lunes, 31 de agosto de 2009
Fiesta de la vida en San Ramón Nonato
Buenos Aires, 31 Ago. 09 (AICA)
A pesar de la intensa lluvia que cayó sobre Buenos Aires, numerosas personas se acercaron hoy al santuario de San Ramón Nonato, en el barrio porteño de Villa Luro, templo que celebra 70 años con el lema “Unidos a Jesús, permanecemos en el amor”.
La iglesia abrió sus puertas a las 7, para permitir el ingreso de fieles y devotos. Hubo misas y bendiciones de mujeres embarazadas, niños y de matrimonios que anhelan tener un hijo.
La misa por la vida fue presidida por el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Luis Fernández.
En tanto, la misa de los mensajeros de la vida fue presidida por el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio.
Defender siempre la vida
En la homilía de los mensajeros de la vida, el cardenal Bergoglio instó a “poner la cara” para luchar contra “la cultura de la muerte”, y animó a defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural.
El primado argentino aseguró que “cultura de la vida” es, en cambio, decir que “la vida vale la pena desde el momento de la concepción”, pero también acompañar el crecimiento de ese niño o niña para que “crezca sano, para que tenga buena educación y no le falte comida, que tenga principios de valores morales”.
“Hay que poner la cara y decir: esto es cultura de la vida, esto es vida, todo lo contrario a la cultura de la muerte; si alguien ve que alguna de estas cosas falta, díganle que no, que por ese camino no se va a ninguna parte, que por ese camino se fracasa siempre”, aseguró.
El primado argentino insistió en que al niño hay que “acompañarlo durante toda su existencia”, también “en su dolor, en su enfermedad, con hospitales limpios donde no falta nada, donde se lo atiende bien al enfermo, eso es vida, eso es mensaje de vida”, y también hay que hacerlo “cuando están viejitos”, porque los abuelos son “la sabiduría de la vida”, lamentó que a veces se “los deja de lado” por exigencia de trabajo o porque viven lejos y no se los va a visitar seguido.
Bendición de los mensajeros de la vida
El purpurado porteño bendijo a quienes llevan las imágenes de San Ramón Nonato casa por casa. Algunos se comprometieron a ser “mensajeros de la vida”, en tanto otros renovaron su compromiso.
También se escuchó un conmovedor testimonio de una mujer que, gracias a la oración y al acompañamiento de sus familiares, prosiguió con su embarazo, a pesar de que éste se complicó y estuvo obligada a guardar reposo durante los 9 meses de gestación.
El templo de Cervantes 1150 recibió hoy una multitud de fieles, en especial embarazadas o matrimonios con intenciones de tener un hijo, quienes fueron bendecidos.
También se regalaron escarpines y se pidió a las futuras mamás que cuando nazcan sus bebés traigan otros para aquellas que están en la misma situación.
Por su parte, el presbítero Alvaro Izurieta y Sea, capellán del Hospital Enrique Tornú, presidió una misa en la que se bendijeron las manos de parteras y obstetras.
Texto completo de la homilía
Desde el Santuario venimos a llevar el mensaje de la vida, que Dios quiere la vida, la hizo linda. Dice la Biblia que cuando nos hizo a nosotros, nos hizo a imagen y semejanza de Dios, somos de la familia de Él, tenemos el rostro de Él, y a su vez, esa vida que nos dio, es la que nosotros anunciamos, la que ustedes en esta imagen de San Ramón van llevando a las casas, van anunciando la fe, la vida, el camino de la vida y así vamos a través del mensaje de fe; vamos ayudando a que crezca eso que se llama la cultura de la vida; pero lo más importante de la humanidad, es esa cultura de la vida en contra de lo que Juan Pablo II y Benedicto XVI denunciaron, la cultura de la muerte. Ustedes son los que salen a este mundo donde en todo el mundo hay tantos casos de cultura de la muerte, como diciendo esto es mejor, esto es lo que hace feliz, esto es lo que a uno lo plenifica.
La cultura de la vida, el mensaje de la vida ¿Qué es el mensaje de la vida? Son cosas muy sencillas, son cosas prácticas, son cosas muy sencillitas. Decir que la vida vale la pena, es decir, desde el primer momento en que un chico y una chica han concebido tiene vida y está el soplo de Dios ahí. Que los nueve meses que está en sala de esperas, la panza de la mamá, hay que cuidar a la mamá y al chico porque está la vida ahí, y cuando nace no hay que terminarla después de la primera semana cuando vamos a saludar a la mamá y después que Dios te ayude, sino que hay que acompañar el crecimiento de ese chico para que crezca sano, para que tenga buena educación y no le falte comida, que tenga principios de valores morales y después acompañarlo durante toda su existencia y cuando se enferma, al enfermo acompañarlos en su dolor, en su enfermedad, hospitales lindos, limpios donde no falta nada, donde se lo atiende bien al enfermo, eso es vida, eso es mensaje de vida. Y cuando están viejitos cuidarlos con mucho amor a los abuelos. Los abuelos son la sabiduría de la vida, a veces lamentablemente habrá que alejarlos de este mundo por exigencia de trabajo, algo, pero en cuanto se pueda conviene tenerlos cerca y si los tengo que alejar es ir a verlo lo mas posible, eso es cultura de la vida, al cerrarles los ojos y entregarlo a la vida, pues esto es lo que hacen ustedes, meter todas estas cosas en la cabeza y en el corazón de la gente
¿Se animan a hacerlo? Si si, hay que mostrar la cara, pongan la cara y digan que esto es cultura de la vida, esto es vida, todo lo contrario a esto es cultura de la muerte; si alguien ve que alguna de estas cosas falta, díganle que no, que por ese camino no se va a ninguna parte, que por ese camino se fracasa siempre. Luego un escritor inglés que decía no usar la palabra “cultura de la muerte” porque en aquella época todavía no se había enseñado, pero el decía que en algunas familias, en algunos países, que en algunos pueblos se practica la filosofía del verdugo, cabeza que sobra, cabeza que molesta, cabeza que vuela.
Claro cuando uno piensa que la vida molesta, la vida es linda pero la vida molesta siempre, ese día me decía un papá que tiene su primera nena y que tanto él como su mujer, duermen dos horas por noche porque la criatura le salio gritona. La vida es bella pero tiene algo de molestia, algo que exige de mi un sacrificio, en un hogar uno ve esas mujeres, esos hombres, que tienen sus padres moribundos y se pasan sentados noches tomándoles de la mano para que sientan el cariño y al día siguiente a trabajar y otra noche en blanco y a trabajar, molesta pero eso es vida, pero no se puede transitar por el anuncio de la vida, por la cultura de la vida si no es como dijimos en el salmo, en la presencia del señor.
No se puede llevar la cultura de la vida sino estamos entroncados con Jesús como los ramos de la uva de la vid, al tronco; si uno tiene la sabia de Jesús, la fuerza de Jesús que es el Maestro de la Vida, el se definió así, yo soy el Camino, la Verdad y la Vida ¡Yo soy la vida! Jesús nos tiene que contagiar este ardor, este entusiasmo por anunciar la vida. Piensen ustedes que dan ese mensaje de la vida, cuanta felicidad están sembrando en aquellos corazones que aceptan el mensaje; pero piensen también que eso no lo hacen solo ustedes, lo hace Él, los que están bien agarrados a Jesús. Yo voy a anunciar la vida, y estoy toda la mañana con una persona y anuncio la vida, todos contentos y a la salida me encuentro con una vecina y me pongo a sacarle el cuero a la otra, ya estoy anunciando la muerte, entonces cuidado con las contradicciones, si anunciamos la vida vivamos como Jesús quiere, coherentemente, que todo sea vida. Yo les agradezco lo que hacen, sigan así contagien vida, este es el mensaje que necesitamos, el mensaje de Dios, vayan por las huellas de Jesús, no se van a equivocar, son las huellas de la vida, porque Él es el Camino y es la Vida.
San Ramón nos fortalezca en esta tarea tan hermosa que tienen, que así sea.
Tomado de AICA
San Ramón Nonato - 31 de agosto
Un buen ejemplo para las madres de hoy que tratan de limitar la descendencia y algunas, lo que es peor, traman quitar la vida a los indefensos no nacidos.
En la provincia de Lérida, en una casita de campo, cerca del pueblo del Portell, y descendientes de las nobles familias de los Fox y Cárdenas, vino al mundo este niño de modo milagroso ya que fue extraído del vientre de su madre cuando ella ya estaba muerta, de aquí el sobrenombre con que es conocido, NO-Nato, no nacido.
Los planes de Dios no son nuestros planes. Tampoco los planes de los padres, a veces son los mejores para sus hijos. En muchas ocasiones ellos buscan su propio egoísmo en lugar del bien de sus hijos. El padre de Ramón le envío a Barcelona para que hiciera amistad con gente rica, hiciera carrera, y el día de mañana fuera su orgullo y su sostén.
Al poco tiempo de llegar a la ciudad Condal Ramón se entregó a una vida de profundo estudio pero no menos se dedicó a la vida de piedad. Para ello en lugar de hacer amistad con ricos, se preocupaba de los libros y de los necesitados. Al enterarse su padre le mandó volver a Portell y allí le encargó el cuidado de unas ovejillas. Hizo amistad con otros pastores pero como el demonio no duerme, pronto algún envidiosillo le acusó al amo de las ovejas de que abandonaba el ganado. El amo le creyó y cierto día le siguió de lejos para ver si era verdad. Y ciertamente así era: El jovencillo Ramón se retiraba a un lugar solitario, y, puesto de rodillas, se entregaba a la oración. Pero la maravilla del amo subió de emoción al ver que un joven bien apuesto, con alas de ángel, cuidaba de su rebaño y alimentaba en los mejores pastos a sus ovejas. De hecho eran las que más lana y leche producían. La envidia se trocó en admiración y respeto.
Por este tiempo es cuando se puso al servicio total de la Virgen María y bajo su amparo. Un día, mientras cuidaba de sus ovejillas, le habló así: "Madre mía, tú sabes que yo no he tenido la dicha de conocer a mi madre en la tierra, pero te conozco a Ti y te amo ¿no querrás suplir a mi madre de la tierra?" - Y la Virgen María le contestó: "Sí, sí, hijo mío, acepto con gusto ser tu madre...".
Hasta los oídos de Ramón llegaron los prodigios que obraba en Barcelona un joven sacerdote llamado Pedro Nolasco que trataba de fundar una Orden para redención de los pobres cautivos, que, caídos en manos de los sarracenos, eran llevados a las mazmorras de África. Marchó a Barcelona y se encontró con él y se puso a su servicio y bajo su dirección espiritual.
En Barcelona se entregó a hacer obras de caridad por las calles y en los domicilios particulares. Sobre todo dejó huellas de su gran caridad para con toda clase de enfermos en el Hospital de Santa Eulalia. Una antigua biografía nos lo pinta así: "Era de caridad incandescente, que amaba las letras y aprovechaba mucho en ellas. De pueblo en pueblo iba llevando la Buena Nueva del Evangelio; todos los caballeros y nobles le respetaban; todos los pobres le amaban y todos seguían sus huellas...".
