martes, 30 de noviembre de 2010

No pongamos resistencia a su primera venida, y no temeremos la segunda - San Agustín de Hipona


De los comentarios de San Agustín, obispo, sobre sobre los salmos. Salmo 95,14.15

Aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra. Vino una primera vez, pero vendrá de nuevo. En su primera venida, pronunció estas palabras que leemos en el Evangelio: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre viene sobre las nubes. ¿Qué significa: Desde ahora? ¿Acaso no ha de venir más tarde el Señor, cuando prorrumpirán en llanto todos los pueblos de la tierra? Primero vino en la persona de sus predicadores, y llenó todo el orbe de la tierra. No pongamos resistencia a su primera venida, y no temeremos la segunda.

¿Qué debe hacer el cristiano, por tanto? Servirse de este mundo, no servirlo a él. ¿Qué quiere decir esto? Que los que tienen han de vivir como si no tuvieran, según las palabras del Apóstol: Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina. Quiero que os ahorréis preocupaciones. El que se ve libre de preocupaciones espera seguro la venida de su Señor. En esto, ¿qué clase de amor a Cristo es el de aquel que teme su venida? ¿No nos da vergüenza, hermanos? Lo amamos y, sin embargo, tememos su venida.

¿De verdad lo amamos? ¿No será más bien que amamos nuestros pecados? Odiemos el pecado, y amemos al que ha de venir a castigar el pecado. Él vendrá, lo queramos o no; el hecho de que no venga ahora no significa que no haya de venir más tarde. Vendrá, y no sabemos cuando; pero, si nos halla preparados, en nada nos perjudica esta ignorancia.

Aclamen los árboles del bosque. Vino la primera vez, y vendrá de nuevo a juzgar a la tierra; hallará aclamándolo con gozo, porque ya llega, a los que creyeron en su primera venida.

Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. ¿Qué significan esta justicia y esta fidelidad? En el momento de juzgar reunirá junto a sí a sus elegidos y apartará de sí a los demás, ya que pondrá a unos a la derecha y a otros a la izquierda. ¿Qué más justo y equitativo que no esperen misericordia del juez aquellos que no quisieron practicar la misericordia antes de la venida del juez? En cambio, los que se esforzaron en practicar la misericordia serán juzgados con misericordia. Dirá, en efecto, a los de su derecha: Venid, vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Y les tendrá en cuenta sus obras de misericordia: Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber, y lo que sigue.

Y a los de su izquierda ¿qué es lo que les tendrá en cuenta? Que no quisieron practicar la misericordia. ¿Y a dónde irán? Id al fuego eterno. Esta mala noticia provocará en ellos grandes gemidos. Pero, ¿qué dice otro salmo? El recuerdo del justo será perpetuo. No temerá la malas noticias. ¿Cuál es la mala noticia? Id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Los que se alegrarán por la buena noticia no temerán la mala. Ésta es la justicia y la fidelidad de que habla el salmo.

¿Acaso, porque tú eres injusto, el juez no será justo? O, ¿porque tú eres mendaz, no será veraz el que es la verdad en persona? Pero, si quieres alcanzar misericordia, sé tú misericordioso antes de que venga: perdona los agravios recibidos, da de lo que te sobra. Lo que das ¿de quién es sino de él? Si dieras de lo tuyo, sería generosidad, pero porque das de lo suyo es devolución. ¿Tienes algo que no hayas recibido? Éstas son las víctimas agradables a Dios: la misericordia, la humildad, la alabanza, la paz, la caridad. Si se las presentamos, entonces podremos esperar seguros la venida del juez que regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.

Oh Virgen, tu gloria supera todas las cosas creadas - San Atanasio


Oh Virgen, tu gloria supera todas las cosas creadas. ¿Qué hay que se pueda semejar a tu nobleza, madre del Verbo Dios? ¿A quién te compararé, oh Virgen, de entre toda la creación? Excelsos son los ángeles de Dios y los arcángeles, pero ¡cuánto los superas tú, María! Los ángeles y los arcángeles sirven con temor a aquel que habita en tu seno, y no se atreven a hablarle; tú, sin embargo, hablas con él libremente. Decimos que los querubines son excelsos, pero tú eres mucho más excelsa que ellos: los querubines sostienen el trono de Dios; tú, sin embargo, sostienes a Dios mismo entre tus brazos. Los serafines están delante de Dios, pero tú estás más presente que ellos; los serafines cubren su cara con las alas no pudiendo contemplar la gloria perfecta; tú, en cambio, no sólo contemplas su cara, sino que la acaricias y llenas de leche su boca santa.

San Andrés, Apóstol, mártir - 30 de Noviembre


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lunes, 29 de noviembre de 2010

Àngelus del Primer Domingo de Adviento - SS Benedicto XVI


SS Benedicto XVI en el ángelus del Primer Domingo de Adviento, 28 de noviembre de 2010

¡Queridos hermanos y hermanas!

Hoy, primer domingo de Adviento, la Iglesia inicia un nuevo Año Litúrgico, un nuevo camino de fe que, por una parte, hace memoria del acontecimiento de Jesucristo, y por otra, se abre a su cumplimiento final. Es precisamente desde esta doble perspectiva de donde vive el Tiempo de Adviento, mirando tanto a la primera venida del Hijo de Dios, cuando nació de la Virgen María, como a su vuelta gloriosa, cuando vendrá a “juzgar a vivos y muertos”, como decimos en el Credo. Sobre este sugestivo tema de la “espera” quisiera ahora detenerme brevemente, porque se trata de un aspecto profundamente humano, en el que la fe se convierte, por así decirlo, en un todo con nuestra carne y nuestro corazón.

La espera, el esperar es una dimensión que atraviesa toda nuestra existencia personal, familiar y social. La espera está presente en mil situaciones, desde las más pequeñas y banales hasta las más importantes, que nos implican totalmente y en lo profundo. Pensemos, entre estas, en la espera de un hijo por parte de dos esposos; a la de un pariente o de un amigo que viene a visitarnos de lejos; pensemos, para un joven, en la espera del éxito en un examen decisivo, o de una entrevista de trabajo; en las relaciones afectivas, en la espera del encuentro con la persona amada, de la respuesta a una carta, o de la acogida de un perdón... Se podría decir que el hombre está vivo mientras espera, mientras en su corazón está viva la esperanza. Y al hombre se le reconoce por sus esperas: nuestra “estatura” moral y espiritual se puede medir por lo que esperamos, por aquello en lo que esperamos.

Cada uno de nosotros, por tanto, especialmente en este Tiempo que nos prepara a la Navidad, puede preguntarse: yo, ¿qué espero? ¿A qué, en este momento de mi vida, está dirigido mi corazón? Y esta misma pregunta se puede plantear a nivel de familia, de comunidad, de nación. ¿Qué es lo que esperamos, juntos? ¿Qué une nuestras aspiraciones, qué las acomuna? En el tiempo precedente al nacimiento de Jesús, era fortísima en Israel la espera del Mesías, es decir, de un Consagrado, descendiente del rey David, que habría finalmente liberado al pueblo de toda esclavitud moral y política e instaurado el Reino de Dios. Pero nadie habría nunca imaginado que el Mesías pudiese nacer de una joven humilde como era María, prometida del justo José. Ni siquiera ella lo habría esperado nunca, pero en su corazón la espera del Salvador era tan grande, su fe y su esperanza eran tan ardientes, que Él pudo encontrar en ella una madre digna. Del resto, Dios mismo la había preparado, antes de los siglos. Hay una misteriosa correspondencia entre la espera de Dios y la de María, la criatura “llena de gracia”, totalmente transparente al designio de amor del Altísimo. Aprendamos de Ella, Mujer del Adviento, a gestionar los gestos cotidianos con un espíritu nuevo, con el sentimiento de una espera profunda, que solo la venida de Dios puede colmar.

[Después del rezo del Ángelus, el Papa dijo en español]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, así como a quienes se unen a ella a través de la radio y la televisión. Al iniciar el santo tiempo de Adviento, invito a todos a intensificar la oración y la meditación de la Palabra de Dios, para que se avive el deseo de salir al encuentro de Cristo, cuya primera venida recordamos con gozo, mientras nos preparamos a su segunda venida, al final de los tiempos, con atenta vigilancia y ardiente caridad. Que a ello nos ayude la amorosa protección de María Santísima, Virgen y Madre. Feliz Domingo.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez © Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]

La Coronación papal



La Coronación papal es la ceremonia en la que un nuevo Papa es coronado con la Tiara como líder de la Iglesia Católica en la Tierra y soberano del Estado de Ciudad del Vaticano (antes de 1870, también de los Estados Pontificios).

La primera coronación papal recordada fue la de Celestino II en 1143. Ochocientos años más tarde, luego de su coronación en 1963, el Papa Pablo VI abandonó la práctica de usar la Tiara. Ninguno de sus sucesores ha elegido regresar a la práctica y no ha habido una coronación papal como tal.


Ritual

Cuando un cónclave elige un nuevo Papa, el Pontífice asume todos los derechos y la autoridad del papado inmediatamente después de su aceptación de la elección; sin embargo, tradicionalmente nombran sus años de reinado a partir de la fecha de su coronación. Desde el pontificado de Juan XXIII, todos los cardenales deben ser obispos y por centurias los cardenales han elegido uno de ellos para ser Papa. Si un Papa recientemente elegido no es obispo, debe ser consagrado como tal.
De acuerdo a la tradición, el derecho de consagración pertenece al Decano del Colegio de Cardenales, en su ausencia al Subdecano y en la ausencia de ambos, al más antiguo Cardenal Obispo. Si el nuevo Papa ya es obispo, su elección es anunciada inmediatamente a la multitud reunida en la Plaza de San Pedro, a los que les da su bendición.


San Juan de Letrán (siglo XVII)

La entronización episcopal del Papa tiene lugar en su catedral, la Basílica de San Juan de Letrán, una ceremonia que estaba combinada con la coronación. Durante el papado de Aviñón, el Papa no podía ser entronizado en su catedral en Roma así que las coronaciones continuaron mientras que las entronizaciones debieron esperar un retorno a la Ciudad Eterna. Cuando regresó Gregorio XI, el Palacio de Letrán tenía necesidad de reparaciones, por lo que los papas hicieron del Vaticano su residencia y transfirieron las coronaciones a la Basílica de San Pedro. La Basílica de San Juan de Letrán sigue siendo la catedral de Roma y la entronización ocurre allí. Durante el período en que el Papa se declaró “prisionero en el Vaticano” (1870-1929), la entronización no tuvo lugar.


La Misa Solemne


La coronación se realizaba el primer domingo luego de la elección. Comenzaba con una solemne Misa Papal. Durante el canto de las Terceras, el pontífice se sentaba en su trono y todos los cardenales realizaban el “primer saludo de obediencia”, acercándose uno a uno para besar su mano. Luego arzobispos y obispos besaban su pie.

Acto seguido, el nuevo Papa era portado a través de la Basílica de San Pedro en la sedia gestatoria, bajo un baldaquín blanco, flanqueado a su izquierda y a su derecha por las flabellas papales (abanicos ceremoniales). En lugar de la tiara papal, usaba una mitra enjoyada (la mitra pretiosa episcopal). La procesión se detenía tres veces y un manojo de lino atado a un báculo dorado era quemado ante el Papa recién elegido, mientras el maestro de ceremonias declamaba: Pater Sancte, sic transit gloria mundi (Santo Padre, así pasa la gloria del mundo), como una advertencia simbólica a dejar de lado el materialismo y la vanidad.

