sábado, 31 de octubre de 2009

Amistad entre santos y santas (La clave es el amor a la cruz)

Padre Jordi Rivero

Dios creó al hombre y a la mujer para amar. En el amor se complementan y son fecundos. Así ocurre con el amor conyugal.
Pero el amor entre hombre y mujer también ocurre en otros tipos de relaciones, por ejemplo, entre madre e hijo; entre hermano y hermana…

¿Es posible que el amor agape entre hombre y mujer exista fuera del matrimonio? La historia de la Iglesia demuestra que sí. Este escrito es sobre la amistad spiritual que Dios suscita entre un hombre y una mujer (ver algunos ejemplos) con el fin de manifestar su gloria, llevar a cabo en la Iglesia una misión y profundizar en la Iglesia el entendimiento del amor humano unido al divino.

Como todas las cosas, esta amistad solo crece si tiene el terreno y el cuidado apropiado. Hay grandes peligros de engaño en las amistades. Todos padecemos las consecuencias del pecado original, la concupiscencia. No pocos cristianos, aun entre los bien formados en la fe, han ido por caminos de perdición por causa de amistades desordenadas. Debemos ser sobrios, prudentes y entender la verdadera naturaleza de la amistad espiritual en el plan de Dios.

La verdadera relación spiritual entre hombre y mujer es un don de Dios. Es posible gracias al amor redentivo de Cristo y por eso debe estar completamente sujeta a EL. La amistad espiritual solo es posible si cada uno anda por el camino estrecho de la cruz, siendo Cristo el centro de sus vidas diarias. Cristo debe reinar en el corazón de cada uno en una vida disciplinada donde El moldea y gobierna todos los poderes del alma, las pasiones, los sentimientos, los afectos. La amistad espiritual tiene como guía y base de discernimiento el Evangelio, la enseñanza de la Iglesia y el estado de vida propio de cada uno.

El poder de la cruz corta todos los apegos de la carne, el egoísmo. El amor a la cruz no permite desviaciones del camino estrecho ni justificaciones. Evita diligentemente cualquier ocasión de pecado. Esta amistad no es un derecho ni un capricho y no nace de la atracción natural. No buscan la atención del otro sino ofrecer sus vidas a Jesús en la cruz. La mirada de los amigos espirituales no se fija en el otro como ocurre en el amor romántico, sino que ambos se ayudan a mirar al Señor.

Ellos no se abrazan sino que abrazan la cruz. Estos amigos son amigos de la cruz. Aman la cruz porque es la señal de autenticidad en el camino de Cristo. Abrazar la cruz revela una llamada radical y una ponderosa unción del Espíritu Santo para dar sus vidas por amor a Dios y a su Iglesia. La cruz los mantiene enfocados en el amor divino y es ese el gran gozo de su amistad.

Solo así ellos descubren que la afinidad existente en su visión de fe y en la misión de sus vidas viene de Dios. Colaborando con Dios crece en ellos la amistad, se ayudan a ser fieles al Señor en su vocación. Ellos no quisieran que fuese de otro modo.

Las inspiraciones personales deben ser examinadas en la dirección espiritual. Cada uno se niega a si mismo y abraza cualquier sufrimiento por el Señor, aunque no entiendan Sus razones. Le piden a Cristo humildad para obedecer y sufrir por El.

La cruz no solo vence al pecado. Es además la fuerza que lo purifica y fortalece como oro en el crisol. Podemos discernir la autenticidad de una amistad cuando esta tiende a la santidad y a la verdad. El amor es puro y espitualmente fecundo.

María Santísima acompañó a Jesús como co-redentora. En la cruz Jesús estableció la maternidad spiritual entre su madre y Juan, el discípulo amado. Este es el modelo para la maternidad espiritual, especialmente para con los sacerdotes.

Cuando conocemos la miseria del hombre caído, podemos apreciar que la existencia de amor puro y santo entre un hombre y una mujer revela la gracia redentora que viene de la cruz. En Cristo somos una nueva creación. Somos liberados del antiguo yugo del pecado, sanados y llenos del Espíritu Santo que nos da la fuerza del amor divino.

Este amor no se puede entender sin fe. Es por eso que algunos hacen interpretaciones sacrílegas de la relación entre Jesús y María Magdalena. Se trata en realidad de una amistad diferente a cualquier otra relación entre hombre y mujer porque Jesús es Dios. Pero Jesús es también hombre y como tal sus actos enseñan a todo hombre y mujer que es posible la amistad pura y casta. Ella pudo amó con un amor puro porque Cristo la había rescatado del pecado y Su amor habitaba en ella. De esta manera Jesús la preparó para una gran misión: Ser apóstol (enviada) a los apóstoles. Ella que tanto amo a Jesús fue la que reveló a los hombres la victoria del amor: la resurrección.


Algunos santos y santas que tuvieron una gran amistad


San. Jerónimo y Santa Pollan
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San Francisco y Santa Clara
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Santa Catalina de Siena y el Padre Raimundo de Capua -colaboradores en el ministerio
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Jordán de Sajonia, sucesor de Santo Domingo y la Beata Diana D'Aandalo, fundadora de las Dominicas
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San Francisco de Sales y Santa Juana Fremiot de Chantal
Fundadores de la Visitación
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San Pedro Poveda y Josefa Segovia
Fundadores de la Institución Teresiana.
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San Antonio María Claret y Santa María Micaela del Santísimo Sacramento.
El fue director espiritual de ella.
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San Claudio de la Colombiere y Santa Margarita María Alacoque
El fue su director espiritual y promotor de los mensajes.
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Santa Teresa y el Padre Gracián.
Ella además tenía gran estima por San Pedro de Alcántara, San Juan de la Cruz.
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Santa Faustina y Beato padre Miguel Sopocko
El cree en los mensajes y le apoya.
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Ven. Conchita Cabrera de Armida y Ven. Felix de Jesús Rougier
Comparten el carisma de las obras de la Cruz
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San Martin de Porres y Santa Rosa de Lima
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San Vincent de Paul y Santa Luisa de Marillac
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San Juan Bosco y Santa Maria Mazzarello
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San Pío de Pietrelcina y Cleonís
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José María García Lahiguera y las hermanas Hidalgo de Caviedes
Fundadores de las Oblatas de Cristo Sacerdote.


St. Arnold Janssen y beata María Helena Stollenwerk
El fundó dos congregaciones de religiosas: Holy Spirit Missionary Sisters Servants of the Holy Spirit") el 8 Dic. 1889 y Holy Spirit Adoration Sisters. Con ella fundó "Mission Congregation Servants of the Holy Spirit"

Tomado de: www.catolico.org

La Liturgia de las Horas, oración de la Iglesia

1. Antes de comenzar el comentario de los salmos y cánticos de las Laudes, completamos hoy la reflexión introductoria que iniciamos en la anterior catequesis. Y lo hacemos tomando como punto de partida un aspecto muy arraigado en la tradición espiritual: al cantar los salmos, el cristiano experimenta una especie de sintonía entre el Espíritu presente en las Escrituras y el Espíritu que habita en él por la gracia bautismal. Más que orar con sus propias palabras, se hace eco de los «gemidos inenarrables» de los que habla san Pablo (cf. Rm 8,26), con los cuales el Espíritu del Señor impulsa a los creyentes a unirse a la invocación característica de Jesús: «¡Abbá, Padre!» (Rm 8,15; Ga 4,6).

Los antiguos monjes estaban tan seguros de esta verdad, que no se preocupaban de cantar los salmos en su lengua materna, pues les bastaba la convicción de que eran, de algún modo, «órganos» del Espíritu Santo. Estaban convencidos de que por su fe los versículos de los salmos les proporcionaban una «energía» particular del Espíritu Santo. Esa misma convicción se manifiesta en la utilización característica de los salmos que se llamó «oración jaculatoria» -de la palabra latina iaculum, es decir, dardo- para indicar expresiones salmódicas brevísimas que podían ser «lanzadas», casi como flechas incendiarias, por ejemplo contra las tentaciones. Juan Casiano, escritor que vivió entre los siglos IV y V, recuerda que algunos monjes habían descubierto la eficacia extraordinaria del brevísimo incipit del salmo 69: «Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme», que desde entonces se convirtió en el pórtico de ingreso de la Liturgia de las Horas.

2. Además de la presencia del Espíritu Santo, otra dimensión importante es la de la acción sacerdotal que Cristo realiza en esta oración, asociando a sí a la Iglesia su esposa. A este respecto, precisamente refiriéndose a la Liturgia de las Horas, el concilio Vaticano II enseña: «El sumo sacerdote de la nueva y eterna Alianza, Jesucristo (...) une a sí toda la comunidad humana y la asocia al canto de este divino himno de alabanza. En efecto, esta función sacerdotal se prolonga a través de su Iglesia, que no sólo en la celebración de la Eucaristía, sino también de otros modos, sobre todo recitando el Oficio divino, alaba al Señor sin interrupción e intercede por la salvación del mundo entero» (SC 83).

También la Liturgia de las Horas, por consiguiente, tiene el carácter de oración pública, en la que la Iglesia está particularmente implicada. Así, es iluminador redescubrir cómo la Iglesia fue definiendo progresivamente este compromiso específico suyo de oración realizada de acuerdo con las diversas fases del día. Para ello es preciso remontarse a los primeros tiempos de la comunidad apostólica, cuando aún existía un estrecho vínculo entre la oración cristiana y las así llamadas «plegarias legales» -es decir, prescritas por la Ley de Moisés- que se rezaban en determinadas horas del día en el templo de Jerusalén. El libro de los Hechos de los Apóstoles dice que «acudían al templo todos los días» (Hch 2,46) o que «subían al templo para la oración de la hora nona» (Hch 3,1). Y, por otra parte, sabemos también que las «plegarias legales» por excelencia eran precisamente la de la mañana y la de la tarde.

3. Gradualmente los discípulos de Jesús descubrieron algunos salmos particularmente adecuados para determinados momentos del día, de la semana o del año, viendo en ellos un sentido profundo en relación con el misterio cristiano. Un testigo autorizado de este proceso es san Cipriano, que, en la primera mitad del siglo III, escribe: «Es necesario orar al inicio del día para celebrar con la oración de la mañana la resurrección del Señor. Eso corresponde a lo que una vez el Espíritu Santo indicó en los Salmos con estas palabras: "Rey mío y Dios mío. A ti te suplico, Señor, por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa y me quedo aguardando" (Sal 5,3-4). (...) Luego, cuando se pone el sol y declina el día, es preciso hacer nuevamente oración. En efecto, dado que Cristo es el verdadero sol y el verdadero día, en el momento en que declinan el sol y el día del mundo, pidiendo en la oración que vuelva a brillar sobre nosotros la luz, invocamos que Cristo nos traiga de nuevo la gracia de la luz eterna» (PL 39,655).

