lunes, 28 de febrero de 2011

Evangelio del día 28 de febrero de 2011


Evangelio según San Marcos 10,17-27.Lunes de la VIII Semana del Tiempo Ordinario


Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.
Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre".
El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud".
Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!".
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios".
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".

Comentario:

A estas palabras.... se marchó pesaroso - San Basilio

El caso del joven rico y de los que se asemejan a él me hace soñar en aquel viajero que, deseando visitar una ciudad, llega hasta el pie de su muralla, encuentra allí una posada, baja hasta ella y, desalentado al ver los últimos pasos que le quedan por hacer, pierde todo el beneficio del cansancio de su viaje y se priva de ver las bellezas de la ciudad. Así mismo son los que observan los mandamientos, pero se revelan ante la idea de perder sus bienes. Conozco muchos que ayunan, oran, hacen penitencia y practican muy bien toda clase de obras de piedad, pero no sueltan ni un óbolo para los pobres. ¿De qué les sirven las demás virtudes?

Esos no entrarán en el Reino de los cielos, porque «más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los cielos». Palabras claras, y su autor no miente, pero son raros los que se dejan afectar por ellas. «¿Cómo vamos a vivir cuando nos hayamos despojado de todo?» exclaman. «¿Qué existencia vamos a llevar cuando se haya vendido todo y no tengamos ya ninguna propiedad?» No me preguntéis qué intención profunda hay bajo los mandamientos de Dios. El que ha establecido nuestras leyes conoce también el arte de conciliar lo imposible con la ley.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos - San Cirilo de Alejandría


Del comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan
Libro 10, cap 2.

El Señor, para convencernos de que es necesario que nos adhiramos a él por el amor, ponderó cuán grandes bienes se derivan de nuestra unión con él, comparándose a sí mismo con la vid y afirmando que los que están unidos a él e injertados en su persona, vienen a ser como sus sarmientos y, al participar del Espíritu Santo, comparten su misma naturaleza (pues el Espíritu de Cristo nos une con él).

La adhesión de quienes se vinculan a la vid consiste en una adhesión de voluntad y de deseo; en cambio, la unión del Señor con nosotros es una unión de amor y de inhabitación. Nosotros, en efecto, partimos de un buen deseo y nos adherimos a Cristo por la fe; así llegamos a participar de su propia naturaleza y alcanzamos la dignidad de hijos adoptivos, pues, como lo afirmaba San Pablo, el que se une al Señor es un espíritu con él.

De la misma forma que en un lugar de la Escritura se dice de Cristo que es cimiento y fundamento (pues nosotros, se afirma, estamos edificados sobre él y, como piedras vivas y espirituales entramos en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, cosa que no sería posible si Cristo no fuera fundamento), así, de manera semejante, Cristo se llama a sí mismo vid, como si fuera la madre y nodriza de los sarmientos que proceden de él.

En él y por él hemos sido regenerados en el Espíritu para producir fruto de vida, no de aquella vida caduca y antigua, sino de la vida nueva que se funda en su amor. Y esta vida la conservaremos si perseveramos unidos a él y como injertados en su persona; si seguimos fielmente los mandamientos que nos dio y procuramos conservar los grandes bienes que nos confió, esforzándonos por no contristar, ni en lo más mínimo, al Espíritu que habita en nosotros, pues, por medio de él, Dios mismo tiene su morada en nuestro interior.

De qué modo nosotros estamos en Cristo y Cristo en nosotros nos lo pone en claro el evangelista Juan al decir: En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.

Pues, así como la raíz hace llegar su propia savia a los sarmientos, del mismo modo el Verbo unigénito de Dios Padre comunica a los santos una especie de parentesco consigo mismo y con el Padre, al darles parte en su propia naturaleza, y otorga su Espíritu a los que están unidos con él por la fe: así les comunica una santidad inmensa, los nutre en la piedad y los lleva al conocimiento de la verdad y a la práctica de la virtud.