Una vez frente al altar mayor, celebraría la Solemne Misa Papal con todo el ceremonial pontificio. Luego del Confiteor -conocido por su traducción al español "yo confieso" o "yo pecador”, donde se realiza el acto de confesión de los pecados-, el Papa se sentaba en su trono y los tres cardenales más antiguos, de mitra, se aproximaban a él; uno por vez ponían sus manos sobre el Santo Padre y rezaban la plegaria Super electum Pontificem (sobre el papa electo). Entonces el Cardenal decano colocaba el palio sobre sus hombros, diciendo:

Acepta el pallium, que representa la plenitud del oficio pontifical, para honor de Dios Todopoderoso, y la muy gloriosa Virgen María, Su Madre, y los Benditos Apóstoles Pedro y Pablo, y la Santa Iglesia Romana.

En los siglos XI y XII la immantatio, o concesión del mantum (una vestidura papal consistente en una larga capa roja sujeta con una elaborada hebilla), en el recién elegido Papa era considerado como especialmente simbólico de la investidura de la autoridad papal. Era conferido con las palabras: “Te invisto así con el papado romano, que domina sobre la ciudad y el mundo”.
Luego de la investidura (ya fuere con el pallium o el mantum) el papa recibía nuevamente la obediencia de cardenales, arzobispos y obispos mientras la Misa continuaba y se cantaba la Letanía de los Santos.


La Coronación


Luego de la Misa, el nuevo Papa era coronado con la tiara papal. Esto frecuentemente tenía lugar en el balcón de la Basílica de San Pedro, de frente a las multitudes reunidas en la Piazza. El Papa era sentado en un trono con las flabellas a cada lado; se le quitaba la mitra y el Cardenal decano le presentaba la tiara, con las palabras:


ACCIPE TIARAM TRIBVS CORONIS ORNATAM ET SCIAS TE ESSE PATREM PRINCIPVM, RECTOREM ORBIS IN TERRA, VICARIVM SALVATORIS NOSTRI IESV CHRISTI, CVI EST HONOR ET GLORIA IN SAECVLA SAECVLORVM (“Recibe la tiara adornada con tres coronas y sabe que tú eres el Padre de Príncipes y Reyes, Gobernador del Mundo, Vicario de nuestro Salvador Jesucristo sobre la tierra, a quien debemos honor y gloria por los siglos de los siglos”).


Entonces solemnemente colocaba la tiara sobre la cabeza del Sumo Pontífice y arreglaba las ínfulas (dos piezas de tela que parten de la parte trasera de la tiara) detrás de su cuello.

Luego, el Papa ya coronado pronunciaba la solemne bendición pontifical, Urbi et Orbi.


Posesión de la cátedra de Obispo de Roma

El último acto de la inauguración de un nuevo Papa es, todavía hoy, la toma de posesión formal (possesio) de su cátedra como Obispo de Roma en la Basílica de San Juan de Letrán. Esta es la ceremonia final mencionada en la Constitución Apostólica de Juan Pablo II luego del período de Sede Vacante y la elección de un Romano Pontífice.


El Papa es entronizado de la misma manera que otros obispos: es solemnemente conducido al trono episcopal y toma posesión sentándose en él. Luego recibe el beso de la paz y escucha la lectura de un pasaje de las Santas Escrituras, pronunciando entonces una alocución que se acostumbra llamar sermo inthronisticus. En tiempos antiguos, las cartas que el papa enviaba a los patriarcas en señal de estar en comunión con ellos en la misma fe eran llamadas litteræ inthronisticæ, o syllabai enthronistikai.


El escenario

Las primeras coronaciones papales ocurrieron en San Juan de Letrán. No obstante, por cientos de años se realizaron tradicionalmente en las proximidades de la Basílica de San Pedro, aunque algunas tuvieron lugar en Aviñón. En 1800 el Papa Pío VII fue coronado en la apartada iglesia del monasterio Benedictino de la isla de San Giorgio, después que su último precursor fue forzado al exilio temporal durante el período en que Napoleón Bonaparte capturó Roma.

Todas las coronaciones posteriores a 1800 ocurrieron en Roma. Hasta mediados del siglo XIX coronaron a los papas en San Juan de Letrán. Sin embargo la hostilidad pública al papa en Roma condujo a que la ceremonia fuese movida de San Juan de Letrán a la más segura Capilla Sixtina para la coronación del Papa León XIII, debido al temor de que las multitudes anticlericales, inspiradas por la unificación italiana, pudieran atacar la Basílica e interrumpir la ceremonia. Coronaron al Papa Benedicto XV también en la Sixtina en 1914. El Papa Pío XI fue coronado sobre el "dais" (una plataforma levantada en un cuarto para la ocupación dignificada) delante del Altar Mayor en la Basílica de San Pedro. Los Papas Pío IX, Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI se coronaron en público en el balcón de la basílica, frente a los feligreses situados debajo, en la Plaza de San Pedro.

En 1939, la coronación del Papa Pío XII fue la primera en la que se realizó una filmación y la primera coronación difundida en vivo por radio. La ceremonia, que duró seis horas, fue presenciada por altos dignatarios internacionales, como el heredero del trono italiano, el Príncipe de Piamonte (futuro Humberto II), los ex-reyes Fernando I de Bulgaria y Alfonso XIII de España, al duque de Norfolk (que representó a Jorge VI del Reino Unido) y el irlandés Taoiseach Éamon de Valera.


La coronación tras Pablo VI

El último papa que se coronó fue Pablo VI. Aunque él decidió dejar de utilizar la tiara papal a pocas semanas de su coronación, y puso la suya propia ante el altar de la Basílica de San Pedro en un gesto de humildad, su encíclica de 1975 Constitución Apostólica, Romano Pontifici Eligendo, requirió explícitamente a su sucesor tener una coronación, indicando: “el nuevo pontífice debe ser coronado por el más antiguo cardenal decano”.

Sin embargo, en medio de una considerable oposición dentro de la Curia Romana, su sucesor el Papa Juan Pablo I optó por no ser coronado, eligiendo en cambio, tener una “Misa solemne para marcar el comienzo de su ministerio como Supremo Pastor”, de características menos formales.


Coronación de Pablo VI


Los partidarios de la coronación asumieron que las semanas posteriores a la muerte repentina del Papa Juan Pablo I, a sólo seis semanas de la previa inauguración de un pontificado, no era la época de regresar al antiguo ceremonial, pero que la vuelta a una coronación tradicional era una opción para los papas futuros.

Las coronaciones papales durante los siglos XIX y XX fueron:

• 1800 –Pío VII, coronado por el Cardenal Antonio Doria Pamphili
• 1823 –León XII, coronado por el Cardenal Fabrizio Ruffo
• 1829 –Pío VIII, coronado por el Cardenal Giuseppe Albani
• 1831 –Gregorio XVI, coronado por el Cardenal Giuseppe Albani.
• 1846 –Pío IX, coronado por el Cardenal Tommaso Riario Sforza.
• 1878 –León XIII, coronado por el Cardenal Teodolfo Mertel.
• 1903 –Pío X, coronado por el Cardenal Luigi Macchi.
• 1914 –Benedicto XV, coronado por el Cardenal Francesco Salesio Della Volpe.
• 1922 –Pío XI, coronado por el Cardenal Gaetano Bisleti.
• 1939 –Pío XII, coronado por el Cardenal Camillo Caccia-Dominioni.
• 1958 –Juan XXIII, coronado por el Cardenal Nicola Canali.
• 1963 –Pablo VI, Coronado por el Cardenal Alfredo Ottaviani.


Inauguración papal

La Misa de Inauguración Papal es un servicio litúrgico (celebrado en el Rito Romano pero con elementos del Rito Bizantino) para la investidura eclesiástica del Papa y que hoy en día ya no incluye la milenaria ceremonia de coronación.

Pablo VI, el último Papa en ser coronado, donó su tiara personal a la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción, en la ciudad de Washington como un regalo a los católicos de los Estados Unidos. Sin embargo, aún permanecen más de 20 tiaras en el Vaticano (una se sigue usando cada año para coronar simbólicamente una estatua de San Pedro en su día). El primer papa en siglos que inauguró su pontificado sin una coronación fue Juan Pablo I.


Reemplazo de la coronación

Aunque Pablo VI decidió no usar una tiara, la Constitución Apostólica Romano Pontifici Eligendo de 1975 continuó concibiendo una ceremonia de coronación para sus sucesores. Sin embargo, Juan Pablo I, elegido en el cónclave de agosto de 1978, quería una ceremonia más "simple" y encargó al maestro de ceremonias papal diseñar una nueva. Teniendo el contexto de una “Misa de Inauguración”, el punto principal de la ceremonia era la colocación del pallium sobre los hombros del nuevo Papa y la recepción de obediencia de los cardenales.

Su sucesor, Juan Pablo II, mantuvo los cambios hechos por su predecesor, aunque con adiciones, algunas de las cuales se hicieron eco de las antiguas coronaciones. Él prefirió que la Misa se realizara durante la mañana y no al atardecer, como la de Juan Pablo I. Refiriéndose a su homilía de inauguración con la tiara papal, dijo: "El Papa Juan Pablo I, cuya memoria está tan viva en nuestros corazones, no deseaba tener la tiara, ni su sucesor la desea hoy. Este no es el momento de regresar a una ceremonia y un objeto considerados, erróneamente, como un símbolo del poder temporal de los Papas".

En 1996, con la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, Juan Pablo II estableció una "Solemne ceremonia de inauguración de un pontificado" a tener lugar, pero no especificó qué forma debería tomar. En términos técnicos una inauguración papal y una coronación papal se podrían utilizar para inaugurar un pontificado: ambas ceremonias habían sido descritas en el pasado usando tal término. Al escribir sobre la “inauguración de un pontificado” antes que sobre una “inauguración específica de un papa” se deja a la decisión individual de los nuevos Papas la elección de la forma particular de tal ceremonia.

La inauguración moderna

La actual inauguración papal, desarrollada a partir de la de Juan Pablo I, tiene lugar durante la Misa (usualmente en la Plaza fuera de la Basílica de San Pedro) e incluye la imposición formal del pallium o palio, el símbolo de la jurisdicción universal del Papa, sobre el Pontífice recientemente electo por parte del más antiguo Cardenal Decano.

Hasta hoy han sido tres los Papas que han utilizado la nueva ceremonia de inauguración: Juan Pablo I, Juan Pablo II (ambos en 1978) y Benedicto XVI (2005).

Benedicto XVI mantuvo esos cambios e introdujo uno más: el juramento de obediencia, que todos los cardenales deberían hacer, uno a la vez, durante la Misa, fue reemplazado por un juramento simbólico de respeto prestado por doce personas (los cardenales ya habrían hecho sus juramentos de obediencia uno por uno al momento de la elección, de acuerdo a las reglas del Cónclave).