4. La tradición cristiana no se limitó a perpetuar la judía, sino que innovó algunas cosas, que acabaron por caracterizar de forma diversa toda la experiencia de oración que vivieron los discípulos de Jesús. En efecto, además de rezar, por la mañana y por la tarde, el padrenuestro, los cristianos escogieron con libertad los salmos para celebrar con ellos su oración diaria. A lo largo de la historia, este proceso sugirió la utilización de determinados salmos para algunos momentos de fe particularmente significativos. Entre estos ocupaba el primer lugar la oración de la vigilia, que preparaba para el día del Señor, el domingo, en el cual se celebraba la Pascua de Resurrección.

Una característica típicamente cristiana fue, luego, la doxología trinitaria, que se añadió al final de cada salmo y cántico: «Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo». Así cada salmo y cántico es iluminado por la plenitud de Dios.

5. La oración cristiana nace, se alimenta y se desarrolla en torno al evento por excelencia de la fe: el misterio pascual de Cristo. De esta forma, por la mañana y por la tarde, al salir y al ponerse el sol, se recordaba la Pascua, el paso del Señor de la muerte a la vida. El símbolo de Cristo «luz del mundo» es la lámpara encendida durante la oración de Vísperas, que por eso se llama también lucernario. Las horas del día remiten a su vez al relato de la pasión del Señor, y la hora Tertia también a la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Por último, la oración de la noche tiene carácter escatológico, pues evoca la vigilancia recomendada por Jesús en la espera de su vuelta (cf. Mc 13,35-37).

Al hacer su oración con esta cadencia, los cristianos respondieron al mandato del Señor de «orar sin cesar» (cf. Lc 18,1; 21,36; 1 Ts 5,17; Ef 6,18), pero sin olvidar que, de algún modo, toda la vida debe convertirse en oración. A este respecto escribe Orígenes: «Ora sin cesar quien une oración a las obras y obras a la oración» (PG 11,452c).

Este horizonte en su conjunto constituye el hábitat natural del rezo de los salmos. Si se sienten y se viven así, la doxología trinitaria que corona todo salmo se transforma, para cada creyente en Cristo, en una continua inmersión, en la ola del Espíritu y en comunión con todo el pueblo de Dios, en el océano de vida y de paz en el que se halla sumergido con el bautismo, o sea, en el misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

[Juan Pablo II, Catequesis del Miércoles 4 de abril de 2001]

Tomado de: http://www.franciscanos.org/oracion/salmosintro.htm

San Quintín, mártir - 31 de octubre


Fue Quintín hijo de un senador romano muy apreciado de la gente.

Se hizo amigo del Papa San Marcelino, quién lo bautizó.

El más grande deseo de Quintín era hacer que muchas personas conocieran y amaran a Jesucristo, y poder derramar su sangre por defender la religión.

Cuando el Papa San Cayo organizó una expedición de misioneros para ir a evangelizar a Francia, Quintín fue escogido para formar parte de ese grupo de evangelizadores.

Dirigido por el jefe de la misión, San Luciano, fue enviado Quintín a la ciudad de Amiens, la cual ya había sido evangelizada en otro tiempo por San Fermín, por lo cual hubo un nutrido grupo de cristianos que le ayudaron allí a extender la religión. Quintín y sus compañeros se dedicaron con tan grande entusiasmo a predicar, que muy pronto ya en Amiens hubo una de las iglesias locales más fervorosas del país.

Nuestro santo había recibido de Dios el don de sanación, y así al imponer las manos lograba la curación de ciegos, mudos, paralíticos y demás enfermos. Había recibido también de Nuestro Señor un poder especial para alejar los malos espíritus, y eran muchas las personas que se veían libres de los ataques del diablo al recibir la bendición de San Quintín. Esto atraía más y más fieles a la religión verdadera. Los templos paganos se quedaban vacíos, los sacerdotes de los ídolos ya no tenían oficio, mientras que los templos de los seguidores de Jesucristo se llenaban cada vez más y más.

Los sacerdotes paganos se quejaron ante el gobernador Riciovaro, diciéndole que la religión de los dioses de Roma se iba a quedar sin seguidores si Quintín seguía predicado y haciendo prodigios. Riciovaro, que conocía a la noble familia de nuestro santo, lo llamó y le echó en cara que un hijo de tan famoso senador romano se dedicara a propagar la religión de un crucificado. Quintín le dijo que ese crucificado ya había resucitado y que ahora era el rey y Señor de cielos y tierra, y que por lo tanto para él era un honor mucho más grande ser seguidor de Jesucristo que ser hijo de un senador romano.

El gobernador hizo azotar muy cruelmente a Quintín y encerrarlo en un oscuro calabozo, amarrado con fuertes cadenas. Pero por la noche se le soltaron las cadenas y sin saber cómo, el santo se encontró libre, en la calle. Al día siguiente estaba de nuevo predicando a la gente.

Entonces el gobernador lo mandó poner preso otra vez y después de atormentarlo con terribles torturas, mandó que le cortaran la cabeza, y voló al cielo a recibir el premio que Cristo ha prometido para quienes se declaran a favor de Él en la tierra.

viernes, 30 de octubre de 2009

"¿Cómo puede ser María la madre de Dios, si Dios no tiene principio?".

María no engendró a Dios desde la eternidad. María comienza a ser Madre de Dios cuando el Hijo Eterno se encarnó en sus entrañas (la Encarnación).

Se llama "madre" la mujer que engendra un hijo/hija. Es madre de la persona por ella engendrada.
-Si reconocemos que María engendró y dio a luz a Jesús, entonces reconocemos que María es madre de Jesús.
-Si además reconocemos que Jesús es una persona divina (la Segunda Persona de la Trinidad), entonces reconocemos que María, por ser madre de esa Persona (Jesús) es verdaderamente Madre de Dios.

En el credo profesamos que el Hijo es engendrado (eternamente), no creado por Dios. Dios no tenía necesidad de hacerse hombre pero quiso hacerse. Quiso tener madre verdaderamente. Gálatas 4,4: "al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer". Dios se hizo hombre sin dejar de ser Dios, por ende María es madre de Jesús, Dios y hombre verdadero.

Dios no necesitaba tener madre pero la quiso tener para acercarse a nosotros con infinito amor. Dios es el único que pudo escoger a su madre y, para consternación de algunos y gozo de otros, escogió a la Santísima Virgen María quién es y será siempre la Madre de Dios.

Cuando la Virgen María visitó a su prima Isabel (Visitación), esta, movida por el Espíritu Santo, la reconoció como Madre de Dios al llamarle "Madre de mi Señor" (Cf. Lucas 1, 39-45).

La verdad de que María es Madre de Dios es parte de la fe de todos los cristianos ortodoxos (de doctrina recta). Fue proclamada dogmáticamente en el Concilio de Efeso en el año 431 y es el primer dogma Mariano. Negar que María es madre de Dios es negar que el Verbo se hizo hombre (negar la Encarnación de Dios Hijo).

Antecedentes de la controversia sobre la maternidad divina de María Santísima:

Los errores de Nestorio


En el siglo V, Nestorio, Patriarca de Constantinopla afirmaba los siguientes errores:

* Que hay dos personas distintas en Jesús, una divina y otra humana.
* Sus dos naturalezas no estaban unidas.
* Por lo tanto, María no es la Madre de Dios pues es solamente la Madre de Jesús hombre.
* Jesús nació de María solo como hombre y más tarde "asumió" la divinidad, y por eso decimos que Jesús es Dios.

Vemos que estos errores de Nestorio, al negar que María es Madre de Dios, niegan también que Jesús fuera verdaderamente una Persona divina que asume una naturaleza humana.

La doctrina referente a María está totalmente ligada a la doctrina referente a Cristo. Confundir una es confundir la otra. Cuando la Iglesia defiende la maternidad divina de María está defendiendo la verdad de que, su hijo, Jesucristo, es una Persona divina.

En esta batalla doctrinal, San Cirilo, Obispo de Alejandría, jugó un papel muy importante en clarificar la posición de nuestra fe en contra de la herejía de Nestorio. En el año 430, el Papa Celestino I en un concilio en Roma, condenó la doctrina de Nestorio y comisionó a S. Cirilo para que iniciara una serie de correspondencias donde se presentara la verdad.

“Me extraña en gran manera, que haya alguien que tenga duda de si la Santísima Virgen ha de ser llamada Madre de Dios. Si nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¿Por qué razón la Santísima Virgen, que lo dio a luz, no ha de ser llamada Madre de Dios? Esta es la fe que nos transmitieron los discípulos del Señor. Así nos lo han enseñado los Santos Padres” San Cirilo de Alejandría, Ver: Carta 1, 27-30

Concilio de Efeso

En el año 431, se reunieron 200 obispos en el Concilio Ecuménico de Efeso (la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años). Proclamaron solemnemente que "La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios". Canonizó el titulo "Theotokos".

"Desde un comienzo la Iglesia enseña que en Cristo hay una sola persona, la segunda persona de la Santísima Trinidad. María no es sólo madre de la naturaleza, del cuerpo pero también de la persona quien es Dios desde toda la eternidad. Cuando María dio a luz a Jesús, dio a luz en el tiempo a quien desde toda la eternidad era Dios. Así como toda madre humana, no es solamente madre del cuerpo humano sino de la persona, así María dio a luz a una persona, Jesucristo, quien es ambos Dios y hombre, entonces Ella es la Madre de Dios" -Concilio de Efeso

En vez de Theotokos, algunos padres proponían Christotokos, Madre de Cristo. Pero precisamente eso se consideró una amenaza contra la doctrina de la plena unidad de la divinidad con la humanidad de Cristo. En Efeso se confirmó, por una parte, la unidad de las dos naturalezas, la divina y la humana, en la persona del Hijo de Dios (cf. DS 250) y, por otra, la legitimidad de la atribución a la Virgen del título de Theotokos, Madre de Dios (cf. ib., 251).

Para celebrar la proclamación de Efeso, los Padres, acompañados por el gentío de la ciudad, que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén". La Theotokos es representada e invocada como la reina y señora por ser Madre del Rey y del Señor.

"Después de ese concilio se produjo una auténtica explosión de devoción mariana, y se construyeron numerosas iglesias dedicadas a la Madre de Dios. Entre ellas sobresale la Basílica de Santa María la Mayor, aquí en Roma. La doctrina relativa a María, Madre de Dios, fue confirmada de nuevo en el concilio de Calcedonia (año 451), en el que Cristo fue declarado "verdadero Dios y verdadero hombre (...) nacido por nosotros y por nuestra salvación de María, Virgen y Madre de Dios, en su humanidad" (DS 301)." -Benedicto XVI

La Maternidad de María fue también afirmada por otros concilios universales, como el de Calcedonia (451) y el segundo de Constantinopla (553).

En el siglo XIV se introduce en el Ave María la segunda parte donde dice: "Santa María Madre de Dios". En el siglo XVIII se extiende su rezo oficial a toda la Iglesia.

El Papa Pío XI reafirmó el dogma en la Encíclica Lux Veritatis (1931).

La Madre de Dios en el Concilio Vaticano II: El concilio recogió en un capítulo de la Constitución Dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia, el octavo, la doctrina acerca de María, reafirmando su maternidad divina. El capítulo se titula: "La bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia". Este documento presenta la maternidad divina de María en dos aspectos:

1) La maternidad divina en el misterio de Cristo.
2) La maternidad divina en el misterio de la Iglesia.

