en el trance de apostatar de la fe o de padecer muerte crudelísima. Todo lo cual es tan triste que por estos acontecimientos parecen manifestarse «los principios de aquellos dolores» que habían de preceder «al hombre de pecado que se levanta contra todo lo que se llama Dios o que se adora» (2 Tes 2, 4).

Y aún es más triste, venerables hermanos, que entre los mismos fieles, lavados en el bautismo con la sangre del Cordero inmaculado y enriquecidos con la gracia, haya tantos hombres, de todo orden o clase, que con increíble ignorancia de las cosas divinas, inficionados de doctrinas falsas, viven vida llena de vicios, lejos de la casa del Padre; vida no iluminada por la luz de la fe, ni alentada de la esperanza en la felicidad futura, ni caldeada y fomentada por el calor de la caridad, de manera que verdaderamente parecen sentados en las tinieblas y en la sombra de la muerte. Cunde además entre los fieles la incuria de la eclesiástica disciplina y de aquellas antiguas instituciones en que toda la vida cristiana se funda y con que se rige la sociedad doméstica y se defiende la santidad del matrimonio; menospreciada totalmente o depravada con muelles halagos la educación de los niños, aún negada a la Iglesia la facultad de educar a la juventud cristiana; el olvido deplorable del pudor cristiano en la vida y principalmente en el vestido de la mujer; la codicia desenfrenada de las cosas perecederas, el ansia desapoderada de aura popular; la difamación de la autoridad legítima, y, finalmente, el menosprecio de la palabra de Dios, con que la fe se destruye o se pone al borde de la ruina.

Forman el cúmulo de estos males la pereza y la necedad de los que, durmiendo o huyendo como los discípulos, vacilantes en la fe míseramente desamparan a Cristo, oprimido de angustias o rodeado de los satélites de Satanás; no menos que la perfidia de los que, a imitación del traidor Judas, o temeraria o sacrílegamente comulgan o se pasan a los campamentos enemigos. Y así aun involuntariamente se ofrece la idea de que se acercan los tiempos vaticinados por nuestro Señor: «Y porque abundó la iniquidad, se enfrió la caridad de muchos» (Mt 24, 12).

El ansia ardiente de expiar

13. Cuantos fieles mediten piadosamente todo esto, no podrán menos de sentir, encendidos en amor a Cristo apenado, el ansia ardiente de expiar sus culpas y las de los demás; de reparar el honor de Cristo, de acudir a la salud eterna de las almas. Las palabras del Apóstol: «Donde abundó el delito, sobreabundó la gracia» (Rom 5, 20), de alguna manera se acomodan también para describir nuestros tiempos; pues si bien la perversidad de los hombres sobre manera crece, maravillosamente crece también, inspirando el Espíritu Santo, el número de los fieles de uno y otro sexo, que con resuelto ánimo procuran satisfacer al Corazón divino por todas las ofensas que se le hacen, y aun no dudan ofrecerse a Cristo como víctimas.

Quien con amor medite cuanto hemos dicho y en lo profundo del corazón lo grabe, no podrá menos de aborrecer y de abstenerse de todo pecado como de sumo mal; se entregará a la voluntad divina y se afanará por reparar el ofendido honor de la divina Majestad, ya orando asiduamente, ya sufriendo pacientemente las mortificaciones voluntarias, y las aflicciones que sobrevinieren, ya, en fin, ordenando a la expiación toda su vida.

Aquí tienen su origen muchas familias religiosas de varones y mujeres que, con celo ferviente y como ambicioso de servir, se proponen hacer día y noche las veces del Ángel que consoló a Jesús en el Huerto; de aquí las piadosas asociaciones asimismo aprobadas por la Sede Apostólica y enriquecidas con indulgencias, que hacen suyo también este oficio de la expiación con ejercicios convenientes de piedad y de virtudes; de aquí finalmente los frecuentes y solemnes actos de desagravio encaminados a reparar el honor divino, no sólo por los fieles particulares, sino también por las parroquias, las diócesis y ciudades.
LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS
Causa de muchos bienes

14. Pues bien: venerables hermanos, así como la devoción de la consagración, en sus comienzos humilde, extendida después, empieza a tener su deseado esplendor con nuestra confirmación, así la devoción de la expiación o reparación, desde un principio santamente introducida y santamente propagada. Nos deseamos mucho que, más firmemente sancionada por nuestra autoridad apostólica, más solemnemente se practique por todo el universo católico. A este fin disponemos y mandamos que cada año en la fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús --fiesta que con esta ocasión ordenamos se eleve al grado litúrgico de doble de primera clase con octava-- en todos los templos del mundo se rece solemnemente el acto de reparación al Sacratísimo Corazón de Jesús, cuya oración ponemos al pie de esta carta para que se reparen nuestras culpas y se resarzan los derechos violados de Cristo, Sumo Rey y amantísimo Señor.

No es de dudar, venerables hermanos, sino que de esta devoción santamente establecida y mandada a toda la Iglesia, muchos y preclaros bienes sobrevendrán no sólo a los individuos, sino a la sociedad sagrada, a la civil y a la doméstica, ya que nuestro mismo Redentor prometió a Santa Margarita María «que todos aquellos que con esta devoción honraran su Corazón, serían colmados con gracias celestiales».

Los pecadores, ciertamente, «viendo al que traspasaron» (Jn 19, 37), y conmovidos por los gemidos y llantos de toda la Iglesia, doliéndose de las injurias inferidas al Sumo Rey, «volverán a su corazón» (Is 46, 8); no sea que obcecados e impenitentes en sus culpas, cuando vieren a Aquel a quien hirieron «venir en las nubes del cielo» (Mt 26, 64), tarde y en vano lloren sobre El (Cf. Ap 1, 7).