La ceremonia comienza con el Papa y los cardenales rindiendo plegarias de rodillas ante la Tumba de San Pedro, detrás del altar mayor de la Basílica. Luego salen en procesión a la Piazza para la Misa, mientras se entona la Letanía de los Santos, pidiendo su ayuda para el nuevo Santo Padre. Éste recibe entonces el pallium y el Anillo del Pescador. Como se ha dicho, en lugar del juramento de lealtad de cada cardenal de rodillas (cosa que ya habrían hecho luego del Cónclave), doce personas representativas, laicas y eclesiásticas, le juran obediencia: el más antiguo Cardenal Obispo, el más antiguo Cardenal Sacerdote, el más antiguo Cardenal Decano, un obispo, un sacerdote, un diácono, un hermano religioso, una monja benedictina, una pareja de Corea y dos jóvenes (de Sri Lanka y de República del Congo) recientemente confirmados.

Luego de la Misa, el Papa ingresa a la Basílica de San Pedro donde, frente al altar mayor, recibe el saludo personal de las delegaciones oficiales presentes, incluyendo monarcas y jefes de Estado.

El futuro de esta ceremonia

Mientras que los rituales inaugurales usados por los Papas Juan Pablo I y Juan Pablo II eran ad hoc (provisionales), el usado por el Papa Benedicto XVI no lo fue. Bajo Juan Pablo II, la Oficina de Celebraciones Litúrgicas del Supremo Pontífice preparó una versión permanente del ritual, para ser sometida a revisión y a aprobación como un ordo definitivo por parte de su sucesor. Benedicto XVI aprobó ese nuevo ritual el 20 de abril de 2005. Entonces fue publicado como un libro litúrgico oficial de la Iglesia con el nombre Ordo Rituum pro Ministerii Petrini Initio Romae Episcopi (Orden de los Rituales para el Inicio del Ministerio Petrino del Obispo de Roma). Este nuevo ordo ha de ser una versión permanente del rito de la inauguración y, en una rueda de prensa que sostuvo poco antes a la inauguración de Benedicto XVI, el arzobispo Piero Marini, Maestro de Ceremonias Papal, lo describió como parte de la aplicación a los ritos papales de las reformas litúrgicas hechas tras el Concilio Vaticano II. Por supuesto, un nuevo Papa tendría completa autoridad para alterar este rito de la inauguración, si, por ejemplo, él decide incluir una ceremonia de coronación.

El Ordo Rituum pro Ministerii Petrini Initio Romae Episcopi que fue aprobado en 2005 no solo contiene el rito de la Misa de Inauguración papal, sino también la misa de entronización del nuevo Papa en la Cathedra Romana (Cátedra Romana), en la Basílica de Letrán, catedral de Roma, que precede en importancia incluso a la basílica vaticana. Los Papas usualmente toman posesión de la Basílica de Letrán unos días después de la inauguración de su pontificado. Benedicto XVI lo hizo el 7 de marzo de 2005. Este rito, conocido en latín como incathedratio, es el último de los rituales que marcan la ascensión de un nuevo Sumo Pontífice.

El valor de la sangre de Cristo - San Juan Crisóstomo



De la catequesis de San Juan Crisóstomo, Obispo. (Catequesis 3, 13-19: SCh 50, 174-177)


¿Quieres saber el valor de la sangre de Cristo? Remontémonos a las figuras que profetizaron y recorramos las antiguas Escrituras.

Inmolad ­­–dice Moisés­- un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos jambas y el dintel de la casa. «¿Qué dices Moisés? La sangre de un cordero irracional, ¿puede salvar a los hombre dotados de razón?» «Sin duda –responde Moisés-: no porque se trate de sangre, sino porque en esta sangre se contiene una profecía de la sangre del Señor.»

Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas con sangre simbólica, ve brillar en los labios de los fieles, puertas de los templos de Cristo, la sangre del verdadero Cordero, huirá todavía más lejos.

¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de dónde brotó y cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues muerto ya el Señor, dice el Evangelio. Uno de los soldados se acercó con la lanza y le traspasó el costado, y al punto salió agua y sangre: agua, como símbolo del bautismo; sangre, como figura de la eucaristía. El soldado le traspasó el costado, abrió una brecha en el muro del templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con la riqueza hallada. Esto fue lo que ocurrió con el cordero: los judíos sacrificaron el cordero, y yo recibo el fruto del sacrificio.

Del costado salió sangre y agua. No quiero, amado oyente, que pases con indiferencia ante tan gran misterio, pues me falta explicarte aún otra interpretación mística. He dicho que esta agua y esta sangre eran símbolos del bautismo y de la eucaristía. Pues bien, con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado ambos del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva.

Por esta misma razón, afirma San Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formado de sus huesos, aludiendo con ello al costado de Cristo. Pues del mismo modo que Dios hizo a la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salida de su costado, para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía, así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.

Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento la nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre, y con su leche a aquel a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes Él mismo ha hecho renacer.

San Gregorio Taumaturgo - 29 de noviembre


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domingo, 28 de noviembre de 2010

Comunicado de la Casa Central de la FSSPX sobre los conceptos de Benedicto XVI acerca del uso del preservativo


En un libro-entrevista intitulado Luz del mundo, publicado en alemán y en italiano el 23 de noviembre de 201, Benedicto XVI admite, por primera vez, el uso del preservativo “en ciertos casos”, “a fin de reducir el riesgo de infección” del virus del SIDA. Estas afirmaciones erróneas precisan ser aclaradas y rectificadas porque sus efectos desastrosos ––que una campaña mediática no ha dudado en explotar–– generan escándalo e indignación entre los fieles.

1. Lo que dijo Benedicto XVI

A la pregunta “¿La Iglesia católica no está fundamentalmente contra del uso del preservativo?”, el Papa, conforme a la versión original en alemán, responde: “En ciertos casos, cuando la intención apunta a reducir el riesgo de infección, eso puede incluso convertirse en un primer paso, en vistas de una sexualidad más humana, vivida de otra manera”.

Para ilustrar sus palabras, el Papa da un único ejemplo: el de un “hombre prostituto”. Considera que en este caso particular puede convertirse en “un primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad, que permite volver a tomar conciencia de que no todo está permitido y que no puede hacerse todo lo que uno quiere”.

Por ende, se trata del caso de una persona que, cometiendo un acto contra natura y por fines venales, tendría la preocupación, además, de no infectar mortalmente a su cliente

2. Lo que Benedicto XVI quiso decir, según su portavoz

Las declaraciones del Papa fueron recibidas por los medios de comunicación y por los activistas de la contracepción como una “revolución”, como un “punto de inflexión”, o al menos como una “brecha” en la enseñanza moral constante de la Iglesia en punto al uso de medios contraceptivos. Por eso el Padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, publicó una nota explicativa el 21 de noviembre donde se lee: “Benedicto XVI considera una situación excepcional en la que el ejercicio de la sexualidad representa un verdadero riesgo par la vida del otro. En ese caso, el Papa no justifica moralmente el ejercicio desordenado de la sexualidad, pero considera que la utilización del preservativo para disminuir el peligro de contagio es ‘un primer acto de responsabilidad’, ‘un primer paso en el camino hacia una sexualidad más humana’, en lugar de no utilizarlo, poniendo en riesgo la vida de la otra persona”.

Para ser exactos, cabe señalar aquí que el Papa habla no sólo de un “primer acto de responsabilidad” sino también de un “primer paso hacia la moralización”. En este mismo sentido, el Cardenal Georges Cottier, que fue teólogo de la Casa Pontificia bajo Juan Pablo II y en los inicios del pontificado de Benedicto XVI, en una entrevista a la agencia Apcom el 31 de enero de 2005 afirmó que “en situaciones particulares, y pienso en medios donde circula la droga, o hay una gran promiscuidad humana y mucha miseria, como ocurre en algunas zonas de África y Asia, en esos casos, el uso del condón puede ser considerado como legítimo”.

La legitimidad del uso del preservativo como un paso, en algunos casos, hacia la moralización: he allí el problema planteado por las declaraciones del Papa en Luz del mundo.


3. Lo que Benedicto XVI no dijo y que sus predecesores han dicho siempre

“Ninguna ‘indicación’ o necesidad puede transformar una acción intrínsecamente inmoral en un acto moral y lícito” (Pío XII, Alocución a las parteras, 29 de octubre de 1951).

“Ningún motivo, sin embargo, aun cuando sea gravísimo, puede hacer que lo que va intrínsecamente contra la naturaleza sea honesto y conforme a la misma naturaleza” (Pío XI, Encíclica Casti Connubii).

Ahora bien, el uso del preservativo es contrario a la naturaleza, ya que desvía el acto humano de su fin natural. Por tanto, su uso es siempre inmoral

A la pregunta clara del periodista “¿La Iglesia católica no está fundamentalmente contra del uso del preservativo?”, el Papa responde apelando a una situación excepcional y no menciona que la Iglesia siempre se ha opuesto fundamentalmente a uso del preservativo.

Que el uso del preservativo es una acción intrínsecamente mala y materia de pecado moral, es un punto constante en la enseñanza tradicional de la Iglesia. Así, por ejemplo, en Pío XI y en Pío XII, e incluso en el pensamiento de Benedicto XVI, que responde al periodista que lo interroga: “Obviamente la Iglesia no considera que el preservativo sea una solución real ni moral”; con todo, el Papa lo avala “en ciertos casos”. Esto, no obstante, es inaceptable en términos de la fe: “Ningún motivo ––enseña Pío XI en Casti Conubii (II, 2) ––, sin embargo, aun cuando sea gravísimo, puede hacer que lo que va intrínsecamente contra la naturaleza sea honesto y conforme a la misma naturaleza”. Pío XII lo recuerda en su Alocución a las parteras del 29 de octubre de 1951: “Ninguna ‘indicación’ o necesidad puede transformar una acción intrínsecamente inmoral en un acto moral y lícito”. Es lo que ya San Pablo afirmaba: “No hemos de hacer nosotros un mal, a fin de que él resulte un bien” (Rom. 3, 8).

Benedicto XVI parece abordar el caso de este prostituto según los principios de la “moral de gradualidad”, que permite la comisión de ciertos delitos menos graves en aras de encauzar progresivamente a los autores de delitos extremos. Es evidente que estos delitos menores no son buenos; pero el hecho de que se inscriban en el camino hacia la virtud los transformaría en lícitos. Ahora bien, esta idea es un grave error ya que el mal, por pequeño que sea, sigue siendo un mal, independientemente del signo de mejoría que indiquen. “En verdad ––afirma Pablo VI en Humanae vitae (nº 14)––, si es lícito alguna vez tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande, no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien (cf. Rom. 3,14), es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual, familiar o social”.

Tolerar un mal menor no equivale a convertirlo en “legítimo”, ni a inscribirlo en un proceso de “moralización”. En Humanae vitae (nº 14) se recuerda que “es por tanto un error pensar que un acto conyugal, hecho voluntariamente infecundo, y por esto intrínsecamente deshonesto, pueda ser cohonestado por el conjunto de una vida conyugal fecunda”. En el mismo sentido, hay que decir que es un error sugerir la idea de que el preservativo, que en sí mismo es deshonesto, pueda ser cohonestado por el esperado encauzamiento hacia la virtud del prostituto que lo utiliza.