San Hilario, Papa - 28 de febrero


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San Leandro de Sevilla, Obispo - 28 de Febrero


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San Román - 28 de febrero


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domingo, 27 de febrero de 2011

SS Bendicto XVI: "confianza en el indefectible amor de Dios"


El Ángelus del Papa para el domingo 27 de febrero de 2011

“La fe en la Providencia no dispensa de la fatigosa lucha por una vida digna, sino que libera de la preocupación por las cosas y del miedo del mañana"


El Papa exhortó este domingo a confiar en el amor de Dios y en su auxilio y a invocar a María, Madre de la divina Providencia, a encomendarle nuestra vida, la Iglesia y los aconteceres de la historia, aprendiendo a vivir sobria y laboriosamente y respetando la Creación. SS Benedicto XVI hizo resonar este medio día una de las palabras más conmovedoras de la Sagrada Escritura, que el Espíritu Santo nos regala mediante el profeta Isaías, cuando consolando a Jerusalén asolada por las desventuras, le dice: ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido». (Is 49,15)

«Invitación a la confianza en el indefectible amor de Dios», que este domingo la Liturgia acompaña también con otra página, igualmente sugestiva, del Evangelio de Mateo, señaló el Papa, refiriéndose luego a cuando Jesús exhorta a sus discípulos a confiar en la providencia del Padre celestial, que alimenta a las aves del cielo y viste los lirios del campo y que conoce toda necesidad nuestra. Por lo que el Maestro dice: «No andéis preocupados diciendo ¿Qué vamos a comer? ¿qué vamos a beber? ¿con qué nos vamos a vestir? Que de todas esas cosas se afanan los gentiles y ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de todo eso». Todo ello, aclaró Benedicto XVI no es fatalismo o ingenuidad:



«Ante la situación de tantas personas, cercanas o lejanas, que viven en la miseria, lo que dice Jesús podría parecer poco realista y evasivo. En realidad, el Señor quiere hacer entender claramente que no se puede servir a dos señores: a Dios y a la riqueza. El que cree en Dios Padre lleno de amor por sus hijos, pone en primer lugar la búsqueda de su Reino, de su voluntad. Todo lo contrario de lo que es el fatalismo o el ingenuo irenismo. Pues la fe en la Providencia no despensa de la fatigosa lucha por una vida digna, sino que libera de la preocupación por las cosas y del miedo del mañana».



En este contexto, el Papa destacó que esta enseñanza de Jesús, aun permaneciendo verdadera y válida para todos, se practica de forma distinta según las diversas vocaciones:

«Un fraile franciscano podrá seguirla de manera más radical, al tiempo que un padre de familia deberá tener en cuenta sus deberes hacia su esposa e hijos. Sin embargo, en todo caso, el cristiano se distingue por su absoluta confianza en el Padre celeste, como fue para Jesús. Justo la relación con Dios Padre es la que da sentido a toda la vida de Cristo, a sus palabras, a sus gestos de salvación, hasta su pasión muerte y resurrección. Jesús nos ha demostrado qué significa vivir con los pies bien plantados en la tierra, atentos a las situaciones concretas del prójimo, y, al mismo tiempo, teniendo el corazón en el Cielo, inmerso en la misericordia de Dios».

El Santo Padre introdujo el rezo del Ángelus alentando a encomendarnos y a invocar a la Madre de Dios y de la Providencia en cada momento de nuestra vida:



«¡Queridos amigos, a la luz de la Palabra de Dios de este domingo, os invito a invocar a la Virgen María con la advocación de Madre de la divina Providencia. A Ella encomendemos nuestra vida, el camino de la Iglesia y los avatares de la historia. En particular, invoquemos su intercesión para que todos aprendamos a vivir según un estilo más sencillo y sobrio, en cotidiana laboriosidad y en el respeto de la Creación, que Dios nos ha encomendado para que la custodiemos!».

Después del rezo mariano y del responso por los difuntos, Benedicto XVI saludó a los numerosos fieles romanos y peregrinos que acudieron a la plaza de Pedro, reiterando en francés, inglés, alemán, español, polaco y eslovaco su exhortación central a buscar el Reino de Dios, que nos libera del miedo del mañana, testimoniando su amor, más tierno que el de una madre hacia sus hijos y rezando para que la justicia y el diálogo prevalezcan sobre la violencia y los intereses particulares. Con el anhelo de que nunca se apague en nosotros la confianza en la Providencia divina y que ésta nos impulse a ayudar a los que la han perdido ante las difíciles experiencias vividas. Éstas eran las palabras del Papa en nuestra lengua:


Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana, en particular al grupo de peregrinos de las parroquias de Santa Eulalia y de Santa Cruz, de la diócesis de Ibiza, acompañados de su Obispo, así como a los fieles provenientes de la parroquia de San Miguel Arcángel de Villanueva, de Córdoba. La liturgia de este día nos exhorta a confiar en la providencia divina; recordándonos que somos amados por Dios y asistidos por su auxilio. Os invito a corresponder a dicho amor, a imitación de la Virgen María, cuya existencia terrena se mostró siempre bajo el signo de la gratuidad y de la alabanza, para que así experimentéis la paz verdadera y la alegría auténtica. Feliz domingo.