Los justos más y más se justificarán y se santificarán, y con nuevos fervores se entregarán al servicio de su Rey, a quien miran tan menospreciado y combatido y con tantas contumelias ultrajado; pero especialmente se sentirán enardecidos para trabajar por la salvación de las almas, penetrados de aquella queja de la divina Víctima: «¿Qué utilidad en mi sangre?» (Sal 19, 10); y de aquel gozo que recibirá el Corazón sacratísimo de Jesús «por un solo pecador que hiciere penitencia» (Lc 15, 4).

Especialmente anhelamos y esperamos que aquella justicia de Dios, que por diez justos, movido a misericordia, perdonó a los de Sodoma, mucho más perdonará a todos los hombres, suplicantemente invocada y felizmente aplacada por toda la comunidad de los fieles unidos con Cristo, su Mediador y Cabeza.

La Virgen Reparadora

15. Plazcan, finalmente, a la benignísima Virgen Madre de Dios nuestros deseos y esfuerzos; que cuando nos dio al Redentor, cuando lo alimentaba cuando al pie de la cruz lo ofreció como hostia, por su unión misteriosa con Cristo y singular privilegio de su gracia fue, como se la llama piadosamente, reparadora. Nos, confiados en su intercesión con Cristo, que siendo el «único Mediador entre Dios y los hombres» (Tim 2, 3), quiso asociarse a su Madre como abogada de los pecadores, dispensadora de la gracia y mediadora, amantísimamente os damos como prenda de los dones celestiales de nuestra paternal benevolencia, a vosotros, venerables hermanos, y a toda la grey confiada a vuestro cuidado, la bendición apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, día 8 de mayo de 1928, séptimo de nuestro pontificado.

Evangelio del día 30 de julio de 2011


Evangelio según San Mateo 14,1-12. Sábado de la XVII Semana del Tiempo Ordinario


En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: "Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos". Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla".
Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.
El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera.
Instigada por su madre, ella dijo: "Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran
y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre.
Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.



Comentario:


San Juan Bautista, Precursor del nacimiento y de la muerte de Cristo - San Beda el Venerable



El santo Precursor del nacimiento, de la predicación y de la muerte del Señor mostró en el momento de la lucha suprema una fortaleza digna de atraer la mirada de Dios, ya que, como dice la Escritura, la gente pensaba que cumplía una pena, pero él esperaba de lleno la inmortalidad. Con razón celebramos su día natalicio, que él ha solemnizado con su martirio y adornado con el fulgor purpúreo de su sangre; con razón veneramos con gozo espiritual la memoria de aquel que selló con su martirio el testimonio que había dado del Señor.

No debemos poner en duda que san Juan sufrió la cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, sí trató de obligarlo a que callara la verdad; ello es suficiente para afirmar que murió por Cristo.

Cristo, en efecto, dice: Yo soy la verdad; por consiguiente, si Juan derramó su sangre por la verdad, la derramó por Cristo; y él, que precedió a Cristo en su nacimiento, en su predicación y en su bautismo, anunció también con su martirio, anterior al de Cristo, la pasión fuera del Señor.

Este hombre tan eximio terminó, pues, su vida derramando su sangre, después de un largo y penoso cautiverio. Él, que había evangelizado la libertad de una paz que viene de arriba, fue encarcelado por unos hombres malvados; fue encerrado en la oscuridad de un calabozo aquel que vino a dar testimonio de la luz y a quien Cristo, la luz en persona, dio el título de «lámpara que arde y brilla»; fue bautizado en su propia sangre aquel a quien fue dado bautizar al Redentor del mundo, oír la voz del Padre que resonaba sobre Cristo y ver la gracia del Espíritu Santo que descendía sobre él. Mas, a él, todos aquellos tormentos temporales no le resultaban penosos, sino más bien leves y agradables, ya que los sufría por causa de la verdad y sabía que habían de merecerle un premio y un gozo sin fin.

La muerte –que de todas maneras había de acaecerle por ley natural– era para él algo apetecible, teniendo en cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella alcanzaría la palma de la vida eterna. Bien dice el Apóstol: A vosotros se os ha concedido la gracia de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en él, sino sufriendo por él. El mismo Apóstol explica, en otro lugar, por qué sea un don el hecho de sufrir por Cristo: Los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá.

De las homilías de san Beda el Venerable, presbítero

San Pedro Crisólogo - 30 de julio


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viernes, 29 de julio de 2011

Evangelio del día 29 de julio de 2011


Evangelio según San Juan 11,19-27. Santa Marta - Memoria

Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".
Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".
Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".
Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".

Comentario:

Marta le dijo: «Sí, Señor, yo creo» - Beato John Henry Newman



Cristo vino para resucitar a Lázaro, pero el impacto de este milagro será la causa inmediata de su arresto y crucifixión (Jn 11, 46 s)....Sintió que Lázaro estaba despertando a la vida a precio de su propio sacrificio, sintió que descendía a la tumba, de dónde había hecho salir a su amigo. Sentía que Lázaro debía vivir y él debía morir, la apariencia de las cosas se había invertido, la fiesta se iba a hacer en casa de Marta, pero para él era la última pascua de dolor. Y Jesús sabía que esta inversión había sido aceptada voluntariamente por él. Había venido desde el seno de su Padre para expiar con su sangre todos los pecados de los hombres, y así hacer salir de su tumba a todos los creyentes, como a su amigo Lázaro... los devuelve a la vida, no por un tiempo, sino para toda la eternidad.
Mientras contemplamos la magnitud de este acto de misericordia, Jesús le dijo a Marta: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente."
Hagamos nuestras estas palabras de consuelo, tanto en la contemplación de nuestra propia muerte, como en la de nuestros amigos. Dondequiera que haya fe en Cristo, allí está el mismo Cristo. Él le dijo a Marta: "¿Crees esto?". Donde hay un corazón para responder: "Señor, yo creo", ahí Cristo está presente. Allí, nuestro Señor se digna estar, aunque invisible, ya sea sobre la cama de la muerte o sobre la tumba, si nos estamos hundiendo, o en aquellos que seres que nos son queridos. ¡Bendito sea su nombre! nada puede privarnos de este consuelo: vamos a estar tan seguros, a través de su gracia, de que Él está junto a nosotros en el amor, como si lo viéramos. Nosotros, después de nuestra experiencia de la historia de Lázaro, no dudamos un instante que él está pendiente de nosotros y permanece a nuestro lado.