Por fin iba a llegar al heroísmo su caridad: Se entregó a cambio de un cautivo y estuvo en las cárceles de Argel. Grandes sufrimientos padeció allí por amor a Jesucristo y a sus hermanos los hombres. Era por el 1237. Predicaba tanto y con tanto enardecimiento de Cristo que, para evitarlo, los moros le pusieron un candado en su boca. Como premio el Papa le hizo cardenal de la Iglesia pero no se enorgulleció por ello. Enamorado de Jesús Eucaristía y de María, partía a la eternidad por el año 1240.
Santo Dominguito del Val - 31 de agosto
Dominguito del Val nació en Zaragoza, la ciudad de la Virgen y de los Innumerables Mártires, el año 1243. Era rey de Aragón Jaime el Conquistador, vicario de Cristo en Roma, Inocencio IV, y obispo de Zaragoza, Arnaldo de Peralta. Media España estaba bajo el dominio de los moros y en cada pecho español se albergaba un cruzado.
Los padres de Dominguito se llamaban Sancho del Val e Isabel Sancho. Su madre era de pura cepa zaragozana, y su padre, de origen francés. El abuelo paterno había sido un esforzado guerrero a las órdenes del rey don Alfonso el Batallador. A su lado estuvo en el asedio de Zaragoza, que fue duro y prolongado. Todos los cruzados franceses se marcharon a sus casas; todos, menos uno.
"Fue nuestro antepasado -decía Sancho del Val a su hijo, siempre que le contaba la historia-. El señor del Val, hijo de la fuerte Bretaña, sufrió inquebrantable el hambre y la sed, los hielos del invierno y los fuegos del verano, las vigilias prolongadas y los golpes de las armas enemigas. Y al rendirse la ciudad, el rey le hizo rico y noble, igualándole con los españoles más ilustres".
Sancho del Val no siguió a su padre por el camino de las armas. Prefirió las letras. Fue tabelión o notario y su firma quedó estampada en las actas de las Cortes de Aragón, al lado de las firmas de condes y obispos.
Dios bendijo la unión de Sancho e Isabel dándoles un hijo que iba a ser mártir y modelo de todos los niños y, de un modo especial, de los monaguillos. Porque Santo Dominguito del Val es el patrono de los monaguillos y niños de coro. El fue infantico de la catedral de Zaragoza, vistió con garbo la sotanilla roja y repiqueteó con gusto la campanilla en los días de fiesta grande. La imagen que todos hemos visto de este tierno niño nos lo representa con las vestiduras de monaguillo. Clavado en la pared con su hermosa sotana y amplio roquete. La mirada hacia el cielo y unos surcos de sangre goteando de sus pies y manos. Una estampa de dolor ciertamente, pero, también, de valentía superior a las fuerzas de un niño de pocos años. Las nobles condiciones, especialmente su piedad, que se advertían en el niño según crecía, indujeron a los padres a dedicarlo al santuario, al sacerdocio. Cuando fue mayorcito lo enviaron a la catedral. Entonces la catedral era la casa de Dios y, al mismo tiempo, escuela. Todas las mañanas, al salir el sol, hacía Dominguito el camino que separaba el barrio de San Miguel de la Seo. Una vez allí, lo primero que hacía era ayudar a misa y cantar en el coro las alabanzas de Dios y a la Virgen.
Cumplido fielmente su oficio de monaguillo, bajaba al claustro de la catedral a empezar la tarea escolar. Con el capiscol o maestro de canto ensayaban los himnos, salmos y antífonas del oficio divino. La historia y la tradición nos presentan a nuestro Santo especialmente aficionado y dotado para el canto. Por algo es el patrono de los niños de coro y seises.
La tarea escolar incluía más cosas. Había que aprender a leer, a contar, a escribir. Los pequeños dedos se iban acostumbrando a hacer garabatos sobre las tablillas apoyadas en las rodillas. La voz del maestro se oía potente y, al acabar, las cabecitas de los pequeños escolares se inclinaban rápidamente para escribir en los viejos pergaminos lo que acababan de oír. Así un día y otro día. Al atardecer volvía a casa. Un beso a los padres, y luego a contarles lo que había aprendido aquel día y las peripecias de los compañeros.
Uno se resiste a creer la historia que voy a contar. Es increíble que haya hombres tan malos. Sin embargo, parece que la substancia del hecho es verdad.
Los judíos solían amasar los alimentos de su cena pascual con sangre de niños cristianos. La historia nos ha conservado los nombres de estas víctimas inocentes: Simón de Livolés, Ricardo de Norwick, el Niño de la Guardia y Santo Dominguito del Val.
"Oyemos decir -escribía el rey Alfonso el Sabio, en aquellos mismos días de Santo Dominguito del Val- que los judíos ficieron, et facem el día de Viernes Santo remembranza de la pasión de Nuestro Señor, furtando los niños et poniéndolos en la cruz, et faciendo imágenes de cera et crucificándolas, cuando los niños no pueden haber."
Los judíos eran por entonces muchos y poderosos en Zaragoza. En la sinagoga se había recordado
"que al que presentase un niño cristiano sería eximido de penas y tributos".
Y un sábado al terminar de explicar la Ley el rabino, dijo:
"Necesitamos sangre cristiana. Si celebramos sin ella la fiesta de la Pascua, Jehová podrá echarnos en cara nuestra negligencia".
Estas palabras fueron bien recogidas por Mosé Albayucet, un usurero de cara apergaminada y nariz ganchuda. Por su frente arrugada pasó una idea negra. Pensó en aquel niño que todos los días al oscurecer pasaba delante de su tienda. Este niño era Dominguito del Val, que volvía de la catedral a casa. A veces solo y otras con un grupo de compañeros. Con frecuencia, al cruzar el barrio judío, de tiendas obscuras y estrechas callejuelas, cantaban himnos en honor del Señor y su Santísima Madre. Seguramente los que acababan de ensayar con el capiscol de la catedral.
Más de una vez los había oído Mosé Albayucet y, desde la puerta de su tienda, los había amenazado con su mano. Le pareció la ocasión oportuna y prometió a sus compañeros de secta que aquel año iban a tener sangre de niño cristiano para la Pascua y bien reciente.
Era el miércoles 31 de agosto de 1250. El atardecer se hacía más obscuro en las estrechas callejuelas del barrio judío por donde pasaba Dominguito camino de su casa. De repente, y antes de pensarlo o poder lanzar un grito, nota que algo se le echa encima. Son las manos de Mosé Albayucet que le cubren el rostro con un manto. Le amordaza bien la boca para que no pueda gritar y le mete de momento en su casa. Las garras de la maldad acaban de hacer su presa.
Aquella misma noche es trasladado el inocente niño a la casa de uno de los rabinos principales. Allí están los príncipes de la sinagoga. Dominguito tiembla de miedo ante aquellos rostros astutos y malvados. Sus manos aprietan la cruz que pende de su pecho.
-Querido niño -le dice una voz zalamera-, no queremos hacerte mal ninguno; pero si quieres salir de aquí tienes que pisar ese Cristo.
-Eso nunca -dice el niño-. Es mi Dios. No, no y mil veces no.
-Acabemos pronto -dicen aquellos malvados ante la firmeza del niño.
Va a repetirse la escena del Calvario. Uno acerca las escaleras que apoya sobre la pared; otro presenta el martillo y los clavos, y no falta quien coloca en la rubia cabellera del niño una corona de zarzas, así el parecido con la crucifixión de Cristo será mayor.
Con gran sobriedad de palabras refieren las Actas del martirio lo que sucedió:
"Arrimáronle a una pared, renovando furiosos en él la pasión del divino Redentor; crucificáronle, horadando con algunos clavos sus manos y pies; abriéronle el costado con una lanza, y cuando hubo expirado, para que no se descubriese tan enorme maldad, lo envolvieron y ataron en un lío y lo enterraron en la orilla del Ebro en el Silencio de la noche."
Todos nos imaginamos fácilmente los espasmos de dolor que estremecerían aquellos músculos delicados de niño. Abrieron sus venas para recoger en unos vasos preparados su sangre. Sangre inocente que iba a ser el jugo con que amasasen los panes ácimos de la Pascua.
Una vez muerto cortaron sus manos y cabeza, que arrojaron a un pozo de la casa donde había tenido lugar el horrendo crimen. Su cuerpo mutilado fue llevado, como dicen las Actas, a orillas del Ebro. Allí sería más difícil encontrarlo.
Los judíos se retiraron a sus casas contentos de haber hecho un gran "servicio" a Dios. La Seo había perdido a su mejor monaguillo y el cielo había ganado un ángel más. Todo esto ocurría la noche del 31 de agosto de 1250.
Dios tenía preparado su día de triunfo, su mañana de resurrección, para Dominguito del Val.
Mientras en la casa del notario Sancho del Val se oían gemidos de dolor, una extraña aureola aparecía en la ribera del Ebro. Los guardas del puente de barcas echado sobre el río habían visto con asombro durante varios días el mismo acontecimiento. La noticia recorre toda Zaragoza.
Algunas autoridades y un grupo de clérigos se dirigen hacia el lugar de la luz misteriosa. Allí hay un pequeño trozo de tierra recientemente removida. Se escarba y, metido en un saco, aparece un bulto sanguinolento. Se comprueba que es el cuerpo mutilado de Dominguito. Una ola de dolor e indignación invade la ciudad de punta a punta.
La cabeza y las manos aparecen, también, de una manera milagrosa. Aunque aquí la historia no concuerda. Según una versión, un perrazo negro gime lastimeramente, y sin que nadie le pueda espantar, al borde del pozo a que fueron arrojados los miembros del niño mártir. Es el perro del notario Sancho del Val. Se agota el agua y en el fondo aparecen las manos y cabeza de Dominguito. Otra versión dice que las aguas del pozo se llenaron de resplandeciente luz, que crecieron y desbordadas mostraron el tesoro que guardaban en el fondo. Pronto se supo toda la verdad del hecho. El mismo Albayucet lo iba diciendo:
"Sí, yo he sido. Matadme, me es igual; la mirada del muerto me persigue, y el sueño ha huido de mis ojos".
El santo niño había de conseguir el arrepentimiento para su asesino. Bautizado y arrepentido, Albayucet subirá tranquilo a la horca.
"Divulgado el suceso -escribe fray Lamberto de Zaragoza-, y obrados por el divino poder muchos milagros, el obispo Arnaldo dispuso una procesión general, a la que asistió con todo el clero la ciudad, la nobleza, la tropa y la plebe, todos con velas blancas, y llevaron el santo cuerpo por todas las iglesias y calles de la ciudad, hasta por la puerta Cineja, mostrándolo a todos y haciendo ver en él las llagas de las manos y pies y costado."
Hoy mismo es muy viva la devoción que Zaragoza siente por su glorioso mártir. Su fiesta está incluida entre las de primera clase y los niños de coro de La Seo y del Pilar le festejan como Santo patrono. Desde los días del martirio existe la cofradía de Santo Dominguito. El rey Jaime I de Aragón tuvo a honor ser inscrito en ella.
Sus restos mortales se conservan en una capilla de la catedral en hermosa urna de alabastro. Sobre la urna un ángel sostiene esta leyenda:
"Aquí yace el bienaventurado niño Domingo del Val, mártir por el nombre de Cristo".