Evangelio del día 27 de febrero de 2011


Evangelio según San Mateo 6,24-34. VIII Domingo del Tiempo Ordinario A

Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?
¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer.
Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.
Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
No se inquieten entonces, diciendo: '¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?'.
Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.
No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.

Comentario: Buscar primero el Reino de Dios - San Vicente de Paul

«Buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura»... Se dice, pues, que hay que buscar el reino de Dios. «Buscad», no es más que una palabra, pero me parece que dice muchas cosas. Quiere decir... trabajar incesantemente para el reino de Dios y no permanecer en un estado flojo y parado, poner atención al interior para que esté bien regulado, pero no al exterior para divertirse... Buscar a Dios en vosotros, porque san Agustín confiesa que mientras le buscó fuera de él, no le encontró. Buscadle en vuestra alma que le es su agradable morada; es en ese fondo donde quedan establecidas todas las virtudes que sus siervos intentan practicar. La vida interior es necesaria, es preciso tender a ella; si la descuidamos, faltamos a todo... Busquemos ser personas de interioridad... Busquemos la gloria de Dios, busquemos el reino de Jesucristo...

«Pero [me diréis], hay tantas cosas que hacer, tantos trabajos en casa, tantos lugares de trabajo en la ciudad, en el campo... hay trabajo en todas partes; ¿es preciso pues dejarlo todo tal cual está para no pensar sino en Dios?» No, sino que es necesario santificar esas ocupaciones buscando a Dios en ellas, y hacerlas más para encontrarle a él que para verlas hechas. Nuestro Señor quiere que, ante todo, busquemos su gloria, su reino, su justicia, y para ello quiere que construyamos nuestro capital, con la vida interior, con la fe, con la confianza, con el amor, con ejercicios religiosos..., con trabajos y sufrimientos, a la vista de Dios, nuestro soberano Señor... Una vez establecidos en esa búsqueda de la gloria de Dios, podemos estar seguros de que el resto vendrá por sí solo.

San Vicente de Paúl (1581-1660), presbítero, fundador de comunidades religiosas. Conversación del 21/02/1659

De la encarnación del Verbo - San Atanasio


De los sermones de san Atanasio, obispo. Sermón sobre la encarnación del Verbo, 8-9

El Verbo de Dios, incorpóreo, incorruptible e inmaterial, vino a nuestro mundo, aunque tampoco antes se hallaba lejos, pues nunca parte alguna del universo se hallaba vacía de él, sino que lo llenaba todo en todas partes, ya que está junto a su Padre.

Pero él vino por su benignidad hacia nosotros, y en cuanto se nos hizo visible. Tuvo piedad de nuestra raza y de nuestra debilidad y, compadecido de nuestra corrupción, no soportó que la muerte nos dominase, para que no pereciese lo que había sido creado, con lo que hubiera resultado inútil la obra de su Padre al crear al hombre, y por esto tomó para si un cuerpo como el nuestro, ya que no se contentó con habitar en un cuerpo ni tampoco en hacerse simplemente visible. En efecto, si tan sólo hubiese pretendido hacerse visible, hubiera podido ciertamente asumir un cuerpo más excelente; pero él tomó nuestro mismo cuerpo.