"Y, ciertamente, desde los tiempos mas antiguos, la Sta. Virgen es venerada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades.... Y las diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios que la Iglesia ha venido aprobando dentro de los limites de la sana doctrina, hacen que, al ser honrada la Madre, el Hijo por razón del cual son todas las cosas, sea mejor conocido, amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos" (LG #66)

En el Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI (1968): "Creemos que la Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, fue la Madre del Verbo encarnado, Dios y salvador nuestro"

En 1984 consagra J.P.II el mundo entero al I.C. de María, a través de toda la oración de consagración repite: "Recurrimos a tu protección, Santa Madre de Dios"

María por ser Madre de Dios transciende en dignidad a todas las criaturas, hombres y ángeles, ya que la dignidad de la criatura está en su cercanía con Dios. Y María es la mas cercana a la Trinidad. Madre del Hijo, Hija del Padre y Esposa del Espíritu.

"El Conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre María, será siempre la llave exacta de la comprensión del misterio de Cristo y de la Iglesia"

"Y la Madre de Dios es mía, porque Cristo es mío" -S. Juan de la Cruz.

Saludamos a la Virgen (Antífona de entrada de la Misa): "Salve, Madre santa, Virgen, Madre del Rey"

Santa María es la madre, llena de gracia y de virtudes, concebida sin pecado, que es Madre de Dios y Madre nuestra, y está en los cielos en cuerpo y alma.

Después de Cristo, Ella ocupa el lugar más alto y el más cercano a nosotros, en razón de su maternidad divina.

La ortodoxia (doctrina recta) enseña:

-Jesús es una persona divina (no dos personas)
-Jesús tiene dos naturalezas: es Dios y Hombre verdaderamente.
-María es madre de una persona divina y por lo tanto es Madre de Dios.

María es Madre de Dios. Este es el principal de todos los dogmas Marianos, y la raíz y fundamento de la dignidad singularísima de la Virgen María.

María es la Madre de Dios, no desde toda la eternidad sino en el tiempo.

El dogma de María Madre de Dios contiene dos verdades:

1) María es verdaderamente madre: Esto significa que ella contribuyó en todo en la formación de la naturaleza humana de Cristo, como toda madre contribuye a la formación del hijo de sus entrañas.

2) María es verdaderamente madre de Dios: Ella concibió y dio a luz a la segunda persona de la Trinidad, según la naturaleza humana que El asumió.

El origen Divino de Cristo no le proviene de María. Pero al ser Cristo una persona de naturalezas divina y humana. María es tanto madre del hombre como Madre del Dios. María es Madre de Dios, porque es Madre de Cristo quien es Dios\hombre.

La misión maternal de María es mencionada desde los primeros credos de la Iglesia. En el Credo de los Apóstoles: "Creo en Dios Padre todopoderoso y en Jesucristo su único hijo, nuestro Señor que nació de la Virgen María".

-SCTJM

Benedicto XVI, 2008

"El título de Madre de Dios, tan profundamente vinculado a las festividades navideñas, es, por consiguiente, el apelativo fundamental con que la comunidad de los creyentes honra, podríamos decir, desde siempre a la Virgen santísima. Expresa muy bien la misión de María en la historia de la salvación. Todos los demás títulos atribuidos a la Virgen se fundamentan en su vocación de Madre del Redentor, la criatura humana elegida por Dios para realizar el plan de la salvación, centrado en el gran misterio de la encarnación del Verbo divino.

Y todos sabemos que estos privilegios no fueron concedidos a María para alejarla de nosotros, sino, al contrario, para que estuviera más cerca. En efecto, al estar totalmente con Dios, esta Mujer se encuentra muy cerca de nosotros y nos ayuda como madre y como hermana. También el puesto único e irrepetible que María ocupa en la comunidad de los creyentes deriva de esta vocación suya fundamental a ser la Madre del Redentor. Precisamente en cuanto tal, María es también la Madre del Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Así pues, justamente, durante el concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964, Pablo VI atribuyó solemnemente a María el título de "Madre de la Iglesia".

Precisamente por ser Madre de la Iglesia, la Virgen es también Madre de cada uno de nosotros, que somos miembros del Cuerpo místico de Cristo. Desde la cruz Jesús encomendó a su Madre a cada uno de sus discípulos y, al mismo tiempo, encomendó a cada uno de sus discípulos al amor de su Madre. El evangelista san Juan concluye el breve y sugestivo relato con las palabras: "Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa" (Jn 19, 27). Así es la traducción española del texto griego: εiς tά íδια; la acogió en su propia realidad, en su propio ser. Así forma parte de su vida y las dos vidas se compenetran. Este aceptarla en la propia vida (εiς tά íδια) es el testamento del Señor. Por tanto, en el momento supremo del cumplimiento de la misión mesiánica, Jesús deja a cada uno de sus discípulos, como herencia preciosa, a su misma Madre, la Virgen María. - Benedicto XVI, 2008

Tomado de: www.corazones.org

San Alonso Rodríguez - 30 de octubre


San Alonso nació en Segovia (España) en 1533, hijo de un comerciante acaudalado.

Cuando nuestro santo aún era un niño, tuvo la suerte de que llegó a su ciudad a predicar el Beato Pedro Fabro (discípulo muy amado de San Ignacio de Loyola) y se hospedó en la casa de los padres de Alonso y luego en compañía del jovencito se fue a una finca que poseía la familia Rodríguez, y allá lo preparó a la Primera Comunión. Esta amistad con un gran apóstol le fue de enorme provecho para su santificación.

Alonso fue después a estudiar en un colegio de los Padres Jesuitas, pero al morir su padre tuvo que volverse a casa para administrar los negocios. Sin embargo el destino que Dios le tenía preparado no era el de negociante y como no poseía las suficientes cualidades para ese oficio, sus negocios fueron decayendo poco a poco. Era como una llamada que Dios le hacía para que se dedicara a otra labor donde sí iba a conseguir la santidad.

Alonso se casó con una mujer muy buena y piadosa y tuvieron un hijo. Pero luego cuando iba a nacer el segundo niño, la esposa murió, dejándolo viudo y con un hijito muy pequeño. En seguida murió también su madre y los negocios empezaron a quebrar. Esta serie de infortunios hizo pensar a Alonso si no sería que Dios quería de él otro modo de vivir. Hasta entonces había sido un honrado comerciante, pero le faltaba todavía ser un creyente fervoroso y heroico

Vendió entonces los pocos bienes que le quedaban y se fue con su hijito a vivir junto a dos hermanas suyas que eran extraordinariamente piadosas, las cuales le enseñaron el arte de rezar bien, y de hacer meditación y oración mental. Las enseñanzas de estas dos sencillas mujeres le fueron de inmensa importancia para su vida. Alonso meditaba dos horas diarias por la mañana, y por la tarde rezaba el rosario pensando en los misterios. Pronto empezó a descubrir la imperfección de su vida pasada, viéndola a la luz de las enseñanzas de Jesucristo. En un momento de meditación alcanzó a contemplar un poco los goces que nos esperan en el cielo, y en esos días hizo una confesión general de toda su vida y empezó una existencia totalmente dedicada a la oración, a la mortificación, a la meditación y a obras de caridad a favor de los pobres.

Luego murió su único hijo. Alonso sintió una agonía de muerte, pero en seguida Nuestro Señor le iluminó con la lectura de una página del Libro de la Sabiduría en la S. Biblia (Capítulo 4) que dice que a muchos jóvenes se los lleva Dios a la otra vida para evitarles terribles peligros que les podían llegar en esta vida contra su santidad y su salvación. Con esto Alonso se consoló inmensamente porque comprendía que su hijito tan amado, al morir tan joven se había librado de muchos peligros de ofender a Dios. Y esa muerte tan dolorosa lo movió a renunciar a todo e irse de religioso.

Alonso pidió a los padres jesuitas que lo aceptaran en su comunidad, pero nadie quería recibirlo porque tenía ya casi 40 años, no había hecho estudios y además era viudo. No se acostumbraba recibir gente de esa clase. Pero de pronto el superior sin saber por qué, cambió de parecer, y lo aceptó como hermano lego. Esa iba a ser la profesión que lo iba a llevar a la santidad.

Los superiores lo enviaron a la isla de Mallorca como portero del colegio de los jesuitas de Montesión. Allí en ese cargo se ganará la gloria del cielo atendiendo durante 45 años con la más exquisita bondad a toda clase de huéspedes y transeúntes.

Ser portero en un gran colegio no es tarea fácil, y menos lo era en aquellos tiempos en los que no había ni teléfono, ni otros medios de fácil comunicación de que disponemos hoy en día. Y los que lo conocieron y trataron dejaron constancia de que jamás alguien recibió del hermano Alonso un trato hosco o maleducado o frío, sino que por el contrario, todos se sentían tratados como si fueran grandes personajes. Allí llegaban montones de alumnos (con su algarabía juvenil), padres de familia, proveedores del colegio, religiosos viajeros que venían a pedir hospedaje por unos días, visitantes, médicos, obispos, militares, empleados del gobierno, vendedores y multitud de pordioseros y cada cual se sentía tratado por el hermano Alonso con una amabilidad que no estaban acostumbrados a recibir en otras partes.

Alonso Rodríguez se propuso ver a Jesús en cada visitante que llegaba, y tratar muy bien a Jesús que llegaba disfrazado de prójimo. Cuando alguien le preguntaba por qué no era más duro y áspero con ciertos tipos inoportunos, le respondía: "Es que a Jesús que se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación". Seguramente que Nuestro Señor al llegar al cielo le habrá repetido aquello que en el Evangelio prometió que dirá a quienes tratan bien a los demás: "Ven siervo bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor, porque cuando me disfracé de huésped me tratase sumamente bien. El buen trato que les diste a los demás, aún a los más humildes, lo recibo como si me lo hubieras dado a Mí en persona" (Mt. 25, 40).

Sus compañeros jesuitas dejaron escrita esta observación verdaderamente admirable: "Declaramos que jamás vimos en el hermano Alonso Rodríguez un comportamiento que no fuera el de un verdadero santo". Algo admirable en verdad.

De entre tantísimos amigos que Alonso trató en su oficio de portero en los 45 años en Montesión, el más santo e importante de todos fue San Pedro Claver. Este gran apóstol vivió tres años con Alonso en aquella casa, y una noche el fervoroso portero oyó en visión que le decían: "Pedro Claver está destinado a hacer un gran bien en Sudamérica". Desde entonces el santo portero se propuso animar a Pedro a que viajara como misionero a América, y lo logró. Pedro Claver bautizó a más de 300,000 negros en Cartagena, y nunca pudo olvidar los buenísimos consejos que le dio su fiel amigo Alonso, en Mallorca.