MARCOS MARTÍNEZ DE VADILLO
domingo, 30 de agosto de 2009
Jehová ¿el verdadero y único nombre de Dios?
La utilización del nombre Jehová para designar a Dios, es sin duda alguna, uno de sus errores más grandes, pero que a su vez con más insistencia defienden.
Echan mano para ello de todo argumento posible, aún cuando ellos mismos admiten como errónea la traducción de la palabra hebrea YHWH (llamada el Tetragrama Sagrado) como Jehová.(Cfr. libro de los TJ 'Usted puede vivir para siempre en el paraiso en la tierra donde ellos aceptan que jehova no es el nombre mas correcto)
Sin embargo, tal reconocimiento no logra disminuir su insistencia, basándose en que al ‘Juez’ Rutherford (presidente de la organización durante 1917-1942) le había sido revelado ‘misteriosamente’ que el verdadero nombre que debían utilizar para distinguirse de la cristiandad ‘apóstata’ era el de “Testigos de Jehová” (en tal sentido ver ‘Sea Dios Veraz’, cap. II; ‘La Verdad que lleva a la Vida Eterna’, cap. 3; entre otros).
Llegados a este punto, resulta conveniente explicar como surgió el error de traducir YHWH como Jehová.
Pues bien, el mismo tiene su origen con los maestros rabínicos del s. VII D.C. quienes se encontraron ante la dificultad de cómo pronunciar YHWH, dada la prohibición de nombrar a Dios que en aquél entonces regía entre los judíos.
Antiguamente, la escritura utilizada por los hebreos carecía de signos que representaran las vocales, por lo que sólo se escribían las consonantes. Es decir, la escritura sólo era con consonantes, pero su pronunciación era con la utilización de vocales, para las cuales no existían signos que permitieran ser escritas. Así, y conforme a la combinación que se hacía entre las consonantes, era la vocal que correspondía acompañar a cada una de ellas, según lo marcaba una antigua tradición. Repito, sí poseían un sistema, aunque muy imperfecto, en el que frecuentemente se usaban ciertos signos consonánticos [llamados matres lectionis por los gramáticos católicos] para indicar la presencia de vocales
Por ende, aquellos rabinos al intentar realizar la traducción utilizaron como base las vocales de la palabra ‘Aedonai’(que significa Señor) trasladándolas al tetragrama YHWH. Para realizar tal operación, anularon todas las consonantes, incluida la ‘i’ (que también era considerada una consonante). Luego a la vocal ‘a’ la modificaron por la ‘e’, ya que la primera traía dificultades de pronunciación y significado (es decir, ‘Yaehová’), quedando entonces solo las vocales ‘e-o-a’. Al trasladar éstas al tetragrama YHWH quedó conformada la palabra ‘YeHoWa’. De ese acto arbitrario de traducción es que surgió la palabra Jehová.
Posteriormente, ese error fue repetido por los exégetas o intérpretes de las Sagradas Escrituras de los siglos XVI al XIX, dada la falta de un conocimiento mayor del idioma utilizado por los escritores sagrados.
Recordemos que recién a comienzos del s. XIX –a través de estudiosos como Champolión y otros- pudo ser descifrado el significado de los jeroglíficos egipcios, por lo que el conocimiento que hoy en día se ha alcanzado de los idiomas de la antigüedad y que permite corregir viejos errores, en aquellos siglos no existía.
Para fundamentar su posición, suelen argumentar los Testigos que en diversas Biblias no jehovistas, en español o en inglés, se ha utilizado comúnmente la palabra Jehová. Entre otras, citan la traducción de la Vulgata (de San Jerónimo) realizada por Felix Torres Amat. Pues bien, la explicación del error ya ha sido dada, y Torres Amat es un claro ejemplo de ello.
Sin embargo, a partir del s. XX todas las Biblias (católicas o no) corrigieron la palabra Jehová por la de Yavé, Yahvé o Yahvéh (que significa ‘El que es’), y que resulta a todas luces una transliteración o traducción mucho mas ajustada al original, salvo para la Traducción del Nuevo Mundo (jehovista) que persiste en aquél viejo error.
Pero a pesar de todo lo dicho, nos preguntamos ¿es de vital importancia designar el nombre de Dios como Yavé o Jehová?. Entendemos que no.
Sólo puede decirse cual es la correcta pronunciación del tegragrama sagrado YHWH, pero bajo ningún aspecto ello permite sostener –dogmáticamente- la pretensión que ése es el único y verdadero nombre de Dios.
De hecho, en el Nuevo Testamento, la palabra Yavé (o Jehová) no es mencionada ni en una sola ocasión, ya que la mayoría de las veces se lo designa como “Kyrios que significa Señor”, como “el Alfa y la Omega”, el “Creador”, etc.
Así, el mismísimo Jesucristo generalmente utiliza la palabra ‘Padre’ pero nunca Jehová ni Yavé.
Por ello, la pretensión de los Testigos de Jehová de que el verdadero y único nombre de Dios es Jehová carece de respaldo bíblico, resultando penoso que para lograrlo deban recurrir a tergiversar los textos sagrados, reemplazando arbitrariamente y de mala fe la palabra Señor por Jehová o, en su caso y en un mismo texto, distinguiendo Señor de Jehová (vgr. en Rom. 14:6-9), todo –vale aclarar- con la finalidad de justificar la diferencia de naturalezas que (dicen) existe entre Dios y Cristo.
Santa Rosa de Lima - 30 de Agosto
El Papa Inocencio IX dijo de esta santa un elogio admirable: "Probablemente no ha habido en América un misionero que con sus predicaciones haya logrado más conversiones que las que Rosa de Lima obtuvo con su oración y sus mortificaciones". Lo cual es mucho decir.
Nacida en Lima, Perú, en 1586 (año de la aparición de la Virgen en Chinquinquirá) fue la primera mujer americana declarada santa por la Iglesia Católica.
Cambio de Nombre. En el bautizo le pusieron el nombre de Isabel, pero luego la mamá al ver que al paso de los años su rostro se volvía sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de Rosa. Y el Sr. Arzobispo al darle la confirmación le puso definitivamente ese nombre, con el cual es conocida ahora en todo el mundo.
Evitando peligros.
Desde pequeñita Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación. Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: "Rosa conságrame a mí todo tu amor". Y en adelante se propuso no vivir sino para amar a Jesucristo. Y al ir a su hermano decir que si muchos hombres se enamoraban perdidamente era por la atracción de una larga cabellera ó de una piel muy hermosa, se cortó el cabello y se propuso llevar el rostro cubierto con un velo, para no ser motivo de tentaciones para nadie. Quería dedicarse únicamente a amar a Jesucristo.
Renunciando a un amor
Un joven de alta clase social se enamoró de Rosa y quería casarse con ella. Sus padres estaban muy entusiasmados porque ellos eran pobres y esto daría a la joven un porvenir brillante. Pero ella, aunque hubo serios disgustos en la familia, les declaró que se había propuesto que su amor sería totalmente para Dios y que renunciaba por completo a todo matrimonio, por brillante que fuera.
Vocación detenida.
Se propuso irse de monja agustina. Pero el día en que fue a arrodillarse ante la imagen de la Virgen Santísima para pedirle que le iluminara si debía irse de monja ó no, sintió que no podía levantarse del suelo donde estaba arrodillada. Llamó a su hermano a que le ayudara a levantarse pero él tampoco fue capaz de moverla de allí. Entonces se dio cuenta de que la voluntad de Dios era otra y le dijo a Nuestra Señora: "Oh Madre Celestial, si Dios no quiere que yo me vaya a un convento, desisto desde ahora de su idea". Tan pronto pronunció estas palabras quedó totalmente sin parálisis y se pudo levantar del suelo fácilmente.
Una mariposa señala el color.
Seguía pidiéndole a Dios que le indicara a que asociación religiosa debería ingresar. Y de pronto empezó a llegar junto a ella cada día una mariposa de blanco y negro. Y revoloteaba junto a sus ojos. Con esto le pareció entender que debería buscar una asociación que tuviera un hábito de blanco y negro. Y descubrió que eran las terciarias dominicas, unas mujeres que se vestían con túnica blanca y manto negro y llevaban vida como de religiosas, pero vivían en sus propias casas. Y pidió ser admitida y la aceptaron.
Su patrona y su modelo.
Entonces vino a saber que la más famosa terciaria dominica es Santa Catalina de Siena (29 de abril) y se propuso estudiar su vida e imitarla en todo. Y lo logró de manera admirable. Se fabricó una túnica blanca y el manto negro y el velo también negro para la cabeza, y así empezó a asistir a las reuniones religiosas del templo.
Encierro total.
Pero sucedió que la gente admirada de su comportamiento empezó a señalarla y a llamarla "la santa". Entonces ella que sabía que nada es tan peligroso como la vanidad y el orgullo y el deseo de aparecer, se fabricó una pequeña habitación en el solar de la casa donde vivía y allí se dedicó a practicar por largas horas del día y de la noche sus meditaciones, sus penitencias y sus muchas oraciones. Allí pasará el resto de su vida y solamente saldrá para ir a misa ó a socorrer a algún enfermo.
Ganando el pan con el sudor.
Su padre fracasó en el negocio de una mina y la familia quedó en gran pobreza. Entonces Rosa se dedicó durante varias horas de cada día a cultivar un huerto en el solar de la casa y durante varias horas de la noche a hacer costuras, para ayudar a los gastos del hogar.
Ataques varios.
El demonio la atacaba de muy diversas maneras. Y las tentaciones impuras la hacían sufrir enormemente. Además le llegaban épocas de terribles sequedades espirituales en las cuales todo lo que fuera oración, meditación ó penitencias le producía horror y asco. Y fuera de eso la gente se burlaba de su comportamiento y los mismos familiares la consideraban equivocada en su modo de vivir. Alguna vez le protestó amorosamente a Jesucristo por todo esto, diciéndole: "Señor, ¿y a dónde te vas cuando me dejas sola en estas terribles tempestades?". Y oyó que Jesús le decía: "Yo no me he ido lejos. Estaba en tu espíritu dirigiendo todo para que la barquilla de tu alma no sucumbiera en medio de la tempestad".
Sus penitencias.
Es difícil encontrar en América otro caso de mujer que haya hecho mayores penitencias. No las vamos a describir todas aquí porque muchas de ellas no son para imitar. Pero sí tenemos que decir que lo primero que se propuso mortificar fue su orgullo, su amor propio, su deseo de aparecer y de ser admirada y conocida. Y en ella, como en todas las cenicientas del mundo se ha cumplido lo que dijo Jesús: "quien se humilla será enaltecido".
Una segunda penitencia de Rosa de lima fue la de los alimentos. Su ayuno era casi continuo. Y su abstinencia de carnes era perpetua. Comía lo mínimo necesario para no desfallecer de debilidad. Aún los días de mayores calores, no tomaba bebidas refrescantes de ninguna clase, y aunque a veces la sed la atormentaba, le bastaba mirar el crucifijo y recordar la sed de Jesús en la cruz, para tener valor y seguir aguantando su sed, por amor a Dios.