A diferencia de un tratamiento que implicaría el paso de un pecado “más grave” a un pecado “menos grave”, la enseñanza del Evangelio, lejos de decir “Vete y peca menos”, afirma claramente “Vete y ya no vuelvas a pecar” (Jn. 8, 11).

4. Lo que los católicos precisan escuchar de boca del Papa

No hay duda que un libro-entrevista no puede ser considerado un acto de magisterio, máxime si se aparta de lo que ha sido enseñado de manera definitiva e invariable. Tampoco la hay en punto a que los médicos y los farmecéuticos, que valientemente se niegan a prescribir o vender preservativos y anticonceptivos por fidelidad a la fe y a la moral católicas, y en general, todas las familias numerosas que adhieren a la Tradición, tienen la imperiosa necesidad de escuchar que la enseñanza perenne de la Iglesia no cambia con el paso del tiempo. Todos ellos esperan que se recuerde firmemente que la naturaleza humana, y la ley natural inscrita en ella, es universal.

En el libro Luz del mundo se encuentra un pasaje que relativiza la enseñanza de Humanae vitae. En él se designa a los que la siguen fielmente como “minorías profundamente convencidas” , que ofrecen a los demás “un modelo fascinante a practicar”, como si la encíclica de Pablo VI estableciese un ideal prácticamente imposible de alcanzar, de lo cual ya se ha convencido la inmensa mayoría de los obispos para justificar la colocación de esta doctrina bajo el celemín ––es decir, precisamente allí donde Cristo nos prohíbe colocar la “luz del mundo” (Mt. 5, 14).

¿Acaso esta exigencia evangélica estaría destinada, por desgracia, a convertirse en la excepción que confirma la regla del mundo hedonista en el que vivimos? Un mundo al cual el cristiano no debe conformarse (cf. Rom. 12, 2) sino al que debe transformar como “la levadura en la masa” (cf. Mt. 13, 33) y al cual debe dar el gusto de la Sabiduría divina como “la sal de la tierra” (Mt. 5, 13).

Menzingen, 26 de noviembre de 2010


Todo, por el Verbo, compone una armonía verdaderamente divina - San Atanasio


Del sermón de San Atanasio, obispo, contra los gentiles. Núms. 42-43

Ninguna cosa de las que existen o son hechas empezó a ser sino en él y por él, como nos enseña el evangelista teólogo, cuando dice: En el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada.

Así como el músico, con la lira bien templada, ejecuta una armonía, combinando con los recursos del arte los sonidos graves con los agudos y los intermedios, así también la Sabiduría de Dios, teniendo en sus manos el universo como una lira, une las cosas de la atmósfera con las de la tierra, y las del cielo con las de la atmósfera y las asocia todas unas con otras, gobernándolas con su voluntad y beneplácito. De este modo, produce un mundo unificado, hermosa y armoniosamente ordenado, sin que por ello el Verbo de Dios deje de permanecer inmutable junto al Padre, mientras pone en movimiento todas las cosas, según le place al Padre, con la invariabilidad de su naturaleza. Todo, en definitiva, vive y se mantiene, por donación suya, según su propio ser y, por él, compone una armonía admirable y verdaderamente divina.

Tratemos de explicar esta verdad tan profunda por medio de una imagen: pongamos el ejemplo de un coro numeroso. En un coro compuesto de variedad de personas, de niños, mujeres, hombres maduros y adolescentes, cada uno, bajo la batuta del director, canta según su naturaleza y sus facultades: el hombre con voz de hombre, el niño con voz de niño, la mujer con voz de mujer, el adolescente con voz de adolescente, y, sin embargo, de todo el conjunto resulta una armonía. Otro ejemplo: nuestra alma pone simultáneamente en movimiento todos nuestros sentidos, cada uno según su actividad específica, y así, en presencia de algún estímulo exterior, todos a la vez se ponen en movimiento: el ojo ve, el oído oye, la mano toca, el olfato huele, el gusto gusta, y también sucede con frecuencia que actúan los demás miembros corporales, por ejemplo, los pies se ponen a andar. De manera semejante acontece en la creación en general. Ciertamente, los ejemplos aducidos no alcanzan a dar una idea adecuada de la realidad, y por esto es necesaria una más profunda comprensión de la verdad que quieren ilustrar.

Es decir, que todas las cosas son gobernadas a un solo mandato del Verbo de Dios, de manera que, ejerciendo cada ser su propia actividad, del conjunto resulta un orden perfecto.

Gracias por todo



Gracias por todo, Madre
todo te lo agradezco de corazoón,
y quiero atarme a ti
con un amor entrañable.
¡Qué hubiese sido de nosotros
sin ti, sin tu cuidado maternal!
Gracias porque nos salvaste
en grandes necesidades;
Gracias porque con amor fiel
nos encadenaste a ti.
Quiero ofrecerte eterna gratitud
yconsagrarme a ti con indiviso amor.

Amén.

Santa Catalina Labouré - 28 de Noviembre

Para conocer su hagiografía clickear sobre la imagen.

sábado, 27 de noviembre de 2010

SS Benedicto XVI demanda respeto hacia los embriones

El papa Benedicto XVI exhortó el sábado a los políticos y gobernantes del mundo a que muestren mayor respecto hacia la vida humana en sus etapas iniciales y describió a los embriones como individuos dinámicos y autónomos.

El pontífice emitió sus pronunciamientos durante una misa por la víspera para conmemorar el inicio del Advenimiento. Este año, El Vaticano solicitó a los obispos católicos en el mundo que hicieran del servicio una vigilia por la "vida naciente".

El Papa emitió sus declaraciones sobre los embriones mientras continúan resonando sus opiniones sobre los condones y el VIH difundidas esta semana y que fueron parte de una entrevista incluida en un libro.

Aunque reiteró que los preservativos no son una solución real ni moral, el Papa dijo que las personas que los utilizan muestran un avance moral cuando pretenden proteger a sus parejas del virus que causa el SIDA, aun si está en juego la concepción.

Breve Examen Critico del Novus Ordo Missae


De los Cardenales Alfredo Ottaviani y Antonio Bacci

I

Al celebrarse en Roma en el mes de octubre de 1967 el Sínodo episcopal se le pidió a la misma asamblea de Padres un juicio sobre la así llamada "Misa normativa", a saber, de esa "Misa", que había sido excogitada por el Consilium ad exsequendam Constitutionem de sacra Liturgia. Pero el esbozo de semejante Misa suscitó perplejidades entre los Padres convocados al Sínodo, de modo tal que, mientras de los 187 sufragios 43 la rechazaron abiertamente, 62 no la aprobaron sino juxta modum (con reservas). Tampoco se debe pasar por alto el hecho de que la prensa y los diarios internacionales anunciaron que aquélla nueva forma de la Misa había sido sin más rechazada por el Sínodo. En cambio, las publicaciones de los innovadores prefirieron pasar en silencio el asunto: No obstante, una revista bastante conocida, destinada a los obispos y que divulga las opiniones de éstos, describió el nuevo rito sintéticamente con las siguientes palabras: " Aquí se ordena hacer tabla rasa de toda la teología de la Misa. En pocas palabras, se acerca a esa teología de los protestantes, que ya abolió y destruyó totalmente el Sacrificio de la Misa".

Pues bien, en el Novus Ordo Missae, recientemente publicado por la Constitución Apostólica Missale romanum, se encuentra desgraciadamente casi la misma "missa normativa". Tampoco consta que las Conferencias episcopales, difundidas por todo el mundo, hayan sido entre tanto interrogadas, al menos en cuanto tales.

Efectivamente, en la Constitución Apostólica se afirma que el antiguo Misal promulgado por San Pío V el día 13 de julio del año 1570 (pero que en gran parte debe ser atribuido ya a San Gregorio Magno, y más aún, que se deriva de los primitivos orígenes de la religión cristiana) en los últimos cuatro siglos fue para los sacerdotes de rito latino la norma para celebrar el Sacrificio; y no es sorprendente si en tal y tan grande Misal en todas partes del mundo "innumerables y además santísimos varones alimentaron con gran copiosidad la piedad de sus almas para con Dios, sacando de él ya sus lecturas de las Sagradas Escrituras, ya sus oraciones". Así leemos en el Novus Ordo; y, sin embargo, esta nueva reforma de la Liturgia, que arranca y extermina de raíz aquel Misal de San Pío V, es considerada necesaria por el Novus Ordo, "desde el tiempo en que con más amplitud comenzó a robustecerse y prevalecer en el pueblo cristiano el afán por fomentar la Liturgia".

Sin embargo, con la debida reverencia, sea permitido declarar que en este asunto hay un grave equívoco; pues si alguna vez se manifestó algún deseo del pueblo cristiano, esto aconteció - estimulándolo principalmente el gran San Pío X cuando el pueblo mismo comenzó a descubrir los tesoros eternos de su Liturgia. El pueblo cristiano no pidió nunca una Liturgia cambiada o mutilada para comprenderla mejor; pidió más bien que se entendiese la Liturgia inmutable, pero nunca que la misma fuese adulterada.

Además, el Misal Romano, promulgado por mandato de San Pío V y venerado siempre religiosamente, fue muy querido para los corazones católicos tanto de los sacerdotes como de los laicos; de tal manera que nada parece haber en ese Misal que, previa una Oportuna catequesis, pueda inhibir una más plena participación de los fieles y un conocimiento más profundo de la sagrada Liturgia; y, por lo tanto, no aparece suficientemente claro por qué causa se cree que un Misal semejante, refulgente con tan grandes notas reconocidas además por todos, se haya convertido en un erial tal que ya no pueda seguir alimentando la piedad litúrgica del pueblo cristiano.

Sin embargo, la "misa normativa ", aunque rechazada ya "sustancialmente" por el Sínodo de los Obispos, hoy es nuevamente propuesta e impuesta como "Novus Ordo Missae", por más que tal Ordo nunca haya sido sometido al juicio colegial de las Conferencias. [Episcopales. N. del T.]. Pero si el pueblo cristiano ha rechazado cualquier reforma de . la Sacrosanta Misa (y esto mucho más en tierras de misiones), no vemos por qué causa se imponga esta nueva ley, que, como por lo demás lo reconoce la misma predicha Constitución, subvierte una tradición inmutable en la Iglesia ya desde los siglos IV y V.

Por lo tanto, como esta reforma carece objetivamente de fundamento racional, no puede ser defendida con razones adecuadas, por las cuales no sólo se justifique ella misma si no también se torne aceptable para el pueblo católico.

Es verdad que los Padres del Concilio, en el párrafo 50 de la Constitución Sacrosanctum Concilium decretaron que las diversas partes de la Misa se ordenaran de tal modo, "que aparezcan con mayor claridad el sentido propio de cada una de las partes como también su mutua conexión". Pero de inmediato veremos cuán poco el Ordo recientemente promulgado responde a esos deseos, de los cuales apenas si parece quedar allí algún recuerdo.

Pues examinando con mayor atención y pesando de nuevo en la balanza cada uno de los elementos del Novus Ordo se llegará a esa conclusión de que aquí se han añadido o quitado tantas y tan grandes cosas que con razón se debe aplicar también aquí idéntico juicio al de la "Missa normativa". Por consiguiente, no es nada extraño que tanto este Ordo como la "Missa normativa " agraden en muchos puntos a aquellos que entre los mismos protestantes son más "modernistas".