San Pablo decía que para que no se llenara de orgullo Dios le permitió ataques terribles en su carne. Y así le sucedió también al buen Alonso. De vez en cuando le llegaban sequedades tan espantosas en la oración que para él, rezar era un verdadero tormento. Todo lo que fuera piedad le producía repulsión. Pero así y con esas sequedades seguía rezando. Rezaba todo el día, viajando de un sitio a otro de la casa llevando razones y mensajes, o atendiendo en su portería a todo el que llegaba. Alonso rezaba siempre.

Un día cuando sus tentaciones impuras se le habían vuelto casi enloquecedoras, al pasar por frente a una imagen de la Sma. Virgen le gritó en latín: "Sancta Maria, Mater Dei, memento mei" (Santa María Madre de Dios, acuérdate de mí) e inmediatamente sintió que las tentaciones desaparecían. Desde entonces se convenció de que la Santísima Virgen tiene gran poder para alejar a los espíritus impuros, y se dedicó a encomendase a Ella con mayor fervor. Le rezaba varios rosarios cada día y en honor de la Madre de Dios rezaba salmos diarios. Y la Virgen María fue su gran Protectora y defensora hasta la hora de su muerte y se le apareció varias veces, llenándolo de increíble felicidad.

En sus dolorosas enfermedades se sentía asistido por Jesús y María y decía que había días en que los sentía tan presentes junto a él como si hubiera vivido en Nazaret cuando ellos los dos estaban viviendo allá. Esto le producía intensas alegrías espirituales.

Con autorización de sus superiores fue escribiendo todo lo que recordaba de sus experiencias espirituales, y en esa su autobiografía hay detalles que demuestran cómo este sencillo e ignorante porterito de un colegio llegó a altísimos grados en la vida mística. Con razón las gentes de toas las clases sociales iban al colegio a pedirle sus consejos, a consultarle sus dudas y a recibir consuelos para sus penas.

Cuando ya era muy anciano y estaba sumamente enfermo, un día el superior para ver qué tanta era su obediencia le dijo: "Le ordeno que se vaya de misionero a América del Sur". Inmediatamente Alonso empacó sus pocas ropas y salió por la portería, listo a embarcarse en el primer barco que llegara. El superior tuvo que mandarle otra vez que se volviera a su puesto.

Otro día el superior, que sufría de un reumatismo sumamente doloroso le dijo: " Hermano Alonso, pídale a Dios y a la Virgen que me curen de este mal tan molesto". El santo estuvo toda la noche rezando, y no dejó de rezar pidiendo aquel favor, sino cuando al amanecer supo que el Padre Superior había amanecido totalmente curado.

El 29 de octubre de 1617 sintiéndose sumamente lleno de dolores y de angustias, al recibir la Sagrada Comunión, inmediatamente se llenó de paz y de alegría, y quedó como en éxtasis. Dos días estuvo casi sin sentido y el 31 de octubre despertó, besó con toda emoción su crucifijo y diciendo en alta voz: "Jesús, Jesús, Jesús" expiró.

jueves, 29 de octubre de 2009

Roma-FSSPX: Comunicado de la Oficina de Prensa del Vaticano al finalizar el primer encuentro de conversaciones doctrinales

“ENCUENTRO COMISION "ECCLESIA DEI"-FRATERNIDAD SAN PIO X

CIUDAD DEL VATICANO, 26 OCT 2009 (VIS).- La Oficina de Prensa de la Santa Sede hizo público a última hora de la mañana el siguiente comunicado:

"El lunes 26 de octubre, en el Palacio del Santo Oficio, sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de la Pontificia Comisión "Ecclesia Dei", ha tenido lugar el primer encuentro de la Comisión de estudio, formada por expertos de la misma Comisión y de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, con el fin de examinar las dificultades doctrinales que siguen existiendo entre la Fraternidad y la Sede Apostólica.

"En un clima cordial, respetuoso y constructivo, se ha hecho hincapié en las mayores cuestiones de carácter doctrinal que se tratarán y discutirán durante los coloquios de los próximos meses, que probablemente tendrán lugar cada quince días. En particular, se examinarán las cuestiones relativas al concepto de Tradición, al Misal de Pablo VI, a la interpretación del Concilio Vaticano II en continuidad con la Tradición doctrinal católica, a los temas de la unidad de la Iglesia y de los principios católicos del ecumenismo, de la relación entre el cristianismo y las religiones no cristianas y de la libertad religiosa. A lo largo del encuentro, también se ha precisado el método y la organización del trabajo".

Multaron a Mons. Williamson

Increíble, injusta y descarada presión de judíos.

La multa “coincide” con el inicio de las conversaciones doctrinales entre Roma y la FSSPX. Algunos medios ya unen implícitamente ambos hechos. Recuérdese que la televisación de los dichos en cuestión, a principios de este año, había “coincidido” con el levantamiento oficial de las excomuniones a los obispos de la FSSPX por parte del Vaticano.

Mons. WilliamsonUn tribunal de primera instancia de la ciudad alemana de Ratisbona impuso el (26-10-09) una multa de 12.000 euros (18.034 dólares) al obispo Richard Williamson (de la FSSPX - foto) por haber cuestionado la cifra oficial de víctimas judías durante el régimen nacionalsocialista alemán, desde Alemania, en una entrevista realizada por la televisión sueca.

El abogado de Williamson, Matthias Lossmann, dejó abierta la posibilidad de que su defendido interponga un recurso, lo que obligaría a abrir un proceso penal en su contra.

La Fiscalía había pedido la multa contra Williamson que, en caso de aceptarla, se vería liberado de tener que responder ante los tribunales por el delito de negación del Holocausto.

Ahora la defensa tiene dos semanas para interponer un recurso que que, según Lossmann, es bastante probable, aunque todavía no está plenamente decidido.

Según Lossmann, Williamson no tendría que venir a Alemania personalmente para el proceso, sino que bastaría con que fuera representado por sus abogados.

El abogado criticó, además, la cuantía de la multa que consideró demasiado alta para alguien que, como Williamson, no tenía antecedentes penales.

El código penal alemán contempla una pena de cárcel de hasta cinco años o una multa para el delito de negación del Holocausto.

Sitios internacionales ya dan cuenta de la noticia. En castellano, varias páginas lo hacen a través de la agencia EFE.

V.I.S. (Servicio Informativo Vaticano)

Visto en: http://cruxetgladius.blogspot.com/

Existencia de Dios, Las cinco vías - Santo Tomás de Aquino

Suma Teológica, Primera Parte

Dado el carácter aristotélico de la filosofía tomista, el conocimiento que pueda obtener la razón acerca de cualquier materia susceptible de ser conocida ha de pasar necesariamente por la sensibilidad, por lo que la única forma de poder demostrar la existencia de Dios, si es posible para la razón demostrarla, ha de partir de los datos que podemos captar por medio de los sentidos, es decir, ha de ser "a posteriori". En la Suma Teológica nos ofrece las conocidas "cinco vías" por las que intenta demostrar, según estos presupuestos, la existencia de Dios, como causa de los distintos efectos que observamos en el mundo.

Cuestión 2, artículo 3
Si Dios existe
Dificultades. Parece que Dios no existe.


1. Si de dos contrarios suponemos que uno sea infinito, éste anula totalmente su opuesto. Ahora bien, el nombre o término "Dios" significa precisamente, un bien infinito. Si, pues, hubiese Dios, no habría mal alguno. Pero hallamos que en el mundo hay mal. Luego Dios no existe.

2. Lo que pueden realizar pocos principios, no lo hacen muchos. Pues en el supuesto de que Dios no exista, pueden otros principios realizar cuanto vemos en el mundo, pues las cosas naturales se reducen a su principio, que es la naturaleza, y las libres, al suyo, que es el entendimiento y la voluntad humana. Por consiguiente, no hay necesidad de recurrir a que haya Dios.

Por otra parte, en el libro del éxodo dice Dios de sí mismo: "yo soy el que soy".
Respuesta. La existencia de Dios se puede demostrar por cinco vías.

La primera

y más clara se funda en el movimiento. Es innegable, y consta por el testimonio de los sentidos, que en el mundo hay cosas que se mueven. Pues bien, todo lo que se mueve es movido por otro, ya que nada se mueve mas que en cuanto esta en potencia respecto a aquello para lo que se mueve. En cambio, mover requiere estar en acto, ya que mover no es otra cosa que hacer pasar algo de la potencia al acto, y esto no puede hacerlo más que lo que está en acto, a la manera como lo caliente en acto, v. gr., el fuego hace que un leño, que está caliente en potencia, pase a estar caliente en acto. Ahora bien, no es posible que una misma cosa esté, a la vez, en acto y en potencia respecto a lo mismo, sino respecto a cosas diversas: lo que, v. gr., es caliente en acto, no puede ser caliente en potencia, sino que en potencia es, a la vez frío. Es, pues, imposible que una cosa sea por lo mismo y de la misma manera motor y móvil, como también lo es que se mueva a sí misma. Por consiguiente, todo lo que se mueve es movido por otro. Pero, si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero, y a éste otro. Mas no se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie, y éste es el que todos entienden por Dios.

La segunda vía

se basa en causalidad eficiente. Hallamos que en este mundo de lo sensible hay un orden determinado entre las causas eficientes; pero no hallamos que cosa alguna sea su propia causa, pues en tal caso habría de ser anterior a sí misma, y esto es imposible. Ahora bien, tampoco se puede prolongar indefinidamente la serie de las causas eficientes, porque siempre que hay causas eficientes subordinadas, la primera es causa de la intermedia, sea una o muchas, y ésta causa de la última; y puesto que, suprimida una causa, se suprime su efecto, si no existiese una que sea la primera, tampoco existiría la intermedia ni la última. Si, pues, se prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes, no habría causa eficiente primera, y, por tanto, ni efecto último ni causa eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es necesario que exista una causa eficiente primera, a la que todos llaman Dios.

La tercera vía

considera el ser posible o contingente y el necesario, y puede formularse así. Hallamos en la naturaleza cosas que pueden existir o no existir, pues vemos seres que se producen y seres que se destruyen, y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no existan. Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre, ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que no fue. Si, pues, todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que ninguna existía. Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir ahora cosa alguna, porque lo que no existe no empieza a existir más que en virtud de lo que ya existe, y, por tanto, si nada existía, fue imposible que empezase a existir cosa alguna, y, en consecuencia, ahora no habría nada, cosa evidentemente falsa. Por consiguiente, no todos los seres son posibles o contingentes, sino que entre ellos forzosamente, ha de haber alguno que sea necesario. Pero el ser necesario o tiene la razón de su necesidad en sí mismo o no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible, según hemos visto al tratar de las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas necesarias, es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a lo cual todos llaman Dios.

La cuarta vía

considera los grados de perfección que hay en los seres. Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuye a las cosas Según su diversa proximidad a lo máximo, y por esto se dice lo más caliente de lo que más se aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo, nobilísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo; pues, como dice el Filósofo, lo que es verdad máxima es máxima entidad. Ahora bien, lo máximo en cualquier género es causa de todo lo que en aquel género existe, y así el fuego, que tiene el máximo calor, es causa del calor de todo lo caliente, según dice Aristóteles. Existe, por consiguiente, algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de todas sus perfecciones, y a esto llamamos Dios.
La quinta vía

se toma del gobierno del mundo. Vemos, en efecto, que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera para conseguir lo que más les conviene; por donde se comprende que no van a su fin obrando al acaso, sino intencionadamente. Ahora bien, lo que carece de conocimiento no tiende a un fin si no lo dirige alguien que entienda y conozca, a la manera como el arquero dirige la flecha. Luego existe un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a su fin, ya éste llamamos Dios.
Soluciones.