Dormía sobre duras tablas, con un palo por almohada. Alguna vez que le empezaron a llegar deseos de cambiar sus tablas por un colchón y una almohada, miró al crucifijo y le pareció que Jesús le decía: "Mi cruz, era mucho más cruel que todo esto". Y desde ese día nunca más volvió a pensar en buscar un lecho más cómodo.
Sus dolores.
Distintas enfermedades la atacaron por mucho tiempo. Cuando algunas personas la criticaban por sus demasiadas penitencias, les respondía: "Si ustedes supieran lo hermosa que es un alma sin pecado, estarían dispuestos a sufrir cualquier martirio con tal de mantener el alma en gracia de Dios". Y ella sí que los sufrió. En sus últimos meses exclamaba: "Nunca pensé que una persona tuviera que sufrir tanto, tanto como lo que yo estoy sufriendo. Pero Jesucristo me concede valor para soportarlo todo."
Los últimos años vivía continuamente en un ambiente de oración mística, con la mente casi ya más en el cielo que en la tierra. Su oración y sus sacrificios y penitencias conseguían numerosas conversiones de pecadores, y aumento de fervor en muchos religiosos y sacerdotes. En la ciudad de Lima había ya una convicción general de que esta muchacha era una verdadera santa.
Anuncio de la fecha de su muerte
Desde 1614 ya cada año al llegar la fiesta de San Bartolomé, el 24 de agosto, demuestra su gran alegría. Y explica el porqué de este comportamiento: "Es que en una fiesta de San Bartolomé iré para siempre a estar cerca de mi redentor Jesucristo". Y así sucedió. El 24 de agosto del año 1617, después de terrible y dolorosa agonía, expiró con la alegría de irse a estar para siempre junto al amadísimo Salvador. Tenía 31 años.
Funeral de primera
Y a esta muchacha pobre y sin estudios le hicieron un funeral poco común en la ciudad de Lima. La primera cuadra llevaron su ataúd los monseñores de la catedral, como lo hacían cuando moría un arzobispo. La segunda cuadra lo llevaron los senadores (u oidores), como lo hacían cuando moría un virrey. Y la tercera cuadra lo llevaron los religiosos de las Comunidades, para demostrarle su gran veneración. El entierro hubo que dejarlo para más tarde porque inmensas multitudes querían visitar su cadáver, y filas interminables de fieles pasaban con devota veneración frente a él. Después la sepultaron en una de las paredes del templo.
Honores finales.
Los milagros empezaron a sucederse en favor de los que invocaban la intercesión de Rosa, y el sumo pontífice la declaró santa y la proclamó Patrona de América Latina.
Rosa de Lima: la más bella rosa que ha producido nuestro continente: no dejes un solo día de rezar a tu gran amigo Jesucristo, por este continente americano tan supremamente necesitado de las bendiciones de Dios.
sábado, 29 de agosto de 2009
SS Benedicto XVI no da “marcha atrás” en el Vaticano II
El Secretario de Estado Vaticano, Cardenal Tarcisio Bertone, señaló que las "elucubraciones y susurros sobre presuntos documentos de retroceso" en cuanto a la reforma de la Iglesia, en continuidad con la Tradición y el Magisterio iniciada con el Concilio Vaticano II, "son puras invenciones según un cliché estandarizado y vuelto a proponer de manera obstinada" por algunos.
Así lo indicó el Purpurado vaticano en una entrevista concedida a L'Osservatore Romano al ser preguntado por "algunas reservas" o "temores" de algunos que consideran que el Papa Benedicto XVI estaría yendo "contra" el Concilio Vaticano II, cuando la realidad demuestra todo lo contrario.
"Para entender –explicó el Cardenal– las intenciones de acción del gobierno de Benedicto XVI es necesario referirse a su historia personal –una experiencia variada que le ha permitido atravesar la Iglesia conciliar como verdadero protagonista– y, una vez elegido Papa, al discurso de inauguración de su pontificado, al de la Curia romana el 22 de diciembre de 2005 y a los actos precisos por él queridos y firmados (y en cada momento pacientemente explicados)".
Seguidamente el Secretario de Estado cita algunas "instancias del Concilio Vaticano II promovidas constantemente por el Papa con inteligencia y profundidad de pensamiento: la relación más comprensiva con las Iglesias ortodoxas y orientales, el diálogo con el judaísmo y con el Islam, que con recíproca atracción, ha suscitado respuestas y profundizaciones nunca antes vistas, purificando la memoria y abriéndose a las riquezas del otro".
Tras resaltar la buena relación que tiene el Papa con los obispos, el Cardenal Bertone señaló que "en cuanto a la reforma de la Iglesia –que es sobre todo una cuestión de interioridad y de santidad– Benedicto XVI nos ha llamado a la fuente de la Palabra de Dios, a la ley evangélica y al corazón de la vida de la Iglesia: Jesús, el Señor conocido, amado, adorado e imitado".
"Con el volumen de Jesús de Nazaret y con el segundo que está preparando, el Papa nos hace un gran don y nos recuerda su voluntad de 'hacer de Cristo el corazón del mundo'", añadió.
Luego de explicar que en su pontificado, Benedicto XVI hasta el momento ha hecho más de 70 nombramientos, el Cardenal Bertone advierte que, en los medios seculares, está como "establecida la costumbre de imputar al Papa –o como se dice, sobre todo en Italia, al Vaticano– la responsabilidad de todo lo que sucede en la Iglesia o lo que declara cualquier miembro de las Iglesias locales, instituciones o grupos eclesiales. Esto no es correcto".
"Benedicto XVI es un modelo de amor a Cristo y la Iglesia, la persona que es Pastor universal, la guía en la vía de la verdad y la santidad, indicando a todos la medida alta de la fidelidad a Cristo y la ley evangélica", añadió.
Lo que es justo, explicó el Cardenal Bertone, "para una correcta información, es atribuir a cada uno (unicuique suum) la propia responsabilidad por los hechos y las palabras, sobre todo cuando estas contradicen patentemente las enseñanzas y el ejemplo del Papa".
"La imputabilidad es personal, y este criterio vale para todos, incluso en la Iglesia. Pero sobre todo el modo de informar y juzgar depende de las buenas intenciones y del amor por la verdad de los periodistas y los medios", explicó el Secretario de Estado.
Martirio de San Juan Bautista - 29 de agosto
1. Nota Histórico-litúrgica
La memoria obligatoria del martirio del precursor del Señor se remonta a la dedicación de una cripta de Sebaste (Samaría), donde se veneraba su cabeza ya a mediados del siglo IV. Tal veneración, perpetuada en el siglo V en Jerusalén, estaba presente en todas las Iglesias de Oriente, y en Roma, desde el siglo VI, con el título de degollación de san Juan Bautista, o de passio del Bautista, como es llamada en los santuarios. El relato de esta decapitación, realizada en la fortaleza de Maqueronte - a oriente del mar Muerto -, adonde Herodes Agripa se había retirado de vacaciones, se lo hicieron saber a Jesús verbalmente los discípulos de Bautista, entre ellos Juan y Andrés (Mc. 6, 17 - 29); fue condenado a muerte para saciar el deseo de venganza de Herodías, mujer de Herodes Agripa, tras la danza de Salomé. Según las referencias del martirologio romano, tal degollación ocurrió en la proximidad de la pascua. La reliquia de su cabeza, en el segundo reencuentro, fue trasladada a la iglesia de San Silvestre, en el campo Marzio, en Roma; pero estas últimas noticias no pueden documentarse.
2. Mensaje y actualidad
Las oraciones de la misa son un recuerdo de la grandeza del precursor, "el mayor de los nacidos de mujer", llamado también "hombre honrado y santo".
a) Ante todo, en la colecta se subraya que "Dios ha querido que san Juan Bautista fuese el precursor del nacimiento y de la muerte de su Hijo". Esta temática del martirio profético es desarrollada en la homilía de san Beda, en el oficio de lectura, cuando escribe: "El, que precedió a Cristo en su nacimiento, en su predicación y en su bautismo, anunció también con su martirio, anterior al de Cristo, la pasión futura del Señor... La muerte - que de todas maneras había de acaecerle por ley natural - era para él algo apetecible, teniendo en cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella alcanzaría la palma de la vida eterna".
Estas dos virtudes son, pues, las características de este gran testigo, como cante el mismo Beda en el himno de vísperas (cuarta estrofa): "Con el presagio de su sangre, el mártir Bautista ha sellado la muerte inocente de Cristo, con la cual se ha restituido la vida al mundo".
b) En la oración sobre las ofrendas se pone de relieve el anuncio de la predicación del Bautista, pidiéndole al Señor que clama en el desierto, nos enseñó de palabra y selló con su sangre." La antífona del Magníficat, en vísperas, recuerda la humildad de aquel que afirmó que no era Cristo, sino un enviado por delante de él, porque "él tiene que crecer, y yo tengo que menguar". La santidad del profeta de Cristo, que recordaba la voz de Isaías en el desierto para anunciar que todo estaba para cumplirse con la venida del mesías, es, por tanto, un hecho de verdad total, en su humildad de precursor destinado a desaparecer como una lámpara que arde y brilla ante la verdad luminosa del sol.
c) La oración después de la comunión parece genérica, porque pide que "al celebrar el martirio de san Juan Bautista" podamos "comprender y venerar estos sacramentos que hemos recibido y percibir en nosotros su fruto abundante". Pero de hecho el tema de la alegría evoca el tema de la antífona en el Benedictus de las laudes, es decir, del "amigo del esposo, que asiste y lo oye", y se "alegra con la voz del esposo, pues esta alegría suya está colmada". También para nosotros puede ser la eucaristía una experiencia de comunión íntima y nupcial, donde recibimos la alegría profunda de estar salvados.
d) En el prefacio se resumen los cuatro acontecimientos que caracterizaron la misión del precursor, profeta del juez universal, que el cuarto evangelio hace testigo del mesías. Ante todo, su concepción y nacimiento, como un preanuncio profético inmediato de la alegría de la redención. Luego, el privilegio único de señalar - tan sólo él entre los profetas - al cordero de nuestro rescate. Después, el bautismo de Cristo en las aguas del Jordán, que se convierte en el protoacontecimiento simbólico del mismo sacramento del bautismo, cuyo autor es Cristo. Por fin, el sello de su testimonio de Cristo con el derramamiento de su sangre.
La actualidad de tal martirio para nosotros puede apreciarse en la inescindible conexión, establecida por Jesús mismo en el evangelio ( Mc. 10, 38; Lc 12, 50), entre el bautismo y su muerte sacrificial por nosotros. Ahora "el mayor de los profetas, el mártir poderoso y el cultor del eremitorio, que no conoció la mancha del cándido pudor", como canta la primera estrofa del himno de las laudes, nos invita a vivir nuestro bautismo como una ofrenda permanente de vida hasta el sacrificio de nosotros mismos.
viernes, 28 de agosto de 2009
Fragmento de Confesiones de san Agustín
Libro X; capítulos 9, 10 y 11.