Beato John Henry Newman (1801-1890), presbítero, fundador de comunidad religiosa, teólogo. Sermón: "Las lágrimas de Cristo en la tumba de Lázaro» PPS, vol. 3, n°10

Santa Marta - 29 de julio


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jueves, 28 de julio de 2011

¿Descubren la tumba de apóstol San Felipe en el suroeste de Turquía?


La tumba de San Felipe, uno de los 12 apóstoles de Jesucristo, fue descubierta en la provincia de Denizli, suroeste de Turquia, informó hoy la agencia semioficial de noticias Anatolia.

El descubrimiento tuvo lugar en Hierápolis (Pamukkale), en el antiguo sitio de excavación de Denizli, informó el italiano Francesco D'Andria, jefe del equipo de excavación.

La gente creía que la tumba de San Felipe estaba en la "Colina de los Muertos" en Hierápolis, pero el equipo de D'Andria descubrió una nueva iglesia en ruinas a 40 metros de la colina donde yace la tumba del apóstol San Felipe.

"El descubrimiento de la tumba de San Felipe, que es una figura muy importante en la cristiandad, tendrá un tremendo impacto en el mundo", dijo D'Andria poco después del gran éxito del equipo.

D'Andria dijo que los arqueólogos han estado trabajando durante años para buscar la tumba de la figura bíblica y que finalmente lograron llegar al monumento al trabajar en las ruinas de una nueva iglesia recién desenterrada en Hierápolis.

Hierápolis es una ciudad antigua y también Sitio Patrimonio de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). La ciudad, que es famosa por sus históricos manantiales de agua caliente usados como balneario desde el Siglo II, es una mezcla de influencias paganas, romanas, judías y cristianas.

La tradición antigua asocia a Hierápolis con San Felipe el apóstol, que se cree murió en la ciudad alrededor del año 80 después de Cristo. Se cree que el apóstol, que predicó en Grecia, Siria y Frigia, fue martirizado en Hierápolis.

La leyenda dice que San Felipe fue crucificado de cabeza o martirizado con la decapitación. Luego de la muerte del apóstol, se erigió en su honor una tumba octagonal llamada "El Martirio" en el lugar donde se cree fue martirizado

Evangelio del día 28 de julio de 2011




Evangelio según San Mateo 13,47-53. Jueves de la XVII Semana del Tiempo Ordinario


El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces.
Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron.
Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".
Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí


Comentario:


"El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea en el Hijo, no verá la vida" (Jn 3,36) - Santa Catalina de Siena



[Santa Catalina oyó que Dios decía:] En el último día del juicio, cuando el Verbo, mi Hijo, revestido de mi majestad, vendrá a juzgar al mundo con su poder divino, no vendrá como pobre y miserable tal como se presentó cuando nació del seno de la Virgen, en un establo y en medio de animales, o tal como murió, entre dos ladrones. Entonces, en él mi poder estaba escondido; como hombre le dejé sufrir dolores y tormentos. No fue, en absoluto, que mi naturaleza divina se separara de la naturaleza humana, sino que le dejé sufrir como a hombre para expiar vuestras faltas. No, no es así que vendrá en el momento supremo: vendrá con todo su poder y con todo el esplendor de su propia persona...

A los justos les inspirará, al mismo tiempo que un temor respetuoso, un gran júbilo. No es que su rostro cambie: su rostro, en virtud de su naturaleza divina, es inmutable porque no es sino uno conmigo, y en virtud de la naturaleza humana su rostro es igualmente inmutable porque tiene asumida la gloria de la resurrección. A los ojos de los réprobos, aparecerá terrible, porque le verán con ese ojo de espanto y turbación que los pecadores llevan dentro de sí mismos.

¿No es lo mismo que ocurre con un ojo enfermo? Cuando brilla el sol no ve más que tinieblas, mientras que el ojo sano ve la luz. No es que la luz tenga algún defecto; no es que el sol cambie. El defecto está en el ojo ciego. Es así como los réprobos verán a mi Hijo: en la tiniebla, el odio y la confusión. Será por culpa de su propia enfermedad y no a causa de la majestad divina con la que mi Hijo aparecerá para juzgar al mundo.


Santa Catalina de Siena (1347-1380), terciaria dominica, doctor de la Iglesia, copatrona de Europa. El Diálogo, cap. 39

San Inocencio I, papa - 28 de julio

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miércoles, 27 de julio de 2011

SS Benedicto XVI: los gobernantes necesitan más que nadie la ayuda de Dios


SS Benedicto XVI comentó desde Castelgandolfo y antes de la oración del Ángelus, la lectura de la misa sobre la oración de Salomón. En la petición a Dios de tener «un corazón dócil» y no vida larga, riqueza o la eliminación de los enemigos, «se ve la grandeza de ánimo de Salomón», afirmó el Papa, quien aseguró que los gobernantes necesitan más que nadie la ayuda de Dios para que sus conciencias sean iluminadas y puedan obrar a favor del bien común de todos.