1. Dice San Agustín que, "Siendo Dios el bien supremo, de ningún modo permitiría que hubiese en sus obras mal alguno si no fuese tan omnipotente y bueno que del mal sacase bien". Luego pertenece a la infinita bondad de Dios permitir los males para de ellos obtener los bienes.

2. Como la naturaleza obra para conseguir un fin en virtud de la dirección de algún agente superior, en lo mismo que hace la naturaleza interviene Dios como causa primera. Asimismo, lo que se hace deliberadamente, es preciso reducirlo a una causa superior al entendimiento y voluntad humanos, porque éstos son mudables y contingentes, y lo mudable y contingente tiene su razón de ser en lo que de suyo es inmóvil y necesario, según hemos dicho.

Según la edición del P. Ismael Quiles, Espasa-Calpe, Madrid, 1957.

Beato Miguel Rúa - 29 de Octubre

Encuentro con San Juan Bosco

En el año 1852 San Juan Bosco se encontró en la calle con un grupo de jovencitos que le pedían les regalara alguna medalla. A cada uno le obsequió su medalla, menos a uno pálido y delgaducho, de noble mirada, al cual el santo haciendo como que partía su brazo izquierdo con la mano del derecho le dijo: "A ti sólo te doy esto". El jovencito no entendió qué significado podría tener esa acción, pero 30 años más tarde, le preguntará a Don Bosco: "¿Qué me quiso decir en mi niñez cuando me ofreció regalarme la mitad de su brazo?", y el santo le responderá: "Te quise decir que los dos obraríamos siempre ayudándonos el uno al otro y que tú serías mi mejor colaborador". Y así fue en verdad.

Miguel Rúa nació en Turín (Italia) de una modesta familia. Hizo sus estudios de primaria con los Hermanos Cristianos que lo apreciaron mucho porque era sin duda el alumno de mejor conducta que tenían en su escuela.

Y resultó que al Instituto de los Hermanos iba San Juan Bosco a confesar y los alumnos se encariñaron de tal manera con este amable santo que ya no aceptaban confesarse con ningún sacerdote que no fuera él. Y Rúa fue uno de los que se dejaron ganar totalmente por la impresionante simpatía y santidad del gran apóstol.

Al quedar huérfano de padre, empezó a frecuentar el Oratorio de Don Bosco, donde los muchachos pobres de la ciudad iban a pasar alegre y santamente los días festivos. Allí oyó un día que el santo le preguntaba: "Miguelín: ¿nunca has deseado ser sacerdote?". Al jovencito le brillaron los ojos de emoción y le respondió: "Si, lo he deseado mucho, pero no tengo cómo hacer los estudios".

"Pues te vienes cada día a mi casa y yo te daré clases de latín", le dijo Don Bosco. Y así empezó el joven sus clases de secundaria.

Más tarde Don Bosco lo envió a que recibiera clases de un excelente profesor de la ciudad, y cuando le pidió informes acerca de su alumno, el profesor respondió: "Es el mejor de la clase en todo: en aplicación, en conducta y en buenos modales".

San Juan Bosco deseaba mucho fundar una comunidad religiosa para educar a los jóvenes, y se propuso formar a sus futuros religiosos de entre sus propios alumnos. Y al primero que eligió para ello fue al joven Rúa. Le impuso la sotana y se interesó porque fuera haciendo sus estudios lo más completamente posible.

En 1856 Don Bosco hizo una curiosa votación entre los centenares de alumnos de su Oratoria de Turín (en el cual había muchos internos). Las preguntas eran estas: 1ª. ¿Cuál es el más santo y piadoso de los oratorianos? 2ª. ¿Cuál es el más simpático y buen compañero de todo el Oratorio? La segunda pregunta la ganó Santo Domingo Savio, porque en simpatía y compañerismo no le ganaba ninguno. Pero la primera la ganó por amplia votación el joven Rúa. Según el parecer de sus compañeros era el más piadoso y santo de todo el gran colegio. Y esto es mucho decir, porque allá había muchos jóvenes sumamente piadosos y santos.

Primer sacedote Salesiano

Rúa fue el primer alumno de Don Bosco que ordenado de sacerdote se quedó a colaborarle en su obra. Fue también el primer director de colegio salesiano y el hombre de confianza que acompañó durante 37 años al gran apóstol en todas sus empresas apostólicas. En él depositaba San Juan Bosco toda su confianza y era en todo como su mano derecha.

Del beato Miguel Rúa hizo San Juan Bosco un elogio que envidiaría cualquier otro religioso o sacerdote. Hablando con algunos salesianos dijo el santo: "Si Dios me dijera: hágame la lista de las mejores cualidades que desea para sus religiosos, yo no sé qué cualidades me atrevería a decir, que ya no las tenga el Padre Miguel Rúa".

Director del primer colegio salesiano

Cuando el Padre Rúa fue nombrado para ser director del primer colegio salesiano que se fundaba fuera de Turín, le pidió a su maestro Don Bosco que le trazara un plan de comportamiento, y el santo le escribió lo siguiente: "Ante todo trate de hacerse querer, más que de hacerse temer. Recuerde lo que decía San Vicente de Paúl: ‘Yo tenía un carácter demasiado serio y un temperamento amargo, y me di cuenta de que si no hay amabilidad, se hace más mal que bien en el apostolado. Y me propuse adquirir un modo de ser amable y bondadoso’. Este sea su plan de comportamiento". Miguel Rúa conservó toda su vida estos consejos y llegó a practicarlos de manera admirable.

San Juan Bosco decía al final de su vida: "Si el Padre Rúa quisiera hacer milagros, los haría, porque tiene la virtud suficiente para conseguirlos". Pero la humildad de este santo sacerdote era tan grande que jamás se atrevía a querer obtener nada extraordinario. Él nunca hablaba de sí mismo. Pero un día, ya ancianito, le preguntaron los religiosos jóvenes: "Padre, ¿nunca le ha sucedido algún hecho extraordinario?". Y él, por bromear, les dijo: "Sí, un día me dijeron: ya que está reemplazando a Don Bosco que era tan milagroso, por favor coloque sus manos sobre una enferma que está moribunda. Yo lo hice, y tan pronto como le coloqué las manos sobre la cabeza, en ese mismo instante... ¡la pobre mujer se murió!". Los seminaristas rieron ante semejante final que no esperaban, pero se dieron cuenta de que lo sucedido en realidad era que no le gustaba hablar a favor de sí mismo.

Virtudes

Cuando San Juan Bosco era ya muy ancianito, el Santo Padre León XIII le dijo: "Dígame cuál es su sacerdote de mayor reemplazo". El santo le dijo que era Miguel Rúa y este recibió el encargo Pontificio de reemplazar a Don Bosco cuando muriera. Y así lo hizo en 1888 al morir el santo. Quedó Rúa elegido como Superior General de los salesianos y en los 22 años que dirigió la Congregación Salesiana, esta multiplicó por cinco el número de sus religiosos y abrió casas y obras sociales en gran cantidad de países.

Los salesianos decían: "Si alguna vez se perdiera nuestra Regla o nuestros Reglamentos, bastaría observar cómo se porta el Padre Rúa, para saber ya qué es lo que los demás debemos hacer". Su exactitud era admirable. Siempre amable y bondadoso, comprensivo con todos y lleno de paciencia, pero exactísimo en el cumplimiento de todos sus deberes.

Encuentro de los beatos Miguel Rúa y Ceferino Namuncurá

El 19 de julio de 1904 con 17 años, el Beato argentino Ceferino Namuncurá es trasladado a Turín, Italia por Monseñor Cagliero, los salesianos pensaron que allá recuperaría la salud y podría continuar sus estudios de sacerdocio. Estudia en el colegio salesiano de “Villa Sora” (Frascati, Roma). En Turín, el Beato Miguel Rua, el primer sucesor de San Juan Bosco, conversa varias veces por semana con el buen indiecito, ayudándolo en su trance y fortaleciendose mutuamente en la alabanza a Cristo. A un paso de convertirse en santos, intercederan por nosotros para ayudarnos y fortalecernos en la fe.

Enfermedad, misión y muerte

Cuando Rúa tenía apenas unos 25 años, un día se enfermó muy gravemente y mandó llamar a San Juan Bosco para que le impusiera los santos óleos y le llevaran el viático. El santo respondió: "Miguel no se muere ahora, ni aunque lo lances de un quinto piso". Y después explicó el por qué decía esto. Es que en sueños había visto que todavía en el año 1906 (40 años después) estaría Miguel Rúa extendiendo la comunidad salesiana por muchos países del mundo. Y a él personalmente le dijo después: "Miguel: cuando ya seas muy anciano y al llegar a una casa alguien te diga: ‘Ay padre, ¿por qué se ha envejecido tan exageradamete?’, prepárate porque ya habrá llegado la hora de partir para la eternidad". Y así sucedió. Al principio del año 1910, el Padre Rúa fue a Sicilia a visitar un colegio salesiano y un antiguo discípulo suyo, al verlo le dijo: "Ay padre, ¿por qué se ha envejecido tan exageradamente?". El santo sacerdote palideció y se preparó a bien morir.

Y el 6 de abril de 1910, después de exclamar: "Salvar el alma, eso es lo más importante", expiró santamente. Había dedicado su existencia totalmente a tratar de hacer amar más a Dios y a colaborar totalmente a tratar de hacer amar más a Dios y a colaborar en la salvación de las almas.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Los Concilios y la comunión en la mano


El Concilio de Zaragoza: (a.380) "Excomúlguese a cualquiera que ose recibir la Sagrada Comunión en la mano." El Sínodo de Toledo: Confirma esta sentencia.

Sínodo de Rouén: (a.650) "Condenamos la comunión en la mano para poner un limite a los abusos que ocurren a causa de esta práctica, y como salvaguarda contra sacrilegios."

El sexto Concilio Ecuménico en Constantinopla: (680-681) "Prohíbase a los creyentes tomar la Sagrada Hostia en sus manos, excomulgando a los transgresores".

Concilio de Trento: (1545-1565): "El hecho de que sólo el sacerdote da la sagrada Comunión con sus manos consagradas es una Tradición Apostólica".

Concilio Vaticano I(1869-1870): No prescribe ninguna norma.

Conclio Vaticano II(1961-1965):No prescribe ninguna norma.

Los dos ultimos Concilios Ecumenicos,no tratan sobre el modo de distribuir la Comunion.Dando a comprender que la forma de recibir la Comunion es la tradicional,de comulgar en la boca.