No son sólo éstos los únicos tesoros almacenados en mi vasta memoria. Aquí se encuentran también todas las nociones que aprendí de las artes liberales que todavía no he olvidado. Y están como escondidas en un lugar interior, que no es lugar. Pero no están las imágenes de las cosas, sino las cosas mismas. Yo sé, en efecto, lo que es la gramática, la dialéctica y las diferentes categorías de preguntas. Todo lo que sé de ellas está, ciertamente, en mi memoria, pero no como una imagen retenida de una cosa, cuya realidad ha quedado fuera de mí. No es tampoco como la voz impresa que suena y se desvanece, dejando una huella por la que recordamos como si sonara cuando ya no suena. Ni como el perfume que pasa y se pierde en el viento y que, afectando al sentido del olfato, envía su imagen a la memoria, por la que puede ser reproducida. Ni como el manjar, que ya no tiene sabor en el estómago y que parece lo tiene, sin embargo, en la memoria. Ni como una sensación que sentimos en el cuerpo a través del tacto que, aunque esté alejada de nosotros, podemos imaginarla en la memoria después del tacto.
En estos casos las cosas no penetran en la memoria. Simplemente son captadas sus imágenes con asombrosa rapidez, quedando almacenadas en un maravilloso sistema de compartimentos, de los cuales emergen de forma maravillosa cuando las recordamos.
Pero cuando oigo que son tres las categorías de preguntas –si la cosa existe, qué es y cuál es– retengo las imágenes de los sonidos de que se componen estas palabras. Y sé también que atravesaron el aire con estrépito y que ya no existen. Pero los hechos significados por estos sonidos no los he tocado nunca con ningún sentido del cuerpo. Tampoco los he podido ver fuera de mi alma, ni son sus imágenes las que almaceno en mi memoria sino los hechos mismos. Que me digan, pues, si pueden, por dónde entraron en mí. Recorro todas las puertas de mi cuerpo y no hallo por dónde han podido entrar estos hechos. Mis ojos me dicen, en efecto: «Si tienen color, nosotros los anunciamos.» Los oídos dicen: «Si emitieron algún sonido, nosotros los hemos detectado.» El olfato dice: «Si despiden algún olor, por aquí pasaron.» El gusto dice también: «Si no tienen sabor, no me preguntéis por ellos.» El tacto dice: «Si no es cuerpo, no lo toqué, y si no lo he tocado, no he transmitido mensaje de él.»
¿Cómo, entonces, estos hechos entraron en mi memoria? ¿Por dónde entraron? No lo sé. Cuando los aprendí, no los di crédito por testimonio ajeno. Simplemente los reconocí en mi alma como verdaderos y los aprobé, para después encomendárselos como en depósito y poder sacarlos cuando quisiera. Por tanto, debían estar en mi alma incluso antes de que yo los aprendiese, aunque no estuviesen presentes en la memoria. ¿En dónde estaban? ¿Por qué los reconocí al ser nombrados y decir yo: «Así es, es verdad?» Sin duda porque ya estaban en mi memoria y tan retirados y escondidos como si estuvieran en cuevas profundísimas. Tanto, que no habría podido pensar en ellos, ni alguien no me hubiera advertido de ellos para sacarlos a relucir.
Descubrimos así que aprender las cosas –cuyas imágenes no captamos a través de los sentidos- equivale a verlas interiormente en sí mismas tal cual son, pero sin imágenes. Es un proceso del pensamiento por el que recogemos las cosas que ya contenía la memoria de manera indistinta y confusa, cuidando con atención de ponerlas como al alcance de la mano en la memoria –pues antes quedaban ocultas, dispersas y desordenadas– a fin de que se presenten ya a la memoria con facilidad y de modo habitual. Mi memoria acumula un gran número de hechos e ideas de este tipo, que, como dije, han sido ya descubiertas y puestas como a mano y que afirmamos haber aprendido y conocido. Si las dejo de recordar de tiempo en tiempo, vuelven a sumergirse y hundirse en los compartimentos más hondos de mi memoria, de modo que es necesario repensarlas otra vez en este lugar –pues no es posible localizarlas en otro–. En otras palabras, cuando se han dispersado, he de recogerlas de nuevo para poder conocerlas. Tal es la derivación del verbo cogitare, que significa pensar. Pues en latín el verbo cogo (recoger, coger) dice la misma relación a cogito (pensar, cogitar) que ago (mover) a agito (agitar) o que facio (hacer) a factito (hacer con frecuencia). Pero la palabra cogito queda reservada a la función del alma. Se emplea correctamente sólo cuando se aplica cogitari a lo que se recoge (colligitur), es decir, lo que se junta (cogitar) no en un lugar cualquiera, sino en el alma.
Fuente: Agustín, San. Confesiones. Prólogo, traducción y notas de Pedro Rodríguez de Santidrián. Madrid. Alianza Editorial, 1998.
San Agustín de Hipona - 28 de agosto
San Agustín de Hipona,(354-430), el más grande de los padres de la Iglesia y uno de los más eminentes doctores de la Iglesia occidental. Agustín nació el 13 de noviembre del año 354 en Tagaste, Numidia (hoy Souk-Ahras, Argelia). Su padre, Patricio (fallecido hacia el año 371), era un pagano (más tarde convertido al cristianismo), pero su madre, Mónica, era una devota cristiana que dedicó toda su vida a la conversión de su hijo, siendo canonizada por la Iglesia católica romana. Agustín se educó como retórico en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago. Entre los 15 y los 30 años vivió con una mujer cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con la que tuvo un hijo en el año 372 al que llamaron Adeodatus, que en latín significa regalo de Dios.
Doctores de la Iglesia, eminentes maestros cristianos proclamados por la Iglesia como merecedores de ese título, que viene del latín Doctor Ecclesiae. De acuerdo con este rango, la Iglesia reconoce la contribución de los citados teólogos a la doctrina y a la comprensión de la fe. La persona así llamada tiene que haber sido canonizada previamente y haberse distinguido por su erudición. La proclamación tiene que ser realizada por el Papa o por un concilio ecuménico. Los primeros Doctores de la Iglesia fueron los teólogos occidentales san Ambrosio, san Agustín de Hipona, san Jerónimo y el Papa san Gregorio I, que fueron nombrados en 1298. Los correspondientes Doctores de la Iglesia de Oriente son san Atanasio, san Basilio, san Juan Crisóstomo y san Gregorio Nacianceno. Fueron nombrados en 1568, un año después de que se designara con la misma condición a santo Tomás de Aquino. Mujeres que han alcanzado esta distinción fueron santa Catalina de Siena y santa Teresa de Jesús (en 1970) y santa Teresa del Niño Jesús (en 1997).
Contienda Intelectual
Inspirado por el tratado filosófico Hortensius, del orador y estadista romano Cicerón, Agustín se convirtió en un ardiente buscador de la verdad, estudiando varias corrientes filosóficas antes de ingresar en el seno de la Iglesia. Durante nueve años, del año 373 al 382, se adhirió al maniqueísmo, filosofía dualista de Persia muy extendida en aquella época por el Imperio Romano de Occidente. Con su principio fundamental de conflicto entre el bien y el mal, el maniqueísmo le pareció a Agustín una doctrina que podía corresponder a la experiencia y proporcionar las hipótesis más adecuadas sobre las que construir un sistema filosófico y ético. Además, su código moral no era muy estricto; Agustín recordaría posteriormente en sus Confesiones: "Concédeme castidad y continencia, pero no ahora mismo". Desilusionado por la imposibilidad de reconciliar ciertos principios maniqueístas contradictorios, Agustín abandonó esta doctrina y dirigió su atención hacia el escepticismo.
Hacia el año 383 se trasladó de Cartago a Roma, pero un año más tarde fue enviado a Milán como catedrático de retórica. Aquí se movió bajo la órbita del neoplatonismo y conoció también al obispo de la ciudad, san Ambrosio, el eclesiástico más distinguido de Italia en aquel momento. Es entonces cuando Agustín se sintió atraído de nuevo por el cristianismo. Un día por fin, según su propio relato, creyó escuchar una voz, como la de un niño, que repetía: "Toma y lee". Interpretó esto como una exhortación divina a leer las Escrituras y leyó el primer pasaje que apareció al azar: "... nada de comilonas y borracheras, nada de lujurias y desenfrenos, nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias" (Rom. 13, 13-14). En ese momento decidió abrazar el cristianismo. Fue bautizado con su hijo natural por Ambrosio la víspera de Pascua del año 387. Su madre, que se había reunido con él en Italia, se alegró de esta respuesta a sus oraciones y esperanzas. Moriría poco después en Ostia.
Maniqueísmo, antigua religión que tomó el nombre de su fundador, el sabio persa Mani (c. 216-c. 276). Durante varios siglos representó un gran desafío para el cristianismo.
Mani nació en el seno de una aristocrática familia persa del sur de Babilonia (actual Irak). Su padre, un hombre muy piadoso, lo educó en una austera secta bautista, posiblemente la de los mandeos. A la edad de 12 y luego a los 24 años, Mani creyó haber tenido apariciones, en las que un ángel lo nombraba el profeta de una nueva y última revelación. En su primer viaje misionero, Mani llegó a la India, donde recibió la influencia del budismo. Bajo la protección del nuevo emperador persa Shapur I (quien reinó entre 241 y 272), Mani predicó en todo el Imperio, e incluso envió misioneros al Imperio romano. La rápida propagación del maniqueísmo provocó una actitud hostil por parte de los líderes del zoroastrismo ortodoxo. Cuando Bahram I sucedió en el trono al emperador anterior (entre 274 y 277), lo convencieron de que arrestara a Mani, culpándolo de herejía. Al poco tiempo Mani murió, no se sabe si en prisión o ejecutado.
Mani se autoproclamaba el último de los profetas, dentro de los que se consideraba a Zoroastro, Buda y Jesús, y cuyas revelaciones parciales, según él, estaban contenidas y se consumaban en su propia doctrina. Aparte del zoroastrismo y del cristianismo, el maniqueísmo es otro de los movimientos religiosos que reflejan una fuerte influencia del gnosticismo.
La doctrina fundamental del maniqueísmo se basa en una división dualista del universo, en la lucha entre el bien y el mal: el ámbito de la luz (espíritu) está gobernado por Dios y el de la oscuridad (problemas) por Satán. En un principio, estos dos ámbitos estaban totalmente separados, pero en una catástrofe original, el campo de la oscuridad invadió el de la luz y los dos se mezclaron y se vieron involucrados en una lucha perpetua. La especie humana es producto, y al tiempo un microcosmos, de esta lucha. El cuerpo humano es material, y por lo tanto, perverso; el alma es espiritual, un fragmento de la luz divina, y debe ser redimida del cautiverio que sufre en el mundo dentro del cuerpo. Se logra encontrar el camino de la redención a través del conocimiento del ámbito de la luz, sabiduría que es impartida por sucesivos mensajeros divinos, como Buda y Jesús, y que termina con Mani. Una vez adquirido este conocimiento, el alma humana puede lograr dominar los deseos carnales, que sólo sirven para perpetuar ese encarcelamiento, y poder así ascender al campo de lo divino.
Los maniqueos estaban divididos en dos clases, de acuerdo a su grado de perfección espiritual. Los llamados elegidos practicaban un celibato estricto y eran vegetarianos, no bebían vino y no trabajaban, dedicándose sólo a la oración. Con esa postura, estaban asegurando su ascensión al campo de la luz después de su muerte. Los oyentes, un grupo mucho más numeroso, lo formaban aquellos que habían logrado un nivel espiritual más bajo. Les estaba permitido contraer matrimonio (aunque se les prohibía tener hijos), practicaban ayunos semanales y servían a los elegidos. Su esperanza era volver a nacer convertidos en elegidos. Con el tiempo, se conseguirían rescatar todos los fragmentos de la luz divina y el mundo se destruiría; después de eso, la luz y la oscuridad volverían a estar separadas para siempre.