II


Comencemos por la definición misma de la Misa, que se propone en el párrafo 7, o sea, al comienzo del segundo capítulo del Novus Ordo. "Acerca de la estructura de la Misa"; "La cena del Señor o Misa es la sagrada sinaxis o asamblea del pueblo de Dios reunido en común, bajo la presidencia del sacerdote, para celebrar el memorial del Señor . Por lo tanto, para la asamblea local de la santa Iglesia vale en grado eminente la promesa de Cristo: 'Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos' (Mt. 18, 20)

Por consiguiente, la definición de la Misa se circunscribe a la sola noción de "Cena"; y ello se repite siempre ya cada paso (n'!s. 8, 48, on- 55, 56); además, tal "cena" está constituida por la reunión de los fieles bajo la presidencia del sacerdote, y consiste en la renovación del memorial del Señor, a saber, en la conmemoración de lo que el Señor realizó el Jueves Santo. Pero todo esto ni implica la presencia real, ni la verdad del Sacrificio, ni la sacramentalidad del sacerdote consagrante, ni el valor intrínseco del Sacrificio eucarístico, el cual no depende en absoluto de la presencia de la asamblea .
En una palabra, esta Cena no implica ninguno de aquellos "valores dogmáticos" esenciales de la Misa, que constituyen . su verdadera definición. Ahora bien, esta omisión, en cuanto voluntaria, equivale a la "superación" de aquellos valores y, por lo tanto, al menos en la práctica, a su negación .

En la segunda parte del mismo párrafo (agravando el ya gravísimo equívoco) se afirma algo asombroso, o sea, que para esta asamblea vale en grado eminente la promesa de Cristo: "Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt. 18, 20). Con esta promesa, que sólo corresponde a la presencia espiritual de Cristo, se compara y se coloca en el mismo orden y modo de presencia, aunque con mayor fuerza y. vigor aquélla institución que, por el contrario, atañe al orden físico o al modo sustancial de la presencia sacramental eucarística.

Sigue inmediatamente en el texto (Nº 8) la bipartición de la Misa en Liturgia de la palabra y Liturgia eucarística, y allí se afirma, sin hacer ninguna distinción, que en la Misa se prepara la Mesa de la palabra de Dios y la mesa del Cuerpo de Cristo, para que los fieles sean "instruidos y alimentados"; esta asimilación equivalente de las dos partes de la Misa, como si estos dos signos tuvieran idéntica significación simbólica, debe ser declarada absolutamente ilegítima. Pero sobre esto ya volveremos más tarde.

Por otra parte, las denominaciones de la Misa son innumerables; las cuales pueden aceptarse por cierto en sentido relativo; pero todas deben ser rechazadas si -como de hecho ocurre- son usadas aisladamente y en sentido absoluto: Acción de Cristo y del pueblo de Dios, Cena del Señor o Misa, Banquete pascual, Participación común en la mesa del Señor, Memorial del Señor, Plegaria eucarística, Liturgia de la palabra y Liturgia eucarística, etc.

Como se evidencia esplendorosamente, en tales definiciones se pone el acento -como con exagerada estudiosidad- en la Cena y el memorial, pero no en la renovación incruenta del Sacrificio del Señor realizado en el Monte Calvario. Ni tampoco la fórmula misma "Memorial de la Pasión y Resurrección del Señor" puede decirse totalmente correcta; pues la Misa por su propia esencia es el memorial del único Sacrificio, que es en sí mismo redentor; mientras que, por el contrario, la Resurrección es el fruto consiguiente a aquél . Luego veremos cómo y con qué coherencia estos equívocos se introducen y se repiten en la fórmula misma de la Consagraci6n y, en general, en todo el Novus Ordo.

III


Vayamos ahora a los fines de la Misa.

1) FIN ÚLTIMO. El fin último del sacrificio de la Misa es la alabanza que debe tributarse a la Santísima Trinidad, según la explícita intención de Jesucristo en el mismo misterio de su Encarnación: "Al entrar al mundo dice: 'No quisiste hostia ni ofrenda: en cambio a mí me preparaste un cuerpo' " (Heb. 10, 5; cfr. Ps. 39, 7-9).
Por cierto, este fin buscado ha desaparecido completamente en el Novus Ordo: desapareció ciertamente del Ofertorio, pues la plegaria "Recibe, oh Trinidad Santa" ha sido eliminada; desapareció de la conclusión de la Misa, ya no se dirá más "Seate agradable, oh Trinidad Santa"; también fue suprimida del Prefacio, ya que el Prefacio de la Santísima Trinidad, que hasta ahora se recitaba oportunísimamente todos los domingos, ahora en el Novus Ordo sólo se dirá en la fiesta de la Santísima Trinidad, y por lo tanto solamente una vez al año.

2) FIN ORDINARIO. El fin ordinario del Sacrificio es el propiciatorio. En cambio, en el Novus Ordo, este fin se aparta de su verdadera senda, pues ya no se pone más el acento en la remisión de los pecados, sea de los vivos, sea de los difuntos, sino en la nutrición y santificación de los presentes (nº 54). Por cierto, Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía en la última Cena y se puso a Sí mismo en estado de víctima para unirnos a Él, a ese estado victimal; pero este fin antecede a la misma manducación y tiene un pleno valor redentor antecedente, que se deriva de la inmolación cruenta de Cristo; de allí que el pueblo asistente a Misa no esté obligado de suyo a recibir la comunión sacramental.

3) FIN INMANENTE. Cualquiera sea la naturaleza del sacrificio, pertenece a la esencia de la finalidad de la Misa el que sea agradable a Dios, aceptable y aceptado por Él. Por lo tanto, en la condición de los hombres que estaban inficionados por la mancha original, ningún sacrificio hubiera sido aceptable a Dios; el único sacrificio aceptado ahora con derecho por Dios es el Sacrificio de Cristo. Por el contrario, en el Novus Ordo la naturaleza misma de la oblación es deformada en un mero intercambio de dones entre Dios y el hombre: el hombre ofrece el pan que Dios transmuta en "pan de vida"; el hombre lleva el vino que Dios transmuta en "bebida espiritual": "Bendito eres, Señor Dios del universo, porque de tu largueza recibimos el pan (o: el vino) que te ofrecemos, fruto de la tierra (o: de la vid) y de la obra de las manos de los hombres, del cual se hará para nosotros el pan de vida (o: la bebida espiritual)".

Superfluo es advertir cuán totalmente vagas e indefinidas son estas dos fórmulas "pan de vida" y "bebida espiritual", que, de por sí, pueden significar cualquier cosa. Hallamos aquí el mismo equívoco capital que examinamos en la definición de la Misa: allí Cristo se hace presente entre los suyos únicamente de un modo espiritual; aquí se dan el pan y el vino, que son cambiados "espiritualmente" (pero no substancialmente!) .

Igualmente, en la preparación de las ofrendas se descubre idéntico juego de equívocos, pues se suprimen las dos maravillosas plegarias de la antigua Misa. La oración: "Oh, Dios, que admirablemente formaste la dignidad de la naturaleza humana y que más admirablemente aún la reformaste" recordaba a la vez la primitiva condición de inocencia del hombre y su presente condición de restauración, en la que fue redimido por la Sangre de Cristo. Era, por lo tanto, una verdadera, sabia y rápida recapitulación de toda la Economía del Sacrificio, desde Adán hasta la historia presente. En la otra plegaria, la oblación propiciatoria del cáliz para que subiera "con olor de suavidad" a la vista de la Divina Majestad, cuya clemencia se imploraba, repetía con suma sabiduría esta Economía de la salvación. Mientras que suprimida esta continua elevación hacia Dios por medio de la plegaria eucarística, no queda ya ninguna distinción entre sacrificio divino y humano.

Eliminado el eje cardinal, se inventan vacilantes estructuras; echados a pique los verdaderos fines de la Misa, se mendigan fines ficticios. De aquí que aparecen los gestos que en la nueva Misa deberían expresar la unión entre el sacerdote y los fieles, o entre los mismos fieles; aparecen las oblaciones por los pobres y por la Iglesia que ocupan el lugar de la Hostia que debe ser inmolada. Todo esto pronto caerá en el ridículo, hasta que el sentido primigenio de la oblación de la Única Hostia caiga poco a poco completamente en el olvido; así también las reuniones que se hacen para celebrar la inmolación de la Hostia se convertirán en conventículos de filántropos y en banquetes de beneficencia.

IV

Pasemos a considerar la esencia del Sacrificio.

El Misterio de la Cruz ya no está expresado explícitamente, sino en forma algo oscura, con palabras falseadas que no pueden ser percibidas por el pueblo. Y he aquí por qué causa.

1) SIGNIFICACIÓN DE LA "PLEGARIA EUCARÍSTICA"

El sentido que se atribuye en el Novus Ordo a la así llamada "Plegaria eucarística" es éste: "Para que toda la asamblea de los fieles se una con Cristo en la confesión de las grandezas de Dios y en la oblación del sacrificio" (nº 54, al final) .Pero uno pregunta: ¿de qué sacrificio se trata? ¿quién es el que ofrece? A estos interrogantes no se da ninguna respuesta.

La definición de la "Plegaria Eucarística" dada en la misma Instrucción es la siguiente: " Ahora se inicia el centro y culmen de toda la celebración, a saber, la misma Plegaria eucarística, o sea, la plegaria de acción de gracias y de santificación" (nº 54 pr .) .Por consiguiente, se ponen los efectos en lugar de las causas, de las que nada se dice en el texto. Nada reemplaza a la mención acerca del fin de la oblación, que antes estaba explícita en la antigua plegaría "Recibe, oh Padre Santo".

En verdad, el cambio de la formulación revela también un cambio de la doctrina.

2) EL SACRIFICO EUCARÍSTICO Y LA PRESENCIA REAL DE CRISTO

La razón por la cual el Sacrificio no tiene ninguna indicación lo suficientemente explícita en el Novus Ordo está en que la Presencia Real perdió su lugar verdaderamente central (tan esplendoroso en la antigua Misa). Sólo se hace una mención -a saber, la única cita al pie, sacada del Concilio de Trento- y que se refiere a la Presencia Real en cuanto nutrimento (nº 241, nota 63). Pero no se señala nunca la Presencia Real y Permanente del Cuerpo y Sangre de Cristo, junto con su Alma Divinidad, que se da bajo las especies luego de la transubstanciación. Más aún, la misma palabra "Transubstanciación" se ignora totalmente.

Además, la razón de por qué se suprime la invocación a la tercera Persona de la Santísima Trinidad (Ven, Santificador. ..), por la cual se imploraba al Espíritu Santo que descendiera sobre las oblatas preparadas para obrar el milagro de la Presencia Divina, como antes en el seno de la Santísima Virgen, es objetivamente la misma: vale decir, pertenece al mismo tipo de silencio y de negación tácita, más aún a la continua cadena de negaciones sobre la Presencia Real.