Salomón pidió a Dios que le concediera “un corazón dócil”, recordó el Papa, refiriéndose a la lectura del Antiguo Testamento que se lee en la liturgia de hoy: “Sabemos que el corazón, en la Biblia no indica solo una parte del cuerpo sino el centro de la persona –dijo-, la sede de sus intenciones y sus juicios. Podríamos decir: la conciencia.“Corazón dócil” significa entonces una conciencia que sabe escuchar. Que es sensible a la voz de la verdad y por esto es capaz de discernir el bien y el mal.”
"Las personas llamadas a tareas de gobierno", aseguró Benedicto XVI, "naturalmente tienen una responsabilidad ulterior, y por lo tanto –como enseña Salomón- necesitan aún más de la ayuda de Dios.
Pero a cada quien le toca hacer su propia parte, en la situación concreta en la que se encuentre".

Cada uno de nosotros tiene una conciencia, explicó el Papa, para ejercitar la gran dignidad humana de actuar según la recta conciencia. “Una mentalidad equivocada nos sugiere pedir a Dios cosas o favores; en realidad, la verdadera cualidad de nuestra vida y de la vida social depende de la recta conciencia de cada uno, de la capacidad de cada quien y de todos de reconocer el bien, separándolo del mal, y de tratar pacientemente de actuarlo”.

Palabras del Santo Padre en lengua española, al finalizar el ángelus:

“Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana. La parábola del tesoro escondido que escuchamos en el Evangelio de hoy, nos recuerda la importancia decisiva y suprema del Señor en nuestra vida, invitándonos a supeditar todo lo demás a este inefable tesoro que Dios ha puesto en nosotros. Que también en esta época veraniega nos cuidemos de fortalecer nuestra fe, sin disipar la atención en aspectos caducos. Que la Virgen María nos ayude a seguir incondicionalmente a su divino Hijo. Felíz domingo.”

Evangelio del día 27 de julio de 2011


Evangelio según San Mateo 13,44-46.Miércoles de la XVII Semana del Tiempo Ordinario


El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.


Comentario:


Un tesoro escondido - Santa Teresa del Niño Jesús



La esposa [del Cantar] de los Cantares dice que, al no encontrar a su Amado en el lecho, se levantó para buscarle por la ciudad, pero en vano; y que en cuanto salió de la ciudad, encontró al que amaba su alma... (Ct 3,1-4). Jesús no quiere que encontremos en el reposo su presencia adorable; él se esconde... ¡Y qué melodía para mi corazón ese silencio de Jesús...! Él se hace pobre para que nosotras podamos darle limosna, nos tiende la mano como un mendigo, para que cuando aparezca en su gloria el día del juicio, pueda hacernos oír aquellas dulces palabras: "Venid vosotros, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve enfermo y en la cárcel y me socorristeis" (Mt 25, 34-36). El mismo Jesús que pronunció estas palabras es quien busca nuestro amor, quien lo mendiga... Se pone, por así decirlo, a nuestra merced. No quiere tomar nada sin que se lo demos...

Jesús es un tesoro escondido, un bien inestimable que pocas almas saben encontrar porque está escondido, y el mundo ama lo que brilla. ¡Ah!, si Jesús quisiera mostrarse a todas las almas con sus dones inefables, ciertamente ni una sola alma los desdeñaría. Pero él no quiere que le amemos por sus dones: él mismo quiere ser nuestra recompensa.

Para encontrar una cosa escondida, hay que esconderse también uno mismo. Nuestra vida ha de ser, pues, un misterio. Tenemos que parecernos a Jesús, al Jesús cuyo rostro estaba escondido (Is 53,3)... Jesús te ama con un amor tan grande, que, si lo vieras, caerías en un éxtasis de felicidad..., pero no lo ves y sufres. Pronto Jesús "se levantará para salvar a todos los mansos y humildes de la tierra".

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctor de la Iglesia. Carta 145

San Pantaleón, mártir - 27 de julio


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Santa Natalia, mártir - 27 de julio


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martes, 26 de julio de 2011

Tinieblas - San Pío de Pietrelcina


"En las tinieblas, en las tribulaciones, en las angustias del espíritu; Jesús está contigo. En tal estado tú no ves más que tinieblas en tu espíritu, y yo te aseguro, de parte de Dios, que la luz del Señor te invade y circunda por completo. Tú te ves en tribulaciones y Dios te repite por boca de su profeta y de su autoridad: "Yo estoy con el alma acongojada". Tú te crees abandonado y yo te aseguro que Jesús te tiene más cerca que nunca a su divino corazón".

San Pío de Pietrelcina (HE)

Evangelio del día 26 de julio de 2011


Evangelio según San Mateo 13,36-43. Martes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario


Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo".
El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,
y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,
y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!


Comentario:


La paciencia de Dios - Carta a Diogneto


El Señor y Creador del universo, Dios, que ha hecho todas las cosas y las ha dispuesto con orden, se ha mostrado no solamente lleno de amor a los hombres, sino también paciente. Él ha sido siempre, es y seguirá siendo el mismo: caritativo, bueno, dulce, veraz; él solo es bueno. Sin embargo, cuando concibió su grande e inefable plan, sólo se lo comunicó a su Hijo único. Mientras que mantenía en el misterio el plan de su sabiduría y lo reservaba, parecía descuidarnos y no preocuparse de nosotros. Pero cuando lo reveló por medio de su Hijo amado y manifestó lo que había preparado desde el principio, nos lo ofreció todo a la vez: la participación en sus beneficios, la visión y la inteligencia. ¿Quién de nosotros hubiera podido esperarlo?