Durante el siglo que siguió a la muerte de Mani, sus doctrinas se extendieron por el este hasta China, y fue ganando adeptos en todo el Imperio romano, en especial en el norte de África. San Agustín, el gran teólogo del siglo IV, fue maniqueo durante nueve años antes de su conversión al cristianismo. Más tarde escribiría documentos importantes contra el movimiento, que además había sido condenado por varios papas y emperadores romanos. A pesar de que el maniqueísmo, como religión, desapareció del mundo occidental a principios de la edad media, se puede seguir su influencia en la existencia de grupos heréticos medievales con las mismas ideas sobre el bien y el mal como los albigenses, bogomilos y los paulicianos. Aún sobreviven muchas de las concepciones gnósticas-maniqueas del mundo, desarrolladas por movimientos y sectas religiosas modernas, como la teosofía y la antroposofía del filósofo austriaco Rudolf Steiner.
Mani consideraba que la pérdida o mala interpretación de las enseñanzas de otros profetas radicaba en el hecho de que no habían dejado constancia escrita de sus enseñanzas. Por eso, Mani escribió muchos libros para que sirvieran como recordatorio de su pensamiento. A comienzos del siglo XX fueron encontrados fragmentos de estas escrituras. Estaban escritas en chino, turco y egipcio. También se encontraron, al mismo tiempo, himnos, catecismos y otros textos maniqueos. Otras fuentes de las doctrinas maniqueas provienen de los escritos de san Agustín y de otros escritores que se opusieron al movimiento.
Obispo Y Teólogo
Agustín regresó al norte de África y fue ordenado sacerdote el año 391, y consagrado obispo de Hipona (ahora Annaba, Argelia) en el 395, cargo que ocuparía hasta su muerte. Fue un periodo de gran agitación política y teológica, ya que mientras los bárbaros amenazaban el Imperio llegando a saquear Roma en el 410, el cisma y la herejía amenazaban también la unidad de la Iglesia. Agustín emprendió con entusiasmo la batalla teológica. Además de combatir la herejía maniqueísta, participó en dos grandes conflictos religiosos: uno de ellos fue con los donatistas, secta que mantenía la invalidez de los sacramentos si no eran administrados por eclesiásticos sin pecado. El otro lo mantuvo con los pelagianos, seguidores de un monje contemporáneo británico que negaba la doctrina del pecado original. Durante este conflicto, que fue largo y enconado, Agustín desarrolló sus doctrinas de pecado original y gracia divina, soberanía divina y predestinación. La Iglesia católica apostólica romana ha encontrado especial satisfacción en los aspectos institucionales o eclesiásticos de las doctrinas de san Agustín; la teología católica, lo mismo que la protestante, están basadas en su mayor parte, en las teorías agustinianas. Juan Calvino y Martín Lutero, líderes de la Reforma, fueron estudiosos del pensamiento de san Agustín.
La doctrina agustiniana se situaba entre los extremos del pelagianismo y el maniqueísmo. Contra la doctrina de Pelagio mantenía que la desobediencia espiritual del hombre se había producido en un estado de pecado que la naturaleza humana era incapaz de cambiar. En su teología, los hombres y las mujeres son salvados por el don de la gracia divina; contra el maniqueísmo defendió con energía el papel del libre albedrío en unión con la gracia. Agustín murió en Hipona el 28 de agosto del año 430. El día de su fiesta se celebra el 28 de agostO.
Obras
La portancia de san Agustín entre los padres y doctores de la Iglesia es comparable a la de san Pablo entre los apóstoles. Como escritor, fue prolífico, convincente y un brillante estilista. Su obra más conocida es su autobiografía Confesiones (400?), donde narra sus primeros años y su conversión. En su gran apología cristiana La ciudad de Dios (413-426), Agustín formuló una filosofía teológica de la historia. De los veintidós libros de esta obra diez están dedicados a polemizar sobre el panteísmo. Los doce libros restantes se ocupan del origen, destino y progreso de la Iglesia, a la que considera como oportuna sucesora del paganismo. En el año 428, escribió las Retractiones, donde expuso su veredicto final sobre sus primeros libros, corrigiendo todo lo que su juicio más maduro consideró engañoso o equivocado. Sus otros escritos incluyen las Epístolas, de las que 270 se encuentran en la edición benedictina, fechadas entre el año 386 y el 429; sus tratados De libero arbitrio (389-395), De doctrina Christiana (397-428), De Baptismo, Contra Donatistas (400-401), De Trinitate (400-416), De natura et gratia (415) y homilías sobre diversos libros de la Biblia.
En Confesiones, uno de los principales escritos del más insigne Padre y Doctor de la Iglesia, san Agustín de Hipona, éste refirió de forma autobiográfica y con un brillante estilo literario algunos de los episodios más importantes de su vida. Además, en sus páginas expuso gran parte de su pensamiento teológico y filosófico. El fragmento que sigue supone una interesante aproximación a su teoría del conocimiento.
Conclusión
Sobre San Agustín de Hipona
Homilía en la XLVIII Semana Litúrgica
Cardenal Giacomo Biffi
Arzobispo de Bolonia
Esta eucaristía -en el contexto de los días de luz y de gracia de la 48va. Semana Litúrgica- se celebra en la memoria de San Agustín. Es una circunstancia providencial, que no queremos dejar pasar. Agustín -con sus escritos admirables, con su figura de Pastor ejemplar y, ante todo, con su inquieta actitud de búsqueda de Dios- sigue siendo para todos un maestro que siempre vale la pena escuchar.
"Fuimos bautizados, y se disipó en nosotros la inquietud de la vida pasada" (Confesiones 9, 6, 4).
Con estas palabras simples y breves, Agustín evoca la conclusión de una larga y enmarañada aventura interior. El renacimiento "del agua y del Espíritu" tiene lugar durante la Vigilia pascual, la noche entre el 24 y el 25 de abril del año 387, en el baptisterio octagonal que Ambrosio, el gran obispo de Milán, recientemente había terminado de erigir.
Finalmente había llegado "a casa", porque había llegado al conocimiento vivo del Señor Jesús y a la comunión con Él; lo cual, aún en los años más turbios y confusos, había sido el anhelo casi inconsciente de todo su ser.
En su larga dispersión, en medio de la diversidad de las opiniones, y en la maraña de los vicios, había mantenido una especie de inconsciente atracción hacia la persona de Cristo. "Aquel nombre de mi Salvador, de tu Hijo, mi corazón aún tierno lo había absorbido en la leche misma de mi madre, y lo conservaba en lo profundo. Así que cualquier obra en la que Él faltase, así fuese docta y limpia y verdadera, no podía conquistarme totalmente" (Confesiones 3,4,8)
Uno de los momentos decisivos de su conversión se produce cuando se da cuenta de que Cristo no es un personaje literario o una idea filosófica, sino que es el Señor vivo que palpita, respira, enseña y ama en la liturgia y en la vida de la Iglesia, su Esposa y su Cuerpo. Por lo tanto, no es con la investigación erudita y solitaria del intelectual como se puede llegar a Él, sino con la cordial participación en el misterio eclesial, que no es otro que el misterio del Hijo de Dios crucificado y resucitado que se entrega a los suyos.
En tal comunión de vida, el individuo se trasciende a sí mismo y verdaderamente realiza de manera integral su naturaleza humana como ha sido querida y pensada por el Padre desde toda la eternidad: "Nos hemos transformado en Cristo. En efecto, si Él es la cabeza y nosotros los miembros, el hombre total es Él y nosotros" (Tract. In Ioan. 21, 8), dice audazmente Agustín.
Esta activa pertenencia eclesial, sean cuales fueren las virtudes y la santidad de los hombres de Iglesia, funda la certeza salvífica de los creyentes. "Lo he dicho frecuentemente y lo repito insistentemente - dice el obispo de Hipona a los fieles "cualquier cosa que seamos nosotros, vosotros estáis seguros, tenéis a Dios por Padre y a la Iglesia por madre" (Contra litt. Pet. 3, 9, 10).
Los escolásticos le darán un nombre tosco ("ex opere operato"), pero en verdad, no hay nada más misericordioso de parte de Dios, ni más consolador para nosotros que esta certeza: la certeza de que en la Iglesia que enseña, que actúa, que celebra está siempre operante la inmanencia salvífica de Cristo.
Quizá fue ésta justamente el provecho más fuerte de su estancia en Milán. Ambrosio no fue para Agustín un interlocutor disponible para coloquios personales, pacientes y clarificadores; tanto menos se prestó a hacerle de director espiritual. Sin embargo su aporte a la conversión del maestro africano fue decisivo, justamente porque aquel obispo era un "liturgo" excepcional, que con su presidencia homilética y ritual, sabía verdaderamente comunicar el sentido de la presencia activa del Salvador en todos los actos religiosos comunitarios. Posidio, el biógrafo del obispo de Hipona, recapitula todo con una frase lacónica y convincente: "de Ambrosio recibió la enseñanza salvífica de la Iglesia Católica y los sacramentos divinos" (Vita Agustini 1, 6).
De Ambrosio, Agustín había aprendido que "hablamos con Cristo cuando oramos y lo escuchamos cuando se lee la Palabra de Dios" (cf. De oficiis 1, 20, 88)
De Ambrosio había aprendido a traspasar las "imágenes" (aquello que los ojos ven) para llegar a captar la "verdad" (el Cristo que bajo las imágenes está siempre actuante). "Oh Señor Jesús - había exclamado el obispo de Milán el día de Pascua del año 381 - en nuestra sede has hoy bautizado mil. Y cuántos has bautizado en la Urbe de Roma, cuántos en Alejandría, en Antioquía, en Constantinopla... Pero no han sido Dámaso ni Pedro ni Ambrosio ni Gregorio quienes han bautizado: nosotros te prestamos nuestros servicios, pero tuyas son las acciones sacramentales" (Cf. De Spiritu Sancto I, 17.18: "nostra enim sercitia sed tua sunt sacramenta").
Nosotros podemos celebrar en los ritos el misterio de Cristo, porque es Cristo quien antes celebra en los ritos, el misterio de la salvación del mundo; y en esta celebración, que es Suya, nos compromete y nos renueva.
Jesús es un hombre de palabra. Cada día, mas allá de toda espera, su última promesa se realiza realmente: "He aquí que estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del tiempo" (Mt. 28, 20).
Es una frase de una sencillez absoluta, pero bajo cierto punto de vista es el centro y el sentido de todo el evento cristiano.
Al tomarla en serio, todo cambia: nuestro modo de pensar, de celebrar, de vivir, se hace diferente.
No es una expresión retórica, como cuando se dice que los héroes de la patria, los gigantes de la cultura y de la ciencia, los grandes filántropos, viven eternamente en medio de su pueblo; que en el fondo es una manera gentil de decir que están muertos. Jesús está realmente con nosotros: aquí está la fuente de nuestra inalterable serenidad en medio de las oposiciones y los conflictos, de aquí mana la energía de nuestro dinamismo apostólico.