En la reforma Liturgica realizada por el Conclio Vaticano II en las normas del Misal Romano declaran lo siguiete :

160. Después el sacerdote toma la patena o el copón y se acerca a quienes van a comulgar, los cuales de ordinario, se acercan procesionalmente.
No está permitido a los fieles tomar por sí mismos el pan consagrado ni el cáliz sagrado, ni mucho menos pasarlo de mano en mano entre ellos. Los fieles comulgan estando de rodillas o de pie, según lo haya determinado la Conferencia de Obispos. Cuando comulgan estando de pie, se recomienda que antes de recibir el Sacramento, hagan la debida reverencia, la cual debe ser determinada por las mismas normas.
161. Si la Comunión se recibe sólo bajo la especie de pan, el sacerdote, teniendo la Hostia un poco elevada, la muestra a cada uno, diciendo: El Cuerpo de Cristo. El que comulga responde: Amén, y recibe el Sacramento, en la boca, o donde haya sido concedido, en la mano, según su deseo. Quien comulga, inmediatamente recibe la sagrada Hostia, la consume íntegramente.
Pero si la Comunión se hace bajo las dos especies, obsérvese el rito descrito en su lugar (cfr. núms.284 -287).
162. En la distribución de la Comunión, pueden ayudar al sacerdote otros presbíteros que casualmente estén presentes. Si éstos no están dispuestos y el número de comulgantes es muy grande, el sacerdote puede llamar en su ayuda a ministros extraordinarios, es decir, acólitos ritualmente instituidos o también otros fieles que hayan sido ritualmente delegados para esto. [97] En caso de necesidad, el sacerdote puede designar fieles idóneos “ad actum” (sólo para esta ocasión).[98]
Estos ministros no se acerquen al altar antes de que el sacerdote haya comulgado, y siempre reciban de la mano del sacerdote celebrante el vaso que contiene las especies de la Santísima Eucaristía que van a ser distribuidas a los fieles

Institutio Generalis Missale Romanum

Tomado de : http://www.vatican.va/

Una puerta abierta para muchos anglicanos


Presentamos un artículo de otro converso del anglicanismo, el Padre Jeffrey Steenson. Previo a su ordenación como sacerdote católico, el Padre Steenson era el obispo de la diócesis anglicana de Rio Grande en Estados Unidos.

Para los anglicanos, entrar en comunión plena con la Iglesia Católica, reunida en torno a San Pedro y sus sucesores, no deja de ser como la experiencia del mercader en Mateo 13,46 quien, “cuando encontró una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró”. Se trata de una aventura exigente que requiere sacrificio, pero esa es la naturaleza del apostolado, y es de tal importancia que, en definitiva, todos los argumentos contingentes deben quedar a un lado. La asombrosa generosidad de Benedicto XVI en ofrecer un hogar canónico a los anglicanos que deseen estar en comunión con él, es una ocasión para regocijarse grandemente, porque significará que no hacemos el viaje solos.

Los anglicanos no van a Roma primariamente porque no están contentos con sus iglesias. Hay opciones dentro del anglicanismo que son mucho más accesibles para aquellos que objetan las últimas decisiones y desarrollos dentro de sus propias iglesias. Las advertencias que se oyen, especialmente en los círculos católicos liberales acerca de los peligros de admitir a anglicanos desafectados han de ser consideradas, por supuesto, pero la mayoría del enojo que he encontrado como católico proviene de católicos desafectados que objetan las enseñanzas de su propia iglesia. El viaje a la comunión plena es, por naturaleza, un proceso purgativo, y las almas que lo cumplen simplemente están muy felices de estar allí.

Para mí, el momento de la verdad llegó a principios del 2007, en un encuentro de la Casa de Obispos de la Iglesia Episcopaliana [así se conoce a los anglicanos de USA], entre colegas a lo que había llegado a amar y cuya compañía verdaderamente disfrutaba. Ellos sentían que había llegado el tiempo de afirmar que la política de la Iglesia Episcopaliana era esencialmente local y democrática, y que su asociación con la Comunión Anglicana y el mundo cristiano era voluntaria y para la colaboración. Ésta fue la gota que colmó el vaso; no podía reconciliar esta posición con la comprensión católica de la Iglesia. Y como miembro de una familia eclesial cuyos orígenes eran romanos, me pareció obvio qué era lo que debía hacer.

No fue una decisión apresurada. La meta de la unidad católica ha sido, a veces más, a veces menos, una parte integral de la identidad católica desde Newman, como lo muestran llanamente los acuerdos de la Comisión Internacional Anglicana Romano-Católica [ARCIC]. En los años que siguieron al Vaticano II, las condiciones para la reunión corporativa parecían favorables en un breve plazo. Pero fuertes movimientos no esperados dentro del anglicanismo habían puesto la meta de la comunión plena tan lejos en el horizonte que ya no era más realista esperar que los instrumentos ecuménicos establecidos pudieran sanar el cisma.

Yo fui parte de uno de esos esfuerzos entre 1993 y 1994. Revisando nuestras propuestas a la Santa Sede de aquel tiempo, me sorprende encontrar tantos ecos en la Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe acerca de los ordinariatos personales. Para los que estén interesados en seguir esta historia, una lectura obligada es “The Roman Option” (Harper/Colllins, 1997) de William Oddie. Agregando una nota al excelente estudio del Dr. Oddie, quiero decir que el pedido de una estructura canónica similar a los ordinariatos militares fue propuesto inicialmente por Mons. William Stetson, por muchos años secretario del delegado eclesiástico para la Pastoral Provision.

No es algo sencillo definir precisamente lo que el Papa Pablo VI llamó el “valioso patrimonio” de la tradición anglicana. Pronto descubrimos que no es adecuado hablar de esta identidad anglicana como algo primariamente litúrgico, porque el movimiento litúrgico ha traído una real convergencia entre las formas anglicanas y católicas. Escribimos en su momento: “Ciertamente debe ser algo más que la preservación de características distintivas de la cultura de la iglesia anglicana (por ejemplo, su herencia litúrgica, devocional y musical), incluso si tal preservación es algo valioso. Deseamos que nuestro retorno a la unión con Pedro nos permita contribuir a sanar el cisma occidental, mediante un apostolado dedicado a la unidad cristiana, como un vehículo a través del cual la Iglesia Católica pueda abrazar a sus hijos e hijas separados y aumentar los recursos para su trabajo de evangelización”.

Aprecio mucho que la Nota de la CDF tenga en cuenta que la preservación del patrimonio anglicano sea balanceada por la preocupación de que los peregrinos sean integrados en la Iglesia Católica, y no que meramente vivan como una sub-cultura distinta. Esto es importante por muchas razones, pero una me viene especialmente a la mente: nosotros, los anglicanos, tenemos algunos malos hábitos que desaprender, porque la vida anglicana hoy es manifiestamente desordenada. La necesidad que tenemos de formación no es algo que deba ser subestimado; Roma no fue construida en un día, y tampoco puede uno ponerse el sacerdocio católico como si fuera un abrigo. Esto me parece particularmente exigente, y requiere el esfuerzo de llegarnos a sacerdotes católicos sabios y experimentados. Estaré siempre agradecido con aquellos que pacientemente me apoyaron, animaron, y rezaron conmigo, especialmente las maravillosas personas del Colegio Irlandés y Mons. Francis Kelly de la Casa Santa María en Roma.

Aquellos queridos amigos del Colegio Irlandés, que a veces hacían bromas de mis “cinco ordenaciones y una boda”. Algunos clérigos anglicanos, incluso dando la bienvenida a esta iniciativa del Santo Padre, quieren reabrir la cuestión de la validez de las órdenes anglicanas, porque tienen objeciones a la regla general de la ordenación absoluta. Yo no tuve esta dificultad, porque no pensé de mi ordenación en la Iglesia Católica como de un repudio del ministerio anglicano. Las ordenaciones anglicanas son lo que son. Podría parecer razonable criticar la Encíclica de León XIII sobre las órdenes anglicanas Apostolicae Curae (1896), por hablar en el modo severo de una época diferente, pero ciertamente puede ser leída en una luz positiva. Los amigos no se abstienen de hablar francamente, y es probable que este texto haya sido responsable de mucho del progreso ecuménico realizado, al provocar a los anglicanos a reflexionar más profundamente sobre la teología del sacerdocio ministerial. Guardo como un tesoro los momentos en que pude rezar cerca de la tumba del Papa León XIII en San Juan de Letrán el pasado año. El principal anti-héroe del anglicanismo permanece, irónicamente, como una poderosa fuerza espiritual para la unidad cristiana.

Hay una cosa que ha continuado dificultando mi viaje, y ésta es el recuerdo de las personas que dejé atrás. Fue muy difícil alejarme de las atesoradas relaciones pastorales, aunque la política de la Iglesia y la ética ministerial ciertamente requerían un quiebre claro y decisivo. Muchos de ellos son, por supuesto, anglicanos firmemente comprometidos que no tienen ningún interés en seguir este camino hacia la unidad católica. Les deseo toda bendición. Pero a menudo pienso en otros que tienen hambre y sed de algo más, para los que la Iglesia Católica es una presencia intimidante pero a la vez convincente. Ellos deben superar malas comprensiones acerca de lo que la Iglesia Católica enseña, y deben superar miedos acerca de lo que podría significar vivir en la Iglesia Católica. Un paciente trabajo pastoral puede resolver mucho de esto, y yo me regocijo de que el Santo Padre haya abierto esta puerta para ellos.

Tomado de: De Cura Animarum
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

San Simón y San Judas Tadeo, Apóstoles - 28 de octubre

Pocas cosas sabemos con certeza de estos dos Apóstoles que hoy celebra la Iglesia.

El nombre de Simón figura en el undécimo lugar en la lista de los Apóstoles. Lo único que sabemos de él es que era de Caná y que se le daba el apodo de «Zelotes» o «Celoso».

Judas, por sobrenombre Tadeo, es aquel Apóstol que en la última Cena preguntó al Señor por qué se manifestaba a los discípulos y no al mundo. (Juan 14, 22).

La liturgia romana, a diferencia de la de los orientales, conmemora el mismo día, juntamente, a estos dos Apóstoles.

En tiempos de Jesucristo había muchos grupos de matiz religioso-político y uno de éstos era el de Simón, de aquí el sobrenombre con que se le conoce. Simón ardía de celo por la religión judía y luchaba con todas sus fuerzas por echar de encima el yugo del dominio extranjero. Quizá era un poco parecido a Saulo en su celo por las leyes y costumbres de Israel.

Parece que era de temperamento fogoso, ardiente y que deseaba que todos pensaran como él. Pero llegó un día la gracia hasta él y el Maestro lo llamó a que le siguiera y, él, dejándolo todo, le siguió incondicionalmente. Desde entonces para distinguirlo de Simón Pedro le llamarán Simón el Zelotes. Es del Apóstol que menos datos fideldignos conservamos.