Dios, pues, lo había todo dispuesto aparte con su Hijo: pero, hasta estos últimos tiempos, nos ha permitido dejarnos llevar por nuestras inclinaciones desordenadas, arrastrados por los placeres y las pasiones. No es que él se complaciera lo más mínimo en nuestros pecados: únicamente toleraba ese tiempo de iniquidad sin darle su consentimiento. Preparaba el tiempo actual de la justicia para que, convencidos de haber sido indignos de la vida durante este período por razón de nuestros pecados, nos hiciéramos dignos ahora por la bondad divina, y que después de habernos mostrado incapaces de entrar por nosotros mismos en le Reino de Dios, por su poder nos hacíamos capaces ... Dios no nos ha odiado, ni rechazado, no ha guardado rencor, sino que durante mucho tiempo ha tenido paciencia con nosotros.

Carta a Diogneto (hacia 200)
C. 8

lunes, 25 de julio de 2011

Facebook o falsos amigos y verdaderos enemigos


Las redes sociales como Facebook o MySpace proponen, con un gasto mínimo y sin necesidad de desplazarse, un número casi ilimitado de amigos.(1) En promedio sus usuarios tienen de 130 a 150 amigos, o sea casi treinta veces más de cuanto un hombre pueda tener en su vida real. Algunos tienen más de mil relaciones.

En efecto, ¡es tan hermoso tener amigos! ¡Y tan humillante tener menos que el vecino!

De hecho el capricho por las redes sociales presenta los rasgos de una epidemia universal. Tres años después de su aparición, la red Facebook contaba ya con casi cuatrocientos millones de inscriptos (lo que representa más de veinte mil millones de contenidos en línea). Sólo en Francia, el sitio recibe hoy 19 millones de visitantes por mes, de los cuales uno de cada dos se conecta todos los días. El 67% de los usuarios tiene entre 18 y 34 años pero los de 13 a 17 años son el 25% .

Los usuarios globales con respecto a la población total del país son: USA 47%; Gran Bretaña 45%; Turquía 34%¸ Argentina 31%; Francia 31%; España 26%; Colombia 25%; Filipinas 22%; Alemania 17%.

La red MySpace contaba con 130 millones de usuarios al inicio del 2010, mientras que Skyblogs cuenta con 20 millones; la mitad tiene menos de 18 años. En Francia más de 7 millones de personas visitan estos sitios cada mes.

(De los datos totales parecería que estos valores fueran mucho más elevados)

Los progresos de la técnica permitieron la aparición de Twitter en el año 2006, que permite enviar mensajes instantáneos desde un teléfono móvil o desde una computadora, agregar fotos y tener acceso a las informaciones publicadas por todos los corresponsales que nos interesen. Este servicio recibe hoy 25 millones de visitantes. A finales del 2009,o sea sólo en tres años, habían sido enviados más de 5 mil millones de mensajes en todo el mundo.

En Brasil, las redes sociales hacen furor. Nueve usuarios de Internet cada diez están conectados, sobre todo a Orkut, que cuenta con 20 millones de visitantes por mes.

En Japón, la medalla de oro corresponde a Mixi, con casi 20 millones de miembros. El acceso se efectúa siempre desde el celular. Los japoneses cuentan allí sus jornadas, fotografían lo que comen por la mañana, mediodía y noche, comentan cualquier salida.

Estas fabulosas cifras de visitantes nos invitan a reflexionar, porque tal movimiento incontrolado de masas no dice nada bueno al observador alerta. ¿De qué se trata exactamente? ¿Qué hay de tan atrayente y aún tan fascinante en estas redes sociales?

A primera vista la cosa parece inocente. Uno se registra en un sitio de su propia elección y de ese modo se posee una dirección, un sitio personal en el que se presenta la propia identidad y los propios intereses. Después se actualiza esta presentación electrónica y se le agregan fotos recientes, informes de la actividad, deseos y proyectos. El conjunto es enviado a toda una red de conocidos, que tienen libre acceso a estas informaciones. A este punto resulta fácil trabar conocimiento y penetrar en la vida privada de otro.

El fenómeno pone numerosos interrogantes al cristiano, como por ejemplo sobre las charlas inútiles (chat), sobre la curiosidad, sobre el tiempo robado al propio deber de estado o a la vida de oración. Pero limitémonos a la pregunta siguiente: ¿estas redes sociales (Facebook, MySpace, etc.) cumplen con sus promesas? ¿Se hacen verdaderas amistades?

Los falsos amigos

¿Qué es la amistad? Con Aristóteles, los filósofos definen la amistad con tres elementos constitutivos: el parecido, la benevolencia y la reciprocidad. ¿Qué hay de ellos en estas redes sociales?

Toda amistad verdadera se funda en una cierta semejanza, en la posesión común de cierto número de sentimientos, juicios, voluntades. Es este tesoro común que determinará la verdad y la nobleza de la amistad. Si por el contrario se funda sobre las sensualidad o la mentira, será sólo una caricatura de la amistad. Si está construida sobre la vida de la gracia y el deseo de complacer a Dios, será una hermosa amistad.

Ahora bien, ¿sobre qué se fundan las relaciones en Facebook? Sobre una suerte de mentira. El sociólogo Dominique Cardon demuestra que con Facebook se desarrolla la “teatralización”, la puesta en escena de sí, el show off de los ingleses. Lo más a menudo uno se muestra desnudo o en situaciones viles. Sobre todo, y a menudo en grupo, uno se muestra en el momento de comer, en el trabajo, en cólera o luciéndose en una fiesta. Cada vez se envía a la comunidad el mismo mensaje: “tengo una vida super, salgo mucho, sé divertirme, conozco un montón de gente, te invito a hacer como yo”. Se trata de mostrar a los demás que se es joven, hermoso, “cool” (excepcional) y que se hace bien de ser contado entre los amigos. En resumen, no se pierde la ocasión de vanagloriarse, corriendo el riesgo de pasar por mitómano.