Quedan también abolidas:
• a) las genuflexiones, de las que sólo quedan tres por parte del sacerdote y una por parte del pueblo en el momento de la Consagración (y ésta, sometida a muchas excepciones);
• b) las abluciones de los dedos sobre el cáliz;
• c) la preservación de los mismos dedos de cualquier contacto profano después de la Consagración;
• d) la purificación de los vasos (sagrados, N. del T.), que no se manda hacer necesariamente de inmediato después de la asunción del cáliz, ni sobre el mismo corporal;
• e) la palia, con la cual se protegía la Preciosísima Sangre de Cristo en el cáliz;
• f) el dorado de los vasos sagrados;
• g) la consagración del altar móvil;
• h) la piedra sagrada y las reliquias en el altar móvil, e incluso sobre la mesa cada vez que la celebración se realice en lugares no sacros. Admitida esta excepción, queda abierto el camino para las "cenas eucarísticas" en casas privadas ;
• i) los tres manteles del altar, de los cuales ahora sólo se prescribe uno.
• k) la acción de gracias, que debía hacerse de rodillas, y a la que substituye una torpe acción de gracias del sacerdote y de los fieles sentados; añádase que la Comunión se recibe irreverentemente por los fieles
de pie;
• I) finalmente, las santas prescripciones antiguas para el caso de la Hostia consagrada caída en tierra, que se reducen mezquinamente a sólo esto: "tómese reverentemente la Hostia " (nº 239).
Todas estas cosas juntas, con su repetición manifiestan y confirman injuriosamente la implícita negación de la Fe en el augustísimo dogma de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.

3) LA FUNCIÓN DEL ALTAR EN LA NUEVA MISA (Nº 262)

El altar casi siempre es llamado mesa : "El altar o mesa del Señor, que es el centro de toda la liturgia eucarística" (nº 49; cfr. 262); pero se prescribe que el altar esté siempre separado de las paredes, para que así cualquiera pueda girar alrededor de la mesa y que la misa se celebre de cara al pueblo (n'? 262); con mayor insistencia se determina que el altar debe convertirse en el centro de la asamblea de los fieles, de manera tal que su atención se dirija espontáneamente hacia el altar (ib). Pero considerados a la vez los números 262 y 276, parece excluirse que el Santísimo Sacramento de la Eucaristía pueda conservarse sobre este altar. De aquí surge una irreparable división: por una parte estará la mística presencia del Sumo y Eterno Sacerdote en el presbítero celebrante; y por otra parte estará la Presencia Real Sacramental del mismo Cristo en persona. En la antigua Misa estaba manifiesta una sola presencia de Cristo a la vez .

En la nueva Misa se nos invita a conservar el Santísimo Sacramento en otro lugar apartado, donde se alimente la devoción privada de los fieles, como si la Hostia no fuese sino una simple reliquia; de manera que ya no sea más el tabernáculo el que atraiga los ojos y la fe de los fieles que ingresan al templo, sino una mesa tosca y sin adorno. He aquí nuevamente cómo la piedad privada se opone a la piedad litúrgica; se erige el altar contra el altar.

También, la tan frecuente recomendación de distribuir la Comunión sólo de las especies consagradas en la Misa; más aún, que se consagre un pan de grandes dimensiones, de modo que el sacerdote pueda dividir su pan con al menos alguna parte de los fieles, con firma y acrecienta la indiferencia anímica y el desprecio hacia el Tabernáculo, como también hacia toda piedad eucarística fuera de la Misa. He aquí una nueva injuria a la fe en la Presencia Real de Cristo, mientras perduran las Especies Eucarísticas consagradas.

4) FÓRMULAS CONSAGRATORIAS

La antigua fórmula de la Consagración era clara y propiamente sacramental, pero no meramente narrativa,. mientras que las tres consideraciones siguientes parecen demostrar que en el Novus Ordo se insinúa lo contrario:

a) No se reproduce más literalmente el texto de la Sagrada Escritura; además, la inserción de las palabras paulinas "Mysterium Fidei" significaba la inmediata confesión de fe que debía proferir el sacerdote ante el Misterio operado por la Iglesia a través de su sacerdocio jerárquico.

b) Las nuevas puntuaciones de las palabras y la nueva tipografía. En efecto, en el antiguo Misal el mismo punto y aparte significaba claramente el paso del modo narrativo al modo sacramental y afirmativo, las mismas palabras consagratorias se trazaban en el antiguo Misal con letras mayúsculas y en el medio de la pagina; más aún, con frecuencia escritas también en color diferente, de manera que se separasen del contexto meramente histórico. y todas es tas cosas, por cierto, conferían sapientísimamente a toda la fórmula consagratoria una fuerza propia de significación absolutamente individual y singular .

c) La anamnesis ("Cuantas veces hiciereis es tas cosas, las haréis en memoria mía"), que en griego se dice así: "eis tén emoú anámnesin". La anamnesis en el Canon Romano se refería a Cristo operante en acto, pero no a la mera memoria de Cristo o de un mero acontecimiento; se nos mandaba recordar lo que Él mismo hizo ( " ...estas cosas. ..haréis en memoria mía"), y el modo cómo Él las hizo, pero no únicamente su persona o su cena. En cambio, la fórmula paulina ("Haced esto en conmemoración mía"), que en el Novus Ordo reemplaza a la fórmula antigua -repetida todos los días en las lenguas vernáculas- cambiará irreparablemente la fuerza misma del significado en las mentes de los oyentes, de modo tal que la memoria de Cristo, que debe ser el principio de la acción eucarística, parezca convertirse en el término único de esta acción o rito. O sea, la "conmemoración", que cierra la fórmula de la consagración, ocupará poco a poco el lugar de la "acción sacramental".

La forma narrativa se pone ahora de relieve de hecho con las mismas palabras en la Instrucci6n oficial: "Narraci6n de la Institución" (nº 55d) ; y ella se confirma en la definición de la anamnesis, donde se dice: "La Iglesia celebra la memoria de Cristo mismo" (nº 55c).

En síntesis, la teoría que se propone sobre la epiclesis y la misma innovación en cuanto a las palabras de la Consagración y de la anamamnesis implican que también se ha realizado un cambio en el modo de significar;. pues las fórmulas consagratorias son ahora pronuncia das por el sacerdote como parte de alguna narración histórica y no son enunciadas en cambio como expresando un juicio categórico y operativo, proferido por Aquél en cuya representación el sacerdote mismo obra, diciendo: "Esto es mi Cuerpo", pero no: "Esto es el Cuerpo de Cristo" .

Además, la aclamación asignada al pueblo para decir después de la Consagración ("Anunciamos tu muerte, Señor, etc., hasta que vengas") introduce, bajo la apariencia de escatologismo, una nueva ambigüedad sobre la Presencia Real. En efecto, se proclama oralmente, sin solución de continuidad después de la Consagración, la expectación de la segunda: venida de Cristo en la consumación de los tiempos, en el mismo momento en el que Él se halla verdadera, real y substancialmente presente sobre el altar, como si sólo aquélla última fuera Su verdadera venida, pero no ésta.
Y esto se recalca con mayor vigor en la fórmula de aclamación a elegir libremente: "Cada vez que comemos este pan y bebemos el cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vengas"; donde se mezclan con la máxima ambigüedad cosas diversas, como la inmolación y la manducación, la Presencia Real y la segunda venida de Cristo .

V
Y ahora pasemos a cada uno de los elementos concretos del Sacrificio.
En la Misa anterior, eran cuatro los elementos del Sacrificio: 1) Cristo; 2) el sacerdote; 3) la Iglesia; 4) los fieles.

1ª Comencemos por los fieles. En el Novus Ordo, la parte asignada a los fieles es autónoma o absoluta, y, por consiguiente, totalmente falsa ya desde la misma definición propuesta al comienzo ("La Misa es la sagrada sinaxis o asamblea del pueblo"), hasta el saludo con el cual el sacerdote expresa al pueblo la "presencia " del Señor en la comunidad reunida (nº 28): "Con este saludo y con la respuesta del pueblo se manifiesta el misterio de la Iglesia reunida". Por lo tanto, se trata aquí de una, por cierto, verdadera presencia de Cristo, pero meramente espiritual, y asimismo del misterio de la Iglesia, pero en cuanto simple comunidad que manifiesta y solicita tal presencia espiritual. y esto se encontrará por doquier: recuérdese el carácter comunitario de la Misa recalcado con tanta insistencia (nº 32); 74-152); la impía distinción entre "Misa con pueblo" y "Misa sin pueblo" (nº 203-232); la definición de la "oración universal o de los fieles" (nº 45), donde nuevamente se pone de relieve "el oficio sacerdotal" del pueblo ("el pueblo ejerciendo el oficio de su sacerdocio") proponiéndolo en forma equívoca; en efecto, no se indica en modo alguno que está subordinado al oficio del sacerdote jerárquico. Y esto tanto más se confirma por el hecho de que el sacerdote, en cuanto que ha sido consagrado mediador, está constituido intérprete, según la vieja Misa, de todas las intenciones del pueblo, sea en la plegaria "Te igitur", sea en los dos "Memento".

También en la "Plegaria eucarística " III ("Vere Sanctus", pag. 123) se nos ordena dirigirnos así al Señor: "No dejas de congregar a tu pueblo, para que desde la salida del sol hasta el ocaso sea ofrecida una oblación pura a tu nombre": donde la partícula "para que" insinúa que el elemento necesario sobre todos los demás para celebrar la Misa es el pueblo, y no el sacerdote. y como en ninguna parte del texto se indica quién es el sacrificador secundario y particular , todo el pueblo mismo es presentado provisto de un poder sacerdotal propio y pleno. ¡Lo cual es falso!

¡Nada de extrañar pues si, con esta manera de obrar, bien pronto se le atribuya también al pueblo la facultad de unirse al sacerdote en la pronunciación de las mismas palabras consagratorias (lo cual, por lo demás, se nos informa, que ya sucede en ciertos lugares)!

2º El ministerio del sacerdote aparece disminuido, alterado, viciado. En primer lugar , por cierto, respecto del pueblo. Se lo presenta (al sacerdote), como un simple presidente o hermano (no mediador), más bien que como un ministro consagrado, que celebra en representación de Cristo; luego, respecto de la Igle sia, en cuanto que es propuesto como "uno del pueblo". También en la definición de la epiclesis (nº 55c) las invocaciones se atribuyen en forma anónima e incierta a la Iglesia. El oficio de mediador, propio del sacerdote, desaparece.

En la oración del "Confiteor", que se recita ahora sólo en forma colectiva, el sacerdote ya no es más juez. testigo y mediador ante Dios; por consiguiente, no se imparte más al pueblo la absolución sacerdotal, que se tenía en el antiguo rito. En efecto, el sacerdote viene simplemente connumerado entre los "hermanos". De donde, incluso el mismo monaguillo que ayuda en una "Misa sin pueblo" lo llama con este nombre de hermano.
Pero ya antes de esta última reforma de la Misa, se había abrogado la significativa distinción entre la Comunión de los fieles y la Comunión del sacerdote (momento en el cual el Sumo Eterno Sacerdote y el que actuaba en representación de Él se confunden en una casi diríamos íntima unión y se logra la consumación del Sacrificio).

Ahora, en cambio, ni una palabra siquiera acerca del poder del sacrificador, sobre su acto consagratorio, por medio del cual se renueva realmente la Presencia eucarística. y de este modo, el sacerdote católico ya reviste la figura de un ministro protestante.