Simón el Zelotes ha entrado en el camino de la humildad. Su nombre y los rastros de su vida se pierden ya. Seguro que estuvo presente en todos los grandes acontecimientos de nuestra fe. Jesucristo lo amó entrañablemente y siguió la misma suerte que los demás Apóstoles. Estaba presente el día de Pentecostés y quedó lleno del Espíritu Santo. Lleno de aquel fuego abrasador salió por los mundos para predicar a Jesucristo. La tradición dice que recorrió varios países, especialmente Mesopotamia y Persia, donde murió mártir de Jesucristo.

De San Judas ya sabemos algo más, aunque sea poco. Era pariente del Señor y se le denomina siempre con el nombre de Tadeo «o no el traidor» para distinguirlo del Iscariote o el traidor.

Tadeo significa «el firme», «el valiente», «el esforzado». Como familiar de Cristo, le conoce a fondo. Quizá ya vivía con Jesús antes de comenzar el apostolado. En el corazón de Judas arde el fuego apostólico ya antes de ser enviado por el Maestro a predicar el Evangelio y antes de que venga sobre ellos la fuerza del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Por ello él sentirá que aquellas maravillas que les dice a ellos, que el Mensaje de salvación que les predica Cristo, no llegue a todos los hombres. Judas posee, pues, un corazón ecuménico y universal. Por ello quiere que el Maestro alargue su misión. Esto ya lo hará por medio de ellos cuando sean su brazo largo, y hagan de voz, de pies y manos para llevar el Evangelio a toda criatura.

A Judas debemos una de las Cartas canónicas. Él escribe ya contra los primeros herejes a los que hay que atajar: «Hombres impíos -les llama- que cambian la gracia de nuestro Dios en lujuria, y niegan a Jesucristo, desprecian la sujeción y se corrompen». La Carta va dirigida a los que quieren seguir la verdadera fe y esperan a Jesucristo en su venida. San Judas se presenta humildemente en su Carta llamándose «un siervo de Jesucristo», quizá lo haga para no distinguirse ante los demás por los lazos de sangre y carne que le unían con el Maestro.

La tradición también une a Judas con Simón en su martirio en Persia. Esta noticia la trae San Jerónimo y algunos otros autores antiguos.

martes, 27 de octubre de 2009

La devoción mariana de SS Pio XII


Congreso de estudio a los 70 años de la “Summi Pontificatus”

ROMA, martes 27 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- De la mariología de Pío XII, así como de otros temas del pontificado y las enseñanzas magisteriales de este Papa, se habla este martes en un Congreso de estudio con motivo del 70 aniversario de la “Summi Pontificatus”.

El encuentro, promovido por el Comité Papa Pacelli y la revista “Cultura & Libri” tiene lugar en la Basílica de San Lorenzo Extramuros, en Roma.

El profesor Stefano De Fiores pronunciará la ponencia “Pío XII y la mariología” y diversos expertos hablarán de otros temas, como la encíclica “Mediator Dei” sobre liturgia sacra, Pío XII y la segunda guerra mundial, la cuestión de los judíos, la eclesiología y la bioética en este Papa, etcétera.

Los textos completos de los ponentes se publicarán en un número especial de la revista “Cultura & Libri”.

Al finalizar la jornada, se proyectará la película “Pastor Angelicus”, realizada en 1942 por la Produzione Cinematografica Cattolica, de Romolo Marcellini.

Sobre la mariología de Pío XII, el padre Stefano De Fiores, de la Compañía de María (montfortiano), explica que con el pontificado de Pío XII (1939-1958), la Iglesia católica vive la época de oro del movimiento mariano post-tridentino, abocado a la promoción del culto a María y de la doctrina mariológica.

La especial veneración por la Madre de Jesús logra la máxima incidencia en la primera mitad del siglo XX, hasta el punto de que el beato Juan XXIII se refirió a ella como a la era de María.

La devoción de Pío XII a María era ferviente, y su mariología, riquísima. El 13 de diciembre de 1894, a los 18 años de edad, Eugenio Pacelli se inscribió en la Congregación mariana de los jesuitas en Roma.

Cinco años después, el 3 de abril de 1899, escogió para celebrar su primera Misa la Capilla Borghese de Santa María la Mayor.

Consagrado obispo el mismo día en el que la Virgen se aparecía a los tres pastorcillos en Fátima (el 13 de mayo de 1917), le confió a Ella su pontificado.

El profesor De Fiores ha confirmado que, “gratificado por la visión de la danza del sol, Pío XII expiró en Castelgandolfo el 9 de octubre de 1958 con el rosario en la mano”.

La devoción del pontífice también se expresó a través de una serie de hechos oficiales (Roschini enumera 400 documentos) que buscaban promover la presencia de María en la vida y en el pensamiento de la Iglesia.

Los eventos relevantes del magisterio mariano de Pío XII son muy numerosos. Primero de todo, en la famosa encíclica “Mystici Corporis Chirsti” (del 29 de junio de 1943), el Papa precisa el lugar de la Virgen en el Cuerpo místico de Cristo, presentándola como “alma socia Christi”, es decir, Madre asociada al Hijo en toda la obra redentora.

Poco conocida, pero de gran importancia es la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María (el 31 de octubre de 1942), que Pío XII realizó a petición del episcopado portugués en el 25 aniversario de las apariciones de la Virgen en Fátima.

En plena guerra, el Papa invocó a María como “refugio del género humano” y confió a su protección materna al mundo entero.

Pío XII reiteró este acto de confianza en la Madre de Jesús consagrándole a Rusia (en 1952) y a España (en 1954).

Como continuación de esos gestos, Pío XII estableció en la Iglesia universal la fiesta del Corazón Inmaculado de María (el 4 de marzo de 1944).

A Pío XII se le debe la promulgación del primer Año mariano de la historia (en 1954), con motivo del centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción.

Fue solemnemente inaugurado por el Papa el 8 de diciembre de 1953 en Santa María la Mayor y celebrado con fervor religioso por todas las diócesis del mundo.

Es memorable la oración compuesta por él mismo: “Sobrecogido por el fulgor de vuestra celeste belleza...”.

El Año mariano, rico en iniciativas espirituales, culturales, sociales y caritativas, fue clausurado solemnemente por el pontífice en San Pedro el 1 de noviembre de 1954 con la coronación del icono de Maria Salus populi romani [salud del pueblo romano] y con la institución de la fiesta de María Reina.

Esta fiesta estaba justificada teológicamente en la encíclica “Ad caeli Reginam” (del 11 de octubre de 1954), teniendo en cuenta los fundamentos bíblicos y eclesiales que establecían la legitimidad para ello.

Pío XII amó la oración popular del rosario, que describió como el “compendio de todo el Evangelio”, expresión que retomó Pablo VI en la “Marialis cultus” (n. 42), pero también como meditación de los misterios del Señor, sacrificio vespertino, corona de rosas, himno de alabanza, oración de la familia, promesa segura del favor celestial, prenda de la esperada salvación y esperanza para sanar los males que afligen a nuestro tiempo.

El padre De Fiores explica a ZENIT que “Pío XII permanecerá en la historia de la fe católica sobre todo por la definición dogmática de la asunción de María en cuerpo y alma al cielo”.

Siguiendo el ejemplo de Pío IX para el dogma de la Inmaculada Concepción, con la encíclica “Deiparae Virginis” (del 1 de mayo del 1946) consultó a todos los obispos católicos si consideraban oportuna la definición de la Asunción (existían ya 8.036.393 firmas a favor).

Recibida la respuesta afirmativa, el Papa, el 1 de noviembre de 1950, en presencia y en comunión con el colegio cardenalicio, con 700 obispos y con la muchedumbre de las grandes circunstancias, profirió la fórmula definitoria: “Por tanto, después de haber alzado a Dios todavía más instancias de súplica y de haber invocado la luz del Espíritu de Verdad, a gloria de Dios Omnipotente, que ha vertido en María su especial benevolencia, para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para mayor gloria de su augusta Madre y gozo y júbilo de toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los santos apóstoles Pedro y Pablo y Nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma revelado por Dios: que la Inmaculada Madre de Dios siempre Virgen María, acabado el transcurso de la vida terrena, fue asunta a la gloria celeste en alma y cuerpo”.

Fue un evento memorable en la historia de la Iglesia, que el mismo Pío XII interpretó con estas palabras: “Como sacudido por los latidos de vuestros corazones y por la conmoción de vuestros labios, vibran las piedras mismas de esta patriarcal Basílica y junto a ellas parece que gritan con arcanos temblores los innumerables y vetustos templos, alzados por todas partes en honor a la Asunción”.

Para información sobre el congreso: www.comitatopapapacelli.org

[Por Antonio Gaspari, traducción del original italiano por Patricia Navas]

Letanías al Sagrado Corazón de Jesús


Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Padre eterno, Dios de los cielos, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, de majestad infinita, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien está todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud de la divinidad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien el Padre halló sus complacencias, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, rico para todos los que le invocan, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, propiciación de nuestros pecados, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, saciado de oprobios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, perforado por una lanza, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, fuente de toda consolación, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.
Jesús manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al vuestro.

San Frumencio, Obispo y Confesor - 27 de octubre

Frumencio es el nombre del primer obispo misionero de Etiopía, y su historia tiene mucho de increíble. En tiempos del emperador Constantino, un anciano preceptor, llamado «filósofo» por el historiador Rufino, regresaba a Tiro de un viaje a la India, siguiendo las costas de Africa. Lo acompañaban dos jóvenes discípulos, Edesio y Frumencio. Durante una escala de la nave en el puerto de Adulis una banda de etíopes asaltó la embarcación y mató a todos los pasajeros menos a Edesio y Frumencio. Se cuenta que en el momento de la matanza los dos muchachos se encontraban debajo de un árbol, dedicados a la lectura de un libro. Llevados como esclavos a la corte de Axum, se hicieron querer del rey, que los tuvo a su servicio: a Frumencio como secretario y a Edesio como copero.

A la muerte del rey, mientras el heredero llegaba a su mayor edad, ejerció el poder la reina, que le había confiado a Frumencio la educación de su joven hijo. Fue durante este período cuando los dos, que habían establecido contactos con los comerciantes greco-romanos, obtuvieron de la reina el permiso para construir una iglesia cerca del puerto. Este fue el primer germen de cristianismo, que se desarrolló rápidamente. Edesio y Frumencio pidieron y obtuvieron el permiso para regresar a la patria. Edesio fue a Tiro, en donde encontró a Rufino, el futuro historiador, a quien le narró su historia. En cambio, Frumencio se fue para Alejandría de Egipto a encontrar al grande obispo Atanasio y proponerle que enviara a Etiopía a un obispo y a un grupo de misioneros. Atanasio escuchó con vivo interés la narración y luego resolvió consagrar obispo al mismo Frumencio y volverlo a mandar a Etiopía con algunos misioneros.