Una de las pruebas de que la imagen que se da de sí es falsa está en el hecho de que jamás se muestra tristeza. En las fotos se sonríe, se saca la lengua, uno se apoya sobre el hombro de los amigos, se brinda, pero jamás una lágrima. O sea que uno no se revela jamás totalmente; la identidad que se muestra es construida y artificial y la amistad que derivará de ella lo será igualmente.

El segundo elemento de la amistad es la benevolencia, la benevolentia latina, la voluntad a desear el bien del otro. La amistad está toda orientada al verdadero bien de mi amigo y no a mis intereses y mi placer. ¿qué hay de ello en las “amistades” que prometen las redes sociales?

En primer lugar hay que saber que uno cada cinco usuarios de Facebook usan esta red para encontrar un víctima para los propios deseos malvados. Mientras que los que tienen buenas intenciones se registran de toda evidencia en tales sitios por sí mismos y no para los otros: “hago públicas algunas partes de mi vida para darlas a conocer y valorarlas en mi círculo. Cultivo la ilusión de nos ser olvidado, de ser una persona importante y querida. Reemplazo la satisfacción de tener a una persona que piensa siempre en mí con la idea de que muchos piensan un poco en mí”. En definitiva todo está centrado en el yo.

Por otra parte tal ostentación de la propia vida privada comporta otro peligro, el de una continua solicitación al mal. En las redes sociales veo lo que los otros logran hacer sin mí y me encuentro muy estúpido quedando fuera de “lo que se hace”. Veo lo que me falta para estar enteramente a la moda y me siento obligado a hacer aún más.

A este punto, ¿qué hay de la gratitud, de la generosidad, de la reciprocidad que constituyen el tercer elemento de la amistad?

Los usuarios hacen rápido la experiencia. “Tengo 100 amigos en Facebook –escribe uno de ellos– pero en el comedor universitario como solo”. “Tengo 257 amigos en Facebook –se lamenta otro– pero ninguno que me ayude a mudarme”. Es la diferencia entre la cantidad y la calidad, entre las relaciones artificiales y la vida real. En Facebook la amistad se paga con un “clic” que no cuesta nada, con alguna respuesta chabacana, con alguna novedad sacada de la rúbrica de los hechos mundanos (qué almorzó fulano, como se vistió esta mañana la señorita tal, y todo confirmado por foto). Sobre todo, las relaciones de los correspondientes de Facebook pertenecen al voyeurismo porque, si yo cuento de mí, es justamente para despertar la curiosidad en mis “amigos”. ¿Qué sentido tiene jugar a las escondidas si nadie me busca? Gracias a Facebook no hay necesidad de espiar por el agujero de la cerradura, mi vida y la de los miembros de mi red están a la vista de todos. “En Facebook uno se comporta como los conserjes”, explica un psiquiatra. Y es a este nivel que se coloca esta extraña amistad.

En definitiva, las redes sociales destruyen uno de los elementos más hermosos y más consoladores de la vida humana, la verdadera amistad.

Los verdaderos enemigos

Sin embargo, las redes sociales no son solamente el lugar de encuentro de falsos amigos, son también un punto de referencia para verdaderos enemigos.

El otro día, un hombre quedó deslumbrado por la vendedora que lo atendía en un negocio de ropa. No se animó a pedirle el número de teléfono pero, una hora más tarde se conectó a la página Orkut del negocio y allí encontró el perfil de todas las empleadas; de ese modo pudo partir a la caza de su víctima. Muchas personas, sobre todo muchachas jóvenes, abandonan estos sitios porque no soportan más ser continuamente vigiladas, ser instrumentalizadas, ser objeto de feas bromas, injurias o chantajes.

El 41 % de las que tienen entre 13 y 18 años dicen haber sido objeto de burla en línea. “Corinna es una gran…”, “Laura apesta”, “Anita es fea”. La persecución queda en línea y provoca catástrofes. A menudo la cosa se cambia en una especie de espionaje en línea: un espía se divierte refiriendo a todos sus amigos o simples conocidos todas vuestras intrigas.

Todavía más grave, casi la mitad de las entre 13 y 18 años dicen ya haber recibido en línea una propuesta de cita de un desconocido. El 29% declara haber sido ya objeto de propuestas sexuales y se sube al 43% si se consideran sólo las jóvenes de 13-14 años. En Francia más de la mitad de las de 13 a 18 años declaran haber sido expuestas a imágenes chocantes en Facebook. En teoría se podría limitar el acceso al propio sitio a personas elegidas, pero es demasiado fácil dejarse llevar por el frenesí de tener muchos amigos y aceptar desconocidos. En todo caso, nada impediría a nuestros amigos “seguros” transmitir a otros nuestras informaciones, que muy a menudo son muy poco edificantes!

Además, a fuerza de hablar y sin darse cuenta, la joven corre el riesgo de dar informaciones que una persona mal intencionada podría emplear para establecer un contacto. Por ejemplo: Mara, 13 años, dice que saldrá de su curso de danza el miércoles próximo a las 16 hs. en la calle Mughetti 28, y que volverá sola a su casa. ¿No se vuelve una presa fácil para toda suerte de pervertidos? Estos, en realidad, están bien presentes y son muy activos.

Seguidamente a las protestas, diversas redes sociales han sido obligadas a adoptar medidas de seguridad. A inicio del 2009, MySpace anunció que había sacado de su red el perfil de 90.000 delincuentes sexuales. Lo que significa que estaban ahí hasta apenas pocas semana antes. ¿Y quién nos asegura que no han vuelto? Los delincuentes no tienen por cierto la costumbre de presentarse como tales.