Es justamente esta actualidad del único Sacerdote de la Nueva Alianza la que congrega a la Iglesia y garantiza su fidelidad. Él la atrae y la enamora, de manera que ninguna estrella mundana alcanza a apresarla y ningún sortilegio de encantadoras ideologías logra seducirla.
Como dice Ambrosio: "No valen de nada los encantadores donde el cántico de Cristo se canta cada día; ella tiene ya su encantador, el Señor Jesús..." (Hexamerón IV, 33).
Una Iglesia que se absorbiera de tal manera en el trabajo -sin duda meritorio- a favor de los seres humanos, que no elevara más el himno cotidiano de alabanza a su Señor, se parecería más a la Cruz Roja Internacional que a la Nueva Eva, la Esposa fiel del Nuevo Adán y la Madre de los nuevos vivientes; y terminaría por dedicar sus canciones a los aventureros de turno. Pues necesitaría cantar para alguien.
Jesús está siempre con nosotros, pero no ha sido dicho que nosotros estemos siempre con Él. Nos es garantizada la fidelidad de Cristo: nuestra fidelidad sin embargo se comprueba y consolida en los hechos, cada día. Pero esto es otro discurso.
Lic. José Luis Dell’ordine
jueves, 27 de agosto de 2009
Santa Mónica - 27 de agosto
Santa Mónica es famosa por haber sido la madre de San Agustín y por haber logrado la conversión de su hijo. Mónica nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 Km. de la ciudad de Cartago en el año 332. Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa pero de muy fuerte disciplina. Pocos meses después fue bautizada (en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable. Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero terriblemente malgeniado, y además mujeriego, jugador y sin religión , ni gusto por lo espiritual. La hará sufrir y por treinta años ella tendrá que aguantar los tremendos estallidos de ira de su marido que grita por el menor disgusto, pero este jamás se atreverá a levantar la mano contra ella.
Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por docenas de años. Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que su hijo mayor era extraordinariamente inteligente, y por eso lo enviaron a la capital del estado, la ciudad de Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria.
Pero Agustín tuvo la desgracia de que su padre no se interesaba nada de sus progresos espirituales. Y esto fue fatal para él, pues fue cayendo de mal en peor en pecados y errores. Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez peores, de que el joven llevaba una vida nada santa. Cuando tenía 29 años, el joven decidió ir a Roma a dar clases allá. Ya era todo un doctor. Mama se propuso irse con él para librarlo de todos los peligros morales. Pero Agustín le hizo una jugada tramposa. Al llegar junto al mar le dijo a Mónica que se fuera a rezar a un templo, mientras iba a visitar a un amigo, y lo que hizo fue subirse al barco y salir rumbo a Roma, dejándola sola allí, pero Mónica no era mujer débil para dejarse derrotar tan fácilmente. Tomo otro barco y se dirigió hasta Roma.
Y sucedió que en año 387, Agustín al leer unas frases de San Pablo sintió una impresión extraordinaria y se propuso cambiar de vida. Envió lejos a la mujer con la cual vivía en unión libre, dejo sus vicios y malas costumbres. Se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.
Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en el África, y se fueron al puerto de Hostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Poco después le invadió la fiebre, y en pocos días se agravo y murió. Lo único que pidió a sus dos hijos es que no dejaran de rezar por el descanso de su alma. Murió en el año 387 a los 55 años de edad. Las reliquias de su cuerpo, durante siglos fueron veneradas en Santa Áurea de Ostia, hasta el 9 de abril de 1430 que, en un artístico sarcófago esculpido por Isaías de Pisa en el Siglo XV, fueron trasladadas a la Iglesia de San Agustín de Roma.
Miles de madres y de esposas se han encomendado en todos estos siglos a Santa Mónica, para que les ayude a convertir a sus esposos e hijos, y han conseguido conversiones admirables. Patrona de las mujeres casadas, madres y viudas.
miércoles, 26 de agosto de 2009
Dura reacción de la Iglesia por el fallo de la Corte sobre marihuana en Argentina
Buenos Aires, 26 Ago. 09 (AICA)
El responsable de la Comisión Nacional para la Pastoral de las Adicciones, monseñor Jorge Lozano, obispo de Gualeguaychú, reclamó una política de Estado integral a la problemática de la drogadependencia, que contemple aspectos jurídicos, económicos, sanitarios, sociales y educativos, al advertir que el fallo que el fallo de la Corte Suprema de Justicia puede tener una lectura “contradictoria y perjudicial”.
“Una cuestión tan compleja como ésta no se resuelve con una decisión de la Corte o con un marco legal, requiere una política integral”, subrayó en declaraciones a la prensa.
Tras insistir en que “hay que evitar todo lo que facilite el acceso y consumo por parte de los jóvenes”, aseguró que la Iglesia “no está de acuerdo con propuestas que impliquen aspectos parciales y no integrales para la atención del adicto”.
No obstante, aclaró que esa posición no implica "criminalizar" al adicto. "Para nosotros el adicto es un enfermo, no un criminal, y como tal no tiene que estar en la cárcel sino en el centro de salud, para ser atendido y contenido", precisó.
No más libertades al flagelo de la droga
En tanto, los obispos Francisco Polti, de Santiago del Estero, y Adolfo Uriona, de Añatuya, coincidieron en que no hay que darle más libertades al flagelo de la droga.
Monseñor Polti dijo, al diario El Liberal, que “hay que recordar lo que ha dicho en su momento el Santo Padre Juan Pablo II de que la droga es un mal y al mal no hay que concederle derechos, y de todas formas, en la actualidad, la Iglesia sigue teniendo este pensamiento”.
En tanto, monseñor Uriona consideró que el fallo “es como ir abriendo puertas a algo que hace mucho daño a nuestra sociedad”, y recordó que “Añatuya se encuentra en la ruta de la droga que viene del norte del país con destino a otras provincias, y a diario veo en nuestra diócesis los estragos que produce la droga entre nuestros jóvenes”.
“Me parece que la ley debe tener un fin pedagógico, hay que ayudar a las personas para que descubran el daño que está haciendo la drogadicción”, remarcó el obispo.
Por último, monseñor Polti remarcó el comunicado emitido ayer por el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia de la arquidiócesis de Buenos Aires, en el cual, si bien reconocen “buena intención de los que buscan no criminalizar al adicto”, advierten que en el caso de las familias más vulnerables, la despenalización implica “dejar abandonado al adicto, no hacerse cargo de su derecho a la salud”.
“La dinámica misma de la adicción, lleva muchas veces a hacer cualquier cosa para satisfacer el deseo de consumo. El próximo encuentro entre el Estado y el adicto ya no será en la enfermedad, sino en el delito que a veces nace de ella”, alertaron.
Texto completo del comunicado:
Ante el fallo de la Corte Suprema de Justicia del día de hoy, quienes integramos el Equipo de Sacerdotes para las Villas expresamos a continuación nuestra humilde opinión, que ratifica plenamente aquellas reflexiones que se hicieran públicas.
Nosotros somos respetuosos de los fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Valoramos su autoridad. Además creemos en el valor de las instituciones para el crecimiento de nuestra Nación.
Por otro lado nuestra palabra sobre la despenalización no pretende ocupar el lugar que tiene la palabra de la Conferencia Episcopal Argentina sobre este tema.
Con espíritu de aportar al diálogo –ofreciendo el propio pensamiento y buscando integrar el pensamiento diferente- y no de confrontar, hicimos público nuestro documento: “La droga en las Villas: despenalizada de hecho”.
Queríamos defender a nuestros vecinos villeros -estigmatizados por tantas cosas-, afirmando que una cosa es la Villa y otra el narcotráfico. Y señalar que los primeros que sufren las consecuencias del narcotráfico son los habitantes de estos barrios humildes.
El Evangelio de Jesús nos invita a pararnos en las periferias geográficas y existenciales y desde allí mirar. Nos invita a entrar en comunión con los más pobres, y desde los pobres llegar a todos. Este camino desde los pobres a todos nos parece un programa más que valido a la hora de trazar políticas de Estado, a la hora de legislar y a la hora de juzgar.
Muchos de los niños, adolescentes y jóvenes de nuestros barrios no viven sino que sobreviven y muchas veces la oferta de la droga les llega antes que un ambiente dichoso y sano para jugar, llega antes que la escuela, o llega antes que un lugar para aprender un oficio y poder tener un trabajo digno. Se acortan así las posibilidades de darle un sentido positivo a la vida. “Hoy, fundamentalmente, en nuestra cultura la dignidad de la vida se juega en el eje inclusión-exclusión; comunión-aislamiento” (Carta pastoral de la CEA, del 20 de agosto del 2009. Nº 22)
No pretendemos que la responsabilidad frente a esta situación de desigualdad de oportunidades quede sólo en manos del Estado. La solidaridad es en primer lugar que todos nos sintamos responsables de todos. (Cf. CIV 38)
Nos preguntamos: ¿cómo decodifican los chicos de nuestros barrios la afirmación de que es legal la tenencia y el consumo personal? Nos parece que al no haber una política de educación y prevención de adicciones intensa, reiterativa y operativa se aumenta la posibilidad de inducir al consumo de sustancias que dañan el organismo. La experiencia de acompañar a jóvenes en el camino de recuperación y reinserción social nos ha permitido escuchar el testimonio de muchos que han empezado consumiendo pequeña cantidad de marihuana y de pronto se encontraron consumiendo drogas más dañinas aun como el paco. La vida se les volvió ingobernable. Por eso desde nuestro punto de vista las drogas no dan libertad sino que esclavizan. La despenalización a nuestro parecer influiría en el imaginario social instalando la idea de que las drogas no hacen tanto daño.
Vemos la buena intención de los que buscan no criminalizar al adicto, es una locura criminalizar la enfermedad. Pero intentemos pararnos nuevamente desde la perspectiva de las familias más vulnerables. Sin un buen sistema de salud, sin políticas fuertes de prevención, sin un sistema educativo realmente inclusivo y eficiente, el único encuentro del adicto y su familia – que pide ayuda- con el Estado es la justicia. Despenalizar en estas condiciones, es dejar abandonado al adicto, no hacerse cargo de su derecho a la salud. La dinámica misma de la adicción, lleva muchas veces a hacer cualquier cosa para satisfacer el deseo de consumo. El próximo encuentro entre el Estado y el adicto ya no será en la enfermedad, sino en el delito que a veces nace de ella.
Usando una imagen podríamos decir entonces que la discusión sobre la despenalización corresponde a los últimos capítulos del libro y no a los primeros.
Pedimos a la Virgen de Luján, Madre del Pueblo, que cuide y proteja a sus hijos que padecen el flagelo de la droga, de fuerzas a sus familias y luz a nuestra sociedad para generar vínculos de promoción y solidaridad.
Equipo de Sacerdotes para las Villas de emergencia de la Ciudad de Buenos Aires.