Frumencio fue recibido cordialmente por el amigo rey Ezana, que fue de los primeros en adherir al Evangelio y con él casi todos sus súbditos. Frumencio, llamado por los etíopes «abba Salama», portador de luz, es considerado uno de los más grandes misioneros cristianos y uno de los más afortunados sembradores de la buena noticia, si consideramos la extraordinaria mies que produjo a través de los siglos esa primera siembra, favorecida por el amor al estudio.

lunes, 26 de octubre de 2009

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 23, 35-43
En aquel tiempo: El pueblo y sus jefes, burlándose de Jesús, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!» También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!» Sobre su cabeza había una inscripción: «Este es el rey de los judíos» Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros» Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Rein.» El le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso»
SERMÓN

El el siglo III, en el llamado bajo imperio, Roma comienza a sufrir el asedio implacable de los bárbaros que ya irrumpían en el territorio sacro de la mismísima península itálica. El último gran emperador capaz de hacerles frente fue Aureliano que en Pavía, en el año 272, exterminó con sus legiones un enorme ejército compuesto de iutungos, cuados, marcomanos y alamanes. Pero ya Italia había dejado de ser un lugar seguro. El emperador decide rodear a Roma de imponentes murallas, las llamadas murallas aurelianas, que hoy son las más visibles y notables de la Ciudad y que si bien reflejan la todavía enorme riqueza del imperio son, al mismo tiempo, signo de su creciente debilidad.

Pero el peligro no es solo de los bárbaros, sino también de las disensiones internas. Aureliano es asesinado por sus soldados en el 275. En nueve años se suceden, como emperadores, Claudio Tácito, Aurelio Probo, Marco Aurelio Caro, Carino, Numeriano, todos sucesivamente asesinados por sus propios guardias pretorianos.

De allí que el Palatino, lugar de residencia habitual de los emperadores y su familia, se fuera transformando poco a poco en un lugar peligroso. Cuando Constantino cruentamente llega al poder en el 313 ya no vive más allí, sino que utiliza un cuartel construido por Heliogábalo cerca de la via Casilina junto a los muros, y refacciona y ocupa una vieja villa romana, el Palacio Sessoriano donde rodeado de tropas fidelísimas permanecerá hasta que traslade su sede imperial a Constantinopla. Elena su madre se negará a dejar esa su casa y morirá allí. Es ella una gran coleccionista de arte romano y griego. Entre sus esculturas preferidas conserva una estatua de Juno, expuesta hoy en los museos vaticanos.

Pero no será esta afición lo que llevará a la celebridad a Elena -además de las virtudes que la condujeron a los altares como santa- sino su excepcional hallazgo, en Jerusalén. Allí, intentando recuperar los lugares santos, excavando la ermita a Venus que Adriano, en el 135, había mandado edificar sobre el calvario, encontró el madero de la cruz y otras insignes reliquias. Inmediatamente las trasladó a Roma y las ubicó en el Palacio Sessoriano, en una capilla que había construído Constantino sobre la base de un gran salón palaciego. Al mismo tiempo hizo cargar toneladas de tierra del calvario en dos naves llenas de bote en bote y, desembarcándola en Italia, con ella reconstruyó el piso de su capilla. Era un pedazo de Jerusalén ubicado en Roma.

Sobre esa capilla el Papa Lucio II hizo construir, en el siglo XIII, una basílica románica al cuidado de una comunidad cisterciense; basílica rehecha casi por completo en el siglo XVIII por el arquitecto Doménico Gregorini bajo el papa Benedicto XIV. Pero ya desde el medioevo la iglesia, de Basílica Sessoriana había sido rebautizada con el nombre de basílica de Santa Croce in Gerusalemme, Santa Cruz en Jerusalén, precisamente por la tierra jerosolimitana que Santa Elena había mandado traer allí.

Hoy en día es una de las siete basílicas mayores de Roma, a mitad de camino entre San Giovanni Laterano y San Lorenzo fuori le mura, enmarcada su fachada barroquísima por las viejas pero enteras aún murallas Aurelianas.

Entrando, a la derecha, al fondo, se conserva la capilla de Santa Elena, debajo de cuyo pavimento está la tierra del calvario. Curiosamente en el altar, una copia romana mutilada de la Juno vaticana que Elena tanto apreciaba, repuesta su cabeza y sus manos y con el agregado de una cruz, representa hoy a la mismísima santa.

Pero el lugar de la basílica que los peregrinos visitan con más devoción es, detrás del ábside, a la izquierda, la capilla de las reliquias, donde se custodian los preciosos recuerdos desenterrados en el calvario por la madre de Constantino.

En una vitrina empotrada en la pared del fondo se encuentra lo que ha quedado del madero de la cruz tras su fragmentación en forma de pequeñas astillas reliquia a través de los siglos y que los obispos solían colocar en sus anillos pastorales; también uno de los gruesos clavos que atravesaron las manos del Señor y dos afiladas espinas de su corona.

Al ingreso de esa capilla, en un cofre de vidrio engrapado a la pared, un travesaño de madera dice ser parte de la cruz del buen ladrón, Dimas llamado, según la tradición.

Pero quizá más impresionante todavía, sea al costado, una tablilla casi entera en donde de derecha a izquierda, según la costumbre judía, en hebreo griego y latín, se lee la inscripción "Este es Jesús rey de los judíos".

Si nos ponemos a pensar, es el escrito más antiguo que se conserva sobre Jesús, el único testimonio gráfico contemporáneo a él, el solo título -no poca cosa- que le reconoció, aunque más no fuera 'in artículo mortis' y sin saber muy bien lo que decía, la autoridad romana.

Estas tablillas eran colocadas por los jueces colgando del cuello de los que iban a ser ajusticiados y, después de la ejecución, fijadas sobre sus cabezas. Contenían en una frase lo más breve posible el motivo de la condena. De allí que -como el resumen de un libro en su portada, o los breves adjetivos antepuestos a un nombre- esas tablillas recibieran el nombre de titulus, título.

Así hoy utilizamos el término: título de una obra, título de nobleza, título de propiedad, título honorífico, título académico... Esos títulos que vemos colgados de la pared de la antesala del médico, del dentista o del abogado y que siempre nos pronostican dolores y lesiones a nuestro patrimonio. Esos títulos que se placen en hacer sonar las revistas que se ocupan del jet set, sobre todo cuando nos visitan -a nosotros y a las ballenas- princesas en desgracia. Esos títulos que ni siquiera rechazan las democracias, pues una vez abolida la monarquía y la nobleza, se inventaron otros con sus respectivas jerarquías: diputado provincial -apenas barón-, senador nacional -casi marqués-; jefe de bancada; ministro, secretario, subsecretario: condecoraciones, legión de honor, ordenes del libertador, y finalmente, grados académicos, truchos o verdaderos Y todos con su respectiva tablilla, pergamino, título, diploma, convenientemente enmarcados...

Pues bien, de todo eso, tan moderno y tan viejo, la tablilla sangrienta con la triple inscripción de Pilatos, es el único título humano que recibió Jesús.

Y no diremos que de poca monta, al fin y al cabo no era humanamente irrisorio el ser descendiente de David y con derecho de sangre al trono del pueblo elegido.

En realidad se puede decir que, en esa capilla de Santa Croce in Gerusalemme, lo que se custodia son las joyas de la corona. Porque las verdaderas joyas de la Iglesia no son las que se conservan en los llamados tesoros de las catedrales: cálices enjoyados, copones y crucifijos esmaltados, mitras recamadas, báculos preciosos, ornamentos incrustados de oro y gemas, caligas y quirotecas... las verdaderas joyas de nuestro Rey se guardan en la poco visitada basílica de Santa Croce in Gerusalemme.

Y no son, no, las colas que hay que hacer para, en la torre de Londres, visitar las joyas reales de Inglaterra. Poco valen madera y espinas, hierro y sangre, frente a las áureas preseas de los reyes en serio o de opereta de este mundo y de sus émulos plebeyos y cholulos.

Pero, a pesar de su trono de madera y su corona de espinas y su cetro de caña, Jesucristo fué rey, y lo sigue siendo.

Porque si la autoridad, regia o democrática, es función de servicio, no despotismo sino sumisión a la ley de Dios y búsqueda del bien de los gobernados, caminar alerta al lado y al frente del pueblo compartiendo su vivir, eso lo hizo Cristo en la sublime política de su magisterio y liderazgo, y en su última y suprema batalla de la cruz.

Y es quizá este fin humanamente escandaloso, de estrepitoso fracaso, en donde el título de rey parece una burla sobre el espantoso patíbulo de la cruz, el que condena a lo relativo, a lo pasajero, a toda utopía política de este mundo y junto a ellas a toda esperanza puesta de felicidad plena en los bienes de esta tierra. Porque aún los títulos más gloriosos, aún los puestos cumbres de la historia, aún los escalafones capaces de atraer a si todos los tesoros y todos los placeres y todo el poder, son tildados de vanos y pasajeros en el espectáculo atroz del Rey mas rey de todos los reyes supliciado en cruz.

Pero más aún, la imagen de nuestro rey crucificado nos muestra que de todos los oropeles y vanidades que nos puedan traer nuestros títulos en este mundo, solo serán fructuosos y dejarán algo aquellos que, en transformación pascual, sepamos poner al servicio de Dios y de los demás.

Justamente porque es un rey humano crucificado, dado a su pueblo, por eso Cristo, en la Resurrección, es definitivamente coronado Rey en un sentido superior. No desconocido rey de esa porción de tierra palestina, herencia de David, castillo de naipes, solo valiosa porque preanunciadora del verdadero Reino, sino precisamente Rey imperial de ese Reino definitivo, el Paraíso, que Dios gesta lentamente bajo el gobierno de Cristo desde los caducos reinos de este mundo.

Y ese reino ya vive entre nosotros mediante la gracia que, desde el bautismo, nos comunica con la vida eterna, anticipo de cielo, preanuncio del Edén perfecto, y que Cristo Rey Resucitado, señor del Universo, gobierna para nuestro bien.

Solo en dirección a ese reino, solo enfilando nuestra proa hacia el cielo, al soplo del amor a Dios y a los demás, podrá el hombre también en este mundo, encontrar paz y tranquilidad.

Un mundo que no se da cuenta de que es transitorio, pasajero, preparación para el reino verdadero y se cierra en la búsqueda del paraíso aquí donde no se puede hallar ni construir, solo es capaz de engendrar desgracia y extravío, división e injusticia.

Hoy, último domingo del año, solemnidad de Jesucristo Rey del universo, la Iglesia quiere que abramos otra vez nuestra esperanza hacia ese Reino al que solo Jesús nos puede llevar y que es capaz, incluso a último momento, de regalar al buen ladrón.
Pero, como en este mundo hemos de estar, oremos también por sus autoridades. Y seamos realistas: no les vamos a pedir que dejen ni sus títulos, ni sus coronas y casas de Olivos, pero si que imiten en algo al único verdadero rey. Es inútil que los aborrezcamos, critiquemos o envidiemos, en donde están, sea como fuere que hayan llegado, pueden hacer mucho mal, pero también mucho bien: ayudémolos a ser mejores, recemos porque se conviertan, que sean cristianos, discípulos de Aquel que transformó todos sus títulos, toda su vida, en aristocrático y noble servicio a Dios y los demás. Y empecemos nosotros, cada uno, cualquiera sea el título que tengamos, por dar el ejemplo.

Tomado de: http://www.catecismo.com.ar/sermonescristorey/XR_95C.htm
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