Además, la omisión o el libre uso de muchas vestiduras sagradas ( pues en algunos casos bastan el alba y la simple estola: nº 298) debilita aún más la primigenia conformación del sacerdote con Cristo; en efecto, el sacerdote ya no se presenta más revestido con las virtudes de Cristo; él es ya un simple "funcionario" que apenas se distingue de la multitud de los fieles por uno o dos signos "él mismo un poco más hombre que los demás hombres": así lo describió, bella y humorísticamente aunque en forma involuntaria, cierto predicador contemporáneo .

Por lo tanto, nuevamente se divide lo que Dios ha unido: a saber, así como ya viene separado el Tabernáculo del altar de la Misa, así ahora se desgarra el único sacerdocio del Verbo de Dios y el sacerdocio de Sus Ministros consagrados.

Por último, trataremos simultáneamente de Cristo y de la Iglesia. En un solo texto, donde se trata de la "Misa sin pueblo", como con displicencia se reconoce a la Misa en cuanto que es "acción de Cristo y de la Iglesia" (nº 4; cfr. Presb. Ord., nº 13) ; mientras que por el contrario en el caso de la Misa "con pueblo" no se recuerda ninguna otra finalidad sino la de hacer "memoria de Cristo" y la santificación de los presentes. "El presbítero celebrante. ..asocia a sí mismo. ..al pueblo al ofrecer el sacrificio por medio de Cristo a Dios Padre en el Espíritu Santo" (nº 60), en vez de asociar el pueblo a Cristo, quien se ofrece a Sí Mismo en sacrificio "por el Espíritu Santo a Dios Padre".

Nótense en este contexto otras cosas: la gravísima omisión en las oraciones de las cláusulas "Por Cristo Nuestro Señor", quien fue dado a la Iglesia de todos los tiempos como única garantía de ser escuchada (Jo.. 14, 13-14; 15, 16; 16, 23-24) ; además, un pertinaz y ansioso "pascualismo", como si la comunicación de las gracias no tuviese otros aspectos igualmente fecundos; también, ese "escatologismo" vesánico y peligroso, en el cual la comunicación de la gracia, que de suyo es permanente y eterna, es rebajada a meras dimensiones temporales; el "pueblo", como ejército en marcha (en italiano: "popolo in marcia"), la "Iglesia peregrinante" (¡ojo! ya no más militante contra la Potestad de las tinieblas) hacia cierto "futuro" que no está vinculado a la eternidad venidera ( y que por lo mismo no depende de ella en el presente) , sino que corresponde a la verdadera y propia posteridad temporal.

La Iglesia -Una, Santa, Católica, Apostólica -es humillada en cuanto tal por la fórmula de la "Plegaria Eucarística IV", en la cual la oración del Canon Romano: "Por todos los ortodoxos y seguidores de la fe católica y apostólica " se cambia de tal modo que todos estos creyentes son sustituidos simplemente ¡por todos los que te buscan con corazón sincero!

También en el "Memento" de los difuntos, los muertos ya no son aquellos "que nos precedieron con el signo de la Fe y duermen el sueño de la paz", sino solamente "los que murieron en la paz de tu Cristo". A quienes además se añade (no sin un nuevo y patente abandono de la legítima noción de la unidad y visibilidad de la Iglesia) la turba de "todos los difuntos cuya fe Tú solo conociste".

En cambio, en ninguna de las tres nuevas Plegarias Eucarísticas se hace alguna mención -como ya más arriba dijimos- sobre el estado de penas y tribulaciones de las almas en el Purgatorio; en ninguna de ellas se da lugar a que se haga un "Memento" los difuntos en particular. Todo lo cual enerva nuevamente la fe en la naturaleza propiciatoria y redentora del Sacrificio.

Acoge, oh Santísima Virgen, nuestras súplicas - San Atanasio


Acoge, oh Santísima Virgen, nuestras súplicas
y acuérdate de nosotros.
Dispénsanos los dones de tus riquezas.
El Arcángel te saluda llena de gracia.
Todas las naciones te llaman bienaventurada,
todas las jerarquías del Cielo te bendicen,
y nosotros, que pertenecemos a la jerarquía terrestre,
decimos también: Dios te salve,
oh llena de gracia, el Señor es contigo,
ruega por nosotros, oh Madre de Dios,
nuestra Señora y nuestra Reina.

Amén.

Nuestra Señora de La Medalla Milagrosa - 27 de noviembre


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viernes, 26 de noviembre de 2010

“El Pontífice no ha sabido lamentablemente diferenciar entre la tolerancia de un mal y su aprobación” - Distrito alemán de la FSSPX/SSPX:


Aportamos un traducción más entendible del comunicado:

El 23 de noviembre a las 18.00 horas, la oficina de prensa de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. a petición de la agencia de noticias DPA, fijó su posición ante dos pasajes del libro del Papa “Luz del Mundo”; esta se relaciona con el controvertido pasaje de los preservativos y las declaraciones del obispo Williamson. Lea la explicación en el texto siguiente:

Sobre el tema de los condones:

Las declaraciones del Papa fueron distorsionadas en la prensa; sin embargo, son lamentables. Sus palabras se podrían comparar con el consejo dado a un ladrón asesino, para que en el futuro en sus delitos se limite a robar; de este consejo no se debe inferir, sin embargo, que el robo se permitiría en ciertos casos. De este modo fueron interpretadas las palabras del Papa. Sin embargo, el pontífice debería haber sido consciente de que uno puede esperar que la opinión pública mundial, en una cuestión tan delicada, no efectúe distinciones sutiles y académicas, ni que, por desgracia se distinga entre la tolerancia del mal y su aprobación. Esto conduce a no distinguir y a generalizar. En este sentido, el Papa tiene también una gran responsabilidad en cuanto a la formulación de sus dichos, que sometidos al frenesí de los medios, llegan incluso a expresar un cambio en la moral.



Las declaraciones sobre el obispo Williamson:

No es cierto que Monseñor Williamson nunca se haya acogido a la Iglesia Católica oficial. El obispo no ha encontrado en la Fraternidad su fe católica, sino fuera de su estructura. Además estuvo en el seminario de Ecône en circunstancias en que la Fraternidad era reconocida oficialmente por la Iglesia.

La derogación de la excomunión no tiene nada que ver con cuestiones históricas, o con errores que sólo cuando son teológicos, tienen que ver con la comunión en la Iglesia. Vincular [como lo han hecho los medios] la posible retirada del decreto de excomunión, con la entrevista del obispo Williamson [a Der Spiegel], han causado al Papa y a la Fraternidad un gran daño. En este sentido, las palabras del Santo Padre dichas a consecuencia de ese acontecimiento, son comprensibles.

Tomado de: Radio Cristiandad

Beato Santiago Alberione - 26 de noviembre


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San Leonardo de Puerto Mauricio - 26 de noviembre


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jueves, 25 de noviembre de 2010

Notas de un Católico perplejo


Soy miembro de la Tercera Órden Franciscana. Hace aproximadamente diez años que vivo y trabajo en Irlanda con mi familia.
Les remito algunas notas, muchas de las cuales se basan en mis precisas y documentadas experiencias personales.
La jerarquía actual me muestra un Cristo que no reconozco, una Iglesia con la cual no me identifico ya. ¿Soy sólo un nostálgico o, por el contrario, doy en el clavo? Pero lo cierto es que no quiero renegar de la fe en que fui bautizado. Hagan ustedes con mis notas lo que mejor les parezca: usarlas en todo o en parte, o tirarlas a la basura eventualmente. ¡Hágase todo por amor de Dios! Sólo una cosa les pido humildemente: rueguen por mí.
[Carta firmada]


P. S. Los escritos que cito están a menudo en lengua inglesa; de ahí que mi versión pueda resultar menos precisa si se la compara con las correspondientes traducciones en italiano».

¿Miembros de la misma Iglesia?

También este año, según mi costumbre, acudí a la iglesia, en compañía de mi familia, para confesarme la víspera de Navidad. Por motivos de horario, fui a la parroquia de un centro vecino, Greystones para ser exacto, en lugar de ir a la iglesia de mi pueblo. Por desgracia, me tocó un sacerdote joven, el cual, francamente, no sé a qué religión pertenecía, pero a la mía seguro que no, pese a que ambos nos confesamos miembros de la Iglesia Católica. Me dijo (como hicieron otros en el pasado) que pecado es tan sólo lo que personalmente reputo por tal, no lo que los otros me señalan como culpa, el Papa inclusive. Me dijo asimismo que el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, o el Directorio de Pastoral Familiar editado por la C.E.I. (Conferencia Episcopal Italiana), no contienen más que opiniones personales, y que lo mejor sería que consultara textos de teología.

Le respondí al confesor, educadamente pero con firmeza, que me importaba un pimiento lo que dijeran los teólogos; lo que me interesaba sobre todo era seguir el magisterio real de la santa iglesia romana (el único problema estriba en comprender cuál es el magisterio real: ¿el precedente al concilio Vaticano II o el siguiente, que contradice al primero, al menos en los hechos?). Al cabo, el cura joven me dio la absolución con esta fómula: «El Señor te ha perdonado tus pecados; vete en paz» (o algo por el estilo).

Como albergaba dudas sobre la validez de la absolución (estaba sobre aviso porque ya tenía noticia de afirmaciones estrambóticas de este jaez), busqué de inmediato a otro confesor para compartir con él mis dudas. Por suerte, encontré al cura de mi pueblo, quien, después de haberme escuchado, me hizo repetir la confesión y me absolvió a renglón seguido. Esto me indujo a pensar que también él consideraba inválido el sacramento precedente, pues de otro modo me habría despedido sin escuchar mi confesión.

Lutero y el concilio

La Documentation Catholique y otros documentos diocesanos franceses refieren que la Comisión Católico-Luterana declaró lo siguiente: «En las ideas del concilio Vaticano II podernos ver mucho de cuanto Lutero demandaba, como la descripción de la Iglesia en tanto que ‘pueblo de Dios’ [idea asumida también por el Nuevo Código de Derecho Canónico: una idea democrática, no ya jerárquica, de la Iglesia]; el énfasis marcado en el sacerdocio de todos los bautizados; el derecho del individuo a la libertad de religión. Otras exigencias de Lutero en su tiempo fueron aceptadas por la teología y la praxis de la iglesia actual: uso de la lengua vulgar en la liturgia, posibilidad de comulgar bajo las dos especies, así como una teología y una celebración renovadas de la eucaristía».

Me pregunto al respecto: ¿no declararon herético y cismático al protestantismo el concilio de Trento y los papas siguientes?
Si paramos mientes en el razonamiento citado, echaremos de ver que no son los protestantes y / o sus comunidades los que retornan a la Iglesia Católica, sino que es ésta la que se está protestantizando lentamente (!).

Cuando triunfa el antitriunfalismo

No se hacen ya procesiones en muchos países, no porque los fieles carezcan de interés, o debido a alguna decisión política, sino a causa de las nuevas teorías pastorales, las cuales, embargo, no dejan de sostener, curiosamente, que es urgente se tomen iniciativas para lograr la participación activa del “pueblo de Dios”. En 1969, un párroco de la región de Oise (Francia) fue destituido sin más ni más por su obispo, quien había prohibido la tradicional procesión del Corpus Christi.