Las redes constituyeron entonces un servicio de seguridad. En Facebook está asegurado por 150 agentes de los Estados Unidos. Pero desde el momento en que cada semana, en el sitio son publicados más de 3.000 millones de contenidos (comentario, imágenes y vínculos) ¿cómo se hace para poder mantener el ritmo? ¿Y de acuerdo a qué criterio se hace la selección?

La verdadera solución se encuentra en el corazón del hombre, en su voluntad bien firme de complacer a Dios y de obtener y conservar una personalidad profundamente cristiana.

Que los padres tengan compasión de sus propios hijos y les impidan acceder a tales ámbitos de perversión. Que cada uno se ponga frente a Dios, a su propia debilidad y al propio deber de estado y que se de cuenta del hecho de que estas redes han sido creadas por perversos para perversos y entran en el elenco de las pompæ diaboli, a las que hemos renunciado el día de nuestro bautismo. (El creador de Facebook, Mark Zuckerberg, al inicio buscaba sólo un medio para encontrarse una acompañante de fin de semana entre las estudiantes de su universidad y hoy día se ha convertido en el multimillonario más joven del mundo.)

¿Habría un empleo inocente de estas redes sociales? Puede ser. Es posible que se logre escapar a los verdaderos enemigos que pueblan estos sitios, pero no se evitará nunca otro mal: el de envilecer o estupidizar nuestras amistades, que Dios quiere hermosas y proficuas.

¿Y si nos pusiésemos a jugar en familia, a cantar, a representar pequeñas comedias, a leer, a rezar? ¿si se viviesen de verdad las alegrías y las fatigas de la familia cristiana? ¿Los niños y los jóvenes sentirían este vacío que los empuja a refugiarse en este mundo virtual?

Como el uso de los medios electrónicos (celulares, Internet, etc) debe ser regulado por la santa virtud de la pobreza, que por el bien del alma sabe renunciar a cosas permitidas y emplea un medio solo cuando está en medida de ser verdaderamente útil, así el cristiano debe renunciar a las redes sociales que pervierten en nombre de la amistad cristiana y de la verdadera vida.

Por el Padre Jean-Dominique, O. P.


(1) Retomamos y citamos libremente a Oliver Levard y Delphine Soulas, “Facebook: mes amis, mes amours…des emm...!” (Mis amigos, mis amores... despelotes!) Mechalon, 2010

Traducido de la página web de la FSSPX, Distrito Italia, que lo retomó de “Le Chardonnet”, nº 264, enero 2011 – Boletín de la parroquia San Nicolas du Chardonnet, París.


Comentario posterior

Algunas semanas después de aparecer el artículo del Padre Jean Dominique, se dio a conocer que Mark Zuckerberg, el fundador–dueño de Facebook decidió la posibilidad de vender su base de datos total o parcialmente a quienes tuviesen interés.

Esta situación amplía el riesgo de los usuarios registrados porque podrán ser más fácilmente objetivo de organizaciones diversas, con fines publicitarios en el mejor de los casos, pero también para alimentar expedientes de entes con fines ideológicos, políticos, extorsivos, delictivos, etc.

Y no decir del instrumento de control que representaría para un gobierno mundial, que será necesariamente dictatorial por no ser de inspiración cristiana católica.

Facebook decide VENDER Datos Privados de Todos.

Categoría: Internet y tecnología - Cultura cibernética

Descripción: Facebook piensa vender los datos de sus usuarios a las compañías de marketing online. La hermana de Mark Zuckerberg y directora del portal de redes sociales expuso las múltiples aplicaciones que tiene la consultoría online en la conferencia de Davos.

Privacidad: Abierto: todo el contenido es público.
Más info: www.facebook.com/group.php?gid=49050542874

Evangelio del día 25 de julio de 2011




Evangelio según San Mateo 20,20-28. Santiago, apóstol - Fiesta


Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
"¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".
"No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron.
"Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre".
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo:
como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".


Comentario:

Beber de su cáliz para sentarse a su derecha - San Juan Crisóstomo



Por mediación de su madre, los hijos del Zebedeo, en presencia de sus compañeros apremian a Cristo, diciéndole: "Ordena que se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda" )cf Mt 10, 35)... Cristo se apresura a hacerles dar cuenta de sus ilusiones, y les dice que deben estar prestos a sufrir injurias, persecuciones e incluso la misma muerte: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo voy a beber?" Que nadie se sorprenda de ver a los apóstoles en unas disposiciones tan imperfectas. Espera que se cumpla el misterio de la cruz, que la fuerza del Espíritu les haya sido comunicada. Si quieres ver la fuerza de su alma, mírales más tarde, y les verás superiores a todas las debilidades humanas. Cristo no esconde sus pequeñeces, para que percibas mejor qué llegaran a ser ya que la fuerza de la gracia les va a transformar...

"No sabéis lo que pedís". No sabéis cuan grande es este honor y cuan prodigioso. ¿Sentaros a mi derecha? Esto sobrepasa incluso a las potestades angélicas. "¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Me estáis hablando de tronos y diademas insignificantes; yo os hablo de luchas y sufrimientos. No es ahora que voy a recibir mi realeza; no ha llegado todavía la hora de la gloria. Para mí y los míos es el momento de la violencia, del combate, del peligro.

Fíjate bien y verás como no les pregunta directamente: "¿Estáis a punto para derramar vuestra sangre?" Para animarlos les propone de compartir su mismo cáliz, de vivir en comunión con él... Más tarde verás a este mismo san Juan, que de momento busca el primer puesto, ceder siempre el primer puesto a san Pedro... En lo que se refiere a Jaime, su apostolado ha sido corto. Ardiente de fervor, menospreciando completamente los intereses puramente humanos, por su celo ha merecido ser, de entre los apóstoles, el primero en sufrir el martirio (Hech 12, 2).