Buenos Aires, 25 de Agosto de 2009.+
Critica de la Iglesia Argentina ante la despenalización de la droga
Buenos Aires, 25 Ago. 09 (AICA): Ante el fallo emitido esta mañana por la Corte Suprema de Justicia, que dejó libres a cinco personas que consumían marihuana por considerar que su consumo en el ámbito privado está protegido por la Constitución Nacional, los miembros del Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia de la arquidiócesis de Buenos Aires emitieron un comunicado en el que, si bien reconocen “buena intención de los que buscan no criminalizar al adicto”, advierten que en el caso de las familias más vulnerables, la despenalización implica “dejar abandonado al adicto, no hacerse cargo de su derecho a la salud. La dinámica misma de la adicción, lleva muchas veces a hacer cualquier cosa para satisfacer el deseo de consumo. El próximo encuentro entre el Estado y el adicto ya no será en la enfermedad, sino en el delito que a veces nace de ella”.
El texto completo del comunicado es el siguiente:
Ante el fallo de la Corte Suprema de Justicia del día de hoy, quienes integramos el Equipo de Sacerdotes para las Villas expresamos a continuación nuestra humilde opinión, que ratifica plenamente aquellas reflexiones que se hicieran públicas .
Nosotros somos respetuosos de los fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Valoramos su autoridad. Además creemos en el valor de las instituciones para el crecimiento de nuestra Nación.
Por otro lado nuestra palabra sobre la despenalización no pretende ocupar el lugar que tiene la palabra de la Conferencia Episcopal Argentina sobre este tema.
Con espíritu de aportar al diálogo –ofreciendo el propio pensamiento y buscando integrar el pensamiento diferente- y no de confrontar, hicimos público nuestro documento: “La droga en las Villas: despenalizada de hecho”.
Queríamos defender a nuestros vecinos villeros -estigmatizados por tantas cosas-, afirmando que una cosa es la Villa y otra el narcotráfico. Y señalar que los primeros que sufren las consecuencias del narcotráfico son los habitantes de estos barrios humildes.
El Evangelio de Jesús nos invita a pararnos en las periferias geográficas y existenciales y desde allí mirar. Nos invita a entrar en comunión con los más pobres, y desde los pobres llegar a todos. Este camino desde los pobres a todos nos parece un programa más que valido a la hora de trazar políticas de Estado, a la hora de legislar y a la hora de juzgar.
Muchos de los niños, adolescentes y jóvenes de nuestros barrios no viven sino que sobreviven y muchas veces la oferta de la droga les llega antes que un ambiente dichoso y sano para jugar, llega antes que la escuela, o llega antes que un lugar para aprender un oficio y poder tener un trabajo digno. Se acortan así las posibilidades de darle un sentido positivo a la vida. “Hoy, fundamentalmente, en nuestra cultura la dignidad de la vida se juega en el eje inclusión-exclusión; comunión-aislamiento” (Carta pastoral de la CEA, del 20 de agosto del 2009. Nº 22)
No pretendemos que la responsabilidad frente a esta situación de desigualdad de oportunidades quede sólo en manos del Estado. La solidaridad es en primer lugar que todos nos sintamos responsables de todos. (Cf. CIV 38)
Nos preguntamos: ¿cómo decodifican los chicos de nuestros barrios la afirmación de que es legal la tenencia y el consumo personal? Nos parece que al no haber una política de educación y prevención de adicciones intensa, reiterativa y operativa se aumenta la posibilidad de inducir al consumo de sustancias que dañan el organismo. La experiencia de acompañar a jóvenes en el camino de recuperación y reinserción social nos ha permitido escuchar el testimonio de muchos que han empezado consumiendo pequeña cantidad de marihuana y de pronto se encontraron consumiendo drogas más dañinas aun como el paco. La vida se les volvió ingobernable. Por eso desde nuestro punto de vista las drogas no dan libertad sino que esclavizan. La despenalización a nuestro parecer influiría en el imaginario social instalando la idea de que las drogas no hacen tanto daño.
Vemos la buena intención de los que buscan no criminalizar al adicto, es una locura criminalizar la enfermedad. Pero intentemos pararnos nuevamente desde la perspectiva de las familias más vulnerables. Sin un buen sistema de salud, sin políticas fuertes de prevención, sin un sistema educativo realmente inclusivo y eficiente, el único encuentro del adicto y su familia – que pide ayuda- con el Estado es la justicia. Despenalizar en estas condiciones, es dejar abandonado al adicto, no hacerse cargo de su derecho a la salud. La dinámica misma de la adicción, lleva muchas veces a hacer cualquier cosa para satisfacer el deseo de consumo. El próximo encuentro entre el Estado y el adicto ya no será en la enfermedad, sino en el delito que a veces nace de ella.
Usando una imagen podríamos decir entonces que la discusión sobre la despenalización corresponde a los últimos capítulos del libro y no a los primeros.
Pedimos a la Virgen de Luján, Madre del Pueblo, que cuide y proteja a sus hijos que padecen el flagelo de la droga, de fuerzas a sus familias y luz a nuestra sociedad para generar vínculos de promoción y solidaridad.
Equipo de Sacerdotes para las Villas de emergencia de la Ciudad de Buenos Aires.
Buenos Aires, 25 de Agosto de 2009.+
San Ceferino, Papa - 26 de agosto
San Ceferino es uno de los Papas que han tenido un pontificado más largo: Según Eusebio de Cesarea, él fue Papa del 202 al 218-219, y según el Catálogo liberiano del 198 al 217. A estos muchos años de pontificado debemos lo poco que se sabe con seguridad de San Ceferino, y es un detalle muy importante, porque los tiempos en los cuales ejerció su pontificado no eran ciertamente tiempos muy tranquilos. En efecto, durante su pontificado estalló la persecución de Settimio Severo.
Este, que había llegado a ser emperador en el 193, durante los primeros años, aun sin abolir el régimen perseguidor, no pidió su aplicación, y así la comunidad cristiana gozó de algunos años de paz. Inclusive según el testimonio de Tertuliano, el mismo Settimio Severo, disolvió una manifestación popular contra los cristianos. Pero el mismo Tertuliano con su desdén polémico sostiene que particularmente en Africa no se practicaba la misma tolerancia. Y en todo caso, esa tolerancia terminó en todo el imperio hacia el 200-202, y fue un explícito edicto de Settimio Severo el que prohibió "bajo pena grave, cualquier propaganda judía, y tomó la misma decisión respecto de los cristianos", como afirma la Historia Augusta.
Por primera vez se publicaba un edicto explícitamente contra los que querían convertirse. Entre los mártires ilustres de esta persecución se encuentran Perpetua y Felicidad, martirizadas en Cartago junto con Saturnino, Secondulo, Revocato y Saturo; probablemente murió también mártir San Ireneo; y con seguridad y en presencia de Settimio Severo murió mártir San Andeolo. La paz volvió en el 211 con la llegada al trono de Caracalla y continuó prácticamente bajo los sucesores Macrino, Heliogábalo y Alejandro Severo.
Por esto, sólo impropiamente San Ceferino puede ser considerado mártir, como dice el cardenal Baronio (y también el Martirologio Romano) "de su arbitrio y contra toda la tradición que siempre veneró a San Ceferino como confesor". Pero aunque no haya habido persecuciones, San Ceferino no tuvo un pontificado fácil. Tuvo que afrontar los problemas dogmáticos de los adopcionistas y de los modalistas, que tenían un concepto errado de las relaciones entre el Padre y el Hijo, y volvió a recibir en la Iglesia, pero reducido al estado laical, al presbítero Natal, que había adherido al adopcionismo. San Ceferino fue sepultado en las catacumbas de San Calixto, en un edificio "sub divo", en donde después fue sepultado también San Tarsicio (o San Tarcisio).
martes, 25 de agosto de 2009
San Luis Rey - 25 de Agosto
"Luis, prefiero verte muerto antes que en desgracia de Dios por un pecado mortal". Era su santa Madre, Doña Blanca de Castilla, quien así hablaba a su hijo. Ella era hija del rey de Castilla y Regente de Francia. Su hijo sería un gran rey, celoso impulsor de la reforma de la Iglesia, ardiente capitán de Cruzadas y, lo que más vale, un santo.
Muchas virtudes aprendió de su santa madre, pero quizá la más importante fue el amor a la Iglesia y a los pobres. Nació en Poissy el 25 de abril de 1214 y poco después allí mismo recibió el gran don del santo bautismo. Llegará a apreciar de tal modo lo que estar bautizado significa que en muchos documentos no se firmará como "Luis IX de Francia", sino "Luis de Poissy".
Doña Blanca, al quedar viuda, se hace cargo del gobierno de la nación. Lo hace con gran maestría. De ella va aprendiendo el futuro rey cómo se deben llevar las cuestiones de Estado y cómo hay que tratar a los súbditos, especialmente a los pobres. Siempre los amará con toda su alma y no faltará quien le acuse de ser demasiado generoso con ellos en detrimiento de los bienes del Estado. Cuando él sea rey de Francia, querrá tener siempre a su lado a su madre y le pedirá consejo en cuantos asuntos trate de cierta gravedad. Su misma madre, en cuyo corazón ardía el deseo de la conquista de los Sagrados Lugares, animará a su hijo a que tome parte en una de aquellas Cruzadas y cuando se entere, estando en Oriente, de la muerte de su santa madre, llorará como un niño esta pérdida y dirá al Señor, como nos cuentan los Cronistas de su tiempo: "Te doy gracias, Padre Santo, por la madre que me diste. Ella me educó y formó. Págale, Señor, cuanto por mí hizo... Ahora te la has llevado a la Gloria. Bendito seas por los siglos de los siglos...".
En 1235 contrae matrimonio con la bella y cristiana Margarita, hija de D. Ramón de Berenguer, conde de Provenza. Fueron modelo para todos los príncipes, de unión y amor. La Reina se dedicaba más bien a la educación de los hijos y al gobierno de la casa. No influía en la marcha de la nación, como lo hiciera Doña Blanca. A pesar de ello cuando el sultán de Egipto propone unas condiciones a Luis IX, dicen que contestó el monarca galo: "Consultaremos a la Reina para conocer su parecer. Ella es mi dama y no puedo hacer nada sin su consentimiento".
Luis era un hombre de gran fe y gran piedad. Asistía a Misa todos los días y pasaba largas horas en oración. Alguien criticó que el rey pasara tanto tiempo entregado a obras de piedad. Llegó hasta los oídos del rey y éste se limitó a decir: "Seguro que nadie diría nada si emplease el doble de tiempo en jugar a los dados o en correr por los bosques tras los ciervos y las perdices".
En cierta ocasión alguien le animó a que fuera a visitar la Sangre de Cristo que estaba fresca, como premio a la fe de un sacerdote. Y contestó el piadoso rey: "Id vosotros, si os place, pues será que no creéis o creéis mal. Yo lo creo como lo enseña la Santa Madre Iglesia, y por eso, la Misa me basta".
Se preocupó de levantar iglesias, ayudar a los pobres, defender la justicia en todas partes. Era como el padre bueno al que podían ir sin miedos aunque fuera rey. Luchó contra la blasfemia, y a su hijo y heredero, Felipe, le dijo: "No sufras que se diga delante de ti alguna blasfemia contra Dios ni contra los Santos".
Por fin, lleno de buenas obras, mientras lucha en su segunda Cruzada, cerca de Túnez, el 25 de agosto de 1270, muere abatido por la peste, en un lecho de ceniza y pidiendo perdón de sus pecados.