Una novedad
Es posible leer el siguiente texto en ciertas iglesias: «¡Aplaude para agradar a Dios!». Sabía que san Agustín exhortaba a cantar porque quien canta reza dos veces, pero ahora me entero de que aplaudir durante la misa agrada a Dios. ¿Qué puedo decir?

“Extravagancias” eucarísticas

a. En la instrucción papal Inaestimabile donum se prescribe que las formas deben ser de grano puro; asistimos, por el contrario, a misas celebradas con formas de harina integral (de color marrón), con hogazas fermentadas cuyas migajas se esparcen por toda la iglesia durante la comunión, etc. Un obispo católico americano recomendó también que las hostias consistiesen en pequeños pasteles hechos con leche, huevos, levadura de dulce, miel y margarina, ¿Es válida la consagración de tales chucherías?

b. En la misa dominical retransmitida en Francia el 22 de noviembre de 1981, se reemplazó el copón por cestos que los asistentes se pasaban unos a otros, para depositarlos a continuación en el pavimento con lo que quedaba de las especies sagradas. En Poitiers, en el Jueves santo de ese mismo año, una celebración espectacular estribó en la consagración indiscriminada de hogazas y jarras de vino, puestas en mesas donde cada uno podía servirse a su gusto.

¿Ésta es la presencia real?

¡A propósito! Transcribo aquí a continuación lo que dijo de la presencia real el decano de la facultad de teología de Estrasburgo: «También nosotros hablamos de presencia de un orador o de un actor, significando con ello una cualidad diferente de la mera presencia geográfica. Después de todo, alguien puede estar presente en virtud de un acto simbólico que no cumple físicamente, sino que otras personas realizan por fidelidad creativa a sus intenciones fundamentales. Por ejemplo, el festival de Bayreuth [renombrado festival de música sinfónica] hace presente, sin duda, a Richard Wagner de una manera harto superior a la que puede verificarse con recitales o conciertos ocasionales dedicados a su música. Me parece que deberíamos colocar la presencia de Cristo dentro de esta última perspectiva».

¿Ésta es la presencia real? ¿Ésta es la Iglesia Católica? ¿Dónde está Roma? ¡Un decano de una facultad teológica afirma que la presencia real de Nuestro Señor en la santa misa puede parangonase a la de Wagner en el festival de Bayreuth! Pero, ¿es que han perdido el seso?

La Santa Misa

¿Qué es la santa misa?; y el cura, ¿no es más que el “presidente de la asamblea”?

a. Pierres Vivantes, editado por la Conferencia Episcopal Francesa, que los niños que reciben la instrucción catequética están obligados a usar, reza: «Los cristianos se reúnen para celebrar la eucaristía: es la misa... Proclaman la fe de la Iglesia, ruegan por el mundo entero, ofrecen el pan y el vino. El sacerdote, que preside la asamblea, recita la gran plegaria de hacimiento de gracias». ¿Cuál es dicha gran plegaria de hacimiento de gracias? ¿Y no es el sacerdote quien consagra las sagradas especies y celebra la santa misa? ¿Qué se hizo de la Iglesia Católica?

b. La Conferencia Episcopal Suiza se expresaba así en un folleto: «La cena [¡sic¡] del Señor cumple, ante todo, la comunión con Cristo. Se trata de la misma comunión que Jesucristo trajo a la tierra durante su vida cuando se sentaba a la mesa con los grandes pecadores, y se continúa en la comida eucarística desde el día de la resurrección. El Señor invita a sus amigos a reunirse y Él estará presente entre ellos». ¿Es así de verdad?

c. El centro Jean Bart, el centro oficial de la archidiócesis de Paris, declara que «en el centro de la misa hay una narración». Pero ¿no es una acción la santa misa?

d. Se lee en una hoja volante del Centro Nacional para la Liturgia Pastoral de Francia: «La asamblea es el primer sujeto de la liturgia». La hoja volante continúa así: «La asamblea es el primer sujeto de la liturgia; lo que importa no es el ‘funcionamiento’ de los ritos, sino la imagen que la asamblea se da a sí misma y la relación que los cocelebrantes (es decir, los fieles) crean entre sí» (P. Galineau, arquitecto de la reforma litúrgica y profesor del Instituto Católico de París).

e. Las AA.DD.AA.PP. (Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero) deberían ayudar a los fieles a santificar los días de fiesta, a falta de un cura, mediante la oración, pero de hecho no son más que una especie de misa carente de la consagración (el término inglés usado es dry Mass: “misa seca”. Según el Centro Regional para Estudios Sociales y Religiosos de Lille, la carencia de consagración se debe sólo al hecho de que «hasta nueva orden, los laicos no tienen el poder de realizar este acto [la consagración]» (¡!).

La ausencia del sacerdote puede ser hasta intencionada, «para que los fieles puedan aprender a obrar de manera autónoma». El susodicho P. Calineau escribe en Demain la Liturgie que las AA.DD.AA.PP. son sólo una «transición educativa hasta que se opere un cambio de mentalidad». El mismo concluye, con una lógica desconcertante, que sigue habiendo demasiados curas en la Iglesia: «demasiados, sin duda, para que las cosas puedan evolucionar con rapidez».

f. Me resulta raro el hecho de que en el pasado, cuando la gente se movía poco, la única lengua litúrgica era el latín o las usadas en las localizadas liturgias de las iglesias orientales; ahora, en cambio, en la era de la comunicación, de la globalización, la Iglesia se ha regionalizado, ha asumido una óptica de campanario, creando las conferencias episcopales (unas a modo de “iglesias nacionales”) e innumerables lenguas litúrgicas, allende enormes problemas: doctrinales, interpretativos, logísticos, etc. ¡En la era del turismo de masas y de los viajes (de trabajo y de placer) es fácil encontrarse en misas donde no se comprende nada precisamente a causa de la lengua vernácula!

g. ¿Sigue habiendo misas privadas? Seguramente no las hay en estas latitudes, donde están “abrogadas” o se las penaliza con fuerza. En Italia existen o existían, porque me acuerdo de haber sido testigos de un par de ellas. También aquí se dan dos pesos y dos medidas.

h. Aníbal Bugnini fue el arquitecto de la nueva misa. Al hacer eso tuvo también como colaboradores, más o menos secretos, a seis ministros protestantes, que fueron los doctores siguientes: George, Jasper, Shepherd, Kunneth, Smith y Thurian. La nueva misa se acercó así tanto a las sensibilidades protestantes, que el susomentado “pastor” Thurian (de la comunidad de Taizé) afirmó que el fruto de la nueva misa «será la posibilidad de que las comunidades acatólicas puedan celebrar un día la cena del Señor usando las mismas plegarias de la Iglesia Católica» (La Croix, 4/3/1969): él mismo se hizo ordenar después sacerdote católico, sin convertirse ni abjurar de sus errores.

Otros protestantes dijeron: «La nueva plegaria eucarística ha abandonado la falsa perspectiva del sacrificio ofrecido a Dios». Tenemos también las palabras del propio Bugnini, quien manifestó sin rubor que la nueva misa constituía una abrogación del pasado: «Los cambios forman parte de una renovación fundamental (...) una mudanza total (...) una nueva creación» [cf. La reforma de la liturgia, BAC mayor, Madrid 1999; N. del E.] (no una evolución del rito tradicional romano, como se nos quiere hacer creer hoy, al parecer).

Dulcis in fundo, monseñor Dwyer, arzobispo de Birmingham, portavoz del Sínodo Episcopal, dijo: «La reforma litúrgica [...] no os engañéis: ¡es ahí donde empieza la revolución!».

El escritor americano Green, converso al catolicismo (después del concilio cayó en el agnosticismo a causa de éste), sentenció que la nueva reforma litúrgica es una copia cutre de la liturgia anglicana: basta parangonarla con la “misa” herética. Considero realmente curioso que se quiera placer a toda costa a los hermanos separados, contraviniendo todo el magisterio precedente al concilio Vaticano II. Vistos los resultados concretos, pienso que es vergonzoso y herético esconder la verdad en aras de una falsa visión ecuménica. Es inútil que el Papa condene esto de labios para afuera cuando en hecho de verdad también él cae en idénticos errores y tolera que otros sigan haciendo lo mismo (volveré a ello en el párrafo 17, con algunos ejemplos).

i. Parafraseando a quien critica de buena fe al movimiento carismático (renovación del espíritu) porque nació con un pecado original, es decir, el haberse desarrollado a partir de una idea protestante, débese decir lo mismo de la nueva misa. Cuando murió el cantautor Giorgio Gaber, se hizo resonar en la iglesia una de sus canciones al final de la celebración de la santa misa. Ya se puede asistir en las iglesias a espectáculos de todas clases: conciertos varios, bailes, teatro de comedia; todo el mundo hace lo que le parece. En la catedral de Chartres (Francia) se prohibió a unos jóvenes peregrinos “lefebvrianos” que celebraran la Santa misa, mientras que catorce días más tarde se abrieron sus puertas de par en par para celebrar un concierto de música “espiritual”, en el cual la protagonista danzante era una ex monja carmelita.

j. Me regalaron hace poco precisamente dos misales en latín e inglés de la santa misa “preconciliar”; están como recién salidos de la imprenta y parecen novísimos, como que nunca se han usado aunque se publicaron en torno al 1965. Nadie puede negar que entre la liturgia actual y la precedente se da una evidente ‘disolución’ de continuidad: con el concilio se creó una fractura teológica relativa al significado mismo de la santa misa, al menos en los hechos concretos (¡esto es innegable!). Como quiera que sea, le doy las gracias al sacerdote que tan amistosamente me hizo ese bello regalo. Ahora puedo conocer la misa que la iglesia ha celebrado durante siglos.

k. El Oseervatore Romano del 26 de octubre del 2001 trató de la autorización dada a los fieles católicos de rito caldeo para asistir a las misas de la iglesia asiria (nestoriana y cismática), además de para recibir los sacramentos de la eucaristía, confesión y unción de enfermos. Dicha autorización se concedió, según se alegó, porque los fieles de rito caldeo, diseminados por morar en una vasta área y no disponer de bastantes sacerdotes, no pueden cultivar de otro modo su espiritualidad. Todo está en línea con la actual orientación ecuménica, pero también contrasta todo netamente con la enseñanza preconciliar en globo. Basta leer la encíclica Mortalium Animos, de Pío XI. Lo que la iglesia asiria tiene, sobre todo, es un problema de validez tocante al sacramento de la eucaristía, puesto que hace siglos que los oficiantes no pronuncian la fórmula de la consagración en una de las tres anáforas, la de Addai y Mari. Son varias las hipótesis que explican tal defecto: un error del copista de entonces, una omisión en virtud de la ley del arcano (aún difundida en Oriente) y otras más. Para Roma, en cambio, la anáfora de Addai y Mari es válida -aunque carezca de la fórmula consecratoria- porque es antiquísima. Eso es “ecuménicamente correcto”, pero ¿es la verdad?. [cf. sì sì no no 121 de Agosto-Septiembre 2002, ed. Española ;N. del E.]

Tomado de: http://sisinono.blogia.com