En el seno de la Virgen, se construyó un templo, es decir, su cuerpo, y lo hizo su propio instrumento, en el que había de darse a conocer y habitar; de este modo habiendo tomado un cuerpo semejante al de cualquiera de nosotros, ya que todos estaban sujetos a la corrupción de la muerte, lo entregó a la muerte por todos, ofreciéndolo al Padre con un amor sin límites; con ello, al morir en su persona todos los hombres, quedó sin vigor la ley de la corrupción que afectaba a todos, ya que agotó toda la eficacia de la muerte en el cuerpo del Señor, y así ya no le quedó fuerza alguna para ensañarse con los demás hombres, semejantes a él; con ello, también hizo de nuevo incorruptibles a los hombres, que habían caído en la corrupción, y los llamó de muerte a vida, consumiendo totalmente en ellos la muerte, con el cuerpo que había asumido y con el poder de su resurrección, del mismo modo que la paja es consumida por el fuego.

Por esta razón, asumió un cuerpo mortal: para que este cuerpo, unido al Verbo que está por encima de todo, satisficiera por todos la deuda contraída con la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en él, no sucumbiera a la corrupción; y, finalmente, para que, en adelante, por el poder de la resurrección, se vieran ya todos libres de la corrupción.

De ahí que el cuerpo que él había tomado, al entregarlo a la muerte como una hostia y víctima limpia de toda mancha, alejó al momento la muerte de todos los hombres, a los que él se había asemejado, ya que se ofreció en lugar de ellos.

De este modo, el Verbo de Dios, superior a todo lo que existe, ofreciendo en sacrificio su cuerpo, templo e instrumento de su divinidad, pagó con su muerte la deuda que habíamos contraído, y, así, el Hijo de Dios, inmune a la corrupción, por la promesa de la resurrección, hizo partícipes de esta misma inmunidad a todos los hombres, con los que se había hecho una misma cosa por su cuerpo semejante al de ellos.

Es verdad, pues, que la corrupción de la muerte no tiene ya poder alguno sobre los hombres, gracias al Verbo, que habita entre ellos por su encarnación.

San Gabriel de la Dolorosa - 27 de Febrero


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sábado, 26 de febrero de 2011

Evangelio del día 26 de febrero de 2011



Evangelio según San Marcos 10,13-16. Sábado de la VII Semana del Tiempo Ordinario

Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron.
Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él".
Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.

Comentario: Acoger el Reino de Dios como un niño - Beato Guerrico de Igny


Nos ha nacido un niño: el Dios de toda majestad, se anonadó a sí mismo, se hizo semejante a nosotros no sólo tomando el cuerpo terrestre de los mortales, sino aún más, haciéndose a la edad de un niño, cargado de debilidad y pequeñez. ¡Bienaventurada infancia, cuya debilidad y simplicidad son más fuertes y más sabias que todos los hombres! Porque, en verdad, la fuerza de Dios y la sabiduría de Dios llevan a cabo aquí su obra divina a través de nuestras realidades humanas. Sí, la debilidad de este niño vence al príncipe de este mundo; rompe nuestras ataduras y nos libera de nuestra cautividad. La simplicidad de este niño, la cual parece muda y faltada de palabra, vuelve elocuentes las lenguas de los hijos; les hace hablar con el lenguaje de los hombres y de los ángeles... Este niño parece ignorante pero es quien enseña la sabiduría a los hombres y a los ángeles, él que, en realidad, es... la Sabiduría de Dios y su Verbo, su Palabra.

¡Oh santa y dulce infancia, que devuelves a los hombres la verdadera inocencia gracias a la cual a cualquier edad se puede regresar a la bendita infancia y asemejarse a ella, no por la pequeñez de sus miembros, sino por la humildad de corazón y la suavidad de su comportamiento! Indudablemente, vosotros los hijos de Adán, que sois tan grandes a vuestros propios ojos..., si no os convertís y no os hacéis como ese niño, no entraréis en el Reino de los cielos. «Yo soy la puerta del Reino», dice ese niño. Si la altura de los hombres no se inclina, esta humilde puerta no los dejará entrar.

(Referencias bíblicas: : Is 9,5; 1C 1,24; Jn 12,31; Sab 10,21; 1C 13,1; Sl 93,10; Mt 18,3-4; Jn 10).

Beato Guerrico de Igny (hacia 1080-1157), abad cisterciense. 1er sermón para la Navidad

San Porfirio, obispo - 26 de Febrero


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San Néstor, Obispo de Magido, Mártir - 26 de febrero

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San Alejandro, patriarca de Alejandría - 26 de febrero


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viernes, 25 de febrero de 2011

¿Cómo actuar ante los ataques a la Iglesia?