San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), presbítero de Antioquía más tarde obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia. Homilía sobre Mateo, nº 65

Santiago Apóstol - 25 de julio


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domingo, 24 de julio de 2011

Fiestas Patronales en Salta, Argentina (FSSPX)

16 DE JULIO,
FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN




Santa Misa en nuestro Priorato



La procesión del Carmen, por las calles aledañas al Priorato











Almuerzo en comunidad luego de la procesión







Festival folclórico nocturno en honor a Nuestra Señora





Evangelio del día 24 de julio de 2011



Evangelio según San Mateo 13,44-52. XVII Domingo del Tiempo O


El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces.
Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos,
para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron.
Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".



Comentario:



La perla de gran valor - Orígenes

Al hombre que «busca perlas finas» se le han de aplicar las siguientes palabras: «Buscad y hallaréis» y «El que busca, halla» (Mt 7, 7-8). En efecto ¿a qué se pueden referir las palabras «buscad» y «el que busca, halla»? Digámoslo sin dudar: a las perlas, y particularmente a la perla adquirida por el hombre que lo ha dado todo y lo ha perdido todo. Es por esta perla que Pablo dice: «He aceptado perderlo todo para así ganar a Cristo» (Flp 3,8). La palabra «todo» quiere significar las perlas de gran valor, y por la palabra «ganar a Cristo» significa la única perla de gran valor.

Seguramente que la lámpara es de gran valor para los que están en las tinieblas y tienen necesidad de ella hasta que amanezca el sol. Es de gran valor también la gloria que resplandecía en el rostro de Moisés (2C 3,7), y también, creo yo, sobre los demás profetas. Da gusto verla porque nos ayuda a progresar hasta que podamos contemplar la gloria de Cristo, de la cual el Padre da testimonio cuando dice: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto» (Mt 3,17). «Aquello que fue particularmente glorioso en otro tiempo, ya no lo es puesto que ahora hay una gloria que está por encima de todo» (2C 3,10). Tenemos necesidad, en un primer momento, de una gloria susceptible de desaparecer ante la «la gloria que está por encima de todo», tal como tenemos necesidad «de un conocimiento parcial» que «desaparecerá cuando obtenga el conocimiento perfecto» (1C 13,9s).

Así pues, toda alma que todavía se encuentra en la infancia y camina «hacia la perfección de los adultos» (Hb 6,1), tiene necesidad de ser enseñada, rodeada, acompañada hasta que alcance la «plenitud de los tiempos» (Gal 4,4)...Al fin llegará a su madurez y recibirá su patrimonio: la perla de gran valor, «aquello que es perfecto y hace desaparecer lo que es parcial» (1C 13,10). Llegará a este bien que está por encima de todo: el conocimiento de Cristo (Flp 3,8). Pero son muchos los que no comprenden la belleza de las numerosas perlas que tiene la Ley y el «conocimiento parcial» que ya habían dado a conocer todos los profetas; se imaginan, equivocadamente, que sin la Ley y los profetas, perfectamente comprendidos, podrían encontrar la única perla de gran valor...: la plena comprensión del Evangelio y todo el sentido de los actos y las palabras de Jesucristo.


Orígenes (hacia 185-253), presbítero y teólogo.
Comentario al evangelio de Mateo, 10, 9-10; GCS 10, 10-11

Santa Cristina de Bolsena, mártir - 24 de julio


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sábado, 23 de julio de 2011

Más de 8.600 peregrinos llegan a Alcalá para la Jornada Mundial de la Juventud


Más de 8.000 peregrinos llegarán a Alcalá con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud.

La estimación de peregrinos que podrían dormir en la ciudad complutense durante la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar entre el 16 y el 21 de agosto en la capital, ascendía a 8.000 en la última reunión que, hace un mes, mantuvo la Diócesis. Y precisamente ha sido esa la cifra que, según el obispado, se establece como definitiva.

En concreto, serán 8.635 los jóvenes que se alojen tanto en pabellones deportivos como centros educativos durante el encuentro preparado por la Iglesia católica.
Se espera que el evento, que contará con la presencia del Papa Benedicto XVI, reúna en Madrid a cerca de 1.600.000 jóvenes procedentes de los cinco continentes. De ellos, 35.000 serán acogidos por la Diócesis de Alcalá, una de las tres subsedes de la región –junto a la de Getafe y Madrid capital–.

Alcalá será, dentro de las ciudades que conforman esta diócesis, la localidad que reciba a más peregrinos. A ella le siguen los municipios de Coslada y San Fernando (con un total de 5362), Algete (4852), Torrejón (4502), Daganzo (3253), Rivas Vaciamadrid (2741), Arganda del Rey (2444), Torres de la Alameda (2193) y, por último, Villarejo de Salvanés (1018). Para ello, 1.600 jóvenes de la diócesis “se han ofrecido voluntariamente para dedicar su tiempo libre a los trabajos de gestión y acogida de peregrinos”.


Alojamiento

En la lista de los lugares cedidos por el Ayuntamiento para acoger a los peregrinos se encuentran los colegios públicos La Garena, Antonio de Nebrija, Miguel Hernández, Manuel Azaña, Dulcinea, Mozart, Daoíz y Velarde, García Lorca, Juan de Austria y Reyes Católicos. Asimismo, los pabellones deportivos de El Val, del Juncal y de los colegios públicos Emperador Fernando, Henares y Antonio Machado, de titularidad municipal, también estarán disponibles, así como el Pabellón privado de Caja Madrid.