Hay principalmente tres actitudes que ayudan de manera especial al católico ante los ataques a la Iglesia: la serenidad, la sinceridad y la caridad.

Le serenidad nace de la conciencia de que Cristo sigue estando presente en su Iglesia y que la fe es un don que "ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios preparó para los que le aman". (1 Cor 2,9). Así, dado que la fe de la Iglesia no es una lección de matemáticas básica, no hay que extrañarse si no todos la comprenden. Siempre habrá ataques, pues a la Iglesia le toca el mismo destino que a Cristo: "Éste está puesto para ser señal de contradicción". (Lc 2,34)

Muchas veces los ataques a la Iglesia no son de mala voluntad, sino que surgen de la ignorancia de los atacantes. Hay que evitar los juicios y escucharlos con atención y respeto, tratando de iniciar juntos, un camino para encontrar la verdad. Por eso es necesario que cada cristiano conozca siempre mejor su fe, la profundice y sobre todo la viva cada día para poder dar respuesta a todo el que le pida razón de su esperanza (1 Pedro 3,15). El católico no tiene porque temer la sinceridad pues tiene su seguridad en Cristo que dijo: “Yo soy la verdad”. (Jn 14,6)

Conviene que un católico responda a los ataques, no con la discusión, ni con la agresión, sino con la caridad. El cristianismo no ha logrado sus grandes victorias por medio de la fuerza o del poder. Es el amor el que hizo diferente y deseable su estilo de vida. La caridad debe ser el distintivo de los cristianos, porque en la caridad el católico muestra que es un hijo de Dios. Debemos buscar el error y falsedad de las críticas, pero, a su vez, amar al hombre o mujer que las dice. El cristiano debe odiar el pecado, pero amar al pecador.

"Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que los odian, orad por los que los persiguen..." Este es el mandato de Jesús.

Por eso el cristiano debe defender a la Iglesia siempre como institución divina fundada por Jesucristo y como medio de santificación para todos los hombres, consciente de que está formada por seres humanos con fallos y debilidades pero que por encima de ella está la gracia de Dios. “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella”.

Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net

Evangelio del día 25 de febrero de 2011


Evangelio según San Marcos 10,1-12. Viernes de la VII Semana del Tiempo Ordinario


Después que partió de allí, Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más.
Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?".
El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella".
Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes.
Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre,
y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
El les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella;
y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".

Comentario:

El hombre... se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne - San Juan Crisóstomo

¿Qué es lo que debes decir a tu mujer? Dile con toda dulzura: «... Yo te he escogido, te amo y te prefiero más que a mi propia vida. La existencia de ahora no es nada; por eso mis oraciones, recomendaciones y todos mis actos van dirigidos a que se nos conceda pasar esta vida de manera tal que podamos estar reunidos en la vida futura sin temor alguno de separación. El tiempo que vivimos es corto y frágil. Si se nos concede poder agradar a Dios durante esta vida, eternamente estaremos con Cristo y el uno con el otro en una felicidad sin límites. Tu amor me llena de gozo más que todo y no conocería una desdicha más insoportable que estar separado de ti. Aunque tuviera que perderlo todo llegar a ser más pobre que un mendigo, arriesgar los más grandes peligros, aguantar lo que fuera, todo me sería soportable con tal que permanezca tu afecto hacia mí. Es sólo contando con este amor que desearé hijos.»

Será también necesario que tu conducta sea conforme a estas palabras... Demuestra a tu mujer que aprecias en mucho el poder vivir con ella y que, por ella, prefieres estar en casa que en la plaza. Prefiérela a todos los amigos e incluso a los hijos que ella te ha dado; y que éstos te amen a ti por ella...

Haced en común vuestras oraciones. Que cada uno vaya a la iglesia y en casa el marido pregunte a su mujer, y la mujer a su marido, que es lo que allí se ha dicho y leído... Aprended el temor de Dios; todo lo demás irá viniendo como de una fuente y vuestra casa se llenará de bienes innumerables. Aspiremos a los bienes incorruptibles, que los otros no nos faltarán. «Buscad primero el Reino de Dios, nos dice el Evangelio, y todo lo demás se os dará por añadidura» (MT 6, 33).


San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), presbítero en Antioquia, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia. Homilía 20 sobre la carta a los Efesios, 4,8,9; PG 62, 140s